sábado, 30 de enero de 2016

Duele.


“¿Hacemos algo hoy?”

“Cuando quieras avisame y hacemos algo…”

“¿Estás?”


Solo vistos celestes o peor, una respuesta que sabemos que es mentira.

-

Esos momentos en medio de la madrugada en los que necesitas hacerlo no son posibles de poner en palabras.

No se puede poner en palabras el odio que uno siente hacia si mismo cuando tiene en sus manos aquel objeto cortante que le dará un poco de placer.

Caminas hacia el baño y cerras la puerta, rogando que nadie note que estés allí. Rogando que nadie descubra eso que vos haces. Ese es tu secreto.

Miras con una sonrisa de costado aquel objeto filoso que es tu mejor amigo. (Tu único amigo)

Lo apoyas suavemente en tu piel y en ese momento entendes por qué lo haces. Ese mejor amigo es el único capaz de aliviar al menos por un rato ese dolor que te carcome el alma.

Ese dolor superficial es capaz de ahogar el dolor infinito que tenes dentro… Por eso ese objeto filoso es tu mejor amigo.

Cada gota de sangre desagota un poco de tanto dolor.

Luego de un rato, te levantas y quizás vendas tu herida para no ensuciar nada con tu sangre.

Volves a tu habitación
como si nada hubiese pasado.

“¿Cómo sostienes el alma, cuando está en el piso, recogiendo sus pedazos?
¿Cómo calmas el dolor cuando tienes heridas hasta en las heridas?
¿Cómo haces para simplemente cerrar los ojos mientras la tormenta va destruyendo todo lo que creías eterno?
¿Cómo?”
Esa noche la percibí mucho más eterna que otras, o quizás era porque esa vez sentía la angustia mucho más profunda que los días anteriores.

Intenté tranquilizarme con música pero fue en vano.

Las lágrimas (infinitas) rodaban por mis mejillas. Cada lágrima dolía, pero a la vez me desahogaba un poco.

Aún muy adentro, seguís deseando que aparezca a alguien capaz de darte un abrazo y de secar esas lágrimas.

Pero, lo sabes… Es solo una ilusión nacida para morir.

Decidí escribir en Facebook, quizás descargarme públicamente me aliviaría… Quizás no.


“Duele no importarle a nadie, duele que nadie se preocupe por vos, que nadie te escriba, que nadie te hable,
que nadie te mire.
Duele sentirte menos que un número. Duele saber que sos simplemente una persona pasando por la vida de otros, y duele mucho más incluso saber que estás pasando sin dejar huella. Duele saber que al cabo de unas horas se van a olvidar de vos y van a reemplazarte.

Duele odiarse a uno mismo, duele no poder convivir ni siquiera con nuestra propia conciencia.

Duele sentirse la persona menos importante de todas. Duele ser esa que nunca buscan. Duele darte cuenta de que en realidad no le importas a nadie. Duele nunca ser la primera. Duele no ser la única en nada. Duele no servir para nada.
Duele.

Duele esperar ese mensaje que nunca llega.

Duele acostumbrarse a estar sola, completamente sola.

Duele ser reemplazable.

Duele que nunca haya un abrazo cuando lo necesitas.

Duele sentir que nunca le alcanzas a nadie.

Duele sentir que todos se merecen algo mucho mejor que vos.
Es demasiado triste cuando te das cuenta de que no eras tan importante para alguien como vos creías.
Duele saber que nadie te espera.

Duele saber que ya ni siquiera esperas algo de vos mismo.

Ya no esperas nada.

Ojala existiera alguien que me demuestre el significado de la palabra
siempre, pero se ve que esa persona no existe.

Duele que ningún “Voy a estar siempre” o “Te voy a querer siempre” haya sido real.

Duele que el único significado en mi vida de la palabra siempre sea el de siempre estar sola.
Realmente no entiendo como es que después de tantos años todavía no me acostumbré a esto.

Caí en lo más profundo de la oscuridad y nadie se asomó a ver si seguía con vida.

- ¿Y yo? -Preguntó él.-
- No te preocupes por disimular, sé que en algún momento también vas a irte,
como todos.

viernes, 29 de enero de 2016

No me olvides VI.


Paula estaba a mi lado hecha un bollito, envuelta en una sábana y con sus ojos cerrados. Mis dedos jugaban con su pelo y hacia rato estábamos en silencio.

- ¿Venís más cerquita?

Pau sonrió y se acercó a mí, hice que se recostara sobre mi pecho, acomodé la sábana y la abracé por los hombros.

- ¿Qué hora es? –Preguntó.-
- No pienses en eso.
- No quiero irme.
- Mmm… El viaje de egresados en algún momento se termina.
- No, no es por eso. Es por vos. –Dijo abrazándome por la cintura.-
-Besé su frente.- Nos queda un rato todavía.
- ¿Cuánto?
- Eso no importa.

Ella suspiró y besó mi pecho.

- La pasé muy bien con vos. –Dijo mirándome.-
- Y yo con vos. –Nos besamos y nos sonreímos.- Quedate, no te muevas.

Pau se acomodó nuevamente sobre mí y suspiró.

- Pasa que no quiero dormirme.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero perderme un solo segundo de los que nos queden juntos.
- Sos muy linda. –La abracé más fuerte.-
- Vos sos lindo… Ojala nunca me olvide de esta noche, ni de tu olor.

Acaricié su espalda por debajo de la sábana y ella sonrió.

- Hablemos de algo lindo.
- ¿De qué?
- Mmm… -Hice una pausa.- No sé, de lo que quieras.
- Estar con vos quiero.
- Y acá estamos.
- No me sueltes, al menos por esta noche.

La abracé más fuerte y giré para quedar sobre ella y poder besarla.

- Deja de pensar en el después. –Le dije.-
- Me cuesta un poco.
- Disfrutemos de lo que queda de esta noche.
- ¿Con cuántas minitas hiciste esto?
- Te juro que sos la única.
- Mmm…
- En serio.
- Bueno, te creo. –Rio.-
- Así me gusta.

Reímos y nos besamos. Quedamos acostados, frente a frente. Yo corrí el pelo de su cara y ella me sonrió.

Paula buscó su celular y puso la cámara frontal. Nos sacamos varias fotos y luego, dejó el celular a un lado.

- ¿En dónde vivís? –Le pregunté.-
- Capital. ¿Vos?
-Sonreí.- Capital.

Reímos cómplices y volvimos a besarnos.

- Ya vi la hora en el celular, son las 4.
- Nos quedan tres horas.
- Mmm… -Me besó.- ¿Y qué vamos a hacer?
- No sé, lo que quieras.
- ¿Podemos subir a ver el amanecer en la terraza?
- ¿Queres?
- Por favor.
- Vamos entonces.

Nos cambiamos y subimos algunas mantas ya que hacia mucho frío. Nos envolvimos en aquellas y nos sentamos contra una pared, en realidad yo contra la pared y Paula entre mis piernas, con su espalda en mi torso. Mis manos la abrazaron por el abdomen y besé su cuello.

- Ay, siempre quise hacer esto.
- ¿Qué cosa?
- Ver el amanecer con un chico que me guste mucho.
- ¿Y yo te gusto?
- No, me encantas.

Yo sonreí y besé su mejilla. Nos quedamos viendo el amanecer juntos, mimándonos y luego bajé a comprar unos cafés y unas galletitas.

Desayunamos juntos, en la terraza.

- Creo que hace frío. –Dijo tomando el café.-
- ¿Crees? –Reí.-
- Hace, muchísimo.

Reímos.

- Te tomas el café y venís para acá así te doy calor humano.
-Rio.- Bueno, te tomo la palabra eh.

Desayunamos, tiramos las cosas en un tacho y ella se acurrucó en mí.

- ¿Ahora qué hora es?
- Nos queda un ratito para estar juntos, deja de hacerte problema.
-Rio.- Bueno, perdón.
-Besé su frente.- Disfruta mejor.
- ¿Puedo disfrutar chapándote?
- Mmm… Creo que no hay mejor manera.

Pau se sentó derecha y besó dulcemente mis labios.

- Estás helada. –Dije riendo.-
- Tengo frío. –Rio.-
- A ver…

Acomodé su manta sobre sus hombros y la abracé por el cuello para volver a besarla.

- Igual, no conocía la nieve y fue lindo.
- ¿Y conocerme a mí?
- Lo mejor de mi viaje de egresados.

Nos besamos y me tiré sobre ella, haciendo que caiga cuidadosamente en el suelo.

- De verdad que no quiero irme. –Suspiró.-

Me acomodé con mi cabeza en su pecho y la abracé por la cintura. Ella me abrazó por el cuello.

- Es hora de que bajes Pau.
- No, no quiero. –Dijo aferrándose a mí.-
- Dale, no vas a llegar.
- No quiero. –Repitió.-

Yo suspiré, me levanté y le dí las manos para que se levantara. La besé tomándola por sus mejillas.

- No llores, hey. –Dije al ver sus ojos llenos de lágrimas.-
- Es que… -Suspiró.- Ya sé que voy a sonar a chamuyera, pero me siento bien cuando estoy con vos.
-La besé.- Pero, no llores porque me va a costar dejarte.
- Venite conmigo.
-Rio.- Ojala pudiera.
- ¿Cuándo volves a Capital?
- En 20 días.
- Es mucho.
- Dame tu celular. –Dije queriendo sacárselo de la mano.-
- ¿Para qué?
- Vos damelo.

Me dio su celular y agendé mi número.

- Para que me hables cuando quieras.
-Sonrió.- Está bien.

Nos besamos y nos abrazamos.

- Dale, anda Pau.
- Ahora voy.
- Vas a llegar tarde.
- ¡Mejor! Me quedo con vos.
-Reí.- Dale linda.
- No te olvides de mí.

Me separé un poco de ella y la besé.

- Imposible que me olvide de vos.

Nos sonreímos, volvimos a besarnos y nos abrazamos otra vez.

- ¿De verdad nos vamos a volver a ver? –Me preguntó.-
- No soportaría no verte otra vez. –Respondí en su oído.-
- No me olvides.

Se separó un poco de mí, me dio un último beso y se fue.

- Ojala volvamos a vernos linda. –Dije suspirando y viendo como se iba.-

jueves, 28 de enero de 2016

No me olvides V.


Era la última noche de nuestro viaje de egresados y la cena de velas ya había terminado, ahora tocaba la última noche de boliche.

- Te espero en la terraza. –Dijo en mi oído y desapareció.-

¿Terraza Pedro? ¿Con este frío? ¡Uff!

Subí por el ascensor y salí a la terraza.

- ¡Hace frío acá Pedro! –Dije quejándome.-
- No vamos a pasar la noche acá, tranquila. –Me besó.-
- ¿Eso quiere decir que vamos a pasar la noche juntos?
- Salvo que te niegues.
- Mmm… No, ni loca.

Sonreímos y nos besamos. Pedro me abrazó contra su pecho y frotó mi espalda. Besó mi frente y yo cerré mis ojos.

- ¿De verdad me dejas que te regale tu última noche en Bariloche?
- No podría pasarla de mejor manera.
- ¿Se te pasó el enojo?
-Sí. –Rio.-
- Entonces veni.

Me tomó de la mano y salimos juntos rumbo a quien sabe donde, estábamos en el hotel. Bajamos por el ascensor y frenamos en el subsuelo.

- ¿Qué hay acá Pedro?
- ¿Podes tener un poco de paciencia?
-Reí.- Está bien.

Seguí caminando detrás de él, con nuestras manos unidas e ingresamos en una habitación.

- ¿Hay habitaciones acá abajo? –Pregunté riendo.-
- No voy a develarte mis secretos, solo tenes que saber que sos a la primera chica que traigo acá. -Sonreí.- Veni…

Me dirigió hacia la cama y nos arrodillamos frente a frente. Pedro sirvió dos copas de champagne y me ofreció una, luego agarró una caja de chocolates y me dio uno en la boca.

- ¿Brindamos? –Propuso.-
- ¿Por qué queres brindar?
- Porque volvamos a vernos…
- Mmm… Sí, comparto ese brindis.

Chocamos nuestras copas y cada uno tomó un sorbo.

Nos terminamos el champagne y los chocolates, mientras seguíamos allí, arrodillados frente a frente.

El lugar estaba iluminado con unas luces muy tenues y al costado derecho de la cama había una chimenea de leña, realmente era un lugar que parecía de cuentos de hadas.

Pedro me tomó por las mejillas y me besó muy dulcemente.

- Creo que vos y yo nos debemos algo. –Me dijo.-
- Ah… ¿Sí? ¿Qué cosa? –Pregunté haciéndome la tonta.-
- ¿Tengo que refrescarte la memoria?
- Mmm… Me parece que sí.

Bajó con besos por mi cara hasta instalarse en mi cuello y sentí su lengua acariciarme suavemente.

- ¿Estoy reactivando la memoria? –Preguntó y mordió mi oreja.-
- Mmm… Creo que sí.

Él cayó sobre mí y yo acomodé mis piernas para quedar recostada, me besó y yo comencé a desabrochar uno a uno los broches de su camisa, metí mi mano por sus hombros y los acaricié con mis dedos. Sus labios seguían divirtiéndose con los míos y yo me separé un poco de él.

- Me gustas de verdad. –Confesé.-
- Y vos a mí Paula.
- No quiero que sea solo una noche. –Dije mirándolo a los ojos.-
- Ahora disfrutemos de esto, pero te prometo que no va a ser la única noche.

Volvió a besarme y yo quité su camisa, dejándola a un lado. Mis dedos comenzaron a bajar y subir por su columna incansables veces, mientras su boca seguía sobre la mía y su lengua encontrándose en el camino con la mía.

Sentí sus dientes morder con fuerza mi labio inferior y me quejé, clavé mis uñas en su espalda y ahora se quejó él.

-Reí.- Hacete cargo de las consecuencias.
-Rio.- De todo lo que quieras.

Acarició los costados de mi cintura con sus dedos y comenzó a deslizar mi remera, hasta que terminó quitándola. Quise bajar mis brazos, pero no me dejó. Sostuvo mis muñecas arriba y me besó.

- ¿Qué queres? –Pregunté riendo.-
- Que disfrutes, no bajes las manos.
- Mmm…
- Te mereces que te haga sentir bien después de haberte dejado como te dejé.
- Eso ya pasó.
- Igual. ¿Me dejas?

Y era obvio que yo no me negué. Me acomodé en la cama con mis manos hacia arriba y con la punta de su nariz acarició desde mi cuello hasta mi ombligo. Yo cerré mis ojos y solo me dediqué a disfrutarlo. Subió de la misma manera y volvió a hacer el mismo recorrido con besos, luego con su lengua.

Ubicó sus manos por debajo de mi espalda, yo la arqueé un poco hasta que desabrochó mi corpiño y lo dejó junto con las prendas que ya nos habíamos quitado en el suelo. Desabrochó mi short y también me lo quitó, junto con mis sandalias.

Volvió a mi boca y me besó, esta vez más no con tanta ternura. Sus labios bajaron nuevamente por mi cuello, pasearon por mis hombros hasta que llegaron a mis pechos. Pedro los sostuvo entre sus manos y los sopló suavemente, generando que mi espalda se arquee por inercia. Sus besos los recorrieron completos y luego su lengua.

Mis labios no podían evitar sonar con suspiros cada vez más fuertes.

Cuando cambió su lengua por sus dientes sonreí, de verdad que lo hacia demasiado bien. Su mano se deslizó por mi abdomen y sus dedos me acariciaron sobre mi ropa interior.

Bajó con besos hasta allí y continuó el movimiento de sus dedos mientras recorría mis piernas con besos. Terminó de desnudarme y ahora sus besos visitaron mi zona más erógena.

Pedro buscó mis manos y las entrelazamos, las presioné con fuerza haciéndole notar que los movimientos de su boca me hacían sentir increíblemente bien.

Continuó hasta que no pude más y se recostó a mi lado, acariciándome con las puntas de sus dedos.

Giré mi cabeza y lo besé, tratando de que mi respiración se regulara.

- Estás muy linda así, toda transpirada. –Dijo besándome.-
-Reí.- No chamuyes que ya me tenes a tus pies.
- Igual, sos hermosa. –Y volvió a besarme.-
- Ahora quiero que transpires vos. –Le dije desabrochando su pantalón.-
- Mmm… ¿Sí?
- Sí. ¿No queres?
- Va a ser un placer.

Sonreímos cómplices y volvimos a besarnos. Hice que quedara acostado boca arriba y quité su jean para dejarlo en el suelo. Me senté sobre su pelvis y sus manos fueron a mis pechos, sonreí y comencé a menear mi zona íntima con la suya. Lo sentí gemir y le sonreí.

- No seas mala. –Dijo riendo.-
- Sh, se la banca.

Continué un rato más allí mientras besaba su pecho y luego, terminé de desnudarlo. Mis manos comenzaron a acariciarlo y luego, tal como lo había hecho él, cambié mis manos por mi boca para hacerlo transpirar y gemir como yo hacia algunos minutos atrás. Subí mis manos a sus hombros y clavé mis uñas, lo sentí sonreír y supe que le gustaba.

Cuando no pudo más, lo miré y le pregunté:

- ¿Dónde tenes un forro?
- En el bolsillo del pantalón.

Yo lo busqué, lo abrí y se lo puse. Necesitaba sentirlo dentro, ese hombre me volvía loca.

Se tiró sobre mí sin avisarme y me besó.

- No des más vueltas. –Supliqué.-
-Sonrió.- Paciencia señorita.
- ¡Dale nene!

Pedro rio y comenzó a hacerlo, suspiré en sus labios y sus manos buscaron las mías, entrelazamos nuestros dedos y nos apretamos el uno al otro.

Ambos gemíamos en la boca del otro, nuestros cuerpos ardían y se inundaban de placer en cada movimiento.

Sin dudas no me había equivocado en mirarlo. 


miércoles, 27 de enero de 2016

No me olvides IV.

Finalmente, esa noche decidí ir al boliche y hacerme mierda. ¡No iba a arruinar Bariloche por un tipo!

Estaba tomando un trago en la barra cuando siento que alguien me apoya por la cola. Me dí vuelta y allí estaba, lo más tranquilo.

- ¿Qué haces acá?
- Hola Pau.
-Revoleé mis ojos.- ¿Me dejas sola?
- ¿No crees que dejamos algo por la mitad?
- ¡Vos lo dejaste por la mitad!
- Me tenía que ir.
- Lo hubieses pensando antes de calentarme así.
- No te enojes.
- Tarde.
- No seas caprichosa.
- Soy una pendeja caprichosa, vos eras mi capricho y ahora fuiste.
- ¿Solo un capricho?
- ¿Tanto te crees nene?
- No quise dejarte así.
- ¡Pero lo hiciste!
- Podemos seguir ahora.
- No Pedro, no soy un juguete. Yo sé que me pinté como una putita, pero no lo soy… Es un juego que me divierte y que hice solo con vos, porque es Bariloche. –Suspiré.- Te la perdiste, ahora jodete.

Quise irme, pero Pedro me agarró del brazo y me frenó.

- Para un poco Paula.
- ¿Qué queres?
- ¡Vos no sos solo un capricho para mí!
- ¿Me vas a decir que te enamoraste? ¡No me boludees!

Pedro no me respondió, solo me acorraló contra una columna y me besó.

- No, no me enamoré. –Dijo.- Pero por algo no puedo dejar de pensar en vos.
- Calentura se llama eso.
- No, es algo más.
- No me boludees, ya perdiste la oportunidad.

Pero claro, el señorito volvió a besarme.

- Si ahora te tengo que perseguir yo, lo voy a hacer.
- Te vas a cansar.
- No estés tan segura.
- ¿De qué?
- De que podes resistirte a mí.
- No te creas el ombligo del mundo.
- Por algo me miraste.
- ¡Por boluda!
- Vos y yo vamos a terminar juntos. –Volvió a besarme.-
- Me soltas o grito.
- No te la crees ni vos.
- ¿Seguro?
- Seguro.

Y obvio que intenté gritar, pero me calló de un beso.

- Te encanta que te chape.
- No estés tan seguro.
- ¿Tan mal estuve?
- No voy a responder eso.
- Eso es un sí.
- ¡Basta nene!

Quise separarlo de mí, pero me aprisionó aún más.

- No quiero que arruines mi viaje de egresados.
- No te vi pasarla muy mal hoy en la habitación.
- Eso ya pasó.
- Y te encantó.
- Pero, ya pasó.
- No lo negas.
- No creí que tenía que aclararlo.
- ¿Y no te gustaría repetirlo?
- No con cagones como vos.
- ¿Cagón?
- Si bajabas un rato después no pasaba nada.
- Tenía que bajar.
- ¿Ves? ¡Sos un cagón!
- No pensabas lo mismo cuando te estaba llenando de placer.
- Ahora sí lo pienso…
- Que rápido cambias de idea.
- ¿En qué iba a cambiar que te atrases diez minutos? ¡Explicame!

Y lo dejé sin palabras.

- ¡En nada! Bah, sí… En mucho.
- ¿En qué?
- Capaz ahora podríamos ir a garchar otra vez, pero así no. ¡No me van los tipos que usan a las minas!
- Vos no te pintaste como mucho más.
- Ya te dije que es un juego que me calienta, pero no soy una puta.
- ¿Estás segura de eso?
- Sé muy bien lo que soy, no te pases.
- Vos te pasas poniéndote en pendeja caprichosa.
- Eso sí lo soy… ¡Lástima! ¿No? –Hice una pausa.- La próxima, pensalo mejor.

Y salí corriendo del lugar, por suerte allí venía un micro y me subí para que me llevara al hotel.

¡No entendía que carajo me pasaba con él! Pero me gustaba demasiado.

No pude evitar largarme a llorar como una nena y golpeé con bronca el asiento.

- Paula ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué me tuve que enganchar con él Luli?

Mi amiga me abrazó y acarició mi espalda.

- ¿No salíamos a romper la noche?
- Me encaró y me trató de puta. ¡Es un tarado!
- Te vendiste como eso, lo sabes muy bien.
- Fui una pelotuda.
- Bueno, ya pasó gorda.
- Me siento horrible.
- Ahora vamos al hotel y charlamos un ratito.
- No quiero cagarte la noche.
- No me cagas nada amiga, no digas boludeces.
- En serio Lu…
- En serio vos, dale.

-

La semana restante, la busqué todo el tiempo y ella se hacía la dura, la difícil… La histérica.

Me sentía un tarado, porque me gustaba de verdad. Me sentía un tarado por haberla dejado sola en la cama y por haberle dicho que era una puta. ¡La puta que te parió Pedro!

Era el ante-último día, yo ingresé en la habitación de Paula y ella, por primera vez accedió a hablar, les pidió a sus amigas que nos dejaran solos y eso hicieron.

Me senté frente a ella, quien estaba en su cama, con sus piernas cruzadas.

- ¿Qué queres?
- Arreglar esto. –Le respondí.-
- ¿Qué sería esto?
- No lo sé, pero algo es.
-Suspiró.- Me dolió.
- ¿Qué te haya dejado?
- Que me hayas dicho puta. –Y sus ojos se llenaron de lágrimas.- No me voy a hacer la recatada porque no lo soy, he garchado con pibes que conocí la misma noche, pero no soy una puta… Sí, busqué calentarte, no soy boluda eh. –Suspiró.- Pero, no quise parecer eso… Me siento horrible.
-Tomé sus manos y la miré a los ojos.- Yo tampoco pienso eso de vos.
- Dale Pedro.
- En serio… Que alguien disfrute de su sexualidad, no quiere decir eso.
- Es lo que me dijiste.
- Estaba enojado.
- ¿Y ahora?
- Ahora no.
- No sé si te creo.
- ¿Por qué?
- No sé.

Sequé sus lágrimas y le dí un beso.

- Por lo menos, no te vayas enojada conmigo, por favor.
- Ojala pueda…
- No llores.
- Me siento una tarada.
- ¿Te puedo abrazar?
- Mmm…
- Dale che, un abrazo.

Pau rio y la abracé contra mi pecho.

- Sos una mujer muy hermosa. –Dije y besé su frente.-



martes, 26 de enero de 2016

No me olvides III.


La excursión de ese día eran los cuatriciclos y siempre supe que no iría, además me dolía la panza… O eso les hice creer a todos.

Mandé a llamar a un coordinador porque me sentía mal y claro que ya sabía que ese día se quedaría Pedro en el hotel, me lo había dicho aquella madrugada.

- Al fin viniste. –Dije en mi cama.-
- ¿Qué pasa? –Se acercó a mí.-
- Me duele la panza. –Dije quejándome.-
- ¿Tengo que creerte?
- Que feo eso de que no me creas eh.

Pedro se acercó a mí y se sentó en la cama, a un costado y mirándome. Tocó mi frente y me dijo.

- Fiebre no tenes.
- No, la panza te dije que me duele.
- ¿Dónde?
- Acá. –Dije tocando mi zona abdominal baja.-
- Mmm…
- ¿Qué?
- ¿Llamo al médico?
- No, quedate vos.
- Yo no puedo hacer nada.
- ¿Seguro?
- Sí…
- ¿Unos besitos?
- Pau, dale.
- Si la puerta está bien cerrada, no va a pasar nada.
- La trabé.
- ¿Y entonces?

Levanté un poco mi remera y lo miré pícara.

- Unos besitos y se me pasa. –Supliqué.-

Pedro se acercó dulcemente a mi panza y comenzó a dejar besos muy tiernos allí, yo sonreí y cerré mis ojos. Abrí un poco mis piernas y lo miré.

- Podes llegar hasta donde quieras. –Suspiré y volví a cerrar mis ojos.-
- Esto está mal.
- Te prometo que después te toca a vos.
- Mmm…
- Te morís de ganas Pedro, dale.

Sentí sus dedos clavarse en mi pantalón y deslizarlo por mis piernas, sonreí y sus dedos acariciaron suavemente mi zona íntima la cual se estaba humedeciendo.

Besó mi zona abdominal baja e inhaló profundo.

- Mmm… Oles muy bien. –Y mordió suavemente mi piel.-

Sentí su nariz acariciarme por sobre mi tanga y sentí una sensación de electricidad recorriéndome todo el cuerpo. Besó el centro de mi cuerpo y subió mis piernas para poder desnudarme.

Primero sentí sus dedos algo tímidos, pero que con el correr de los minutos tomaron velocidad y no podía evitar gemir ante sus movimientos.

- ¿Te gusta así? –Preguntó y cambió sus dedos por su lengua.-
- Me estás volviendo loca. –Dije tratando de respirar.-
- ¿Sigo?
- ¡Ni se te ocurra frenar!

Sus manos me tomaron por mi cintura, por debajo de mi remera y aumentó la velocidad de su lengua. ¡La puta madre! ¡Lo hacía increíblemente bien!

Cuando supo que no podía más, volvió a hacerlo con sus dedos y caí rendida en la cama.

- Creo que me encantas más que antes. –Dije sintiendo mi piel transpirar.-
-Rio.- ¿Sí? –Preguntó acariciando en aquella zona que ahora estaba tan sensible, muy suavemente.-
- Sí. –Lo besé.-
- Respira che.
-Rio.- No seas boludo. –Dije tocándolo yo a él ahora.-
- ¿Es mi turno?
- Si queres…
- Con todo gusto.

Yo me arrodillé a los pies de la cama y Pedro se acomodó allí. Quité sus pantalones y me tiré sobre él, besándolo y ejerciendo presión de mi zona íntima desnuda con la suya aún cubierta por el boxer. Bajé con mis dedos hasta allí y quité su bóxer.

- Apa, venimos bien. –Dije mirándolo.-
- Eso dicen. –Rio triunfador.-
- ¿Ah sí? ¿Quiénes? –Pregunté comenzando a tocarlo.-
- Todas las que tienen el placer de pasar por este cuerpo.
- ¡Cuánto ego che! –Dije acelerando mis movimientos.-

Y no respondió más, solo lo sentí gemir y sonreí, era señal de que lo que estaba haciendo, estaba bien.

Continué por algunos minutos más, hasta que cambié mis manos por mi boca.

Su cuerpo temblaba y me acosté a su lado, sin dejar de acariciarlo.

- Tranquilo hermoso. –Besé su sien.-
- ¿Cómo podes ser tan pendeja y hacerlo tan bien?
- ¿Qué es ese prejuicio? –Reí.-
- Me volaste la cabeza.
- Era la idea.

Pedro quitó mi remera y sonrió al ver mis pechos sin ningún tipo de corpiño. Las sostuvo entre sus manos y yo sonreí.

- Pareces un nene con juguete nuevo. –Le dije riendo.-
- Sh… -Me besó.- ¿Me dejas?
- Podes hacer lo que quieras.

Volvió a besarme y bajó con besos por mi cuello y mis clavículas, hasta llegar a mis pechos. Comenzó llenándolos de besos muy húmedos y suaves, luego continuó recorriéndolos con su lengua y para terminar se concentró en el lugar predilecto: mis pezones. Los humedeció con su lengua, los mordisqueó y tiró suavemente de ellos.

Cuando frenó, suspiré y lo miré.

- En mi mesita de luz hay forros. –Le dije.-
- No puedo.
- ¿Qué no podes?
- En cinco minutos tengo que estar en el comedor.
- ¿Me estás jodiendo?
- Ojala, pero no… -Dijo vistiéndose.-
- ¿Me vas a dejar así?
- No sabes cuánto me gustaría seguir, pero no puedo Pau.
- Está bien, andate.

Agarré mi ropa y fui corriendo al baño. ¿De verdad me iba a dejar así? ¡Forro!

- Perdón Pau. –Dijo del otro lado de la puerta.-
- ¡Dejame sola!
- Te juro que quiero tanto como vos.
- ¿Para qué me calentas así tarado?
- Yo estoy igual que vos. –Suspiró.-
- ¡Andate!

Pateé la puerta y comencé a vestirme.

La primera en llegar fue Luli y se sentó en mi cama, frente a mí.

- ¿Y? –Preguntó.-
- ¡Un idiota!
- ¿Por qué?
- Vino para acá, le dije que me dolía la panza y me levanté de la remera para que me dé besitos… Lo hizo, y siguió más abajo. –Suspiré.- Me volvió loca, después yo hice lo mismo con él… Y cuando quise garchar en serio, me dijo que se tenía que ir.
- ¿Me estás jodiendo?
- ¡No boluda! –Dije con bronca.-
- ¿Por qué se fue?
- Me dijo que tenía que estar en el comedor.
- Por ahí era cierto gorda.
- No sé, pero me dejó con las ganas.
- ¿La previa fue con todo incluido?
- Todo es todo. –Remarqué.-
- No seas caprichosa.
- Me dejó con las ganas, es un tarado.
- No seas caprichosa. –Repitió.- Ya lo tenes comiendo de la palma de la mano.
- Me gusta en serio y me preocupa.
- ¿Me jodes?
- No… -Suspiré.- Sí, me calienta mal… Pero también me gusta cómo es, no sé. –Me encogí de hombros.-
- Lo conoces hace unos días nada más.
- ¿Y?
- No sé gorda.
- Mejor dejame sola.
- ¿Segura?
- Sí.
- ¿No venís al boliche?
- Después veo.

- ¡Después veo las pelotas! ¡Hoy venís!

Yo reí y Luli se fue.




lunes, 25 de enero de 2016

No me olvides II.


Yo intentaba por todos los medios no engancharme con esa mina, pero no solo que se partía sola, sino que me buscaba todo el tiempo y yo no era de madera… Más bien, todo lo contrario.

La vi junto a sus amigas ingresar en su habitación y suspiré, al menos hasta el día siguiente estaría liberado de sus tácticas. Tenía pinta de que no iba a parar hasta conseguir lo que quería.

Ingresé en la habitación y me quedé en bóxer, me metí en la cama, me acomodé y cuando cerré mis ojos lo primero que se vino a mi mente fue su imagen.

¡La puta madre! Pensé para mis adentros. Todavía sentía su olor impregnado en mi piel. Llevé mi mano a mi cuello, sintiendo el chupón que había dejado y mi zona íntima se hizo eco de eso. Iba a ser demasiado complicado resistirse.

Me quedé dormido (sin poder quitarla de mi mente) y yo siempre era el encargado de despertar a los chicos del tercer piso… Y allí estaba Paula, en la habitación 304.

Desperté a todas las habitaciones y por último fui a la suya. No solo estaba durmiendo toda destapada, sino que lo hacia en ropa interior. ¿Tan difícil me la vas a hacer Paulita? ¡Para colmo era la única en la habitación!

- ¡Buen día! ¡Hay que levantarse! –Dije desde la puerta, sin poder quitar mi mirada de su cola.-
- Mmm… -Dijo haciéndose un bollito, dándome la espalda.-
- No, dale. No puedo entrar Paula, levantate.
- Veni, por favor.
- No me la hagas más difícil.
- Mis amigas se fueron para dejarnos solos, dale entra un ratito.
- Está el desayuno.
- ¿Y?

Yo suspiré y me fijé que nadie estuviera viendo, cerré la puerta y ella giró.

- ¿No venís?
- ¿Qué queres?
- Sabes muy bien que quiero.
- No, no sé.
- Mi beso de buenos días, por si te importa, ya me lavé los dientes.
- Vestite, dale.
- Si no me das un beso, no me visto.
- Paula, no seas chiquilina.
- ¿A vos te parece que una chiquilina espera a un hombre así? –Se sentó en la cama e hizo un rodete en su pelo.- ¿Tan mal estoy?
- Demasiado bien estás. –Dije mirando sus pechos.-
- Es un beso, no te podes negar.

Y la realidad es que negarme era imposible, me acerqué a ella y la besé, me tomó de los hombros e hizo que caiga sobre su cuerpo.

- Para, acá no, de verdad te lo digo.
- ¿Y en dónde sí?
- Me llegan a agarrar así y me quedo sin laburo.
- Está bien, tampoco quiero poner en riesgo tu trabajo. –Me besó.- Pero, prometeme que esto no queda acá.

Me puse de pie y le dí la ropa que estaba a los pies de su cama.

- Te cambias y venís a desayunar.
- ¿Puedo desayunar con vos?
- ¡Dale Paula!
- No te vas a poder negar eh.
- ¿Queres perderte la excursión?
- A vos no te quiero perder. –Mordió su labio inferior y suspiré.-
- Te espero abajo.
- ¿A mí?
- ¿A quién va a ser?

Paula me sonrió y me asomé por la puerta, al ver que no venía nadie, bajé hasta el comedor y me quedé con mis compañeros. Al rato, bajó Paula y se sentó con sus amigas, me buscó con la mirada y me sonrió pícaramente cuando me encontró.

Cuando terminaron de desayunar, debíamos ir a la excursión de ese día que era el culipatín. Pasaron todos por las tres pistas y luego, estábamos en la base esperando el micro, pero claro que nadie estaba tranquilo, habían armado una guerra de bolas de nieve. Sentí una en mi pierna y era claro que era Paula. Sonreí, porque no podía evitarlo y se la devolví.

- ¿Cómo le vas a pegar a una mujer? –Me preguntó quejándose.-
- ¡Vos empezaste!
- Para que me miraras, ni bola me diste…
- Digamos que sos más sexy en ropa interior que con ese traje. –Dije susurrando.-
-Largó una carcajada.- Este traje es horrible.
- Pero vos seguís siendo hermosa.
-Sonrió.- Me gusta escuchar eso.
- ¿Dudabas?
- No, no sé.

Caminó hacia atrás y me tiró con otra bola y eso hicimos un largo rato, olvidándonos de que alrededor nuestro había mucha más gente.

Claro que le tiraba con nieve para no tirarme sobre ella y romperle la boca de un beso.

-

Volvimos al hotel y luego de bañarnos, estábamos en la habitación. Yo ordenaba un poco las cosas de mi valija, cuando Luli se sienta en mi cama.

- ¿Y boluda?
- Lo estoy calentando hasta dejarlo en punto caramelo.
-Rio.- Sos tremenda.
- Te juro que me encanta.
- Nunca te vi así.
- Yo tampoco. –Reí.- Me siento bastante putita, pero me calienta serlo.
- Está bien boluda, si no lo haces en Bariloche. ¿Cuándo lo vas a hacer?
- Exacto.

Y en ese momento, escuchamos que nos llamaban a comer asique bajamos al comedor. Almorzamos y teníamos la tarde libre, con mis amigas decidimos ir a sacar fotos y merendar en alguna chocolatería.

Volvimos al hotel cerca de las seis de la tarde y dormí una siesta porque no podía más.

Me levanté cerca de las ocho y debíamos bajar a cenar, para luego prepararnos para la fiesta de aquella noche: la fiesta bizarra.

No lo encontré a Pedro en toda la noche y eso convirtió a la fiesta es una mierda total. Sí, así de temperamental soy.

Volví al hotel y me cambié, eran las dos de la mañana… Habíamos ido al boliche a las diez y ya me aburría allí, por eso volví. En fin, me puse un jean, zapatillas y una remera, me hice un rodete con el pelo y bajé al comedor en busca de un café… Allí estaba Pedro, sentado solo en una mesa.

- Pedro… -Sonreí.- ¿Puedo? Te prometo que no hago nada acá. –Dije bajito.- ¿Queres un café?
- Mmm… Dale.
- Quedate con este, yo me busco otro.

Fui en busca de otro café y me senté frente a él.

- ¿Por qué estás acá solo?
- Me tocaba quedarme hoy, siempre se queda uno por los chicos que se vuelven temprano, como vos.
- Ah… -Dije y tomé un poco de café.- Si molesto, me voy. Me encantas, pero de verdad que tampoco quiero que pierdas tu laburo por mí.
-Sonrió.- No, quedate Pau.
- Me dijiste Pau. –Sonreí.-
- Si te rechazo, es solo por mi laburo.
- Lo sé, no tenes que aclararlo. –Hice una pausa.- Hablemos de otra cosa.
- ¿De qué?
- Mmm… ¿Laburas de esto porque te gusta la joda? –Reí.-
- ¡Sos una tarada! –Reímos.- La verdad es que garpan bien, tengo 23 años y un laburo así, de invierno me viene bien.
- ¿Laburas solo en temporada alta?
- Sí, es mi primera vez igual.
- ¿Y no estudias?
- Hago cursos relacionados a la fotografía. ¿Vos?
- Por egresarme. –Reí.- Planeo estudiar Producción de moda.
- Tenes la pinta.
- ¿Qué queres decir con eso?
-Rio.- Nada malo, solo que muchas veces los perfiles de la gente hablan.
- Sí, es cierto.
- Si cuando sea fotógrafo famoso necesito alguien que me asesore con la ropa…

Los dos reímos y tomamos un poco de café.

- ¿Queres un chocolate? –Me preguntó.-
- Mmm… Sí, pero no está abierto esto.
-Rio.- Vos dejame a mí.

Pedro se levantó y pasó hacia la parte de atrás del mostrador donde nos daban la comida, volvió con varios chocolates en sus manos y yo reí.

- ¿Y esto no pone en riesgo tu trabajo? –Pregunté riendo.-
- Mmm… No.

Pasamos media hora más charlando, hasta que el comedor comenzó a llenarse y decidí irme a dormir. Subimos juntos y lo hice entrar a mi habitación.

- Un beso y te dejo ir tranquilo. –Supliqué.-

Pedro sonrió, me arrinconó contra una pared y me besó.

- Que descanses lindo. –Dije despeinándolo.-
- Vos también… -Dio un dulce beso en mi cuello y se fue.-

Suspiré y me dejé caer en mi cama.



domingo, 24 de enero de 2016

No me olvides I.


Hacia dos días que habíamos llegado a Bariloche y yo no podía sacarme a ese maldito pendejo de la cabeza. Realmente era hermoso y sus ojos tenían algo que me atraía de verdad.

Nos estábamos preparando para la fiesta de disfraces y con mis amigas habíamos decidido vestirnos de Pin-Up. Yo tenía una pollera roja con lunares blancos, bien cortita claro está, junto con un top negro, un pañuelo atado en mi cabeza y unos tacos. Me maquillé los labios de rojo y me delineé los ojos.

Nos subimos al micro y allí estaba él, el coordinador más lindo de todos.

- ¿Podes dejar de mirarlo Paula? –Me preguntó quejándose Luli.-
- ¡Es que mira lo que es boluda! –Suspiré.-
- Es un coordinador, no se va a enganchar con una pendeja.
- Puedo hacer que se enganche.
- No te metas en quilombos.
- No puedo dejar de pensar en él.
- Calentate con otro Paula. ¡Dale!
-Reí.- No, lo quiero a él.
- ¿No vas a parar?
- Me conoces. –Dije mirándola.- Me queda una semana todavía.

Llegamos al boliche y esperé a que bajen todos, ya que siempre los coordinadores bajaban últimos. Caminé detrás de Pedro y posé mi mano en su hombro.

- Hola Pepe. –Dije susurrando en su oído.- ¿Solito?
- Paula, dale.
- ¡Hey! ¡Qué mal trato che!
-Rio.- Sabes que si nos ven juntos…
- En el boliche no nos va a ver nadie.
- No, porque no vamos a hacer nada.
- ¿Estás muy seguro?
- No puedo poner en riesgo mi trabajo Paula.
- ¿Eso quiere decir que te gusto? –Pregunté entusiasmada.-
- No importa eso.
- Sí, importa.

Pedro entró al boliche y yo lo seguí, al menos un chape le iba a robar aquella noche.

- No te me vas a escapar.
- Anda con tus amigas Paula.
- Quiero estar con vos.
- Está mal.
- ¿Qué está mal?
- Esto.
- Para mí está perfecto eh.
- ¡Dale Paula!
- ¿Tomamos algo?
- En serio…
- ¡Sí, en serio! –Él rio.- Solo un trago. ¿Qué tiene de malo? –Se quedó en silencio.- ¡Nada! Dale, si queres invito yo.

Pedí dos tragos y estábamos contra una columna, bastante alejados de todos. Tomé un poco del sorbete, mirándolo por arriba.

- ¿Qué pasa? –Le pregunté.-
- Nada.
- Dale, decime Pepe. –Dije acariciando su abdomen.-
- La manito Paula.
- Pau, podes decirme Pau.
- La manito Pau. –Dijo mientras yo la bajaba lentamente.-
- ¿Qué? ¿Qué tiene de malo? –Pregunté ya con mi mano en el lugar indicado.-
- Que no se puede.
- Somos dos chicos, es normal que nos excitemos un poco con otro…

Me acerqué a él, apoyándolo y empujándolo contra la columna.

- No podes negar que te gusto. –Le dije muy cerca de sus labios.-
- Si no me gustaras, sería todo más simple.
-Sonreí.- Dejate llevar un poquito.
- ¿A dónde?
- A mí.

Posicioné sus manos en mi cintura y yo lo abracé por el cuello, ejerciendo aún más presión entre nuestros cuerpos.

- Me la haces muy complicada Paula.
- Pau te dije. –Y marqué un chupón en su cuello.-
- Ufff, no podes más.
- ¿Con vos? ¡No!

Y sentí las manos de Pedro bajar hasta mi cola y presionarla, yo sonreí y le dije a su oído.

- Podes correr la tela de la pollera si queres. –Y mordí su oreja con fuerza.-
- Para un poco.
- No, no quiero parar.

Y las manos de Pedro hicieron lo que le pedí, suspiré en su oído y ya sentía su virilidad despertarse.

Su lengua pasó muy caliente por mi cuello y sonreí. Ya era mío. Bajé mis manos hasta su cola y la presioné con mis dedos.

- Para, en serio.

Pero, obvio que no le hice caso y lo besé sin pedirle permiso. Nuestras lenguas se encontraron en el camino y nos separamos solamente porque necesitábamos respirar.

- ¡No podes estar tan bueno nene! –Y volví a besarlo.-
- Esto está mal.
- Y eso me calienta más, mucho más.

Volví a besarlo y sus dientes mordieron mi labio inferior.

- ¿Queres jugar? –Reí.-
- Y… Vos ya me marcaste un chupón Paulita.

Corrí el pelo del lado derecho de mi cuello y estiré mi cabeza hacia el lado izquierdo.

- Quiero uno tuyo. –Dije pícara.-

Pedro se acercó a mí, subió con pequeños mordiscos desde mi hombro hasta mi cuello y allí marcó un chupón que me volvió loca.

Mordí mi labio mirándolo y le sonreí.

- ¿Viste que tenías que hacerme un poquito de caso?
- Esto está mal, de verdad. ¡Me llegan a agarrar y me matan!
- Yo te estoy matando. –Dije frotando mi intimidad con la suya.-
- Basta, en serio.
- Sh… Tranquilo hermoso.

Volví a besarlo y aumenté la intensidad de mis caderas.

- No vamos a garchar. –Me dijo muy serio.-
- Hoy con esto me conformo.
- Esto y solo esto.
- Te morís por estar conmigo, no me lo niegues.
- ¡Pero no se puede!
- Sí, si queremos… Se puede.
- No Paula.
-Lo besé.- Tu cuerpo no dice lo mismo.

Y en ese momento, comenzó a sonar una sirena en el boliche… Creí que era parte de la música, pero Pedro me tomó de la mano y me hizo salir de allí.

- ¿Qué pasa Pedro?
- Es una sirena de incendio.
- ¿Qué? –Pregunté asustada.-
- Veni, salgamos de acá.

Me abrazó por los hombros y sonreí, corrimos hacia uno de los micros y este de repente se llenó.

¡La puta madre! ¡Lo perdí de vista!

Me senté muy cómoda en uno de los asientos y suspiré.

- ¡Acá estabas Paula! –Dijo Luli.-
- No me retes.
- Me asusté, todos saliendo y no sabía donde estabas.
- Adivina con quien estaba.
- ¿Con Pedro? –Preguntó sorprendida.-
- Sí boluda, es un fuego.
- ¿Te lo garchaste?
- No, ojala.
- ¿Y qué entonces?
- Chapamos, nos calentamos un poco, que se yo.
- ¿Ese chupón es de él?
-Reí.- Sí.
- ¡Sos tremenda Paula!
- Te dije que lo voy a conseguir.
- No lo dudo. –Reímos y el micro arrancó.-

El incendio al final no había sido nada y me cagaron la noche. Eran las tres de la mañana y yo ya estaba por dormirme.

Subí mi mano hasta mi cuello y toqué el chupón que me había dejado, sonreí y sentí una sensación de electricidad en mi cuerpo.

No me iba a ir sin probar a ese pibe. Ya era un hecho.
 





miércoles, 20 de enero de 2016

Soledad.

Cuando miras a tu alrededor y aunque esté lleno de gente, te sentís sola. Cuando no hay nadie que te abrace, cuando nadie se preocupa por cómo estás… Cuando nadie se acuerda que ahí estás, mirando a la gente pasar. ¿Qué se siente? ¿Cómo se siente la soledad?

La soledad se siente ahí, en lo más profundo de uno. La soledad se siente tomándote el cuerpo y el alma, colándose en tus huesos y en tu mente. La soledad está ahí, siempre está y no, nunca te suelta.
La soledad es la única que nunca se olvida de vos.
Ella está siempre expectante, esperando el momento para atacar. Su momento preferido es la noche, pero puede hacerlo en cualquier otro momento del día. ¿Por qué? Porque la soledad siempre está.

Todos los días una se despierta con la ilusión de que aparezca alguien que irrumpa con nuestra soledad, de que en algún momento del día llegue ese mensaje, ese abrazo o esa palabra que nos haga sentir un poco menos solos… ¿Pero saben qué?
Nunca llega.

Todos los días empiezan igual, con una ilusión.

Y todos los días terminan igual, con la ilusión hecha pedazos.

Nos hacemos creer a nosotros mismos que somos autosuficientes, a nosotros mismos y a los demás… Preferimos gastar tiempo en hacernos creer que solas podemos antes que detenernos a pensar en esa soledad que nos rodea.

Ves como pasan las horas en el reloj y vos seguís ahí, sola. Tu única compañía es el ruido de la tele o un poco de música, claro para evadir el silencio.

Aún así, la noche y el silencio siempre llegan y como ya dije, la noche es el momento preferido de la soledad. Con la noche es imposible lidiar.

Nuestra cama sabe más que nadie de nuestra oscuridad, conoce nuestro
“Lado B” de memoria, sabe de nuestras angustias, de nuestros mambos y por sobre todo, sabe cuan solas nos sentimos.

Nuestra almohada ha sido capaz de soportar miles de lágrimas que la humedecieron y nos ha visto todas las mañanas borrar esas lágrimas y ponernos una sonrisa
(quien sabe cuan cierta) en nuestro rostro.

Nos miramos al espejo, nos acomodamos el pelo, quizás nos ponemos un poco de maquillaje y agarramos nuestras cosas para emprender aquel día lleno de ilusiones que ya sabemos, se romperán al caer la noche.

Esa cama, es la única testigo de todo.

Desayunas ese café cargado que, en teoría debería alivianarte las pocas horas de sueño que tuviste mientras revisas tu celular y tomas las fuerzas necesarias para salir de tu casa y arrancar el día.

Esas horas que pasas fuera de tu casa son las necesarias para darte cuenta de que esa soledad es real.

En esos momentos notas que todo lo que te rodea no forma parte de vos, que vos sos como una isla, justamente aislada de todos.
Una isla lejana, a la que nadie se acerca.

En los ratos libres agarras tu celular, te sentas a un costado y los miras… Miras como el resto se divierte, como el resto se quiere y como vos estás ahí, sola.
Sola como siempre.
Estar sola se convierte en algo de todos los días.

La música suena en esos auriculares que pobres, ya están hechos goma y la batería de tu celular se va consumiendo.

Los que estamos solos no hay nada que odiemos más que eso, si la batería termina de consumirse no tenemos con qué distraernos, con qué evadir esa maldita soledad.

Es que por lo general, nosotras las personas que estamos tan solas, en ese aparato electrónico tenemos acceso a lo más valioso:
a- Esa persona que la sociedad titula “ídolo” pero que en realidad, es mucho más. Es esa persona que sin saber si quiera que existimos, siempre nos hace sonreír, esa que nos mima sin saberlo. Ese “famoso” que de un día para el otro se hizo visible para nosotros y se convirtió en realmente un sostén, en una sonrisa en medio de las lágrimas.
Es esa persona que con solo verla un ratito en la tele o con leer un tweet es capaz de hacernos olvidar de toda la mierda que nos rodea. 
Esa persona, sin saberlo nunca, fue esa mano extendida en medio de la oscuridad. Fue esa posibilidad de volver a ver un poco de claridad y de sonreír.
Esa persona que sin importar si canta, baila, actua, conduce, hace videos, o lo que sea… Es esa persona la que nos hace felices todos los días y lo más curioso es que lo hace sin darse cuenta.

b- También ahí, en ese “aparatito electrónico que nunca dejamos” están esas personas que aunque estén a la distancia sentimos cerca, esas amigas que son más leales que las que vemos todos los días. Esas “Internet friends” que nos conocen de memoria y muchas veces, llegan a conocernos más que nosotras mismas. Esas amigas que conocimos gracias a nuestros ídolos, esas que por más que estén en la otra punta del mundo no cambiamos por nada.
Esas amigas con las que compartimos el día mediante un chat, a la que le contamos cada cosa que hacemos (incluso lo que vamos a comer o que materia estamos teniendo en ese momento). Esas amigas que conocen nuestro lado más oscuro, nuestras miserias y aún así, siguen ahí, firmes, abrazándonos a la distancia.
Esas amigas con las que tenemos un pacto: tarde o temprano vamos a darnos ese abrazo que tanta falta nos hace y tanto nos merecemos.

Por eso es que vivimos con ese celular en nuestras manos, por eso nuestros dedos viven escribiendo, porque en ese aparato electrónico, en esa batería y en esa señal de Internet se encuentran las personas que todos los días, al menos un poco, nos sacan de esa soledad.

Entonces ahí vamos, de acá para allá, acompañadas de nuestra soledad y de nuestro celular… Aquel que no solo un celular, sino el único acceso a ese mundo que por un rato, nos hace felices.




-
Bueno, hola... Acá una pequeña licencia de la autora de este blog, o sea yo... Necesité poner una angustia personal en algún lado y salió esto. Simplemente lo publico y lo comparto con ustedes porque siento que quizás, muchas puedan identificarse.

Ya sé que no tiene nada que ver con la temática del blog, pero repito: quería compartirlo. Si quieren comentar o no, esta vez está en ustedes. Es simplemente un gusto que quería darme.

Y nos leemos en el próximo corto.

Encuentros y desencuentros VIII.



“Gordo. ¿Podes ir a buscarme los análisis? No llego antes del laburo.”

“Dale, me queda a la vuelta de la facu.”

“Por eso te digo, gracias.”

“¿Nos vemos a la noche?”

“Por favor, ya te extraño… Todavía no me acostumbro a no verte todos los días.”

“Yo tampoco… Creo que deberíamos vivir juntos.”

“Jajajaja, si no me lo propones por WhatsApp podemos chararlo…”

“Ay, sos tan linda.”

“Vos sos lindo. Nos vemos a la noche. Te amo.”

“Nos vemos, te amo linda y que tengas un buen día.”

“Vos también mi amor.”

Sonreí y terminé de desayunar.

Había pasado un año desde aquella trágica pelea y aunque nos costaba, ya casi no peleábamos y estábamos cada día mejor. Nos amábamos y no había dudas de eso.

Yo estaba estudiando Medicina y ella había decidido comenzar a trabajar directamente en la empresa de su familia y había hecho algunos cursos de capacitación. Según sus planes, haría una carrera a distancia, pero por ahora estaba en eso.

Salí de mi casa y pasé previamente a buscar sus análisis y, aunque recién estaba en primer año, podía leer un análisis, asique salí del lugar y los abrí.

No podía creer lo que leía, claramente no lo podía creer… Sentía una felicidad enorme recorriéndome el cuerpo.

No sabía si llamarla, si ir a buscarla, si escribirle o qué hacer.
“Necesitamos vernos amor.”

“¿Qué pasa Pedro?”

“Pedí permiso y salí, es urgente.”

“¿Qué pasa? ¿Los análisis dieron mal?”

“¿Puedo ir a la empresa y nos vemos?”

“Me estás asustando.”

“No, no te asustes… Solo necesito verte.”

“Está bien, te espero.”

“Te amo. ¿Sabes?”

“Yo también te amo, pero me estás asustando. Apurate.”
Por suerte el colectivo vino rápido y en medio de las mil emociones que me recorrían el cuerpo en ese entonces me dirigí a la empresa.
“Estoy abajo amor. ¿En dónde estás?”

“Veni a mi oficina…”


Me dirigí a la oficina en donde ella trabajaba y ni bien la vi, la abracé llorando.

- Me estás asustando Pedro. ¿Tengo algo grave? –Dijo temblando.-
- No, no es nada grave. –La abracé más fuerte.-
- ¿Me podes decir qué pasa entonces? No entiendo nada.
- Veni, sentate. –Dije separándome de ella y la tomé por sus manos.-

Nos sentamos en un sillón que había allí y no sabía muy bien por dónde empezar.

- ¿Si te cuento una historia me vas a escuchar?
- Estás dando demasiadas vueltas y me pones nerviosa.
-La besé.- Vos escuchame.
-Suspiró.- Está bien…

Tomé aire y no sabía muy bien cómo empezar, me sentía abrumado.

- Una vez… Mi novia, el amor de mi vida. –Ella sonrió.- Me dijo que tenía un atraso y el mundo se me vino abajo, sentí como si todo se cayera sobre mí… Tuve miedo como nunca en mi vida, no quería que sea real porque me moría de miedo. Me moría de miedo de tener un hijo o de que exista esa posibilidad… Tenía miedo de que eso nos separara o arruinara el amor que nos teníamos y yo no podía imaginarme una vida sin ella, de hecho no puedo imaginarla.

Paula sonrió y acarició mi mejilla.

- Amo demasiado a esa mujer. –Pau sonrió y yo también le sonreí.- Por suerte, pudo y supo perdonarme… Yo sé que mi reacción fue la más horrible del universo y también sé que ella tenía tanto miedo como yo. Sé que ella se merecía un abrazo y no un grito.
- Pero eso ya pasó amor…
- ¿Me dejas terminar?
-Rio.- Sí, dale.

La tomé por la cintura e hice que se sentara sobre mis piernas. Necesitaba sentirla cerca. La abracé por la cintura y ella rodeó mi cuello con sus brazos.

- Si no dejas de dar vueltas se me va a salir el corazón por la boca Pedro.
-Reí y besé su mejilla.- Como te dije, amo a esa mujer y quiero todo con esa mujer… Todo.
- ¿Es por lo que te dije hoy en el wap?
-Reí.- No, aunque eso deberíamos ir hablándolo.
- No entiendo nada amor.
- Esa vez no quería que sea real y estaba muerto de miedo… -Hice una pausa y tomé aire.- Pero, esta vez es distinto.
- Amor… ¿Yo…?
- ¿Vos qué? –Pregunté con una sonrisa.-
- ¿Estoy embarazada? –Preguntó con una sonrisa y lágrimas en los ojos.-
- Sí mi amor, vamos a ser papás.
- ¿Me estás hablando en serio?
-Reí.- Es lo que dicen los resultados del análisis.

Paula me abrazó llorando y yo hice lo mismo.

- Ay, no lo puedo creer. –Dijo escondiendo su cara en mi hombro.-
-La abracé fuerte.- Yo tampoco, pero me hace muy feliz que así sea.
- Te juro que a mí también, pero no lo esperaba ni lo puedo creer. –Rio.-
- Te amo con locura mi amor. –Besé su mejilla.- Y amo que sea con vos.
- Te amo mi amor, tanto que no me entra en el cuerpo.

Reímos y nos separamos un poco para besarnos.

- No llores. –Dije secando sus lágrimas.-
-Rio.- Vos tampoco entonces. –E hizo lo mismo.-
- Diez semanas… -Dije tocando su vientre.-
- ¿Tanto? –Rio.-
- Sí…

Y ella llevó su mano también a su vientre. Nos sonreímos y nos damos un beso.

- Asique, ahora no se discute ni medio segundo el hecho de vivir juntos. –Besé su mejilla.- Los quiero tener cerca todo el tiempo.
- ¿Pero cómo vamos a hacer?
- Tu viejo me ofreció mil veces trabajar acá.
- ¿Y tu carrera?
- Si puedo la termino, sino…
- Pero…
- Mi sueño más grande es formar una familia con vos, el resto es secundario.
-Sonrió y me besó.- Te amo.
- Te amo. –Nos besamos y volvimos a abrazarnos.- No llores más, hey.
-Rio.- Vamos a tener un bebito.
-Besé su mejilla.- Es el principio de todo mi amor.
- Qué lindo suena.
- Vos sos linda.

Paula sonrió y pasamos un rato abrazados.

Cuando nos separamos le dí un beso en la panza y ella rio.

- Hola mi amor… -Susurré.- Hola bebé. –Volví a besar su panza.- Yo soy papá y estás en la panza de mamá… Y estamos los dos muy felices de que estés ahí. ¿Sabes?

La miré a Pau y ella sonreía llorando.

- Y mamá ahora está llorando.
-Rio.- Me pone la piel de gallina que digas papá y mamá.

Yo volví a su altura y la besé.

- Vamos a ser mamá y papá.
-Mordió su labio riendo.- Suena demasiado hermoso.
-La besé.- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por perdonarme aquella vez…
- Eso pasó hace mucho.
- Pero, si no me hubieses perdonado ahora no estaríamos viviendo esto.
- No puedo estar lejos tuyo. –Me besó.-
- Gracias.
- A vos mi amor. –Tomó mi mano y la llevó junto con la suya a su panza.- Es el mejor regalo que podías hacerme.
-Sonreí y la besé.- Gracias a vos, sos la mujer de mi vida.
- Te amo mi amor.
- Te amo.

Nos besamos y nos abrazábamos.

Aún no habíamos podido dejar de llorar.



-

Bueno, aquí el último capítulo de este corto y vengo a hacer el mismo pedido de siempre... COMENTEN POR FAVOR!


Espero que les haya gustado... ☺

Encuentros y desencuentros VII.


Había estado un rato con mis viejos y ya era tarde. Debía quedarme hasta el día siguiente y eso no me hacía demasiada gracia, más bien ninguna.

Había convencido a mis papás de que vuelvan a su casa porque no podían faltar a sus respectivos trabajos y me había quedado sola en la habitación.

No era una situación para nada agradable, sobre todo porque no sabía qué hacer con Pedro.

Me habían traído la cena y yo seguía allí, conectada a esa mierda y sintiéndome peor que nunca.

Sonó mi celular y me obligó a salir de mis pensamientos:
“¿Estás sola?”

“Sí, convencí a mis viejos de que se fueran.”

“¿Y puedo ir a hacerte compañía?”

“Mañana hay colegio.”

“No me importa mucho eh.”

“En serio…”

“En serio nada, voy a ir con vos.”

“No sé si tengo ganas de verte.”

“¿Seguís enojada?”

“Sí, perdón pero no lo puedo evitar.”

“Con más razón voy a ir, así hablamos.”

“¿Soy muy molesta si te pido que pases por mi casa y me traigas el cargador del celular?”

“Para nada, yo te lo llevo.”

“Gracias.”

“No hay nada que agradecer, llevo el cargador y un abrazo para vos.”

“Odio saber que vas a venir y me voy a desarmar.”

“Si necesitas hablar, lo vamos a hacer…”

“Te amo Pedro.”

“Y yo te amo a vos mi amor.”


Sonreí y dejé el celular. Eran las nueve y media de la noche y ya sabía que dormir esa noche iba a ser casi imposible.

Cuando entró a la habitación suspiré profundamente y dejé que me abrazara, lo necesitaba.

- Hola mi amor. –Susurró en mi oído.-
- Hola. –Dije aferrándome a él.-
- ¿Cómo estás? ¿Cómo te sentís?
- Como el orto. –Respondí con bronca.-

Pedro se separó un poco de mí y acomodó mi pelo que era un desastre.

- ¿Por qué? –Preguntó y me dio un beso.-
- Porque odio lo que me pasa y no tiene que ver con estar acá.
- Tiene que ver conmigo. ¿No?
- Sí. –Suspiré.-

Pedro se sentó a mi lado y yo tomé su mano.

- Yo te amo y eso lo sabes. –Él asintió.- Pero, lo que pasó me desilusionó demasiado y te juro que no puedo evitar el miedo, de todas las reacciones posibles que había imaginado… Nunca se me ocurrió esa. –Suspiré.- Me diste miedo y no me gusta sentir miedo cuando estoy con vos.
-Besó mi mano.- Nunca te haría nada malo.
- Me hiciste mierda.
- Lo sé y no te das una idea de lo que me arrepiento.

Cerré mis ojos y suspiré profundo.

- Quiero que me hagas dar cuenta de que no tengo que tener miedo.
- ¿Cómo?
-Lo miré.- Necesito que me cuides Pedro y no quiero que suene a reproche, es que soy tu novia y necesito sentirme protegida por vos… Y no te lo digo solo por lo que pasó, lo sabes muy bien.
- Sí. –Suspiró.- Lo sé.
- Yo te amo, pero no puedo seguir sufriendo por esto.
- Lo que menos quiero en el mundo es lastimarte.
- Entonces demostramelo.
- Perdón.
- ¿Te das cuenta que con un perdón no arreglas nada, no?
- Sí, pero en este momento es lo que me sale decirte.
- Yo prefiero que no digas nada y que me abraces.

Pedro se sentó a mi lado y me abrazó contra su pecho.

- Sé que sin vos no puedo, estoy dispuesto a seguir cambiando por vos.
-Dejé que algunas lágrimas llegaran a mis ojos.- Yo tampoco puedo sin vos, pero un día las oportunidades se van a terminar.
- Lo sé… -Besó mi cabeza.- Esto que pasó fue demasiado…
- Por eso te lo digo.
-Me abrazó más fuerte.- Quiero estar para siempre con vos.
- Yo también mi amor. –Hice una pausa.- Por eso necesito que me cuides… Así como creo que yo te cuido a vos.
- Vos me cuidas muchísimo.
- Todo lo que hago por vos no lo hago para recibir algo, lo hago porque te amo… Pero, me gustaría sentirme cuidada por vos.
- Vos cacheteame cuando me porte mal.
-Reí.- Lo hago.
-Acarició mi espalda.- Lo sé, pero seguí haciéndolo.
- Ojala algún día no tenga que cachetearte mas.
- Vas a ver que va a ser así.
- Confío en vos.
- Yo confío en que el amor que nos tenemos va a poder contra todo.
- Ojala sea así mi amor.
- Vas a ver que sí.
- No podría vivir sin estos abrazos.
- Te voy a abrazar toda la vida.
-Sonreí.- Muchas veces me dijeron que somos muy chicos como para pensar que vamos a pasar la vida juntos, pero te juro que lo siento así… A pesar de todo.
- Me encanta que nos pase lo mismo. –Besó mi frente.- Te amo más de lo que te imaginas.
- Te amo mi amor. –Le dí un beso en el brazo.-

Nos quedamos un rato en silencio, él me mimaba y era lo que necesitaba.

A pesar de todas las cagadas que se manda… Lo amo y no lo puedo evitar.

- ¿Por qué no dormís?
- Porque no quiero que te vayas.
- Pienso quedarme toda la noche con vos.
- No hace falta.
- Quiero cuidarte.
-Reí.- No me refiero a esto con que me cuides.
-Rio.- Lo sé, pero quiero quedarme con vos.
-Sonreí.- ¿Seguro?
- Sí, a parte así mañana te acompaño a tu casa.
- Bueno, gracias.
- Nada que agradecer.

Me senté y él me dio un beso.

- Dale, tenes que descansar y cuidarte… Si no era por el desmayo, no te enterabas.
- Sí, ya sé.

Pedro besó mi frente y volvió a la silla, yo me acomodé en la cama y él me tapó.

- Gracias.
- De nada mi amor. –Acarició mi pelo.- Descansa, dale.
- ¿Y vos?
- Duermo acá.
- Es incómodo.
- No importa.
- Pero…
-Me interrumpió.- Pero nada, dormí… Dale.
-Sonreí.- Te amo.
- Te amo hermosa. –Besó sentidamente mi frente y yo busqué su mano.- Descansa.

Me costó dormirme, pero sus mimos me ayudaron.

Al día siguiente, el médico me revisó y me firmó el alta. Salí con Pedro de la clínica, él me abrazaba por el costado.
Tomamos el colectivo juntos y fuimos a mi casa.

- Directo a la cama señorita.
-Reí.- ¿Ya?
- Sí, ya…
- ¿Y vos venís conmigo?
- Creo que nos merecemos dormir un rato juntos. ¿No?
-Sonreí.- Era justamente lo que quería.

Nos dimos un beso y fuimos hasta mi habitación, nos descalzamos y nos metimos en mi cama. Me abrazó contra su pecho y sonreí, sabía que estar así lo incomodaba.

- ¿Estás cómodo?
- Sí, me gusta tenerte cerquita.
-Sonreí y le dí un beso en el pecho.- Descansa que no dormiste nada.
- Vos también descansa mi amor. –Besó mi frente.-

Y al rato, nos quedamos dormidos.

martes, 19 de enero de 2016

Encuentros y desencuentros VI.


Entré en la clínica y busqué a la mamá de Paula.

- ¿Cómo está? –Le pregunté preocupado.-
- Bien, es anemia.
- ¿Por eso el atraso?
- Eso creen.

Me senté en una silla y suspiré.

- Capaz no tenga ganas de verme y vos tampoco.
-Se sentó a mi lado.- Mira Pedro, no reaccionaste bien… Pero, yo sé que son muy pendejos todavía, que pueden equivocarse y que incluso están en edad de hacerlo. –Hizo una pausa.- Ustedes se aman y se les nota en la mirada, yo no voy a hacer nada que influya entre ustedes.
-Sonreí.- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer, le haces muy bien a mi hija.
- Y ella me hace muy bien a mí.
- Entonces aflojala.
-Reí.- Eso trato.
- Ya van a volver a estar bien.
- Eso espero.
- ¡Si te tenes esa fe!
-Reí.- Tenes razón.

En ese momento se acercó un médico a darnos el parte. Tenía una anemia bastante avanzada, asique le inyectarían hierro.

- Entra vos Pedro.
- Prefiero que entres vos, no es momento de ponerla nerviosa.
- Le va a hacer bien verte.
- Pero…
- Aprovecha ahora que está pachucha.
-Reí.- ¿Segura?
- Sí Pepe, dale.
-Sonreí.- Gracias.
- No lo tenes que agradecer.

Entré en la habitación en donde estaba Paula, me acerqué a ella y me senté en una silla a su lado. Tomé su mano y le dí un beso.

Comenzó a moverse y acaricié su frente.

- Tranquila que no pasa nada. –Susurré.- No te pongas nerviosa.
- ¿Qué pasa?
- Te desmayaste… Estás en una clínica.

Ella abrió los ojos un poco confundida.

- Estás anémica y te están inyectando hierro. –Dije y apreté su mano.- Tranquila que no pasa nada.
-Suspiró.- ¿Qué haces acá?
- Me llamó tu vieja, si queres que me vaya me voy… No quiero que te pongas nerviosa.
- ¿Me desmayé?
- Sí, en tu casa.
- No me acuerdo.
- Tu mamá llamó a la ambulancia.
- Me siento muy mal.
- ¿Queres que llame a la enfermera?
- No, quiero dormir.
- Dormí entonces, tenes que quedarte acá, asique…

Besé su frente y me paré, quise irme pero ella tomó mi mano.

- No, no te vayas. –Dijo con sus ojos cerrados.- Quedate, por favor.

Sonreí y volví a sentarme.

- Me quedo hermosa.
-Sonrió.- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer y lo sabes muy bien.

Y comencé a acariciar su pelo.

- ¿Por la anemia tuve el atraso?
- Sí…
- Esto me pasa por colgada de mierda.
- Ya está, no pasa nada.
- Sí que pasa… Me pegué el susto de mi vida.
- Pero ya pasó, no te maquines.
- Y además, nosotros…
-La interrumpí.- No es momento de hablar, tenes que descansar.
- Pero…
- Dale. –Acaricié su mejilla con mi mano.- Dormí.
- ¿Te quedas?
- Sí, me quedo haciéndote mimitos.

Paula sonrió y yo comencé a mimarla.

- ¿Por qué no podes ser así de tierno siempre?
-Reí.- ¿No es un exceso?
- No, al menos para mí no.
- Perdón… Sé que muchas veces no te trato como te mereces.
-Suspiró.- Somos muy pendejos, pero eso no quita que no te ame con locura Pedro.
- Yo también te amo con locura.
- ¿Entonces por qué siempre peleamos?
- Me lo pregunto todo el tiempo.

Paula me miró y tomó mi mano fuerte.

- Quiero poder sacarme de la cabeza tus gritos.
- Perdón… -Dije con los ojos llenos de lágrimas.-
- No reacciones nunca más así.
- Te lo prometo. –Besé su frente.- Te lo prometo mi amor.
- Te desconocí.
- Yo me desconocí a mí mismo.
- ¿No te gustaría tener hijos?
- Sí, pero no ahora.
- Obvio que yo tampoco quiero hijos ahora, pero… No sé, con lo que me dijiste.
- Yo con vos quiero todo.
- ¿Y por qué reaccionaste así?
- De impulsivo.
- Tus impulsos me lastiman demasiado.
- Lo sé y me odio por eso.
- Yo sé que cambiaste mucho por mí…
- No, no cambié por vos. Cambié gracias a vos.
- Mmm…
- De verdad mi amor, yo estaba entrando en un lugar muy oscuro cuando te conocí.
- No vuelvas a eso… Y no te lo pido por mí, te lo pido por vos.
- Jamás volvería a eso.
- No te hablo de la noche, te hablo de lo que eras.
- Lo sé. –Suspiré.-
- Por favor. –Presionó mi mano.- Tenes que aprender a controlar tus impulsos.
- No sé cómo.
- Yo podría ayudarte.
- ¿No te cansas de hacer cosas por mí?
- No, aunque siga muerta de miedo y de dolor.
- ¿De qué tenes miedo?
- De que vuelvas a reaccionar así, si te alejas de mí me muero Pedro.
- Te prometo que no va a pasar más.

Paula se sentó en la cama y suspiró.

- ¿Me abrazas? –Preguntó con un hilo de voz.-
- Siempre mi amor.

La abracé y ella me abrazó con el brazo que tenía libre.

- Soñé que te ibas lejos y fue horrible. –Dijo en mi oído.-
- Eso no va a pasar, siempre que me dejes voy a estar cerca tuyo.
- Creo que fue cuando me desmayé. –Dijo un poco confundida.-
- No importa cuando fue, si sirvió para que nos estemos abrazando ahora.
-Rio.- Sos un tarado.
-Besé su mejilla.- ¿Me perdonas?
- No sé si puedo perdonarte todavía.

Se separó un poco de mí y se encogió de hombros.

- ¿Y entonces? –Pregunté.-
- No puedo perdonarte ahora, pero sé que en algún momento lo voy a hacer. –Suspiró.- Porque te amo y porque no soporto estar lejos tuyo. –Me besó.- ¡Pero llegas a volver a reaccionar así y te mato!
-Reí.- Ay, te amo tanto. –La besé.- Gracias.
- No me lo agradezcas y madura.
- Por vos haría cualquier cosa.
- Hacelo por vos, no por mí. Vas a ver que te vas a sentir mejor.
- Puede ser.
- No, no puede… ¡Es! –Reímos y nos dimos un beso.-

La abracé y besé su cuello.

- Me parece que vos tenes que descansar.
- ¿Te podes quedar conmigo?
- Siempre mi amor. –Me separé un poco de ella y la besé.-
- De verdad que la próxima te mato eh.
- No va a haber próxima.
-Sonrió.- Eso espero. –Y se acostó.- ¿Hasta cuándo tengo que quedarme acá?
- Mañana.
- Ufff, es mucho.
- Yo puedo quedarme a hacerte compañía si queres.
-Sonrió.- ¡Por favor!
- No me voy a mover de acá. –Besé su mejilla.- Dale, dormí.
- Aunque seas un pendejo, te amo. –Dijo con sus ojos cerrados.-
-Reí.- Te amo loquita hermosa.

Nos dimos un beso y Paula se acomodó, yo la mimé hasta que se quedó dormida.

lunes, 18 de enero de 2016

Encuentros y desencuentros V.


Llegué a la escuela con la ilusión de verla, pero no estaba.

Me senté solo porque no soportaba estar con nadie, no quería hablar, no quería hacer nada. Solo necesitaba que ella me perdone.

Cuando sonó el timbre del recreo, me acerqué a Tefi quien era amiga de los dos, pero era la mejor amiga de Paula. Tenía que saber algo.

- Tefi… -Dije acercándome a ella.-
- No Pedro. –Dijo frenándome.- No voy a decirte nada de Paula porque te fuiste al carajo con lo que le dijiste.
- Lo sé. –Suspiré.- Necesito hablar con ella.
- Yo no me voy a meter en el medio.
- Intenta convencerla de que hable conmigo.
- No Pedro, de verdad te lo estoy diciendo. –Hizo una pausa.- Te mandaste una muy grande esta vez.
- ¿Y qué tengo que hacer ahora?
- Remarla macho.

Y se fue.

Okei. Era hora de sacar los remos.

Sabía que había reaccionado de la peor manera, sabía que me había ido al carajo… Pero, también sabía que la amaba con locura y que no estaba dispuesto a perderla.

Revisé el WhatsApp y había tenido una conexión hacia algunos minutos, asique si le hablaba no la despertaría.
“Buen día, te voy a mandar un audio. Espero que, al menos, lo escuches.”
Y presioné el botón para grabarme:
“Te juro que no entiendo nada. No entiendo qué está pasando ni entiendo por qué reaccioné así. Lo único que sé es que soy un flor de pelotudo y que no puedo dejar de pensar en que volvería el tiempo atrás para cambiar ese grito por un abrazo.
Sabes muy bien que te amo, porque sé que lo sabes como yo sé también que vos me amas y por eso te pido que al menos podamos hablar cara a cara, por el amor que existe entre nosotros, por todo lo que pasamos juntos. No soportaría perderte mi amor, sabes muy bien que me salvaste de muchas cosas. Te amo.”


Lo envié, sequé mis lágrimas y suspiré.

No podía poner en palabras lo que Paula era para mí, sinceramente me había salvado de muchas cosas. Cuando nos conocimos yo estaba demasiado perdido, rodeado de gente tóxica… Y ella fue quien me mostró que había un camino más lindo.
“Me desilusionaste demasiado Pedro.”

“Lo sé, te desilusioné a vos y me desilusioné a mí mismo.”

“No sé si puedo hablar con vos, no quiero ser tan hiriente como vos lo fuiste conmigo.”

“Necesito verte mi amor.”

“¿Para qué?”

“Necesito decirte todo esto mirándote a los ojos.”

“¿Vos crees que eso va a cambiar algo?”

“Al menos lo intento.”

“Voy a estar sola en mi casa a la tarde.”

“¿Puedo ir?”

“Creo que sí… Yo también necesito hablar con vos.”

“Ahí voy a estar, gracias.”
Y no respondió más, al menos sabía que esta tarde la vería y sabía que la mañana se me iba a hacer eterna.

El trabajo que tenía que entregar nunca lo terminé y nunca lo entregué. Poco me importaba.

Falté al contra-turno y salí de la escuela.

“Falté a Gimnasia porque necesito verte. ¿Puedo ir ahora?”

“Sí.”


Emprendí el camino a su casa y toqué el timbre nervioso como pocas veces en mi vida.

Ella abrió la puerta y sin decir nada ingresó a su casa. Yo cerré la puerta y la seguí hasta su cuarto.

- Hola. –Dije.-
- Hola. –Respondió sin mirarme y se sentó en su cama con sus piernas cruzadas.- Te escucho. –Y por primera vez me miró.-
- ¿Puedo sentarme?

Paula asintió con su cabeza y me senté en la silla de su escritorio, frente a ella.

Quise tomar su mano, pero me lo impidió.

- No sé con qué cara pedirte perdón.
- No alcanza con un perdón.
- ¿Y qué tengo que hacer?
- No pienso perdonarte, te dije que vengas para que le demos un fin a esto.
- No, no voy a dejar que así sea.
- Me desilusionaste y me lastimaste demasiado, yo no quiero un hombre así conmigo.
- No entiendo por qué reaccioné así.
- ¿Importa que lo entiendas? Reaccionaste así y punto.
- Pero no es como pienso.
- Los dos sabemos que sos impulsivo, pero esto no fue un impulso. –Suspiró.- Estaba muerta de miedo y vos lo único que hiciste fue gritarme y maltratarme, que yo sepa se garcha de a dos.

Rasqué mi cabeza y me acerqué a ella, tomé su mano y la acaricié con mis dedos.

- ¿Y no puedo abrazarte ahora?

Ella negó con su cabeza.

- Por favor.
- No me hagas esto Pedro. –Dijo con lágrimas en los ojos.-
- Necesitamos darnos un abrazo.

Paula quiso alejarse, pero la abracé y dejé que se desarmara en mis brazos.

- No estoy dispuesto a perderte. –Dije abrazándola con fuerza.- Sé que hice algo horrible, entiendo que estés enojada y dolida, porque yo lo estoy conmigo mismo… Pero, no voy a dejar que algo nos separe.
- Vos hiciste que nos separemos.

Ella quise alejarse de mí, pero no la dejé.

- Nos amamos Paula.
- Me hiciste mierda.
- Perdón mi amor, perdón.
- Soltame Pedro, me estás haciendo peor.
- No seas así.

Se separó bruscamente de mí.

- ¡Vos no seas así! ¿No te das cuenta?
- No puedo sin vos.
- Lo hubieses pensando antes.
- No pensé cuando te traté así.
- Eso no te justifica.
- Lo sé…
- Ya está, esto no va para ningún lado.

Y aunque sabía que me iba a mandar a la mierda, la besé tomándola por la nuca.

- ¿Te das cuenta que lo que pasa entre nosotros no va a morir, no?
- Andate.
- No quiero mi amor.
- Deja de decirme mi amor.
- Es lo que sos.
- Dejame sola, me siento mal de verdad.
- ¿Qué te pasa?
- ¿De verdad me preguntas qué me pasa? ¿Me estás cargando?
- Estás muy pálida.
- Quiero dormir.
- No quiero dejarte así.
- Si te quedas me voy a poner peor.
- ¿Por qué no te acostas?
- Porque necesito que te vayas primero.

Besé su frente y acaricié su mejilla.

- Dale, acostate.
- ¿Me escuchas cuando te hablo?
- Sí.
- ¿Entonces por qué no te vas?
- ¿Y vos por qué no te acostas?

Ella no pudo evitar reírse y se acostó.

- Trata de descansar y tranquilizarte, conociéndote no dormiste en toda la noche. ¿O no?
- No, no dormí nada.
- Necesitas dormir, cuando te despiertes vas a estar más tranquila.
- Que esté más tranquila no quiere decir que vaya a perdonarte.
- Eso dejamelo a mí. –Besé su mejilla y ella suspiró.- Te dejo, voy a estar todo el tiempo con el celular cerca. –La tapé ya que su cama estaba desarmada.- Te amo. –Besé su frente y me fui.-

domingo, 17 de enero de 2016

Encuentros y desencuentros IV.


Era de noche y yo seguía en mi cama, sin decir ni hacer más que estar allí.

- Hija, está la comida.
- No quiero mami.

Mi mamá se acercó a mí y acarició mi pelo.

- ¿Qué pasa chiquita?
- Nada ma.
- Te conozco Pau.
- No pasa nada, solo me siento mal.
- ¿Te peleaste con Pedro? –Suspiré.- Siempre es lo mismo, después se arreglan…
- Esta vez es distinto.
- ¿Por qué?
- No importa por qué.
- ¿No queres hablar?
- No.
- ¿Y si te traigo algo de comer acá?
- No ma, gracias, pero no quiero.
- No puedo verte así hija.
-Sonreí, un poco.- Prefiero estar sola mami, de verdad.
- ¿Ni un té queres?
- Mmm….
- Dale, te traigo un té.
- Gracias mami.
- No me lo tenes que agradecer hija. –Ella me dio un beso en la frente y yo tomé su mano.-
- Tengo miedo ma.
- ¿De qué hija?
-Suspiré.- Papá no está. ¿No?
- No, tenía una cena con el laburo.

Yo me senté, más nerviosa que nunca y tapé mi cara con mis manos.

- No quiero que te enojes.
- ¿Qué es lo que pasa hija?
- Nunca tuve tanto miedo en mi vida. –Dije temblando.-

Mi mamá sacó las manos de mi cara y las tomó entre las suyas.

- Soy mamá, podes confiar en mí.
- Lo sé.
- Entonces contame.
- ¿No vas a enojarte?
- No hija.

Yo suspiré y cerré mis ojos.

- Tengo un atraso y te juro que no sé por qué. Nos cuidamos siempre. –Hice una pausa y sentí que mi cuerpo se aflojó.- No me animo a hacerme un test, no sé qué hacer mamá. –Dije ahogada en lágrimas.-

Mi mamá no reaccionaba y yo no me animaba a mirarla. Sentí que me abrazó y suspiré aliviada.

- Tenes que hacértelo hija, capaz sea una falsa alarma.
- ¿Y si no lo es?
- Y si no lo es… No lo es. –Besó mi mejilla.- Pero, tranquilizate. ¿Sí?
- Tenía miedo de que te enojes.
-Me abrazó más fuerte.- Mamá está con vos chiquita.
-Sonreí.- Gracias, de verdad.
- Sh…

Me quedé un rato en los brazos de mi mamá, tratando de tranquilizarme.

Me separé de ella sin decirle nada y me acerqué a mi ropero, saqué al test de allí y la miré a mi mamá.

- ¿Me acompañas?

Mi mamá se acercó a mí y secó mis lágrimas.

- Obvio hija. ¿Queres un poquito de agua primero?
- Sí, por favor.
- Esperame acá que ahora vengo.

Yo asentí y mi mamá fue a buscarme un vaso de agua, yo volví a sentarme en la cama y sequé mis lágrimas con los puños de mi buzo.

Tomé un poco de agua y mi mamá se sentó frente a mí.

- ¿Pedro lo sabe?
- Sí, y se enojó. Me trató horrible. –Suspiré.-
- ¿Por qué?
- Me dijo que ni loco tendría un hijo. –Cerré mis ojos.- Pero, quiero hacerme el test ahora.
- Está bien. –Secó mis lágrimas.- Veni…

Mi mamá agarró el test y me tomó de la mano. Fuimos juntas hasta el baño y yo no podía dejar de temblar.

- Tranquila hija, va a estar todo bien.
- Ojala. –Suspiré.-
- Yo te espero acá, dale.

Mi mamá besó mi frente y yo entré en el baño.

Salí peor de lo que entré.

Los minutos se hicieron eternos y yo caminaba de un lado al otro.

- Tranquila hija. –Dijo parándose frente a mí, impidiéndome el paso.- Si da positivo no es la muerte de nadie, más bien todo lo contrario… Y si da negativo, sigue todo como siempre.
- ¿Cómo haces para estar tranquila? ¿No te enoja?
- ¿Te olvidas que yo te tuve a los 20? –Negué con mi cabeza.- Estaba igual que vos, pero sos lo mejor que me pasó en la vida.
-Sonreí y la abracé.- Sos la mejor del mundo, te amo mami.
- Yo también te amo hija, muchísimo. –Besó mi mejilla.- Tranquila. ¿Sí?
- Eso intento. –Reí.-

Nos separamos y ella acomodó mi pelo detrás de mi oreja.

- Ya pasó el tiempo. ¿Entramos?
- Anda vos.
- Vamos juntas.
- No quiero ma.
- Dale hija. –Tomó mis manos.- Yo estoy con vos.
-Suspiré.- Me siento una nena.
- Sos mi nena. –Besó mi frente y yo sonreí.- Dale, veni…

Me abrazó por el costado y me hizo ir al baño.

- Miralo vos. –Dije con mis ojos cerrados.-
- ¿Segura?
- Sí y rápido porque me voy a morir.

Me apoyé contra la pared porque no podía mantenerme en pie y esperé a que mi mamá diga algo, sinceramente no podía hacer más que intentar respirar. Tenía el corazón en la boca, me temblaba el cuerpo y transpiraba demasiado.

Mi mamá tomó mi mano entre las suyas y suspiró.

- Tranquila chiquita, dio negativo.

Y suspiré como nunca en la vida. Dejé que mi cabeza se chocara contra la pared y abrí mis ojos, tratando de sacarme el susto de encima.

- Ya está, no pasa nada. –Dijo y me abrazó.- Tranquila, no tiembles.
- Gracias mami. –La abracé con fuerza.- No hubiese podido sola.
- Nunca vas a estar sola che.
- Te amo. –Dije ahogada en lágrimas.-
- Te amo mi chiquita.

Sonreí y dejé que mi mamá me abrazara, era lo que necesitaba.

- Lavate la cara que te espero en la cocina y comemos. ¿Queres?
- Mmm…
- Dale. –Se separó un poco de mí y secó mis lágrimas.-
- No sé si voy a comer mucho.
- Al menos un poco. Te espero. ¿Sí?

Yo asentí y mi mamá se fue. Hice un rodete con mi pelo y lavé varias veces mi cara.

Saqué el celular del bolsillo de mi buzo y le escribí a Pedro.
“Por si te importa, dio negativo, digo así no sentís que hay alguien que va a cagarte la vida.”

“¿Podemos vernos?”

“No Pedro.”

“¿No vas a ir a la escuela mañana?”

“No sé, no creo.”

“Necesito verte.”

“Yo no quiero.”

“Me fui al carajo.”

“Al menos te das cuenta.”

“De verdad, necesito verte.”

“No quiero hablar, solo te avisé porque me pareció que tenías que saber.”
 

Y apagué mi celular. No quería seguir hablando con él, menos en ese momento.




-

Este corto lo hice para dejar de hacer Pedros tiernos y comprensivos, soy sincera. Asique sí, es bastante forro.

sábado, 16 de enero de 2016

Encuentros y desencuentros III.


Salí de la casa de Paula completamente abrumado y hacia horas que no podía salir de ese estado.

Me daba cuenta que había reaccionado para la mierda, pero no lo había podido evitar y me odiaba por eso.

No podía dejar de llorar por varios motivos: me moría de miedo y me dolía haberla lastimado así.

Intenté mil veces comunicarme con ella, pero entendía que quizás no era el momento.

Mi hermana había llegado a mi casa y me encontró llorando en la habitación, la realidad era que necesitaba hablar con alguien y nadie mejor que con ella.

- Tranquilo Pepe. –Dijo Rochi a mi lado.-
- No puedo estar tranquilo.
- Reaccionaste como pudiste.
- Como el orto reaccioné.
-Suspiré.- No te castigues.
- No entiendo nada, no sé qué hacer.
- Primero tranquilizate, sino no vas a poder solucionar nada.
- ¿Y si está embarazada? ¿Qué hago?
- ¿De verdad no te harías cargo?
- Me da mucho miedo.
- ¡Pedro, no seas pelotudo! ¿De verdad le harías a tu hijo lo mismo que nos hicieron a nosotros?

Y que me pregunte eso fue como una daga en el pecho.

- No entiendo por qué reaccioné así. –Dije temblando.-

Mi hermana me abrazó y yo sentía que me desarmaba.

- ¿De verdad lo harías?
- No…
- ¿Y para qué la trataste así?
- De pelotudo que soy.
-Suspiró.- Deja de temblar.
- Tiene razón en haberme mandado a la mierda.

Rochi se separó un poco de mí y secó mis lágrimas.

- ¿Vos te das cuenta que siempre reaccionas como el orto, no? Ante cualquier situación.
- Sí, pero con ella de verdad que estoy cambiando.
- Lo sé, esa chica te hace muy bien. –Hizo una pausa.- Pero no podes seguir reaccionando como un nene siempre.
- Me cuesta mucho.
- Lo sé, porque a mí me pasa lo mismo… Vivimos a la defensiva porque no queremos que vuelvan a lastimarnos. –Asentí.- Bueno, pero no todas las personas son iguales y dudo muchísimo que Paula haga algo que te haga mal.
- Pero yo sí soy capaz de lastimarla. –Suspiré.-
- ¿Intentaste hablar con ella?
- Hablé, pero me mandó a la mierda.
- Tiene razón.
- Lo sé, pero no puedo volver el tiempo atrás.
- La vida sería muy simple si eso se pudiera. –Reímos.- ¿Queres que salgamos a caminar un rato?
-Sonreí.- Me conoces mucho pendeja.
- Dale, vamos. –Dijo parándose.-
- Bancame que voy al baño.
- Dale.
-Le dí un beso en la mejilla.- Gracias por estar siempre Ro, de verdad.

Nos abrazamos con fuerza y suspiramos a la par.

- Haría cualquier cosa por vos hermanito.
-Sonreí.- Sabes que yo también por vos. Te adoro.
- Y yo a vos Pepe. –Se separó un poco de mí.- Por eso te reto.
-Reí.- Lo sé. Voy al baño y salimos, necesito seguir charlando pero no acá.
- Te espero.

Nosotros éramos hermanos de sangre y nos había adoptado la misma familia. Era un año y medio más grande que yo y la amaba con locura.

Estábamos en la misma plaza de siempre, caminando alrededor de la misma.

- No puedo imaginarme con un hijo.
- Capaz sea otra cosa.
- ¿Qué otra cosa?
- Nervios, stress, algo médico… El cuerpo de una mujer no es matemático.
- Estoy cagado en las patas.

Mi hermana me abrazó por el costado y apoyó su mejilla en mi hombro.

- Tranquilo, va a estar todo bien.
- En este momento está todo como el orto.
- Lo sé, pero confía.
- ¿En qué confío? ¿En lo idiota que soy?
- No nene, confía en que se aman.

Yo suspiré y seguí caminando con mi hermana.

-

Mi vieja salió a hacer compras y yo aproveché para ir a una farmacia, al menos para tener un test en mi casa.

Lo escondí entre mi ropa y lo dejé allí. No me animaba a hacérmelo y me sentía una pelotuda. Tampoco me animaba a hablar con nadie y me odiaba por eso. Necesitaba un abrazo, más que nunca.
“Gorda… ¿Salimos esta noche con los chicos?”

“No me siento muy bien Tef.”

“¿Pasa algo?”

“No, nada…”

“Te conozco, es raro que te niegues a una salida.”

“Me peleé con Pedro y esta vez no es una gilada.”

“¿Qué pasó?”

“No importa gorda.”

“Sí, importa.”

“No tengo muchas ganas de hablar.”

“¿Estás en la cama llorando, no?”

“Me conoces eh.”

“¿Queres que vaya un rato?”

“No, no hace falta.”

“Dale, así no estás sola.”

“Seguro me quede dormida.”

“Estoy saliendo para allá, no te vas a negar a abrirme.”

“Jajajaj, sos tremenda. Gracias.”

“¿Qué agradeces boluda?”

Yo reí y la esperé.

- ¿Me contas que pasó?
- ¿Me prometes que no se lo contas a nadie?
- Obvio nena, soy una tumba.
- En serio te lo digo Tef.
- Te lo prometo boluda. Sabes que podes confiar en mí.
-Suspiré.- Tengo un atraso.
- ¿Qué?
- Eso boluda.
- ¿Estás segura?
- Sí nena, no me viene.
- ¿Y te hiciste un test?
- No me animo.
- No seas boluda, hacetelo y te sacas la duda.
- ¿Y si da positivo?
- ¿Y si da negativo?
-Suspiré.- No sé…
- ¿Por esto te peleaste con Pedro?
- Reaccionó horrible, lo desconocí. –Hice una pausa.- Me dijo que un hijo le arruinaría la vida, justamente él que tanto sufrió y sufre. Me quedé helada.
- Bueno, capaz reaccionó así porque no supo que hacer.
- Te juro que con un abrazo me conformaba.
- ¿Y si te abrazo yo?
- Ay, por favor.

Tefi me abrazó y acarició mi espalda.

- Tranquila amiguita.
- Me muero de miedo.
- Con el miedo no vas a llegar a ningún lado. Dale, hacete el test… Yo me quedo con vos.
- No, ahora no. –Sentencié.-
- ¿Y cuándo?
- No sé. –Suspiré.-

Ella se separó un poco de mí y tomó mis manos.

- Dale gorda…
- No me animo.
- Pero…
- Prefiero quedarme sola.
- No quiero dejarte así.
- Te prometo que si necesito algo, te aviso.
- ¿Te vas a hacer el test?