martes, 29 de diciembre de 2015

¿Poder o querer?

“Te escribo a vos porque sos la única que vale la pena en mi vida y creo que en este puto mundo en donde me tocó nacer.
Perdón, pero no puedo más. No soporto más, no me da más el cuerpo, ni la mente, ni el alma. Sabes que estoy agotado y hoy digo basta.
Me despido de vos, porque como te dije algunas líneas atrás, sos la única persona que vale la pena, la única persona que sé que me ama y la única persona que amo. Te amo, con todo mi alma y así va a ser para siempre. Nunca lo dudes, ni lo olvides. Por favor. Me voy tranquilo, sabiendo que te dí todo lo que pude y agradeciéndote porque gracias a vos sentí el amor, gracias a vos me sentí un poquito vivo. Vos prendiste una lucecita en medio de esta oscuridad y si este último tiempo fue más leve, fue gracias a vos, de verdad. Sos una mujer hermosa que se merece algo mucho mejor, sé que va a llegar, porque te mereces ser feliz mi amor, más que nadie.
Gracias por cruzarte en mi camino, por dejarme ser parte de tu camino y por permitir que nos amemos así, de corazón gracias.
No quiero hacerla muy larga, solo que sepas que ese último beso y abrazo que nos dimos es lo único que tengo en el corazón.
Gracias otra vez. Sos única, sos mágica. Ojala la vida algún día te devuelva todo lo que das, porque de verdad haces magia por donde pasas.
Deseo de corazón que puedas olvidarme y superarme, pero a su vez me muero por siempre ocupar un lugarcito en tu corazón, como una parte de tu vida… Porque vos siempre vas a ser lo más importante de la mía. Te voy a llevar conmigo a donde sea que me vaya ahora.
No sé muy bien como despedirme… Solo te agradezco una vez (te voy a agradecer hasta la eternidad) y te repito que te amo, con lo poco que soy…”


Terminé de leer aquella carta y sentía mi cuerpo temblar de pies a cabeza, además no veía bien porque todas las lágrimas que había llorado me impedían ver con claridad. Busqué mi celular e intenté llamarlo, pero daba apagado.

¡La puta madre!

Salí corriendo de mi habitación y bajé las escaleras también corriendo, me doblé el pie y poco me importó. Me subí a mi bicicleta y encaré para su casa.

Agarré mi mochila y agradecí tener las llaves de su casa allí dentro, entré temblando, dejé la bicicleta tirada en el living y fui hasta su habitación. La puerta estaba cerrada con llave. 

- ¡Pedro! –Grité golpeando la puerta.- Abrime mi amor, por favor. –Grité desesperada en medio de un llanto que me ahogaba.-
- ¡Andate Paula!
- No me voy a ir a ningún lado y no voy a dejar que hagas nada.
- Andate, es lo mejor.
- ¡Lo mejor es que te pueda dar un abrazo antes de que hagas una locura!
- ¡Andate!
- No me voy a mover de acá.
- Por favor mi amor…
- ¡Por favor vos! ¡No hagas ninguna locura!
- ¡Vos no tenías que venir!
- ¿De verdad crees que iba a leer esa carta y me iba a quedar de brazos cruzados?
- Era una despedida.
- ¡No quiero que te despidas de mí!
- ¡Te mereces algo mejor mi amor!
- No, yo te quiero a vos. No me quites la posibilidad de amarte como lo hago.
- ¡Dejame ir Paula!
- No, te quiero atado a mí, toda la vida.
- No seas boluda, abrí los ojos.
- ¡Vos no seas boludo y abrí la puerta!
- ¡No Paula!
- Por favor mi amor…

Sentí su puño golpear la puerta y suspiré, tratando de serenarme un poquito si es que eso era posible.

- Mi amor… ¿Me escuchas?
- Sí.
- Si estoy acá es porque me importas, porque te amo y te necesito. Porque quiero estar con vos, siempre, pase lo que pase. –Suspiré.- Abrí la puerta, dale… Hablamos tranquilos, te doy un abrazo.
- No puedo Pau.
- ¿Por qué no podes?
- Ya tomé una decisión.
- ¿Qué decisión?
- Matarme, es lo mejor.
- ¡No Pedro! ¿Cómo vas a decir eso?
- Es la verdad.
- ¿No te importa que yo sufra?
- Ya vas a olvidarte de mí.
- Nunca podría olvidarme del amor de mi vida.
- Dejate de joder, voy a ser uno más.
- No, estás muy equivocado. ¡Nunca fuiste uno más! Nunca amé a nadie como a vos y nunca me sentí tan amada por alguien.
- Soltame, va a ser lo mejor.
- Sé que no.
- Yo sé que sí.
- Abrime, por favor.
- No quiero.
- Necesito mirarte a los ojos…
- ¿Para qué?
- Para que te des cuenta que todavía vale la pena lucharla.
- ¿Para qué?
- ¿Tan poco te importo Pedro?
- Sos lo único que amo en el mundo.
- Entonces si no lo haces por vos, hacelo por mí… Abrime la puerta, por favor.
- No te mereces esto.
- ¡Vos no te mereces esto mi amor!

Quise abrir la puerta, pero no podía.

- Por favor mi amor, dale… -Supliqué.-
- Tengo miedo.
- Yo estoy con vos. Dale, abrime… Por favor.

Escuché las llaves y suspiré aliviada. Quise abrir, pero no me dejó.

- Dale amor…

Abrí un poco la puerta y me asomé.

- Pepe, mi amor… -Susurré.- Me muero por abrazarte, dale. Abrime.

Él no abrió la puerta, le gané con la fuerza y logré abrirla yo. Ni bien estuvimos frente a frente, me abrazó y escondió su cara en mi pecho.

- Sh, tranquilo que no pasa nada. –Dije dejándome caer en el suelo porque no podía sostenerlo.- No estás solo mi amor, yo estoy acá. Tranquilo.

Lo abracé con fuerza y me largué a llorar como una nena. Lo abrazaba con mi brazo izquierdo y con mi mano derecha jugaba con el pelo de su nuca.

- Gracias. –Dijo con un hilo de voz.-
-Besé su frente.- No tenes que agradecer… Quedate acá y tranquilizate, después hablamos.
- No puedo.
- ¿Qué no puedo?
- Tranquilizarme.
- Sí que podes, quedate acá conmigo, no pasa nada.
- Te amo. –Dijo ahogado en llanto.- Perdón.
- Te amo… -Susurré en su oído.- Y no tengo que perdonarte nada, sh…

Me quedé un rato con él, allí en el suelo, hasta que nos levantamos y le alcancé un vaso de agua, pero él no podía agarrarlo de lo mucho que temblaba. Me senté a su lado, abrazándolo por el cuello y lo ayudé a tomar.

- Me siento horrible. –Me dijo mientras yo dejaba el vaso a un lado.-

No le respondí nada, me acosté e hice que se acostara a mi lado, acurrucándose en mi pecho. Lo abracé por la espalda y él pasó su brazo por mi abdomen.

- Tranquilo, dale… -Besé su frente.-
- No sé qué hacer con toda la mierda que tengo adentro.
- ¿Por qué no intentas dormir un ratito?
- No sé si voy a poder.
- Te va a hacer bien, te vas a despertar mejor.
- No sé Pau.
- Dale amor, cerra los ojos. –Besé sentidamente su frente y él cerró sus ojos.- Descansa…

Pasé casi dos horas allí, hasta que por fin se quedó dormido. Me levanté a servirme un poco de agua y buscarme algo para comer, porque sentía que me caía de lo baja que tenía la presión.

Fui hasta el balcón y me apoyé en la reja que había allí, no pude evitar largarme a llorar. Por eso me había ido de la habitación de Pedro, necesitaba llorar, descargar todo lo que tenía adentro.

- Si me contas lo qué te pasa, capaz yo pueda ayudarte mi amor.
- Son años de acumular mucha mierda.
- ¿Y no crees que si me lo contas, capaz te aliviaría un poco?
- No quiero cargarte con todo esto Pau.
- No me cargas con nada.
- Pau, en serio…
- En serio vos. –Lo besé.- Te escucho, dale.
- Es que… -Suspiró y sus ojos se llenaron de lágrimas.- Es todo.
- ¿Todo qué?
- Todo Pau, mi familia que es una mierda, que no deja de pelearse nunca, que me hace sentir mal, es el secundario que me hizo mierda, me hizo mierda nunca poder tener un lugar, es no poder conseguir un laburo, es que mis viejos no me lleven el apunte nunca, es todo.
- ¿Y yo?
- ¿Vos qué?
- ¿No pensas en que juntos si podemos ser felices?
- Pau, yo ya no puedo ser feliz.
- Si le pones esa onda…
- Soy depresivo Paula, no lo puedo evitar.
- Vos permitís que así sea.
- ¡No!
- Sí amor, vos te impedís sonreír.
- No puedo sonreír.
- No queres…
- No puedo.
- No queres, que sonrías no quiere decir que los problemas no existan.
- Pero Pau…
- Deja de poner peros. No estás más solo.
- No quiero convertirme en una carga.
- ¡No digas boludeces Pedro! No sos una carga para mí, sos mi novio y te amo más de lo que pueda explicarte.
- Yo también te amo, demasiado.
- ¿Entonces por qué no te permitís sentir esto y dejar todo el resto a un lado?
- Porque no puedo.
- No queres. –Repetí.-
- No sé Pau.
- Dale… -Despeiné su pelo y lo besé.- Al menos, lo intentamos.
- Hay cosas que vos no sabes.
- ¿Qué cosas?


Lo sentí quebrarse y yo tomé sus manos.

- Más de una vez, intenté… -Y se le fue la voz.-
- ¿Qué intentaste?
- Suicidarme. –Dijo ahogado en llanto y escondió su cara en mis hombros.- Fueron tres.
- ¿De verdad?
- Sí.

Acaricié su espalda y besé su sien.

- Llega un punto en el que no aguanto tanto dolor y no sé qué hacer, me desespero.
Sentí que me abrazó por la espalda y besó mi cuello.

- No llores mi amor. –Susurró en mi oído.-
- No sé qué hacer.
- Vos no tenes que hacer nada.
- No soporto saber que no puedo hacer nada por vos. –Dije poniendo mis manos en sus brazos.-
- Vos haces demasiado, sos lo único que me hace bien.
- ¿Entonces por qué queres dejarme sola?
- Porque no soporto más esto.
- Por favor. –Supliqué.-
- No puedo más Pau.

Me dí vuelta y lo abracé.

- Te juro que haría cualquier cosa por vos.
- Ya hiciste demasiado.
- Puedo hacer más.
- Yo no puedo más.
- ¿Y si nos vamos?
- ¿A dónde? No tenemos un mango.
- La casa de mi abuela en el interior está vacía.
- ¿Y qué vamos a hacer?
- Lo que podamos, pero nos vamos lejos y juntos… Un nuevo comienzo.
- Eso no va a solucionar las cosas.
- No, pero capaz te ayude.
- A mí ya nada puede ayudarme.
- Yo te voy a ayudar, aunque no quieras.
- Morirme quiero Paula.

Cerré mis ojos y suspiré.

- Veni…

Lo tomé de las manos e hice que entráramos, nos sentamos frente a frente en el sillón y lo tomé por sus mejillas, para besarlo, pero él no respondía.

- No seas malo y besame. –Supliqué.-
- Paula, esto no sirve de nada.
- ¡Besame!

Volví a unir mis labios a los suyos, hice que sus manos queden en mi cintura y volví a tomarlo por las mejillas. Nos besábamos y ninguno podía dejar de llorar. Choqué mi frente con la de él y respiré hondo.

- Aferrate a esto que tenemos, aferrate a mí. Por favor mi amor. –Lo abracé por el cuello.-
- Siento que no puedo más.
- No estás solo. –Sequé sus lágrimas.-
- Me muero de miedo.
- ¿Miedo de qué?
- De no poder.
- ¿No poder?
- Conocer la felicidad.
- Nosotros vamos a poder, te lo prometo.
- No sé…
- Vas a ver que sí.

Lo besé y nos abrazamos.

- Dale, al menos nos vamos unos días lejos…
- ¿Para qué?
- Para distraernos, estar juntos, mimarnos.
- Voy a arruinar el viaje.

Me levanté y le dí las manos.

- Veni…

Fuimos hasta su cuarto, junté todas las pastillas que tenía allí y me dirigí al baño.

- ¿Qué vas a hacer Paula?
- ¡Tirarlas Pedro!
- No, no las tires.
- ¡Pedro!

Él quiso frenarme, pero no lo dejé. Tiré las pastillas en el inodoro, apreté el botón y cerré la tabla para sentarme allí.

- No voy a dejar que estés cerca de esas cosas.
- ¡No me hagas esto Paula!
- ¡Vos no te hagas esto Pedro!
- No puedo más. ¿Lo podes entender?
- No, no me entra en la cabeza que quieras dejarme sola.
- Lo hago por vos.

Me paré delante de él.

- Si queres hacer algo por mí, quedate acá, conmigo.

Lo abracé y dejé que se quebrara otra vez en mis brazos.

- Tranquilo, yo estoy acá con vos mi amor, al lado tuyo. Yo estoy.
- Gracias.
- No me tenes que agradecer nada… Tranquilo.

Besé su sien y acaricié su espalda.

- Lavate la cara. –Le dije y besé su mejilla.- Dale…

Pedro se lavó la cara y lo abracé por el costado, para así salir del baño.

- ¿Vamos a caminar un rato?
- No tengo ganas Pau.
- Dale, te va a hacer bien.
- Nada puede hacerme bien en este momento.
- ¿Yo tampoco?
- No sé.
- Dale, veni.

Lo abracé por los hombros e hice que camináramos hacia la puerta, abrí la puerta y lo hice salir.

- Dale amor, tomar un poco de aire te va a hacer bien.
- No tengo ganas.
- Un ratito.

Cerré la puerta y no le dí opción, asique comenzamos a caminar.

Pasamos un largo rato en la plaza, caminando en silencio, yo iba con mi cabeza apoyada en su hombro y lo abrazaba por el costado de su cintura.

Volvimos a su casa, él se dio una ducha y yo preparé algo para comer. Comimos poco y nada y fuimos a acostarnos.

- ¿Viajamos unos días? –Le pregunté frente a él.-
- Mmm…
- Dale, te va a hacer bien. –Dije paseando mis dedos por su cara.-
- No sé si algo puede hacerme bien en este momento.
- Unos días alejado de esto, con unos mimos de mi parte… Capaz te sane un poco, te alivie un poco tanta angustia.
- Mmm…
- ¿Viajamos?
-Suspiró.- Está bien.
-Sonreí.- Vas a ver que vas a estar bien. –Besé su frente.- Cerra los ojos, dale. –Él lo hizo y yo le dí un beso en cada uno de sus párpados.- Vas a ver que mañana vas a poder ver todo con un poco más de claridad.
- Ojala.
- Confía en que sí. Te amo y siempre voy a estar, no lo olvides.
- Te amo mi amor, gracias.
- Sh…





viernes, 25 de diciembre de 2015

Navidad.


Salí de la habitación y me quedé allí, parada contra la pared. Sequé mis lágrimas y suspiré.

- Yo no quería que las cosas terminen así. –Dijo desde la habitación.-
- Yo tampoco. –Sequé mis lágrimas.- No sé en qué momento se fue todo tan a la mierda.
- Los dos nos hicimos mal.
- Nos comportamos como dos pendejos de mierda.

Sentí su mano en mi hombro y suspiré.

- Yo te sigo amando como siempre Paula.
-Suspiré y cerré mis ojos.- Yo a vos Pedro, pero se ve que eso no es suficiente.
- ¿Te puedo dar un abrazo?

Yo asentí tímidamente y él se acercó a mí, nos abrazamos y nos largamos a llorar como dos nenes. Habíamos decidido separarnos y era todo muy horrible.

- Yo no quería esto para nosotros. –Dijo en mi oído.-
- Yo tampoco, nunca lo imaginé. –Dije casi sin voz.-
- Tranquila. –Respondió acariciando mi espalda.- Y perdón.
- No tenes que pedir perdón, es culpa de los dos.

Nos separamos y nos quedamos mirando algunos segundos.

- ¿Cuándo vamos a hablar con los chicos? –Pregunté.-
- Dejemos que pasen algunos días, al menos para que podamos hablarles sin llorar.
- Sí, tenes razón. –Sequé mis lágrimas.-



La mesa larga, llena de gente. Comida a más no poder. El arbolito enorme, repleto de adornos. Las lucecitas de colores. Un papá noel enorme colgado de la escalera. Gente yendo de acá para allá. Mis hijos corriendo de un lado al otro, ya no sabía cómo frenarlos. Sus rulitos rubios saltaban sin parar. Me paré delante de ellos y los frené, me agaché a su altura y los miré seria.

- ¿Pueden parar un poco?
- ¡No mamá! –Me respondió Uma.-
- Queremos jugar mamá. –Me dijo Ciro cruzado de brazos.-
- Pero, hay mucha gente, se pueden chocar, lastimar… Frenen un poquito, por favor.
- ¡Nos aburrimos! –Me dijeron a la par y reí.-
- Ay, son tremendos eh. –Me puse de pie y tomé sus manos.- Vengan conmigo.

Caminé con mis mellizos de la mano hasta que nos sentamos a un costado, en el suelo.

- ¿No trajeron rompecabezas? –Les pregunté.-
- ¡Sí! –Dijo Uma.-
- ¿Quieren que armemos uno?

Y no respondieron, salieron corriendo en busca de sus rompecabezas. Comenzamos a armar uno, mientras en la cocina estaban sirviendo el plato principal o eso creo.

Uma estaba en mis piernas y Ciro frente a nosotras, ellos ponían las piezas y yo solo los ayudaba o los alentaba.

Subí mi mirada y suspiré al verlo allí, aún me sentía incómoda cuando lo tenía en frente.

- ¡Papi! ¡Veni a jugar! –Le dijo Uma.-
- ¿Puedo? –Les preguntó.-
- Obvio pa. –Le respondió Ciro.-

Y Pedro se unió al juego, no sé cómo hacíamos, pero interactuábamos solo con ellos y ni siquiera cruzábamos la mirada. Me dolía que así sea.

No entendía cómo todo se había ido tan a la mierda. 3 años de novios, 2 casados sin hijos y hacía 6 años habíamos tenido a nuestros mellis… De esos once años, 2 llevábamos separados. Nunca supe por qué, nunca hubo un motivo. Peleábamos todos los días como dos nenes y decidimos que lo mejor era separarnos, pero aún dudaba de que eso sea ciertamente lo mejor. Aún así, era la realidad.

Cuando la comida estuvo en la mesa, Pedro fue con Ciro a cococho y yo con Uma a upa. Comimos y Uma se estaba quedando dormida.

- No te duermas mi amor… ¿No queres esperar a Papá Noel?
- Tengo sueño mami.
- ¿Y los regalos?
- Me dijiste que falta. ¿Podemos ir a otro lado?
- ¿A dónde?
- A dormir.
- Está bien.

Me levanté con ella en brazos y fuimos hasta un cuarto. Nos acostamos juntas y comencé a jugar con sus rulitos.

- Faltan dos horas para que venga Papá Noel. ¿Te despierto?
- Cuando haya turrones.
-Sonreí.- Dale. –Besé su frente.- Cerra los ojitos mi amor…

Y me quedé mimándola, a los pocos minutos, entró Pedro con Ciro en brazos. Sin decir nada, lo acostó al lado de su hermana y ellos se tomaron su mano. Me mataban de amor. Los dos estaban por quedarse dormidos. Lo miré a Pedro de reojo y suspiré, sabía que él estaba haciendo lo mismo.

Cuando los peques estuvieron completamente dormidos, me levanté y salí de la habitación. Pedro me siguió.

- ¿No te parece que sería un buen regalo de navidad para nuestros hijos que volvamos a por lo menos mirarnos a la cara? –Me preguntó.-
- Vos sos el que no me dirige la palabra.
- Vos tampoco lo haces Paula.
- Capaz por algo es.

Quise volver a la mesa, pero me lo impidió.

- Para un poco Pau.
- ¿Qué pare que?
- No podemos seguir así.
- Nunca podemos seguir nosotros, de ningún modo. –Dije molesta.-
- ¿No podes hacer un intento?
- ¿Un intento de qué?
- De llevarnos mejor.
- No sé.

Y esta vez continué mi camino. Volví a la mesa y me senté al lado de mis viejos y mis hermanos. Pedro se sentó con su familia, en realidad estábamos todos juntos. No había problema entre ellos y siempre decidíamos pasar las fiestas todos así de juntos para poder estar con Uma y Ciro, aún eran los únicos niños de la familia.

Intenté distraerme, pero no podía dejar de pensar en él. No sabía en qué estábamos pensando cuando decidimos separarnos, pero tampoco sabíamos cómo seguir. Era todo tan raro… Nada tenía razón de ser, pero era.

Cuando comenzaron a cortar los turrones, me acerqué al cuarto donde estaban mis hijos y me acosté en medio de ellos, para comenzar a llenarlos de mimos y besos. Sí, no podía despertarlos de otro modo.

- Arriba que en un ratito viene Papá Noel… -Susurré.- Dale mis amores.

Ellos refregaron sus ojos y terminaron encima mío. Yo reí.

- ¿No quieren los regalos che? –Pregunté haciéndoles suaves cosquillas.-
- ¿Papá? –Preguntó Uma.-
- Con los abuelos, dale… ¿Vamos a buscarlos?
- Mmm… -Dijo Ciro acurrucándose en mí.-
- Dale que ya no me dan los brazos para llevarlos a los dos a upa.

Pero, no me estaban prestando mucha atención. ¡No podían ser tan remolones!

- ¡Miren que Papá Noel no viene eh!

Y esa fue la frase indicada para que se levantaran como dos resortes, yo reí. A veces extrañaba tener esa inocencia. Nos levantamos, Ciro tomó mi mano derecha y Uma mi mano izquierda, así fuimos nuevamente hasta la mesa, en donde se sentaron con su papá y yo fui a ayudar en la cocina. Servimos la mesa dulce y las copas, para poder brindar.

Hicimos todos juntos la cuenta regresiva y a las 12 brindamos. Nos saludamos entre todos, la única diferencia fue que con Pedro solo choqué mi copa. Nos estábamos mirando, cuando mi mamá avisó que Papá Noel ya había llegado y fuimos detrás de nuestros hijos.

Era increíble la cantidad de regalos que había, creo que no iban a entrar en mi casa. Estuvimos alrededor de una hora reloj abriendo y acomodando los regalos. Ya los peques no daban más, yo estaba secando platos cuando Uma se acercó a mí y me tironeó de la remera.

- ¿Qué pasa hija?
- Quiero dormir.
- ¿Me esperas un ratito?
- No, ahora. –Bufó.-
- Anda Pauli. –Me dijo la hermana de Pedro.-
- ¿Seguras?
- Sí, nosotras terminamos.
- Bueno, dale. Gracias.

Alcé a Uma y ella se acurrucó en mí.

- ¿Estás muy cansada?
- Sí.
- ¿Y tu hermano?
- Quería dormir con papá.
- ¿Vos queres dormir conmigo?
- Sí mami.

Besé su frente, la acompañé al baño en donde se lavó los dientes y luego fuimos hasta la habitación en donde íbamos a dormir aquella noche. Habíamos alquilado todos aquella quinta, nos quedaríamos hasta mañana. Entramos en la habitación y Uma se tiró en la cama, yo reí y me acerqué a ella.

- ¿Pensas dormir vestida?
- Cambiame vos.
- Mmm… Ya no sos un bebé.
- Dale ma. –Suplicó y yo reí.- ¿No es que somos tus bebés?
-Revoleé mis ojos y besé su mejilla.- Siempre.

Busqué su pijama en el bolso y la cambié, llenándola de besos.

- Te amo hija. –Dije y besé su frente.-
-Sonrió.- Te amo mami.

Hizo que me sentara a su lado y se acomodó sobre mí.

- Y quiero dormir acá.
-Sonreí.- ¿Estás bien mi amor?
- Sí, solo quiero dormir con vos.
- Entonces dale, dormí.
- Mimitos. –Dijo ya con sus ojos cerrados y yo reí.-
- Sos tremenda eh.
- Me hubiese gustado que Papá Noel me regale otra cosa.
- ¿Qué cosa mi amor?
- Que papá y vos estén juntos otra vez.
-Suspiré y acaricié su espalda.- ¿Y si dormimos?
- Bueno.
- Descansa hija… -Besé su frente.-
- Quedate.
- Me quedo hasta que te duermas, dale.

Estaba tratando de que Uma se duerma, cuando entró Pedro con Ciro. Ciro se acostó a nuestro lado y Pedro buscó su pijama en el bolso.

- ¿Te cambias hijo? –Le preguntó susurrando.-
- Acá pa.
- ¿Queres dormir con mamá?
- Con vos y acá.

Pedro no dijo nada, solo lo cambió y Ciro seguía a nuestro lado. Se paró en la cama y le dio las manos a su padre, para que se siente a mi lado y Ciro en sus piernas. Eran tan chantas cuando querían.

- Que sueñes lindo hijo. –Dije y acaricié su espalda.-

Nuestros hijos unieron sus manos y al rato se quedaron dormidos, casi juntos. Era real eso de que los mellizos tenían una relación más especial que el resto de los hermanos.

Los dejamos durmiendo en aquella habitación y esperé a que Pedro saliera, me quedé haciendo tiempo y salí cuando supuse que ya no estaría… Pero, me estaba esperando.

- Paula. ¿Podemos hablar?
- ¿De qué?
- No podemos seguir así. ¿Te das cuenta?
- Está lleno de gente como para hablar.
- En donde voy a dormir yo, está vacío.
- Igual.
- Va a llegar un punto en el que no me vas a poder evitar más.
- Bueno… Quiero ir a tomar el helado que no pude. ¿Me dejas?
- ¿Puedo caminar al lado tuyo o te molesta?
- No te hagas el boludo.

Revoleé mis ojos y volví a la mesa. Comimos el helado y luego ayudamos a ordenar todo, fuimos poco a poco al baño para poder irnos a dormir y así cada uno fue hacia la habitación en donde dormiría aquella noche.

Yo me quedé para el final, tomé un vaso de agua y me lavé los dientes. Revisé que estuviera todo cerrado y emprendí el camino hacia la habitación en donde estaban mis hijos, pero cuando quise entrar, Pedro posó su mano en mi cintura y no me dejó abrir la puerta.

- Ahora todos duermen y podemos hablar tranquilos.
- ¿Y si yo no quiero hablar Pedro?
- No seamos boludos.
- Me hace mal esto.
- ¿Te crees que a mí no?
- No sé, últimamente te reconozco.
- Dale. ¿Venís?
- ¿A dónde?
- A mi cuarto, así estamos tranquilos.
- ¿Y si los chicos se despiertan?
- Saben en donde está mi cuarto, dale. No pongas excusas.

Suspiré y asentí. Caminamos hasta la habitación y él cerró la puerta, nos sentamos frente a frente en la cama matrimonial. Él contra el respaldo y yo a los pies de la cama. Ambos con nuestras piernas cruzadas.

- ¿Puedo preguntarte algo?
- Sí.
- ¿Por qué sos tan fría conmigo? ¿Por qué me evitas Pau?
-Suspiré.- Porque me duele demasiado todo lo que pasó. –Hice una pausa.- Me sigue doliendo como el primer día, todavía no le encuentro razón de ser a todo esto.
- A mí me pasa igual. –Me dijo mirándome a los ojos.-
- ¿Por qué dejamos que todo se fuera tan a la mierda?
- Te juro que me lo pregunto todos los días.

Suspiramos a la par.

- Pasábamos el día peleando por boludeces, fuimos dos idiotas. Arruinamos nuestra familia. –Y no pude evitar las lágrimas en mis ojos.- Recién cuando estaba con Uma, antes de que vinieran, me dijo que le hubiese gustado otro regalo de Papá Noel… Que sus papás estén juntos otra vez. –Cerré mis ojos y dejé caer una lágrima.-

Sentí su mano en mi pierna y se me puso la piel de gallina.

- Pedro…
- No estoy haciendo nada malo.
- ¿A qué queres llegar con todo esto?
- A vos.
- ¿Para qué?
- Porque me dí cuenta que no puedo más sin vos…

Tapé mi cara con mis manos y me largué a llorar.

- Veo que seguís igual de llorona que siempre. –Me dijo riendo y me contagió la risa.-
- Perdón.
- No tenes que pedir perdón, me enamoré de vos así como sos.
- ¿Y seguís enamorado? –Pregunté mirándolo.-
- Como el primer día. ¿Vos?
- Me duele tenerte cerca y no poder tocarte. –Confesé.-
- Yo sé que nos mandamos millones de cagadas, pero todas fueron cosas insignificantes…
- Fueron muchas y se armó una bola enorme que no pudimos frenar.
- Lo que nos pasa también es una bola enorme que no podemos frenar.
- ¿No podemos?
- Si hubiésemos podido… No seguiríamos enamorados.
-Suspiré.- Es verdad.

Pedro se acercó a mí y sin pedirme permiso, secó suavemente mis lágrimas con sus dedos.

- No sigas, por favor. –Supliqué.-
- Necesito seguir mi amor. –Susurró a milímetros de mis labios.-
- Nos vamos a hacer mucho mal.
- Vos me haces bien.

Y no me dejó hablar, porque sus labios estaban sobre los míos. Sus manos se posaron a los costados de mi cuerpo y las mías en sus hombros. Sentirlo otra vez estaba a punto de hacerme explotar.

Nos separamos un poco y no supe muy bien qué decir, escondí mi cara en su hombro y él me rodeó con sus brazos.

- Te amo Paula y entendí que nunca voy a poder dejar de hacerlo.
- Yo también te amo, con cada parte de mí. –Dije ahogada en lágrimas.- Pero, no sé si tengo fuerzas para esto.
- No tiembles. –Dijo acariciando mi espalda.-
- Como verás sigo siendo la misma sensible, llorona y tarada de siempre.
-Besó mi mejilla.- La más hermosa de todas sos. ¿Salimos un ratito?
- ¿A qué?
- A tomar un poco de aire, veni.
- No, me da cosa salir.
- ¿Por qué?
- Porque te conozco y no quiero que nos vean.
-Rio.- ¿Eso qué quiere decir?
- Lo que digo.

Pedro me tomó de las manos e hizo que caiga sobre su cuerpo. Me besó y subió sus manos por mi espalda.

- Nos hicimos mucho mal. –Dijo corriendo el pelo de mi cara.- Pero, capaz estemos a tiempo de remediarlo.
- No sé… Me aflojaste muy rápido. –Reí.-
- Pensé que me iba a costar más.
- Es que hace semanas que vengo queriendo hablar con vos, pero no me animaba.
- ¿Por qué?
- Tenía miedo de que me rechaces.
- Pensé que mis ojos gritaban.
-Reí.- No sé…

Y llené de besos su cara mientras él acariciaba mi espalda.

- Me muero por volver a hacerte el amor… -Dijo en mi oído.- Por volver a sentir eso que nos une, que es más fuerte que todo.
-Cerré mis ojos y dejé caer mi cara en el hueco de su hombro.- Tengo miedo de que esto nos haga mal, de verdad te lo digo.
- Los dos venimos dando vueltas hace meses.
- Ya sé.
- ¿Por qué no nos atrevemos de una vez por todas?
- ¿Atrevernos a qué?
- A amarnos como nos merecemos.

Yo suspiré y no dije más nada, sentí sus besos en mi cuello y sabía que ya no había vuelta atrás.

- Extrañaba mucho tu piel, tu olor… Tus risitas mientras te lleno de besos el cuello.
- Yo te extraño a vos, entero.
- Podes dejar de extrañarme ahora.

Me tomó por el mentón e hizo que volvamos a besarnos, esta vez sin pudores como hacia algunos minutos. Sus manos acariciaron la piel de mi espalda por debajo de mi camisita y los dos sabíamos muy bien cómo terminaba esto.

Hacia dos meses que veníamos amagando y creo que todo el champagne que habíamos tomado aquella noche nos había desinhibido por completo.

Sus manos subieron por el costado de mi cuerpo, quitando la remera, lo ayudé moviendo mis brazos y lo tomé por las mejillas, para volver a besarlo.

- ¿No nos vamos a arrepentir? –Pregunté dudosa.-
- Te prometo que no.

Me besó y desabrochó mi corpiño, yo sonreí porque después de mucho tiempo volvía a sentirme mujer… Y lo que era mejor: SU mujer. Dio media vuelta para quedar sobre mí y se deshizo de mi sostén, el cual terminó en el suelo sobre mi camisa. Quité su remera y esta le hizo compañía a mi ropa en el suelo. Lo tomé por los hombros y lo obligué a caer sobre mi cuerpo, para poder besarlo. Había extrañado demasiado sus labios.

Sus besos bajaron muy lentamente por mi cuello, se pasearon por mis hombros y mis clavículas, para luego bajar hasta mi abdomen y también llenarlo de besos. Subió con sus dedos por mis brazos y luego lo hizo con sus labios hasta mis pechos, los cuales también llenó de besos muy lentos, como disfrutándome. Y claro que yo también lo disfrutaba a él. En cada beso que depositaba en mi piel sentía cuánto me había extrañado. Subió por mi cuello hasta mi boca y volvió a mis labios.

- Yo también extraño mucho tu piel… -Dije haciéndolo girar.-
- Mmm… Y yo tus besos. –Dijo cerrando sus ojos.-

Yo sonreí e hice lo mismo que él conmigo. Besé detrás de sus orejas porque sabía que amaba que lo hiciera, y bajé por su cuello pasando por sus hombros y sus brazos, para luego llenar de suaves besos su pecho y su abdomen.

Inhalé profundo y me inundé de su olor. Quité sus bermudas y volví a su boca.

- Sabía que te había extrañado, pero no tanto… -Reí en sus labios.-
- Te amo, como siempre y como nunca…
- Te amo mi amor. –Lo besé.- Pero, creo que no es momento de hablar…
- Ay, sos tan linda.
- ¿Por qué?
- Porque te pones colorada.
-Reí.- Te extraño. ¿Está mal?
- No, está perfecto, porque yo también te extraño.

Sentí sus manos queriendo desabrochar mi short y sonreí, lo ayudé cuando quiso quitármelo y reímos, nos sentíamos dos tarados de 18 años. Hice que nos sentáramos y volvimos a besarnos, abrazándonos. Terminamos de desnudarnos sonriendo y volver a sentirme tan suya era lo único que necesitaba para terminar de confirmar que no podía seguir viviendo sin él.

Estábamos frente a frente, enroscados en una sábana.

- No sé en qué estaba pensando cuando te dejé ir… -Dijo acariciando mi cara.-
-Reí.- Fuimos los dos muy idiotas, pero prefiero que no hablemos ahora.
- ¿Y qué preferís?
- No pensar, solo disfrutarte.

Me acerqué aún más a él y lo besé.

- Además, es muy tarde y creo que si no dormimos, mañana nos vamos a querer matar y también pienso que no deberíamos dormir juntos porque llegan a venir los chicos y no sé muy bien qué vamos a explicarles.
- Mmm… Tenes razón en todo, tengo un plan.
- ¿Cuál?
- Nos cambiamos y vamos al cuarto de los chicos.
- ¿Para?
- Quiero quedarme llenándote de mimos hasta que te quedes dormida, así no te maquinas.
-Reí.- Me conoces mucho.
-Rio.- ¿Aceptas?
- Acepto.

Nos cambiamos y fuimos hasta la habitación. Los chicos dormían en la cama matrimonial y yo me acosté en una cama de una plaza que había allí.

- Prometeme algo. –Le dije.-
- Lo que quieras.
-Suspiré.- Nos vamos a cuidar, pero… Sobre todo vamos a cuidar a los chicos, por favor. No soportaría seguir haciéndoles mal.
- Te lo prometo.
- De verdad.
- De verdad. ¿Confías en mí?
- Eso creo.
- ¿Crees?
-Reí.- Pasaron muchas cosas.
- Yo sé que es complicado, pero deberíamos poder dejar el pasado…
- Sí, lo sé.
- Pero dale, ahora dormí. –Besó mi frente.-
- Quedate.
- Te dije que me quedo.
- ¿Me das un beso antes?
- ¿Qué es esa pregunta?

Nos dimos un beso y me acomodé para dormir.

- Descansa hermosa.
- Gracias.
- ¿Por qué?
- Porque la noche terminó de la mejor manera posible.
- Te amo, nunca lo dudes.
- Vos tampoco dudes de que te amo.

Nos sonreímos y cerré mis ojos. Sentí sus caricias hasta que me quedé dormida.

Y sentí las caricias de mis hijos cerca de las once de la mañana.

- Buen día mis amores. –Dije abriendo mis ojos.-
- Al fin mamá. –Me dijo Ciro y yo reí.-
- Estamos acá hace un montón. –Se quejó Uma.-
- Perdón che… ¿Papá no se despertó?
- No fuimos. –Dijo Uma.-
- Ah… ¿O sea que solo me despiertan a mí? –Pregunté haciéndoles cosquillas.- ¿Quieren desayunar?
- ¡Sí! –Dijeron a coro.-
- Vengan.

Me levanté y fuimos juntos hasta la cocina, saludamos a mi mamá que estaba allí y les preparé la chocolatada con unas galletitas.

- ¿Qué pasa Pau?
- ¿Por qué ma?
- Estás muy sonriente.
- No digas boludeces.
- No son boludeces, te conozco hija.
- ¡Mamá!
- ¿Qué?

Me acerqué a ella y le dije a su oído:

- Anoche estuve con Pedro, pero decís algo y te mato.
-Rio.- Me hace bien verte tan sonriente. Ojala puedan arreglar las cosas, de verdad.
- Es lo que más quiero.

Al rato, se acercó Pedro a desayunar con nosotros y los chicos estaban muy insistentes con ir a la pileta, asique nos cambiamos los cuatro y fuimos un rato antes de comer.

Los chicos tenían puestos sus flotadores, regalos de Papá Noel y yo lo ayudaba a Ciro y Pedro a Uma, los llevábamos hasta el fondo y volvían. Se quedaron solos, mojándose entre ellos en la parte más bajita y con Pedro estábamos apoyados en el borde con nuestros brazos.

- Me muero por besarte. –Susurró Pedro.-
-Reí.- No seas tarado.
- No lo haría.
- Lo sé.

Y de repente, teníamos a Ciro y Uma detrás nuestro, empujándonos por la espalda y acercándonos.

- Hey, hey… ¿Qué hacen? –Pregunté riendo.-
- ¡Nuestro regalo de navidad! –Dijo Uma.-
- Si tuvieron un montón de regalos ayer… -Les dijo Pedro.-
- Nos falta uno. –Agregó Ciro.- Queremos volver a ser una familia.

Nosotros nos miramos tratando de escapar de la situación, pero no nos dejaban.

- A ver… -Dijo Pedro y los subió a los dos al borde de la pileta.- ¿Nos escuchan una cosa?
- ¿Qué? –Preguntaron a coro.-
- Mamá y yo vamos a tratar de arreglar las cosas, para que ustedes estén mejor.
- No se hablan. –Dijo Uma cruzada de brazos.-
- Por eso, vamos a arreglar las cosas de grandes nosotros. –Dijo Pau.- Siempre vamos a cuidarlos y van a ser nuestra prioridad. –Le dí un beso en la pierna a Uma y otro a Ciro.-
- Van a ver que las cosas van a estar mejor… -Dijo Pedro.-
- Se los prometemos… Y los amamos, mucho.
- Muchísimo. –Agregó Pedro.-
- ¿Y nos pueden hacer un regalo? –Preguntó Uma.-
- ¿Cuál? –Pregunté.-
- Un abrazo los cuatro. –Dijo Uma.-

Nosotros sonreímos, alcé a Ciro y Pedro a Uma, y nos abrazamos los cuatro, con fuerza.

Finalmente, contra todos los pronósticos… Había sido una 
feliz navidad.





-

Hola! Bueno, no soy Papá Noél, pero quería dejarles un regalito de navidad yo también. Espero que les guste y que por favor comenten... ☺

Feliz navidad para todos... ♥

jueves, 10 de diciembre de 2015

Mangas largas VIII.

Estábamos en un pueblo de Mendoza, alejados de todo tipo de ciudad… También habíamos pensando en la playa, pero la realidad era que no me sentía cómoda estando en traje de baño aún y Pedro me había entendido. ¡Lo amaba tanto!

Estaríamos allí casi 20 días, asique acomodamos nuestra ropa en el placard y el resto de las cosas ni bien llegamos.

Pedro había ido a comprar algo para comer y yo mientras limpiaba un poco el lugar, solo porque soy muy rompe pelotas y es mejor prevenir que curar. ¡Jajaja!

- Traje para que tengamos hasta mañana al menos, porque va a estar cerrado. –Dijo guardando las cosas en la heladera.-
- ¿Qué trajiste? ¿Te ayudo?
- Un poco de todo. –Rio.- Prepara unos sándwiches así comemos ahora y yo termino de ordenar esto.
- Bueno, dale.

Eran las 11 de la mañana y estábamos almorzando, moríamos de hambre.

- Tengo una propuesta… -Le dije.-
- ¿Cuál? –Preguntó.-
- Una siesta. –Reí.- Y después arrancamos el día.
- Bueno, dale. –Me besó.- Te necesito despierta esta noche.
-Sonreí.- Me da miedo ya que prometas tanto.
- ¿Miedo de mí?
-Reí.- Un poco… -Reímos y nos besamos.-

Nos quedamos dormidos después de pocos minutos de habernos acostado, estábamos muertos.

Esa noche… Pedro me había obligado a dejarlo solo en la cocina y yo no entendía nada.

Salí de bañarme y me cambié. Un short de jean y una remera color coral, sabía que le encantaba verme vestida de color, y a mí también. Mis brazos estaban bastante sanados, obvio que las marcas me acompañarían toda la vida… Pero, ya estaban súper claritas y eso me alegraba.

Luego, sequé mi pelo y lo acomodé suelto con una vinchita. Me puse un par de aros colgantes, un par de ojotas con taco y me maquillé, solo un poco.

- ¿Ya puedo ir Pepe? –Le pregunté desde el cuarto del departamento.-
-Rio.- Dame cinco minutos más.
- ¡Solo cinco eh! –Reímos.-

A los minutos, Pedro entró a la habitación y me dio la mano… Caminamos juntos hasta la cocina y sonreí al ver que había preparado mi comida preferida: pollo relleno con verduras y al verdeo.

- Espero que me haya salido rico… -Dijo abrazándome por la espalda.-
-Sonreí.- Sos tan lindo. –Besé su mejilla.-

Cenamos juntos, charlando de cosas simples y cotidianas… Y eran esos momentos en los que me daba cuenta de que estaba perdidamente enamorada de cada uno de sus detalles.

Eran las once y media, asique cortamos los pocos turrones que teníamos y abrimos una bolsa de garrapiñadas…

- Deja todo acá. –Dijo Pepe tomándome de las manos.-
- ¿Por qué?
- Tengo algo para vos.
- ¿Qué cosa?
-Rio.- Dame dos segundos….

Pedro sacó el clericó de la heladera, que estaba dentro de un bowl que habíamos encontrado con hielo y dos copas…

- Ya sé que no es lo más estético. –Dijo riendo y yo también reí.-
- ¿A dónde vamos?
- Al cuarto. –Me respondió y lo miré extrañada, pero lo seguí.-

Pedro dejó la botella y las copas en una mesita y me abrazó por la espalda, posando sus manos en mi abdomen y me hizo caminar hasta quedar frente a un espejo de cuerpo entero.

- Quiero que te mires… -Dijo apoyando su mentón en mi hombro.-
- ¿Para?
- Vos mirate. –Repitió y me abrazó más fuerte.- ¿Qué ves?
- Mmm… -Pensé algunos segundos.- Algunas partes que se están juntando de a poco. –Suspiré.- No sé, algo raro veo.
- ¿Raro?
- Sí, no sé. Me cuesta aceptarme o quererme del todo. –Bajé mi mirada.-
- ¡No! –Me retó.- ¡Te dije que te mires!
-Sonreí y levanté mi mirada.- ¿Qué queres que haga? –Le pregunté extrañada.-

Él me soltó y buscó su celular junto con sus headphones. Se paró delante de mí y los puso en mis orejas… Yo reí porque lo hacía muy torpemente. Él seguía con el celular en su mano.

- Tenes que mirarte todo el tiempo eh.
-Reí.- ¿Qué vas a hacer?
- ¡No preguntes!

Volvió a pararse detrás de mí y me abrazó otra vez.

“Siempre he sido la clase de chica que esconde el rostro con tanto miedo de decirle al mundo lo que tengo de decir. Pero, tengo este sueño muy dentro de mí, lo voy a mostrar es tiempo de que lo sepan, de que lo sepan.
Esto es real, esto soy yo. Estoy exactamente donde se supone que debo estar. Voy a dejar que la luz brille sobre mí. Ahora he encontrado quien soy, no hay manera de controlarlo, no esconderé más quien quiero ser… Esta soy yo.
¿Sabes lo que es sentirse en la oscuridad? Para soñar con una vida donde eres la brillante estrella.
A pesar de que parece que está muy lejos, tengo que creer en mi misma. Es la única manera.”


- Bueno… Hola. ¡No era solo la canción! –Rio en el audio y yo también reí.- Tenes que escucharme muy atentamente. –Sonreí.-

Lo miré por el espejo, riendo y él también rio. Besó mi cuello y volvió a apoyar su mentón en mi hombro.

- Un día… Hace bastante tiempo conocí a una chica hermosa, completamente hermosa que me volvía loco con tan solo verla pasar. –Sonreí.- Pero… Esa chica tenía algo y ese algo era una mirada triste, muy triste. –Suspiré y me abrazó más fuerte.- Esa chica de la que hablo vivía vestida con ropa oscura, con un rodete en el pelo y con remeras y buzos enormes que la protegían de la realidad… Pero, que, a su vez, la sumergían en una situación desesperante.

Y no pude evitar que mis ojos se llenaran de lágrimas.

- La conocí y no pude evitar enamorarme… Me enamoré de ella por completo, incluso de esa mirada triste que me había propuesto cambiar. –Sonreí y algunas lágrimas cayeron de mis ojos.- Me costó… Pero lo conseguí, pude entrar en esa herida tan profunda que tenía, pude darle mi mano y ayudarla a salir de esa oscuridad.

Le tiré un beso por el espejo y él besó mi hombro.

- Y, aunque creía que no podía estar más enamorado… ¡Todos los días me enamora un poco más! –Hizo una pausa.- Me enamora cuando camina, cuando habla, cuando me mira y cuando me besa. Me enamora cuando duerme, cuando come y cuando sonríe. Sobre todo cuando sonríe. –Sonreí.- Me enamora su cuerpo, pero mucho más me enamora su alma.

Posé mis manos sobre las suyas… Entrelazando mis dedos con los de él.

- Amo que siempre tenga algo para decirme cuando necesito un consejo, amo que me mire con esos ojitos chinos que tiene, amo que me sonría y le brillen los ojitos. Amo que me abrace, que me bese, que me mime… Así como también amo abrazarla, besarla y llenarla de mimos. Amo que sea mi mujer, amo estar enamorado de ella y que ella esté enamorada de mí. Amo saber que pude arreglar un poco todo ese caos que tenía adentro, o al menos que pude ayudarla. –Y lo sentí quebrarse en el audio, casi me muero de amor.- Amo que nos hayamos elegido y enamorado. Amo que nos amemos todos los días un poco más. –Sonreí.- Porque estoy perdidamente enamorado de ella y amo que sea así.

Cerré mis ojos con fuerza y dejé caer algunas lágrimas, pero volví a mirarme al espejo porque esa era la consigna.

- Esa mujer que estás viendo ahora en el espejo es la que me enamora todos los días, vos sos la que me enamora todos los días. –Sonreí y él besó mi mejilla.- Amo mirarte y que me mires, porque siento que cuando nos miramos el mundo desaparece. Y, aunque ya te lo dije creo que es muy necesario repetirlo: amo tu cuerpo y tu alma, amo tu cuerpo porque es hermoso y lo amo por hacer que tu alma sea corpórea, amo tu cuerpo porque mediante él pude conocerte… Amo tu cuerpo porque gracias a el puedo abrazarte, besarte, mimarte y hacerte el amor. ¡Amo que seas tan hermosa! Incluso con ese rodete todo despeinado. –Reí.- Amo tu alma, porque es la más pura que conocí en toda mi vida. Amo como sos, como vas por la vida… Te admiro, te admiro porque pudiste salir de ese infierno y aunque sé que todavía hay muchas cosas por reparar… Amo verte tan sonriente, tan contenta, tan radiante.

Hizo una pausa y me moría por besarlo.

- ¡Te amo mi amor, locamente y para siempre! Quiero que pasemos toda la vida juntos y te prometo, una vez más, que mis manos jamás van a soltarte.

Pedro miró en su celular que el audio había terminado, asique quitó los headphones de mi cabeza y los dejó a un lado con el celular. Giré y lo besé sin que me importara nada más.

- Te juro que no sé cómo responderte todo eso. –Dije riendo.- ¡Te amo tanto mi amor! –Y lo besé, en medio de lágrimas.-
- ¿Sabes cómo podes respondérmelo?
- ¿Cómo?
- Queriéndote y aceptándote. ¡Porque sos hermosa! –Sonreí.- Sobre todo cuando sonreís. –Volví a sonreír y nos dimos un beso.- Ah… Y yo también te amo. –Nos besamos y nos abrazamos.-
- Gracias mi amor, de verdad… Me hizo muy bien escuchar todo eso.
-Sonrió.- Era la idea. –Besó mi mejilla y se separó de mí.- No quiero interrumpir, pero van a ser las doce…

Reí y servimos las dos copas, hizo que nos paremos nuevamente frente al espejo y cuando fueron las doce en punto, chocamos nuestras copas y tomamos un sorbo cada uno… Luego, unimos nuestros labios en un beso.

- ¡Feliz año nuevo mi amor! –Dijo y me abrazó por la cintura con su mano libre.-
-Sonreí y lo besé.- ¡Feliz año nuevo bonito! –Nos besamos y sonreímos.-

Dejamos nuestras copas a un lado y sin dejar de abrazarnos, nos miramos al espejo.

- ¿Te das cuenta que sos completamente hermosa, no? –Sonreí.- Decime que sí...
- Mmm…
- Dale.
-Reí.- Veo que hacemos una muy linda pareja.
- Pero vos me ganas, claramente. –Reímos y nos unimos en un beso.-
- No sé cómo agradecerte tanto.
- Ya te lo dije… Queriéndote a vos misma.
- Te juro que estoy empezando a hacerlo, pero entende que es un proceso. –Lo besé.-
- Sí, ya sé… -Acarició mi espalda.- Te amo… -Besó mi cuello.-
- Yo también te amo.

Nos besamos y volvimos a mirarnos al espejo, sonriendo y escuchando los fuegos artificiales de fondo.

Definitivamente él era el hombre de mi vida. Él me había salvado y me amaba tanto como yo lo amaba a él… Sonreía cada vez que lo tenía cerca y nunca en la vida había sido capaz de sonreír tanto.

…Nunca, hasta que llegó él.

Ya no tenía por qué usar mangas largas. Ya no tenía nada qué esconder, todo lo contrario… Hoy podía sonreír.





-



Espero que les guste y que COMENTEN si quieren leerme pronto nuevamente por acá! ☺

La canción que usé en este capítulo:
https://www.youtube.com/watch?v=oObiJAipqoA Lo que soy - Demi Lovato.

miércoles, 9 de diciembre de 2015

Mangas largas VII.


No podía creerlo… Estaba saliendo de rendir el octavo final y aprobado. ¡Había aprobado todo!


Salí de la universidad con una sonrisa y él estaba en la esquina, apoyando contra la pared y revisando su celular.



Me acerqué a él bastante acelerada, me vio y guardó su celular. Corrí hacia él y lo abracé muy fuerte por el cuello.

- ¡Aprobé! –Dije feliz.-

Me abrazó por la cintura y comenzó a girar, levantándome un poco del suelo mientras reíamos.

- Te felicito mi amor. –Dijo frenando.- Yo te dije que ibas a poder…
-Sonreí y lo besé.- Vos tuviste mucho que ver eh.
- Pero vos preparaste los exámenes y sola.
- Te juro que no lo puedo creer.
- Créelo. –Me besó.- 
- Gracias… -Lo abracé fuerte y escondí mi cara en su hombro. Me abrazó fuerte y besó mi cuello.-
- Te amo. ¿Sabes?
- Yo también te amo mi amor. –Nos separamos un poco y nos besamos.-

Caminamos de la mano hasta la parada de colectivos y fuimos hasta mi casa. Pedro ya tenía su bolso allí, pero yo no había podido preparar el mío debido a los finales.

- Me muero de sueño. –Dije sentándome en mi cama.-
- No señorita, no. ¡Tenes que armar el bolso!
-Reí.- Te juro que no doy más.
- Dormís todo el viaje si queres…
- Mmm…
- ¡Dale che!

Me tomó de las manos y me tironeó hasta que me levanté.

- ¿Queres que te ayude? –Me preguntó.-
- ¿Preparas algo para comer?
- Dale. –Me dio un beso y se fue.-

Comencé a preparar mi bolso y esa tarde ya teníamos todo listo.

Pedro llevaba los dos bolsos y yo una mochila en mi espalda… Porque claro que yo llevaba más cosas que él.

Fuimos en taxi hasta la terminal y allí estábamos esperando el micro, sentados en el suelo. Apoyé mi cabeza en su hombro y suspiré.

- No das más… -Dijo acariciando mi mejilla.-
- Te juro que no, hace una semana que como mucho duermo dos horas…
-Besó mi frente.- Ahora dormís en el micro…
- No quiero dejarte solo.
-Sonrió.- Dormimos los dos si queres.
- Mmm… Compro. –Reímos y nos dimos un beso.-

Subimos al micro y nos acomodamos en nuestro asiento.

- Se te cierran los ojos amor.
-Reí.- Te juro que no lo puedo evitar… -Abracé mis piernas.-
- Tenes frío. ¿No?
- ¿Cómo te das cuenta? –Pregunté riendo.-
- Porque te conozco, tenes la piel de gallina además…
-Sonreí.- Me conoces mucho.
- ¿Queres mi buzo?
- ¿Por qué sos tan tierno?

Pedro rio y se sacó su buzo, ofreciéndomelo.

- ¿Vos no tenes frío? ¿Seguro?
- No mi amor…

Sonreí y me puse su buzo, incluida su capucha.

-Me besó.- Descansa, dale…

Me acomodé en el asiento, que era bastante incómodo, pero el sueño podía más. Cerré mis ojos y Pepe acarició mi mejilla.

- Yo te cuido… -Me dijo y sonreí.-
- ¿No era que ibas a dormir conmigo? –Lo miré.-
- Después de que arranque.
- ¿Seguro? No quiero que te aburras.
- Nunca me aburriría si te tengo cerca.
- Pero voy a estar durmiendo. –Reí.-
- Pero puedo mirarte.
-Mordí mi labio muerta de amor y tomé su mano.- No te das una idea de lo que te amo. –Besé su mano.-
- Yo también te amo. –Besó mi frente y sonreí.- Dale che, dormí que no das más.
-Reí.- Bueno… -Volví a cerrar mis ojos.- 

Sentí la mano de Pepe desenredar mi pelo…

- Me encanta como te quedó el pelo.
-Sonreí, pero con mis ojos cerrados.- ¿Seguro? Yo me sigo viendo rara.
- Muy seguro… Estás hermosa, igual lo que mejor te queda no es el pelo.
- ¿Y qué es? –Pregunté mirándolo.-
- Esa sonrisa.

Sonreí, muerta de amor y me levanté para besarlo sin que me importe demasiado que hubiera mucha gente alrededor.

- Vos me haces sonreír.
- Me encanta que sonrías.

Sonreí ampliamente y él me devolvió la sonrisa.

- Nunca creí que iba a poder sentirme así… -Suspiré y volví a acomodarme.-
- ¿Con tanto sueño o tan feliz?
-Reí.- Las dos.
- Sos tan linda. –Llenó de besos mi cara.- Dale, yo te cuido.
- ¡Basta de ser tan tierno porque me vas a matar! –Reímos.-
- Bueno, bueno… Dejo de hablar.

Y en ese momento, arrancó el micro.

Yo me quedé dormida al rato y me desperté cuando ya era de madrugada, habíamos parado en una estación de servicio.

- Hace mucho frío. –Dije bajando del micro.-
-Me abrazó por el costado.- Vamos al baño y después compramos café con algo rico. ¿Queres?
-Sonreí.- Sí, dale.

Fuimos al baño y luego al bar de la estación de servicio, volvimos al micro y nos sentamos en nuestros lugares con dos vasos de café y dos alfajores.

Revisé mi celular… 5 grados y estábamos en el medio de la nada. Ok.

- Todavía falta la mitad. –Me dijo Pepe y tomó un poco de su café.-
- Si queres ahora te hago compañía. –Bostecé.- 
- Estás muerta de sueño todavía.
-Reí.- Pero estoy mejor. –Tomé un poco de mi café.-
- Mmm…
-Volví a reír.- En serio tonto. –Lo besé.- ¿Dormiste algo?
- Bastante.
-Abrí mi alfajor.- ¿Y cuándo lleguemos allá que vamos a hacer?
- No sé amor, lo que pinte.
- ¿Lo que pinte?
- Solo tengo planes para año nuevo.
- ¿Planes?
- Sí… Y antes de que preguntes. ¡Son sorpresa!
-Reí.- Okei, okei. 

Terminamos los café y los alfajores, Pedro bajó del micro que aún estaba frenado para tirar las cosas y volvió a mi lado.

Me abrazó con fuerza contra su pecho y frotó mi espalda con sus manos.

- Estás congelada.
- Vos también. ¿Queres tu buzo?
- No amor, quedatelo.
- ¿Seguro?
- Sí Pau.
- Bueno, gracias. –Besé su cuello.-

El micro volvió a arrancar y él seguía abrazándome. Besó mi frente y yo sonreí.

- Amor… -Me separé un poco de él.-
- ¿Qué mi amor?
- A esa gente acaban de darle una manta. –Dije.- ¿Pedís una? Por favor.
-Rio.- Dale.

Pedro pidió una manta y nos tapamos los dos.

Quedaban cuatro horas de viaje, como mínimo.

Pedro buscó su celular y nos pusimos cada uno un auricular, así pasamos un largo rato… Casi toda la gente a nuestro alrededor dormía.

Después de varias canciones, yo no le dije nada y lo besé. Él sonrió.

- Guarda el celular que te vas a quedar sin batería le dije.
- Tenes razón. –Rio.-

Pedro guardó su celular y nos acurrucamos debajo de la manta y en el otro.

- ¿Dormimos un rato más? –Me preguntó.-
- Sí, dale. –Nos dimos un beso y nos acomodamos para dormir otra vez.-


martes, 8 de diciembre de 2015

Mangas largas VI.


El tiempo pasó, desde ese día que me había animado a hablar…

Cuatro meses exactos.

- Mi amor… -Dije acercándome a él que estaba en mi living.-
- ¿Qué Pau?
- ¿Me acompañas a hacer algo?
- ¿Qué?
- ¿Me acompañas? –Le pregunté otra vez, dándole mi mano.-
- Sí, obvio.

Se levantó y lo hice caminar detrás de mí, fuimos hasta la cocina de donde saqué una bolsa y luego nos dirigimos al baño.

- No te entiendo Pau.
- Vos solo quedate conmigo.
- ¿Qué pasa?
- Que sola no puedo. –Suspiré.-

Abrí el cajón donde tenía todos esos elementos cortantes y los saqué, uno por uno.

- Con esto lo hacía, o lo hago, o ya no sé. –Dije mirándolo.- No quiero tenerlo más acá.
-Sonrió y me besó.- Está perfecto eso.
-Suspiré y abrí la bolsa, tirando uno por uno allí. Cerré la bolsa y me aflojé.- Listo.
- No, todavía no. –Me dijo.-
- ¿Por qué?
- Ahora veni vos conmigo.

Me llevó de la mano hasta donde tirábamos la basura cada uno de los de mi piso del edificio.

- Dame la mano. –Me dijo.-

Con nuestras manos unidas, dejamos la bolsa allí y cerramos con fuerza el agüero. Él no me dijo más nada y me abrazó.

- Gracias. –Le dije.-
- Nada que agradecer, estoy muy orgulloso de vos. –Dijo haciéndome caminar hacia atrás.-
- Vos me ayudaste muchísimo. –Y entramos a mi departamento.-
- Pero vos lo hiciste.
- Sola no hubiese podido.
- ¿Hace cuánto no te lastimas?
-Suspiré.- Hoy hace un mes.
-Sonrió y me besó.- Me hace muy bien saberlo.
-Sonreí.- A mí me haces bien vos. –Lo besé y nos abrazamos.- Gracias, de verdad.
- Te amo tanto. –Besó mi cuello y sonreí.-
- Te amo mi amor.

Nos separamos un poco y nos besamos.

Ir a las sesiones me destruía, remover todo eso otra vez me hacía mierda… Pero me di cuenta que sacándolo todo afuera, que exteriorizando lo que me pasaba, podía comenzar a sanar.

Claro que fue y es un proceso demasiado complicado, pero hoy hace un mes que no me hago daño.

Pedro prácticamente vivía en mi casa y estábamos por quedarnos dormidos.

- Pau. ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Sí.
- A pesar de haber dejado de lastimarte... ¿Te seguís odiando como antes?
-Suspiré.- Es una pregunta difícil de responder.
- ¿Por qué?
- Porque no sé, aunque creo que no.
- ¿Te estás dando cuenta, por fin, que sos hermosa?
-Sonreí.- No sé si tanto.
- Sí, tanto. –Me besó.-
- Para, de verdad… Me estoy dando cuenta que no soy tan mierda como pensaba.

-Acarició mi mejilla.- Te cambió la mirada.

- ¿De verdad?

- Sí, esos ojitos tristes ya no están.

-Sonreí.- Me salvaste. –Lo besé.-
- No, no fui yo.
- Sí, fuiste vos.
- No, para mí no. Sola no hubiese podido y lo sé muy bien.
- Yo solo te di la mano.
-Lo llené de besos.- Hoy hice algo raro.
- ¿Qué cosa?
- Me compré una remera de color. –Reí.-
- Ah, bueno… ¡Me muero por verte con eso!
-Volví a reír.- Y me parece que voy a hacer otra cosa.
- ¿Qué?
- Me compré una crema para las cicatrices, eso es una boludes en realidad, porque las marcas las voy a tener siempre…
- ¿Pero qué vas a hacer?
- Teñirme, aclararme el pelo. ¿Me quedará bien?
- Hermoso te va a quedar.
-Sonreí.- ¿De verdad?
- Sí… -Acarició mi pelo.- Pero te lo tenes que soltar un poco.
- Lo sé, es una excusa para sacarme el rodete. –Reí.-
- Me encanta, me encanta.
- Quiero verme mejor también, no solo estarlo.
- Está perfecto, yo te apoyo en todo… Hasta que te quieras hacer un arcoiris en la cabeza.
-Largué una carcajada.- Sos un tarado.
- Respeto che.
- Bueno, bueno. –Lo besé.- Vos mañana tenes que trabajar.
- Y vos que ir a la universidad.
- Es la última semana. –Suspiré.-
- ¿La semana que viene rendís?
- Sí, nunca rendí tantos finales.
- ¿Pero viste qué ibas a poder?
-Sonreí.- Regularicé todas las materias, es una locura.
- Solo tenías que confiar en vos.
-Lo besé.- Vos confías en mí y eso me hace confiar en mí misma.
-Sonrió y me besó.- Tengo un plan.
- ¿Cuál?
- Después de que termines de rendir… Puedo pedirme unos días en el laburo y nos vamos a algún lado, bien lejos, a pasar año nuevo juntos. ¿Queres?
-Sonreí.- Me encantaría. Hace años que no festejo.
- Creo que esta vez tenes motivos para festejar. ¿No?
- Muchísimos. –Nos besamos.- Pero dale, dormí nene.
- No me dejas.
- ¿Yo no te dejo?
- Me estás besando y no puedo negarme.
-Reí y le di un beso.- Listo, ahora dormí.
- Mmm…
- ¡Dale!
-Rio.- Bueno che, no me retes. –Reímos y nos dimos otro beso.-

Yo apagué la luz y nos acomodamos para dormir.

- Que descanses Pepe.
- Vos también Pau.

Cada noche que me dormía sin llorar sentía que era un logro. La noche era mi momento preferido para hacerme daño y siempre que pasaba un día limpia de heridas, me dormía con una sonrisa… Y más, si él estaba a mi lado.

Mi alarma sonó y Pedro ni se enteró. Reí y me acosté sobre su cuerpo.

- Buen día señorito. –Dije llenándolo de besos.-
- Mmm…
- Dale que vamos a llegar tarde.
- Si llegar tarde es consecuencia de que mi mujer me llene de besos, poco importa.

Sonreí muerta de amor y llené de besos su cara y su cuello. Me abrazó y reí.

- Pepe, en serio. ¡Despertate!
-Rio.- ¿Desayunamos juntos?
- Obvio, dale.
- Ya voy.
-Reí.- Voy al baño, cuando vuelvo tenes que estar levantado.
- Okei, okei.

Le di un último beso y me levanté para buscar mi ropa y fui al baño. Me cambié, con mi remera nueva, y me acomodé un poco. 

Cuando salí del baño, era obvio, Pedro seguía acostado.

- ¡Pedro! –Dije agarrando una almohada.-
- ¡Paula! –Dijo haciéndome burla.-

Sin decir nada, comencé a golpearlo con la almohada.

- Abrí los ojos por lo menos.

Pedro me miró y sonreí.

- Pero qué linda estás.
-Sonreí.- Te espero en la cocina. Cinco minutos te doy.
- Bueno.

Reí y me fui a preparar el desayuno, él me sorprendió abrazándome por la espalda y besando mis hombros.

- Buen día. –Dijo.-
- Buen día remolón. –Respondí riendo.-
- Estás muy linda.
-Sonreí.- Gracias mi amor.

Desayunamos juntos y luego fuimos hacia la parada, ya que él trabajaba cerca de mi universidad y viajábamos juntos.

- Qué tengas un buen día. –Me dijo en la puerta de la universidad.-
- Gracias, vos también. –Sonreímos y nos dimos un beso.-

Y nos separamos, para cada uno seguir su día.





lunes, 7 de diciembre de 2015

Mangas largas V.


Me desperté, después de muchísimas horas y sonreí al ver que seguía en sus brazos. Él no dijo nada y besó mi cuello.


- Seguís acá. –Sonreí.-

- Te dije que no iba a irme. –Besó mi frente.-

- ¿No te asusta?
- Sí, pero confío en vos.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- Sé que vas a poder, porque ya no estás sola.
-Sonreí y lo besé.- Te amo. ¿Sabes?
- Yo también te amo. –Nos dimos otro beso y nos abrazamos.-
- ¿Sabes cuál es el problema?
- ¿Cuál?
- Que no sé por dónde empezar. –Suspiré y cerré mis ojos.-
- Necesitas ayuda profesional.
- Lo sé. 
- Pero eso no quiere decir que no puedas contar conmigo. –Me abrazó más fuerte.-
- Me da miedo.
- Lo sé, pero tenes que empezar por algo.
-Me separé un poco de él, para poder mirarlo.- Poder hablar ya fue demasiado.
-Corrió el pelo de mi cara, ya que mi rodete estaba hecho un desastre de dormir.- Está bien, empezaste por algo.
- ¿Y cómo sigo?
- ¿Vos de verdad queres cambiar?
- Sí, no soporto más esto. 
- Entonces está bien, empezaste un buen camino.

Yo no dije más nada y volví a abrazarlo.

- Necesito que me abraces.
- Yo te abrazo hasta la eternidad hermosa.
- Gracias. –Besé su cuello.-
- Sh…

Acarició mi espalda y me quedé un largo rato en sus brazos.

- ¿Queres comer algo? –Preguntó separándose de mí.-
- No tengo mucha hambre.
- Dale, así salimos a algún lado.
- Así como estoy no puedo ni asomar la nariz por la ventana.
-Rio.- Dale che.
- No tengo ganas de verdad. –Suspiré.- Mañana tengo que volver a cursar a parte, no quiero moverme de la cama.
- ¿Puedo quedarme con vos?
- Si queres…
- Obvio que quiero tonta. 
-Sonreí.- Voy al baño y vengo.
- ¿Queres que te acompañe?
- Solo tengo ganas de ir al baño.
- Está bien.
- Gracias igual.

Le sonreí y me fui, pero esa sonrisa se desarmó en el camino. Eso era lo que no quería, que tuviese que estar pendiente de mí.

En el baño lavé mi cara y mis dientes, luego acomodé mi rodete y me aseguré de que el cajón estuviera bien cerrado. 

Volví al cuarto y me senté a su lado. Él me abrazó por el costado y yo sonreí.

- Ese rodete loco.
-Reí.- ¿Tenes hambre?
- Mmm… Sí. –Rio.-
- ¿Queres que pidamos algo?
- Bueno, dale. ¿Qué queres?
- No sé, me da igual.
- Decime, dale.
-Reí.- Acá a la vuelta hay una rotisería que hace unas pastas buenísimas.
- ¿Pastas entonces?
- Sí, dale.
- ¿Vamos a comprar?
- Mmm…
- Dale che, es una manzana.
-Reí.- No tengo ganas.
- ¿Me vas a dejar solo?
- Sos muy manipulador cuando queres.
-Rio.- Quiero pasar todo, todo el día con vos.
-Sonreí.- Dejame que me pongo un jean.
- Dale.

Me cambié y salimos del edificio caminando, tomados de la mano y así caminamos hasta la rotisería. Hicimos el encargue y esperamos afuera, había un solcito que calentaba el frío invierno.

Pedro me abrazó por la cintura, acercándome a él y sonreí. Lo abracé por el cuello y apoyé mi mejilla en su pecho. 

Así, sin decir nada, esperamos el pedido… Siempre había sabido que en sus brazos me sentía en paz, pero ahora lo sentía distinto. Ahora él sabía lo que me pasaba y sentía que sabía como protegerme. Estar cerca suyo, sintiendo su cuerpo rozando el mío me llenaba de paz, de ganas de sanar. 

Cuando tuvimos la comida, volvimos rápido a mi casa para que no se enfriaran y almorzamos.

Estábamos sentados en el sillón, mis piernas sobre las suyas.

- Hoy no nos vamos a pasar el día durmiendo. –Dijo Pedro.-
-Reí.- Okei, okei. ¿Qué queres hacer?
- Por lo menos una película.
- ¿Esos son todos tus planes?
- A ver señorita planes magníficos. ¿Qué propone?
-Pensé unos segundos.- Nada, solo estar cerquita, juntos.
-Rio y me dio un beso.- Sos muy tierna. –Dijo tomándome de las piernas, hasta que quedé sentada sobre él.- 
- Es que me hace muy bien tenerte cerca. –Suspiré y lo besé.- De verdad.
- Entonces podes estar todo el día encima mío.
-Sonreí y lo besé.- Igual me estoy dando cuenta de algo.
- ¿De qué?
- Mañana vuelvo a cursar y no tengo ni una hoja de cuaderno. –Reí.-
- ¿Me estás invitando a comprar cuadernos?
-Reí.- ¿Me queres acompañar?
- Obvio.
- Entonces sí. –Suspiré.- Espero que este cuatrimestre me vaya mejor.
- Vas a ver que sí.
- Yo ya no sé.
- Vas a ser la mejor Licenciada en Turismo de todas.
- Me tenes demasiada fe.
- O vos te tenes muy poca.
- Puede ser. –Me encogí de hombros.-
- Dale… ¿Vamos ahora?
- Sí, después me va a dar más fiaca.
-Me besó.- Vamos entonces.

Más tarde, habíamos preparado café y estábamos en mi cama. Hacía demasiado frío.

- Estás congelada Pau.
-Reí.- Ya lo sé.

Pedro trajo la manta que estaba a los pies sobre nosotros y se acostó.

- Veni.
- ¿No era que no querías dormir?
- No quiero dormir, pero veni que hace frío.

Me acomodé y quedamos frente a frente. Él acarició mi mejilla.

- Mientras dormías estuve leyendo en Internet.
- ¿Sobre?
- Lo que te pasa. 
-Suspiré.- ¿Y?
- ¿No queres empezar alguna terapia o algo así?
- Ahora no.
- ¿Y más adelante?
- Puede ser, no sé.
- ¿Por qué?
- Porque es horrible, difícil y cuesta muchísimo.
- Un profesional va a poder ayudarte mucho más que yo.
- No estoy tan segura de eso.
- ¿Por qué?
- Porque no me van a amar como vos.
-Sonrió y besó mi mano.- Pero saben mucho más.
- Puede ser. –Cerré mis ojos.- Tampoco quiero que todos mis problemas solo recaigan en vos.
- No te hagas problema por eso.
- Sos muy tierno, pero no quiero que nuestra relación cambie por esto. –Lo miré.-
- Quiero ayudarte.
- Lo sé, lo siento, lo valoro… Eso me enamora más de vos. –Él sonrió.- Pero no quiero que dejes de ser mi novio para ser mi psicólogo.
- Para eso vas a tener que empezar a ir a uno de verdad.
- Dame un poco de tiempo, por favor.
- Está bien… 
- Gracias. –Lo besé.- Pero no quiero hablar de eso ahora.
-Asintió y acarició mi mejilla.- Te entiendo.
- No quiero que nuestra relación se vuelva monotemática, no quiero perderte.
- Ya te dije que no…
-Lo interrumpí.- Lo sé, lo sé. Pero no quiero que perdamos lo que teníamos.
-Me besó.- Sos muy linda. ¿Sabes?
-Sonreí.- Vos sos lindo. –Nos dimos otro beso y quedamos mucho más cerca.-
- Me gustaría mucho poder demostrarte cuando te amo.
- A mí también. –Suspiré.- Pero mi cuerpo…
- Sh… -Dijo interrumpiéndome y luego me besó.- Vos sos hermosa. 
- Pepe…
- ¿Me amas?
- Muchísimo.
- ¿Queres hacerlo?
- Sí.
- Entonces no digas nada.

Y volvió a besarme, su cuerpo quedó sobre el mío y me miró fijo a los ojos.

- Sos la mujer más hermosa de todas.

Sonreí y lo besé, dejando que suceda.