viernes, 29 de abril de 2016

Tiempo.

¿Existe algo más relativo que el tiempo? Yo creo que no. Lo que sí creo, es que lo percibimos según las emociones.

Una clase teórica de un tema que no nos importa es eterna. Una charla con nuestra mejor amiga, se pasa enseguida.

Lo que para mí se pasa en un suspiro para vos puede ser una eternidad y viceversa.

Para alguien que está feliz, un año puede pasar volando... Para quien está triste, un año puede ser mucho más que una eternidad.

La tristeza hacen que el tiempo sea eterno. Extrañar hace que los segundos parezcan horas. 


Sentir la angustia en cada parte del cuerpo convierte al tiempo en una agonía.

Me cuesta entender cómo es que si el tiempo siempre dura lo mismo, podamos percibirlo de maneras tan diferentes.

Desde ese día... El tiempo es eterno.

- ¿No hay vuelta atrás? -Le pregunté en medio de un llanto que me impedía respirar.-
- No, no insistas Paula.
- ¿Por qué Pedro? ¿Por qué? -Grité llena de bronca.-
- No quiero decirte cosas que te hieran.
- ¿Y vos crees que dejarme no es herirme?
- No quiero herirte más.
- ¡Necesito entender Pedro!
- Lo mejor es separarnos, que cada uno siga su camino.
- ¿Lo mejor para quién? Quizás para vos, porque para mí no. ¡Yo te amo Pedro! ¿Lo entendes a eso?
- Bueno.
- ¿Bueno qué nene? -Y la bronca aumentaba con el correr de los segundos.- 


También es muy loco como una emoción puede tomarnos el cuerpo en menos de un segundo.

Podemos pasar de la alegría a la tristeza en una décima de segundo y también al reves. Ahí no importa el tiempo, solo importa lo que te pasa.

Y eso que te pase va a interferir en la sensación que tengas del tiempo, porque como ya dije, si estás feliz el tiempo se te escurre entre los dedos, ahora si estás triste, las agujas del reloj parecen estar pesadas. ¡No se mueven!


- ¡No importa Paula!
- ¡Necesito saber! ¡Necesito entender!
- No te amo más, es eso...

Y me lo dijo así, sin ni siquiera un poco de dolor en su mirada. 


- ¿Hice algo mal Pedro? ¡No entiendo!
- No, no es culpa tuya.
- ¿Qué? ¿Conociste a otra?
- No, no te enrosques.

La verdad es que en ese momento me desconocía y el vaso de agua que tenía sobre la mesita ratona, lo tiré contra el piso haciendo que el vidrio se estallara y tomé uno de los trozos más grandes.

Las lágrimas brotaban sin piedad de mis ojos.

La angustia y la bronca en el pecho no me dejaban respirar.

El cuerpo me temblaba. Veía nublado.

- ¿Tan mierda sos nene? ¿Tan poco te importo? ¿Tanto me usaste?
- ¿Podes calmarte un poco Paula?
- ¡No!

Grité y golpeé con la pared con mi mano, en la que tenía el vidrio.

No sé cuántos cortes me hice al presionarlo dentro de mi mano para formar el puño y luego golpeando la pared, pero mi mano era un río de sangre.

Pedro se quedó mirándome unos segundos y cuando reaccionó, buscó un repasador de la cocina e intentó vendar mi mano.

Sin decir nada, me sacó del departamento tomándome de los hombros y me llevó a un hospital.

Capaz, muy en el fondo, un poco de lástima por mí le quedaba.

Me curaron la mano y me dieron un tranquilizante por suero, también durmieron mi mano con anestesia para poder coserme y como estaba con una crisis nerviosa, iban a dejarme internada hasta el día siguiente.


Después de un par de horas, en las que había logrado tranquilizarme con la ayuda de todo lo que tenía el suero, Pedro ingresó en la habitación y nuevamente mi cuerpo enloqueció.

- ¡Andate Pedro! -Dije agitada.-
- Necesito hablar.
- Y yo necesito que te vayas. -Dije tratando de evitar su mirada.- ¡Por favor!
- Pau...
- ¡Andate! -Le grité y lo miré por primera vez.-

Él asintió con lágrimas en los ojos y se fue de la habitación.

¿Yo? Largué a llorarme otra vez, como una nena... Acababa de terminarse lo que me mantenía viva.

Y es desde ese momento que el tiempo se me hace eterno. Las horas no pasan nunca y los días son agobiantes.

Esa fue la última vez, justamente un año atrás y todavía no había podido aprender a vivir sin él.


Todavía lloraba todas las noches extrañándolo. Todavía tomaba anti-depresivos y ansiolíticos para intentar sobre llevar el día a día. Las cicatrices en mi mano me lo recordaban todo el tiempo, ese tiempo tan eterno.

Para él solo fue un "no te amo más" pero, para mí, fue el derrumbe de un edificio sobre mí y no... Todavía no había podido salir de los escombros. 

-

Pasada fugaz por aquí. Sinceramente, no sé de donde salió esta historia, pero espero que les guste y que comenten si quieren que el blog siga activo. Si comentan, a fines de la semana que viene (cuando termino de rendir parciales) subo un corto de 7 capítulos.☺

viernes, 22 de abril de 2016

Desequilibrio.

Caminaba de un lado al otro, temblando y con la cajita vacía en mi mano.

Pensaba y estaba segura de que en ese último tiempo solo había estado con ese chico, aquella vez que estábamos bastante pasaditos de alcohol.

Suspiré antes de ingresar al baño y al ver el test tan nítido me sostuve con la pared para no caerme al suelo.

¿Positivo? ¡Positivo y de un tipo que vi un par de veces en mi vida!

Sí, me gusta y siempre me gustó... Por eso esa noche estuve con él, para sacarme las ganas, pero claro estábamos tan en pedo que lo hicimos sin forro.

¡La puta madre! Pensé y me largué a llorar, llamé por teléfono a Male y le rogué que viniera a mi casa.

- ¿Qué pasa Paula?
- Esto pasa. -Dije mostrándole el test.-
- ¿De quién?
- Pedro.
- ¿No tenes dudas?
- No estuve con nadie más.
- ¿Segura?
- Sí boluda.
- Tenes que decírselo.
- Para que pueda procesarlo yo primero.
- Procesenlo juntos.
- Es un pibe que me calienta, nada más. -Suspiré.- Es cualquier cosa esto.
- ¿Queres que lo llame?
- ¡No! Te llamé para tratar de tranquilizarme, no para que me pongas más nerviosa.
- Bueno, pero para un poco, porque negarlo no sirve de nada.
- No lo estoy negando.
- Pedro tiene que saberlo.
- Más adelante.

¿Más adelante? Esa misma noche estaba en su casa, con una crisis de llanto que no podía controlar.

En realidad, nunca me podía controlar. Desde los 15 años (o sea hace 10) que vivo con unos cambios de estado anímico constantes, tomo pastillas de todo tipo y color, pero aún así cuando la situación me supera no sirven de nada. Tomo anti depresivos, ansiolíticos, tranquilizantes y demás.

No, no era una mujer normal, más bien todo lo contrario. Vivía con un desequilibrio constante.

No, no podía tener un hijo siendo así.

Y allí estaba, tocando desesperadamente el timbre de la casa de Pedro. ¿Quién era Pedro? Un compañero de la facultad, que resultó ser amigo de Male... Pero, solo eso. Sí, siempre me había encantado, pero nada más. Además, yo no podía enamorarme de nadie, no sabía cómo hacerlo y mucho menos alguien podía enamorarse de esta mierda que intento ser.

Pedro abrió la puerta y sin decirle nada, entré en su casa. Él cerró la puerta y me miró.

- ¿Qué pasa Pau? -Preguntó con una calma que me ponía aún más nerviosa.-
- Necesito decirte algo.
- Primero tranquilizate un poco. -Dijo posando su mano en mi brazo.-
- No puedo.
- ¿Queres un poco de agua?
- Estoy embarazada y es tuyo.
- ¿Eh? ¿Qué decís?
- Lo que es.
- No, no puede ser.
- Ojala, pero es Pedro.
- ¿Y estás segura de que es mío?
- No estuve con nadie más, te lo juro.
-Suspiró.- Bueno, para, tranquilizate un poco.
- No pensaba decírtelo tan pronto, pero me salió venir. -Le dije secando mis lágrimas.-
- ¿Cuándo te enteraste?
- Hoy me hice el test.
- ¿Y no fuiste al médico, no?
- Apenas puedo mantenerme de pie.

Pedro me abrazó e internamente se lo agradecí.

- Tranquila. -Dijo acariciando mi espalda.-
- No puedo estar tranquila.
- Pero no te sirve de nada ponerte así.
- Es que vos no sabes nada de mí, yo no puedo hacerme cargo de un bebé... Con demasiada voluntad y ayuda, con viento a favor, puedo hacerme cargo del desequilibrio emocional que soy.

Me separé un poco de él.

- Mejor me voy.
- No Pau, mira como estás. -Secó mis lágrimas.- Además, es muy tarde.
- Me voy a ir igual.
- ¿No me aceptas ni un poco de agua?

Y al final no sé como pasó, pero me quedé dormida en su casa, aunque no volvimos a tocar el tema.

Me desperté al día siguiente y luego de mandarle un mensaje a Male, estaba decidida a hacerlo.

Caminé en medio de un llanto que me ahogaba y temblando de pies a cabeza, a lo que me pasaba había que sumarle que la noche anterior no había tomado mi medicación.

Caminé, caminé y caminé. Me sentía mareada y mi celular no dejaba de sonar, de no ser que la plata no me sobraba, lo hubiese tirado abajo de un auto.

Seguí caminando tratando de evadir esa maldita canción que tenía de ringtone y frené en un kiosko a comprarme una gaseosa porque de verdad sentía que me caía redonda al piso, mientras esperaba el vuelto silencié el celular y continué caminando.

(No, no me había dado cuenta que era tan lejos)

Aún así, continué caminando hasta que por fin llegué. Temblaba cada vez más, no sabía ni como me llamaba en aquel entonces.

Revoleé la gaseosa vacía a la calle y un auto la pasó por encima, destruyéndola.

"Lo voy a hacer, esto es un error Male."

Y cuando estaba guardando el celular en mi bolsillo, sentí una mano en mi brazo.

- Llevate todo flaco. -Le dije pensando que me iba a robar.-
- Soy yo Paula.

¿Pedro? ¿Qué? ¿Qué hacía acá?

- ¡Dejame Pedro! -Le dije tratando de evadirlo.-
- No, vos te venís conmigo.

Me hizo caminar con él hasta su auto e ingresamos allí.

- ¿Qué ibas a hacer Paula?
- No me hagas decirlo.
- ¿Qué ibas a hacer Paula? -Repitió.-
- Sacármelo.
- ¿Abortar?
- Sí. -Dije tapando mi cara con mis manos.-
- ¿Por qué Paula? -Me preguntó con lágrimas en los ojos.-
- Porque no puedo.
- ¿Por qué no podes?
- Basta.
- Ya lo sé igual, solo pretendo que seas sincera.
- ¿Cómo lo sabes?
- Male me avisó y me contó muy por encima, sino no te estaría tratando con tanta calma.
- Tengo un desequilibrio anímico desde los 15 años.
- ¿Debido a?
- Cuando descubrí que mi vieja tenía un amante empezó todo. Vivo empastillada Pedro. ¡No puedo tener un hijo! Encima con vos que todo bien, pero casi ni nos conocemos.

Pedro me abrazó y besó dulcemente mi cuello.

- Tranquilizate Pau.
- Me siento flotando en el medio del vacío.
- No estás sola.
- Casi no nos conocemos Pedro.

Se separó un poco de mí y secó mis lágrimas con sus dedos.

- Pero, podemos conocernos... Como papás de un bebé, como amigos, como una mujer y un hombre y... ¿Quién te dice nos terminamos enamorando? -Reí.- Tranquila. -Besó sentidamente mi frente.-
- ¿Enamorarnos?
- ¿Quién te dice?
- Dudo que alguien pueda enamorarse de este desequilibrio andante que soy.
- Yo te considero una persona muy linda.
- No me conoces.
- Pero te digo que quiero conocerte.

Yo sonreí y se hizo un silencio

- ¿Te puedo invitar a desayunar?
- Mmm... Sí, podes.
- Entonces te invito.

Nos pusimos los cinturones de seguridad y Pedro arrancó el auto.

Fuimos hasta su casa y allí desayunamos al lado del ventanal, eso me había tranquilizado bastante.

Pedro tomó mis manos y dio un beso en cada una de ellas.

- Vamos a poder, te lo prometo.
- No puedo equilibrarme sin pastillas.
- Yo sé que podes.
- Voy a ser siempre un desequilibrio.
- No estés tan segura de eso, dale.

Se acercó a mí y me refugié en sus brazos.





-





Un corto que escribí en el verano y me gusta mucho, espero que a ustedes también. ♥

lunes, 18 de abril de 2016

Coincidir.

Salió de aquel departamento con una furia que sinceramente desconocía en ella. Antes de hacerlo, revoleó su juego de llaves sobre la mesa ratona de vidrio. La mesa no se rompió de casualidad, simplemente.

Quería romper cualquier cosa que se le cruzara. Quería romperlo a él.

Pegó un portazo que posiblemente haya retumbado en todo el edificio y decidió bajar por las escaleras, corriendo… Tratando de desquitarse, al menos un poco.

Ya en la vereda, miró llena de bronca el edificio y especialmente aquel balcón.

“No vas a volver a entrar, nunca más.” Se dijo a sí misma.

Comenzó a caminar (o a correr) en ninguna dirección. Solo necesitaba que su cabeza no estallara en mil pedazos.

Fueron varias cuadras, no las contó. Llegó a una plaza y se dejó caer en un banco, el lugar estaba lleno de gente, pero la realidad era que eso no le importaba demasiado y tampoco les estaba prestando atención.

Se sentía aislada.

Y ahí estaba, con sus calzas negras y sus zapatillas deportivas. Un buzo violeta largo y ancho, con sus manos sostenía los puños. Notó que su maquillaje estaba corrido al secarse sus lágrimas con aquellos. En su pelo tenía un rodete, o al menos eso tenía antes de salir. Quizás ahora era otra cosa.

Él, salió de aquel edificio con una decepción y un odio hacia sí mismo que nunca había creído posible.

Lo que siempre tanto había temido estaba sucediéndole y era mucho peor de lo que había podido imaginar, incluso en sus peores noches.

De alguna manera lo presentía, digamos que siempre había tenido esa particularidad de poder percibir algunas cosas del futuro… Como si fuera un sentimiento muy fuerte en su pecho que no podía negar aunque quisiera.

Había que empezar todo de cero. Otra maldita vez.

Pasó por un kiosko a comprarse un atado de cigarrillos. Hacia mucho no fumaba, pero en ese momento lo necesitaba. Cuando quiso prenderse el primero notó que no tenía encendedor, asique se compró uno en el siguiente kiosko y por fin pudo volver a sentir ese humo recorriendo su cuerpo.

Ese humo que podía calmarlo, al menos un poco.

Caminó desganado y sin rumbo mientras disfrutaba de aquel grandioso humo.

Dio varias vueltas por la ciudad mientras continuaba fumando uno a uno los cigarros.

Estaba cansado, asique decidió frenar en una plaza. Se paró a un costado, contra un poste y visualizó el lugar.

Siempre le había parecido increíble como cada uno vivía en su mundo llevándose por delante a todo y a todos.

El egoísmo humano era demasiado.

Vio a una chica sentada en un banco, con sus piernas cruzadas sobre él y aunque estaba lejos, la notaba llorar. Se acercó lentamente hasta quedar delante de ella.

- ¿Un pañuelo o un pucho? ¿Qué preferís?

La chica rio un poco y levantó su mirada hacia él.

- No hace falta, no te preocupes.
- Estás llorando.
- Sí. ¿Y?
- ¿No puedo preocuparme?
- Mmm… No me conoces.
- ¿Y eso qué tiene que ver?
- Le importo poco a los que me conocen, no me quiero imaginar a vos.
- Pensar así es un error. ¿Te puedo ayudar en algo?
- Un pucho.
- Toma, el último. –Dijo dándoselo.-
- Si es el último, no.
- Me acabo de fumar todo el resto, agarralo, dale.
-Sonrió.- Bueno, gracias.

Ella agarró el cigarrillo y él lo encendió.

- ¿Puedo?
- Sí, sentate. –Y probó el cigarrillo por primera vez.-
-Se sentó a su lado.- ¿Cómo te llamas?
- Paula. ¿Vos?
- Pedro.

Se hizo un silencio y Paula dio la segunda pitada de su cigarrillo.

- ¿Se puede saber por qué lloras?
- Digamos que me acaban de dejar después de casi 4 años de relación con quién creí que era el amor de mi vida.
- Ufff, heavy.
- Nunca creí que iba a pasarme.
- ¿Te puedo dar una simple opinión?
- Sí.
- Si las cosas no tiene que ser, no son… Y eso no es algo que uno pueda cambiar, muchas personas se van y otras vienen, la vida es así. Algunos dejan cosas lindas, otros cosas feas, pero todo es enseñanza.
- ¿Decís?
- Eso me gusta creer.
- No lo sé.

Paula se encogió de hombros y se hizo un silencio entre ambos.

- Vos tampoco estás bien. ¿No?
- Acaban de echarme por tercera vez del trabajo.
- ¿A qué te dedicas?
- Se supone que soy diseñador de interiores, pero empiezo a aceptar que no sirvo para esto.
- ¿Por qué? No digas eso.
- Es la tercera vez que me echan.
- Quizás porque no conocieron tu potencial.
- No creo tener potencial.
- Todos tenemos un potencial para algo, y ese algo es lo que nos gusta.
- ¿Y a vos? ¿Qué te gusta?
- En este momento me encantaría dejar de llorar.

Tiró el resto de su cigarrillo a la vereda y lo apagó con su pie.

- ¿Puedo hacer algo para que te tranquilices un poco?
- ¿Algo como qué?
- ¿Puedo?
- Mmm… Sí, pareces bueno.

Los dos rieron tímidamente y Pedro se acercó a ella para abrazarla.

- Gracias. –Susurró ella.-
- Nada que agradecer, abrazar siempre hace bien.
- Nunca creí que un desconocido podía acercarse y preocuparse por mí.
- Que feo prejuicio.
- ¿No crees que la gran mayoría somos así?
- Sí, pero la gran mayoría no son todos.
- En eso tenes razón.

Se quedaron en silencio y abrazándose durante varios minutos, o al menos eso fue lo que percibieron ellos.

- Gracias. –Dijo Paula separándose un poco de él.-
- Nada que agradecer Paula.

Y aunque quizás era un poco desubicado, él se animó a secar las lágrimas de aquella chica con sus dedos.

Paula tomó las manos de él y entrelazaron sus dedos, sin darse cuenta.

- ¿Es la primera vez que alguien se va de tu vida?
- No. –Respondió ella.-
- ¿Y nunca te diste cuenta de que siempre que se va alguien llega otro?
- Mmm…

Paula se detuvo algunos segundos y recordó algo que le había dolido demasiado. Hacia dos años se había peleado demasiado fuerte con su mejor amiga de toda la vida, a la
que consideraba su hermana y sabía muy bien que no había vuelta atrás…

Y ahí pudo notar que justo en aquel momento cuando aquella amiga se había ido, había llegado a su vida alguien demasiado importante. Al entrar en la universidad conoció a Malu (como ella la apodaba) y realmente la sorprendía como se habían hecho tan cercenas en tan poco tiempo. Sinceramente nunca ninguna de sus amigas la había conocido ni bancado tanto.

Quizás no era tan errada aquella frase que decía que… “Un clavo saca otro clavo.”

- Ahora que lo pienso, tenes razón. –Dijo ella.-
- ¿Sí?
- Sí. –Sonrió.-

Él volvió a secar sus lágrimas, acariciando suavemente sus mejillas.

Se acercaron lentamente (muy lentamente quizás) hasta que por fin la distancia que había entre sus labios se acortó por completo.

Era bastante loco como hasta hacia algunos minutos los dos tenían la necesidad de destruir al mundo para poder desquitar tanta bronca e impotencia… Y como ahora los dos se habían tranquilizado tanto.

La vida a veces es demasiado rara.

¿Nunca se pusieron a pensar que quizás si no coincidían en ese momento exacto con esa persona ahora las cosas serían distintas?

¿Nunca pensaron cómo serían sus vidas si hubiesen nacido a algunos kilómetros de donde lo hicieron?

¿Hubieran conocido a las mismas personas?

¿Ustedes serían las mismas personas?



-



¡Hola! Otra historia cortita, prometo que cuando pase la primer etapa de parciales subo una historia más larga. Espero que les guste y comenten.



- Si quieren sumarse a la lista para recibir los links de todo lo que subo, solamente tienen que avisarme acá dejándome su usuario de twitter, o en @fanfictionpyp 😊

miércoles, 13 de abril de 2016

Él.


Desde chica que estaba acostumbrada a pasar mi vida entre psicólogos, psiquiatras y médicos de varias ramas. Durante años me sometí a diversos estudios hasta que por fin dieron con mi diagnostico.

(Tardaron demasiado muchachos)

La cuestión era que tenía diversas trabas psicológicas que me impedían desarrollarme en ámbitos sociales como cualquier otra persona. Mientras estaba encerrada en las cuatro paredes de mi habitación, era feliz. El problema comenzaba cuando tenía que estar en algún ámbito con otras personas.

La escuela fue el calvario más sangriento de todos para mí. Ir todos los días a un lugar lleno de gente me asfixiaba. Le tenía fobia a la gente, fobia a compartir un aula con tantos chicos, y sobre todo a tener que hablar en público. Claro que mis maestros y profesores sabían de lo que me pasaba, pero algunas veces no podía zafar.

Volver a mi casa y encerrarme en mi pieza era mi paraíso cotidiano. Allí, con mi música, mis libros y mis dibujos. Amo dibujar, es lo único que me frena la cabeza, es la única manera que encontré de dejarme fluir. Como si dibujar me permitiera poner en claro mis pensamientos.

Tenía guardadas infinitas carpetas con diversos dibujos. Algunas carpetas llevaban nombres de sentimientos, otras de personas.

Hacia 2 años que había terminado el secundario y que literalmente no salía de mi casa, a excepción de mis sesiones de terapia.

Claro que estaba medicada, pero no sé si eso servía de mucho.

El único momento en el que sentí estar mejor fue en los dos últimos años de la escuela, no por la escuela en sí, porque como dije eso para mí y mi condición era un calvario, sino por otro motivo. En ese tiempo había estado de novia por primera y única vez, había descubierto una parte de mí que no conocía y que me encantaba. Nunca había creído que alguna vez iba a poder sentirme amada, que iba a poder sentirme la mujer de alguien… Pero, como todo lo lindo en mi vida, se terminó.

Teníamos la misma edad, pero íbamos a escuelas distintas. Nos habíamos conocido en un evento intercolegial al que fui obligada.

Al terminar el secundario, él debió viajar al exterior y allí quedó todo.

Hacia más de dos años que no sabía nada de él y para ser sincera, aún no había podido olvidarlo. Sí había aprendido a vivir sin él, pero olvidarlo… No, ya lo creía (casi) imposible.

Lo más triste era que seguramente él ya había conocido a alguien mejor que yo… Como si eso fuera tan complicado.

Ya sé que en esta era es raro no saber sobre alguien con quien tuviste una relación, por la existencia de Internet y redes sociales.

Tenía redes sociales, pero todas fakes. No soportaba mostrarme a mí misma. En esos lugares encontraba gente parecida a mí y eso calmaba muchísimo mi existencia.

Al pasar tanto tiempo encerrada en mi pieza, había aprendido de manera autodidacta el inglés y eso me permitía leer en aquel idioma y comunicarme con personas de cualquier parte del mundo que hablara este idioma.

Tenía pilas de libros desde el piso hasta el techo, en español y en inglés. Mi computadora que siempre estaba sobre la cama y mi gata.

Eso era todo el mundo para mí.

Pero, aunque tenía una dificultad, era conciente de que no podía seguir “perdiendo” el tiempo, asique aunque me costara, ese año decidí inscribirme (por fin) en una carrera universitaria.

Nunca creí que elegir una carrera pudiera ser tan complicado. Demasiada presión elegir cuando sos tan chico a qué queres dedicarte durante toda tu vida. ¿No?

¡Maldito sistema!

Fue una decisión que tomé a lo largo de mis dos años sabáticos que de sabáticos no tuvieron nada, me la pasé en la maldita clínica. Me habían cambiado las dosis y los medicamentos hacia algunas semanas y hoy me tocaba comenzar la universidad.

Ese cambio de medicamentos me estaba generando un cambio de humor que no me soportaba ni yo.

Me había decidido por Genética, creía que era una carrera que podía ejercer desde mi lugar. Si bien el trabajo muchas veces era en equipo, no era necesario vivir rodeada de gente y sobre todo: no tenía que hablar delante de un grupo de personas.

Me costó demasiado decidir qué ponerme para aquel primer día, quería ir sobria. ¡No soportaba llamar la atención! Me puse un jean oscuro, con unos borregos negros. Una remera negra lisa y arriba, una camisa de jean. Me acomodé el pelo con una colita, me delineé porque era conciente de mi palidez y busqué mi mochila. También negra.

Desayuné y antes de salir de mi casa me puse los auriculares, la música me ayudaba a asilarme de la sociedad, al menos un poco.

Caminé hasta la parada de colectivos y me temblaba todo el cuerpo. Todo. Esperé allí y viajé 40 minutos, por suerte era directo y pude viajar sentada, es decir, no había demasiada gente.

Bajé de allí y caminé la media cuadra que me separaba del edificio de la universidad. Estuve en la puerta y suspiré profundamente. No tenía fuerzas para entrar, tenía miedo. No, miedo no. Tenía pánico.

Me quedé en la calle durante minutos, intentando calmar mis nervios. Intentando que mi cuerpo no temblara.

Busqué en mi mochila un ansiolítico y me lo tomé. Necesitaba hacerlo, no conocía otra forma de calmarme.

Esperé algunos otros minutos, (aunque muerta de miedo) ingresé en aquel imponente edificio.

Ahora debía llegar al aula 407. Subí las escaleras porque meterme en un ascensor era estar entre medio de mucha gente innecesariamente, y seguí las flechas que indicaban la ubicación de las aulas en el piso.

Listo, ya había localizado el aula y faltaban cinco minutos para que la clase comenzara. Tenía que entrar, porque entrar luego de que la profesora o el profesor haya entrado, iba a ser mucho peor. Demasiada atención sobre mí.

Tomé aire y sin pensarlo, ingresé, mirando el suelo. Ni siquiera quería ver la cantidad de gente que había en aquella aula. Pude notar que en el fondo había una fila vacía, asique caminé lo más rápido que pude hasta allí y me senté, tensionada como pocas veces en mi vida. En serio.

Saqué el cuaderno y la birome de la mochila, los dejé sobre el pequeño escritorio que había. Al lado el celular, era claro que iba a mirar la hora todo el tiempo. Acababa de llegar y ya quería irme.

Me animé a levantar la vista y observé el salón. Había demasiada gente. Demasiada. Todos estaban solos, o parecían estarlo. Claro, éramos todos ingresantes. Demasiados ingresantes.

Por fin llegó el profesor junto a su ayudante de cátedra. Bueno, creo que por fin, al menos así estaría segura de que su atención estaría en ellos.

En un momento de la clase, un chico levantó la mano para hacer una consulta (cosa que claramente nunca podría hacer yo) y esa voz me sonó demasiado familiar. Por un momento creí que era él, el chico que tenía una carpeta en mi casa, repleta de dibujos de nuestra relación, pero probablemente estaba alucinando.

¡Mira si va a estar acá Paula!

Sacudí mi cabeza como para cambiar de pensamiento y continué prestando atención a la clase. Prestar atención y tomar apuntes era la única manera que tenía de mantenerme distraída.

Pasaron casi dos horas reloj hasta que los profesores nos otorgaron 20 minutos de recreo. Claramente esperaría que se vaciara el aula para poder tener un rato de paz. Para poder sentirme bien, al menos en esos minutos.

Me puse mis auriculares y busqué la barrita de cereal que me había traído para comer, ya estaba sola. Suspiré aliviada.

Pero, a los segundos, alguien volvió a entrar. Ni siquiera me preocupé en levantar la vista. Lo único que me faltaba era tener que hablar con alguien. Definitivamente no.

Sentí que esa persona se acercó a mí y mi cuerpo comenzó a temblar, mis manos a sudar y mi corazón a latir a una velocidad que no me apetecía demasiado.

- ¿Pau? –Preguntó un poco sorprendido.-

Y en ese momento me animé a levantar mi vista, solo porque no podía confundirme por segunda vez.

- Sí, soy yo. –Dije muerta de miedo y quitándome los auriculares.-
- Nunca creí encontrarte en un lugar como este. ¿Estás mejor?
- Es una historia larga, pero sigo igual que siempre.
- En realidad lo noto, estás temblando.
- Me cuesta demasiado.
- ¿Puedo darte un abrazo?
- Creo que eso me haría muy bien.

Pedro sonrió y tomó mi mano, yo me levanté y los dos nos unimos en un abrazo que sinceramente no recordaba que podía tranquilizarme tanto.

- Qué lindo encontrarte acá. –Dijo y besó mi mejilla.-
- Lo mismo digo. –Respondí un poco emocionada.-
- No vas a llorar…
-Reí.- Es un día muy raro para mí.

Nos separamos un poco y él acarició mi nariz con su dedo índice.

- ¿Me puedo sentar acá con vos? –Preguntó.-
- Mmm… Sí, dale.

Él acomodó sus cosas a mi lado y nos sentamos, aún quedaba bastante de recreo. Nos contamos un poco de cómo continuaron nuestras vidas en esos dos años y a decir verdad, todos los nervios que sentía desde hace semanas (más precisamente desde que me había inscripto) habían desaparecido con él a mi lado.

Me había olvidado que él era mucho más efectivo que cualquier tipo de fármaco.

Cuando la clase terminó, él esperó junto a mí a que el tumulto de gente se desvaneciera y salimos juntos. Me acompañó por las escaleras e incluso me acompañó en el colectivo.

En la puerta de mi casa, dudé algunos segundos, pero dejé que el corazón le ganara a la razón.

- ¿Puedo invitarte a almorzar o tener algo que hacer? –Le pregunté.- En mi casa no hay nadie, por si eso te incomoda.
- Acepto.
- No sé si hay mucho para comer, pero bueno…

Los dos reímos e ingresamos en mi casa. Hicimos unos sándwiches de milanesa y luego fuimos a mi habitación.

- Aumentó bastante el patrimonio desde la última vez que vine. –Dijo riendo y mirando las pilas de libros y carpetas.-
-Reí.- Estuve dos años sin hacer nada, con algo tenía que matar el tiempo.

Y en ese momento me dí cuenta que su carpeta estaba muy a la vista.

¡La puta madre! Pensé.

- ¿Puedo verla? –Preguntó mirando la carpeta.-

Yo me encogí tímidamente de hombros y él se acercó a agarrarla. En su carpeta no solo había dibujos, sino también cartas.

Ojala la tierra me tragara en ese preciso instante.

No sé cuánto tiempo pasó sentado en mi cama revisando todo, yo solo lo observaba sentada en mi puff con mi gata sobre mis piernas.

No sabía qué podía suceder cuando se levantara de allí.

Los minutos pasaban eternos, por un lado quería que ese momento pasara rápido y por otro… quería que sea eterno.

De repente se levantó y como lo hizo muy de golpe, mi gata se asustó y se fue. Gracias por dejarme sola Michi.

Pedro no dijo nada, solo me tomó de la mano haciendo que me levante y cuando me dí cuenta, estábamos besándonos otra vez. Caminamos hasta la cama y allí caímos, él sobre mí.

Se separó un poco de mí y me sonrió.

- Tenía tanto miedo… -Dijo.-
- ¿De qué?
- De que ya no fuera parte de tu vida.
- Creo que eso nunca va a pasar Pedro, sos una parte de mí, no lo puedo evitar.
- ¿Me perdonas?
- ¿Por qué?
- Por haberte dejado tanto tiempo sola.
- Si me seguís besando, te perdono todo.

Los dos sonreímos y volvimos a besarnos, luego de unos minutos sentí sus manos queriendo quitar mi camisa de jean y accedí. Al fin y al cabo, él siempre iba a ser el único capaz de tranquilizarme.





-

Historia cortita, pero espero que les guste y que comenten 😊

viernes, 8 de abril de 2016

Vuelvo a vos VI.

Estaba haciendo un poco de orden cuando me encontré con aquel cuaderno...

"Hoy conocí a un chico, se llama Pedro y tiene un año más que yo. Estaba jugando al fútbol con sus amigos y como yo había acompañado a Marie a ver a su novio, allí estaba. Nunca pude dejar de mirarlo, era lindo. Muy lindo. Se acercó a nosotras y pasamos un rato charlando, parecía una linda persona. Es raro, tengo 14 años y me siento una nena, pero aún así no puedo dejar de pensar en él. ¿Estará bien? ¿Estará mal? No lo sé. Sí sé que es una sensación extraña, pero muy linda... Sobre todo cuando se despidió depositando un dulce beso en mi mejilla. Creo que quedé en evidencia, porque una sonrisa muy sincera se escapó por mis labios.

Todos los días de esa semana fui al club a verlo. Compartimos varias charlas debajo de los árboles con gaseosa de por medio, y también muchas risas. De verdad era hermoso.

Dos semanas después de que esa fuera nuestra rutina, me invitó a salir. ¡Sí, Pedro me invitó a salir!

La salida fue hermosa, nos conocimos mucho más y él nunca dejó de ser completamemte hermoso conmigo. Me animaba a decir que me estaba enamorando de ese Pedro. Nos contamos hechos de nuestra infancia, hablamos de música, de gustos, de familia, de amigos y... De amor. Amor, ese que creía no conocer hasta esa noche cuando me besó. Sí, me besó y fue hermoso.

- Mira que nunca chapé con nadie. -Dije con un poco de vergüenza.-
- ¿Y? Mis ganas de besarte no disminuyen por eso.
- Pero, no sé hacerlo. -Me encogí de hombros.-
- ¿Puedo enseñarte? -Preguntó corriendo un mechón de mi pelo y acomodándolo detrás de mi oreja.-
- Si queres...
- Me muero por hacerlo. -Nos sonreímos y él se acercó lentamente a mí, sus manos me abrazaron por la cintura y las mías por sus hombros. Su frente se chocó suavemente en la mía y acarició nuestras narices. Besó muy dulcemente la comisura de mis labios y yo cerré mis ojos, dejando simplemente que suceda. Sus labios buscaron los míos y nunca creí que un beso pudiera generar tantas sensaciones.-

Y así fue como pasamos un mes más robándonos besos y sonrisas. Para ser sincera, cada día que pasaba me gustaba un poco más.

Una tarde en el club me propuso ser su novia y claro que sin dudarlo, acepté. Era lo que deseaba todas las noches. Pedro mi novio.

Obvio que con el correr del tiempo el amor y la confianza crecieron muchísimo. Llegaron los primeros "Te amo", las presentaciones familiares, dormir juntos algunas noches, salidas y momentos, claro que también algunas peleas.

Pero... Lo más importante pasó la noche que cumplíamos un año de novios. Yo estaba decidida, pero eso no quitaba que los nervios no se hicieran presentes. Iba a tener mi primera vez con el chico que amaba. Lo habíamos charlado mucho y eso me hacía sentir muy segura para con él, pero aún así era algo nuevo y muy íntimo.

Sus besos no dejaron un solo centímetro de mi piel sin visitar aquella noche, nos desnudamos lento, disfrutándonos. Su piel y la mía aumentaban la temperatura y ya estábamos sin ninguna prenda que nos protegiera. Me trató con un amor y una dulzura difícil de poner en palabras, era su primera vez también y sin embargo nunca dejó de trasmitirme amor y seguridad. Al principio era un poco raro y no voy a mentir, dolía, pero me tuvo una paciencia infinita hasta que pude comenzar a disfrutarlo, junto con él."


Mis ojos se llenaron de lágrimas al leer todo aquello, y esta vez decidí escribir el final de nuestra historia.

“Wow, hace muchos años no abro este cuaderno... Después de esa noche pasamos varios meses más juntos, estábamos completamente enamorados y entregados el uno al otro, pero con el tiempo las diferencias que teníamos comenzaron a ser las protagonistas y peleábamos todo el tiempo, era horrible. Lloré, lloré mucho tiempo y muchas noches. Intenté olvidarlo de todas las maneras posibles, pero ya era tarde para arrancarlo de mi corazón. Los años pasaron, tuve otras historias, pero ninguna fue tan real, genuina y fuerte como la que había vivido sin Pedro. Y cuando había perdido la última esperanza de volver a verlo, se apareció de repente. Fue raro, pero desde un principio supe que ese reencuentro no iba a ser porque sí, ni que iba a pasar así como así. Y si tenía dudas, cuando pasó lo de su hermana se desvanecieron. Verlo así me desarmó completamente. Lo amaba incluso más que la última vez que nos habíamos visto. Me costó un poco, pero aquel día en el baño me había dado cuenta que nunca iba a existir otro hombre como él. Me volvía loca con tan solo mirarme.

El tiempo pasó... Y decidimos que no daríamos marcha atrás, más bien todo lo contrario, nos fuimos a vivir juntos y al tiempo supimos que estaba embarazada... Y como si eso fuese poco, a los cuatro meses nos enteramos que eran mellizos. Fue hermoso, pero bastante jodido. Tuve que permanecer en reposo e incluso nacieron a los ocho meses, aunque en mellizos eso es relativamente normal.

Paz y Lucas. Paz era mi calco y Lucas el de Pepe, casi como si nos hubiesen sacado una copia. Tenían 8 años y medio. Paz era justamente eso, la paz en persona y Luca un terremoto, amante del rock pesado por las influencias de su padre, claro está. Son dos nenes hermosos que me llenan del amor más puro de todos cada día de mi vida."


Cerré el cuaderno bastante emocionada luego de escribir y me fui al parque, allí estaba Poppy, mi perrita. Me senté en el pasto y disfruté de los minutos de calma que me quedaban a solas en mi casa. Escuché el auto frenar y supe que habían llegado.

- ¡Mami! -Dijo Paz abrazándome por la espalda, rodeando mi cuello con sus brazos.-
- Hola mi amor. ¿Cómo te fue? -Pregunté tomando sus manos.-
- Bien mami, pero tengo hambre.
-Reí.- Ahora preparo algo.
- Papá dijo que iba a preparar fideos.
- Entonces vamos a ayudarlo. ¿Te parece?
- ¡Sí!

Me levanté y de la mano fuimos hasta la cocina. Era sábado al mediodía y mis hijos se habían quedado a dormir en lo de sus abuelos.

- ¿No piensan saludar ustedes? -Pregunté haciéndome la enojada.-

Lucas rio y vino a saludarme.

- ¿Qué les parece si van a dejar sus mochilas?

Ellos dijeron que sí y se fueron a su habitación. Me acerqué a darle un beso a Pedro y él me sonrió.

- Te fuiste sin avisarme.
- No quería despertarte mi amor.
- Bueno, pero después de la noche de anoche me faltaron tus mimos para despertarme.
- Perdón mi amor.
-Reí.- No pasa nada, pero dame un beso. -Sonreímos y nos dimos un beso.-
- ¿Muy jodido el viaje?
- No, bastante tranqui por suerte.
- Bueno, mejor.
- Sí, prefiero tener a mis viejos a unos kilómetros por ruta que en otro país.
- Obvio Pepe. -Lo besé.- ¿Te ayudo con esto?
- ¿Haces la salsita que me gusta?
-Reí.- Dale, la hago.
- Gracias. –Sonrió.-
- Te amo. ¿Sabes?
- Y yo te amo a vos.

Sonreímos y nos besamos. Hicimos la comida y almorzamos junto a nuestros hijos, quienes nos contaron todo lo que habían hecho con sus abuelos.

Esa tarde, nos fuimos todos a mi habitación y nos metimos en la cama a mirar una película con pochoclos. Era un plan familiar de sábado que no se cedía por nada, nunca. Siempre Luca se acomodaba sobre su papá y Paz sobre mí, ellos unían sus manos en el medio y cuando la película terminaba, siempre se quedaban dormidos.

- ¿Estás bien Pepe?
- Más o menos.
- ¿Es por tu hermana, no?
- Sí. –Suspiró.- Se cumplen 10 años hoy.
- Lo sé. –Besé su hombro.- ¿Queres que dejemos a los nenes y preparo café?
- Mmm… Sí.
- Veni, dale.

Dejamos a los chicos durmiendo en nuestra cama y fuimos juntos a la cocina, yo preparé café y nos sentamos en la mesa. Él en la cabecera y yo a su lado, tomé su mano y la acaricié.

- Todavía no entiendo como pasó todo tan rápido. –Suspiró.- Me acuerdo de ese día como si fuera ayer.
- Yo también me lo acuerdo. –Besé su mano.-
- Si no estabas ahí…
- Pero estaba y voy a estar siempre. –Presioné su mano.-
- Gracias mi amor.
- No tenes que agradecer nada. –Acomodé su pelo.-
- ¿Venís?
-Reí y me senté sobre sus piernas.- Amo sentarme acá.
- Y yo amo que lo hagas. –Sonreímos y nos besamos.-
- No hagas fuerza para no llorar, los chicos duermen, no tenes que hacerte el fuerte. –Besé su frente y lo abracé por el cuello, sentí que se largó a llorar en mi hombro y me abrazó por la cintura.-
- A veces no puedo evitarlo.
-Besé su sien.- Tranquilo, la tristeza no se justifica mi amor.

Me quedé un rato con él hasta que estuvo un poco más tranquilo y luego se fue a bañar, los chicos se acercaron a mí y reclamaron su chocolatada. Yo reí y les preparé su merienda, la dejé en la mesa y me senté con ellos.

- ¿Me escuchan una cosa? –Dije susurrando.-
- ¿Qué? –Me preguntó Lucas.-
- Ahora cuando papá sale de bañarse, tenemos que ir los tres a llenarlo de besos.
- ¿Por qué? –Preguntó Paz.-
- Porque está un poquito triste y necesita mimos, pero sh… -Dije posando mi índice en mis labios.- Que es una sorpresa.

Ellos sonrieron posando su dedo en sus labios y yo reí. No podían ser tan hermosos. Pedro salió de bañarse y se fue a nuestra habitación, como era obvio estaba acostado a lo ancho de la cama y con sus ojos cerrados, lo conocía demasiado bien. Los nenes se subieron a la cama y quedaron uno a cada costado de su papá, yo me arrodillé en el suelo detrás de él y besé su frente.

- No podes negarte a una terapia de mimos. –Dije en su oído mientras los chicos lo llenaban de besos.-
-Sonrió.- Te amo mi amor, gracias.
-Besé sus labios.- No hay nada que agradecer y lo sabes, te amo mi amor. –Nos besamos y nos sonreímos.-

Los chicos se acurrucaron en el pecho de su papá y Pedro los abrazó.

- ¿Otra vez van a dormir vaguitos? –Reí.-
- ¿No queres masajitos pa? –Le preguntó Paz.-
- ¿Es completa la cosa? –Rio.-
- Sí pa, dale. –Dijo Luca.-
- ¿Y si nos hacen a los dos? –Propuso Pepe.-
- Ay, sí. ¡Por favor! –Supliqué.-

Pedro y yo nos acostamos boca abajo en la cama, a lo ancho de la misma. Luca comenzó masajeando mi espalda y Paz la de Pedro, luego cambiaron y se quedaron sobre nuestras espaldas.

Sin dudas no necesitaba nada más que no sean ellos.

“Siempre hay una persona a la que volvemos, y yo vuelvo a vos.”



-


Y fin... Ojala les guste.

jueves, 7 de abril de 2016

Vuelvo a vos V.

Estábamos los dos muy concentrados en nuestro trabajo cuando se cortó la luz… Y que se corte allí la luz, no era simplemente eso. Había un sistema de seguridad para que nadie pudiera acceder a la información, las puertas de todas las oficinas se trababan. Sí, estábamos encerrados. Encerrados sin poder trabajar y muertos de calor porque era pleno verano.

- Relajate che.
-Rio.- Sabes que el calor me pone de mal humor.
- Digamos que no es la mejor situación del mundo, pero capaz nosotros podemos hacerla interesante. –Dije y mordi suavemente su oreja.-
- Estamos en el trabajo Pedro.
- ¿Y?
- No da.
- Mmm… Por favor. –Y volví a enloquecer su oreja.-
- Pedro, dale.
- Paula, dale. –Dije haciéndole burla y ella rio.-

Hice que se sentara en el escritorio y me paré delante de ella, dejando que sus piernas rodeen mi cintura. La besé y busqué su lengua con la mía.

- No te das una idea de cuanto te extraño. –Dije sin dejar de besarla.-
- Te estás pasando Pepe.
- ¿Sí? –Pregunté acariciando su zona más íntima con mis dedos, ya que llevaba puesta una pollera cortita de jean.-
- Al carajo te estás yendo.
- Mmm… -Y volví a hacerlo, esta vez ejerciendo más presión.-
- No podes negarte.
- ¿No?
- No… -Y continué acariciándola, mientras la besaba.-
- Acá no. –Me dijo.-
- ¿Y en dónde?
- En el baño.
- Mmm… Bueno, está bien. -Reímos.-

Hice que se subiera a mi cuerpo y la llevé colgada al estilo koala hasta el baño. La trabé contra la pared, ejerciendo presión de mi cuerpo sobre el suyo y la besé.

- No puedo creer que seas tan hermosa. –Dije llenando de besos su cuello.-
-Sonrió.- Yo no puedo creer que nos hayamos encontrado.

Me separé un poco de ella y la miré a los ojos.

- Ojala no nos separemos nunca más. –Le dije.-
-Sonrió.- No sé si lo soportaría otra vez, pero ahora… ¡Besame!

Yo hice caso a su pedido y la besé, visitando toda su boca con mi lengua. La dejé en el suelo y seguimos besándonos. Quitó mi remera y subió con sus dedos desde mi cintura hasta mi nuca, para intensificar aún más aquel beso.

Mordió mi labio inferior y tironeó suavemente de él, yo reí y levanté su pollera, para presionar su cola con mis manos y acercarla más a mí. Volví a besarla y ella me hizo quedar contra la pared a mí.

Sus labios bajaron con besos muy húmedos por la piel de mis hombros, de mi pecho y de mi abdomen. Quiso quitarme el pantalón, pero no la dejé. Quité su remera y besé su cuello para bajar por sus clavículas y quitar su corpiño. Ni bien pasé mis manos por ellos, vi sus pezones endurecerse y sonreí. Sus manos se posaron en mi nuca y me obligaron a perderme allí, claro que yo lo hice con mucho gusto.

Mis labios y mi lengua recorrieron la piel de sus pechos y se concentraron un largo rato en cada uno de sus pezones, mientras ella suspiraba cada vez con más fuerza.

Quité su pollera y sus sandalias. La miré de arriba abajo y realmente no podía ser tan hermosa.

Hice que quedé de espalda, apoyando sus brazos en la pared. Me deshice de su última prenda e hice que separara un poco sus piernas. Llené de besos su cola y mis dedos comenzaron a acariciarla, escuchaba sus gemidos llenos de placer y con tan solo eso, me volvía loco.

- No frenes. –Dijo mientras yo sentía su piel arder.-

Subí con besos por toda su espalda hasta quedar en su oído.

- ¿No freno?
- Por favor no. –Suplicó.-

Yo sonreí y continué moviendo mis dedos, hasta que supe que no daba más y la besé hasta que se tranquilizó. Su piel transpiraba como yo creo, pocas veces.

- Me vas a volver loca Pedro.
-Sonreí.- Es la idea, volverte loca y que seas mía. –Le respondí ejerciendo presión de mi cuerpo contra el suyo.-
-Suspiró y me besó.- ¿Puedo yo ahora?
- Te mato si no lo haces.

Paula rio y terminó de desnudarme.

Sus manos comenzaron muy lento y con el correr de los minutos, tomaron velocidad. Realmente me volvía loco, sentía mi cuerpo en sus manos. Mi piel transpiraba y una sensación de placer muy verdadera me recorría el cuerpo.

Mientras seguía con sus manos, sus dientes comenzaron a mordisquear mi abdomen y yo reí.

- ¿Tan mala soy que te reís?
-La miré.- Sos increíble.
- Mmm…
- ¿Acaso no lo sentís?

Y sí, claro que lo sentía… Y creo que lo notó.

Al igual que lo hice yo, me besó mientras yo trataba de tranquilizarme y se quedó mirándome.

- Te amo Pedro. –Dijo susurrando en mis labios.-
- Te amo Paula. –La aferré a mi cuerpo y la besé.-

Luego de varios minutos de besarnos, se separó un poco de mí y me miró seria.

- Decime que tenes un forro.
-Reí.- Obvio nena. ¿Tan tarado pensas que soy?

Paula rio y lo busco en mi pantalón, me lo puso y se quedó frente a mí.

- ¿Seguí siendo igual qué antes?
- ¿Con qué?
- Te gusta que el otro tome el control.

Paula rio y asintió. Yo la arrinconé contra la pared y la besé.

- No des más vueltas Pedro. –Dijo suplicando.-
-Reí.- Sos tan hermosa. –Dije y mordí su nariz.-
- E impaciente, sobre todo cuando es con vos.
- Te amo. –Dije y la besé.-
- Te amo.

Nos besamos y accedí a su pedido. Después de muchos años, volvimos a unirnos sin que nada más nos importara.

-

Me cambié y salí del baño, tratando de que mi cuerpo no denotara que acababa de garchar en el baño. (Aunque sí, se notaba)

Seguíamos sin luz y por lo visto, teníamos para largo. Me senté en mi silla y Pedro se sentó frente a mí.

Nos miramos riendo y unimos nuestras manos.

- ¿Qué pasa Pepe?
- Nada, no puedo dejar de mirarte. ¿Está mal?
-Reí.- No sé a quién hay que agradecerle, pero habernos reencontrado es hermoso.
- Te amo. –Dijo y me besó sobre el escritorio.-
- Te amo.

Nos besamos y reímos.

Me senté sobre sus piernas y volví a besarlo.

- No me sueltes, por favor.
- Nunca más Pauchi.
- La pasé muy mal cuando nos separamos.
- Yo también.
- Te odié mucho. –Reí.-
- Ay, no. ¡Qué mala!
- Nunca entendí mucho.
- Yo tampoco, pero eso ya no importa.
- Es cierto.

Lo abracé por el cuello y suspiré.

- ¿Estás bien?
- Sí, muy bien. –Reí.-
-Acarició mi espalda.- Sos hermosa. ¿Ya te lo había dicho?
-Reí.- Vos sos hermoso. –Besé su cuello.-





-


Mañana el último capítulo... ♥

miércoles, 6 de abril de 2016

Vuelvo a vos IV.

Hacia una semana que estaba trabajando muy tranquilamente y de repente se apareció. Así, sin previo aviso ni anestesia. Nos habíamos visto la noche posterior al velorio de su hermana y luego yo tenía una semana de vacaciones que me había pedido con anticipación, simplemente porque tenía días acumulados y nos los quería perder.

Hablamos varias veces por WhatsApp, pero no volvimos a vernos. Ninguno lo proponía y a decir verdad, yo me sentía demasiado confundida.

Sonó mi celular y era él. Hacia más de dos días que no hablábamos y eso era mucho para la frecuencia que habíamos adquirido.

“Hola Pauchi.”

“Hola Pepe. ¿Cómo estás?”

“Mejorando por la tarde. ¿Vos?”

“Mmm… Igual.”

“¿Por qué?”

“Me estalla la cabeza.”

“¿Hay algún motivo?”

“Vos.”


Y sí, se lo dije así, sin rodeos. Necesitaba aclarar las cosas.

“¿Podemos vernos?”

“Nos vemos mañana en el laburo Pedro.”

“¿Antes?”

“No sé.”

“Por favor.”

“Mañana podemos desayunar o almorzar juntos. ¿No te parece? Ya es tarde.”

“Está bien, como prefieras.”

“No te preocupes que no me voy a escapar de la charla que tenemos que tener.”

“¿Vos tenes algo claro?”

“Sinceramente no lo sé. ¿Vos?”

“Tampoco.”


Y dejamos de hablar. Okei, no entiendo nada Pedro.

Me comí por obligación una ensalada y me fui a dormir, milagrosamente conseguí dormirme bastante rápido.

Sí, me dormí rápido, pero… A las cuatro de la mañana me desperté demasiado desvelada. Me fui a bañar porque ya sabía que dormir iba a ser imposible, luego desayuné un yogurt con cereales y me fui a al balcón a hacer un rato de yoga. Lo necesitaba porque la realidad era que me sentía a mil revoluciones por segundo.

“Buen día. ¿Ya estás despierta?”


Reí ante su mensaje. ¿Tan stalker? Siempre supe que tenía que borrar la última conexión de WhatsApp.

“Alguien me desveló.”

“Creo que estamos en la misma.”

“¿Sí?”

“Sí. Entramos a trabajar en dos horas. ¿No podemos desayunar juntos? No sé cuánto tiempo más aguanto sin verte.”

“¿En dónde?”

“Donde quieras.”

“¿Queres venir a mi casa?”

“Sí, dale. Pasame la dirección.”


Le pasé la dirección y suspiré. Me hacía la confundida, pero la realidad era que estaba hasta las manos con él. (E incluso un poco más)

Preparé café, hice tostadas, abrí unos grisines, queso untable, mermelada y unas galletitas. Acomodé todo en la mesa y allí estaba, esperándolo.

Tocó timbre y me paralicé. Me sentía la misma idiota de cuando teníamos 16 años.

Le abrí la puerta temblando y lo miré.

- Hola. –Le dije.-
- Hola Pauchi. –Me sonrió y le devolví la sonrisa. Besó sentidamente mi mejilla.- ¿Puedo pasar?
- Sí, pasa. Dale.

Entramos en mi casa y lo dirigí a la cocina.

- Caliento el café y desayunamos. –Le dije.-

Calenté el café, lo serví en las tazas y le ofrecí una. Me senté frente a él y esperé a que él arrancara, sinceramente no podía arrancar yo la conversación.

- Te extrañé mucho estos días. –Me dijo.-
- Yo también. –Le respondí mirándolo.-
- ¿Venís? –Me preguntó.-
- ¿A dónde?
- Más cerquita, por favor.

Yo reí y caminé hacia él, me tomó por la cintura e hizo que me sentara en sus piernas.

- Pauchi… -Corrió el pelo de mi cara y acarició mi nariz.-
- ¿Qué?
- Pasó mucha agua debajo del puente, lo sabemos. Pero, por alguna razón nunca te saliste, ni de mi cabeza, ni de mi corazón… Y esa razón es que nunca pude amar a una mujer como te amé a vos. –Hizo una pausa.- No, como te amé no, como te amo a vos. –Dijo acariciando mi espalda y yo le sonreí.- Si nos reencontramos, es por algo.
-Choqué mi frente a la suya y lo miré a los ojos.- Estoy hasta las manos con vos, así de simple es. Yo también te amo, como nunca lo voy a hacer con ningún otro hombre. Pero, me da un poco de miedo.
- ¿Qué te da miedo?
- Que pase otra vez lo mismo.
- Lo que pasó, pasó porque éramos dos pendejos que no supimos cuidarnos.
- ¿Y ahora?
- Pasaron casi ocho años.
- Ya sé.

Suspiré y quise hablar, pero Pedro me interrumpió con un beso.

- No pienses, dejate llevar. –Dijo acariciando mis brazos.-
- Dudo que pueda resistirme a vos. –Sonreímos y volvimos a besarnos.- ¿Vos? ¿Cómo estás?
- Como se puede.
- Hubo muchas veces que tuve ganas de ir a darte un abrazo, pero no quería invadirte.
- Sos una tonta, me hubiese hecho muy bien si ibas.
- Perdón. –Me encogí de hombros.-
- Si ahora te quedas conmigo, te perdono.
- Me quedo.

Sonreímos y nos besamos. Pedro agarró un grisin y le untó queso en la punta, luego me lo dio en la boca. Yo reí y lo comí.

- Tenes que comer, estás muy flaca.
- Como un montón Pedro.
- ¿Segura?
- Sí, segura. –Reí.-
- Me impresionó mucho cuando te vi.
- Es que no como grasas, pero estoy bien.
- Más te vale que no me mientas.
-Reí.- No te miento boludo. –Lo besé.-
- Está bien, te creo. –Reímos y volvimos a besarnos.-

Desayunamos juntos y luego, yo seguía allí, sobre sus piernas, con mi cabeza en su hombro y con mis labios llenando de besos su cuello.

- Si no salimos, no vamos a llegar. –Besó mi frente.-
- ¿Me prometes algo?
- Lo que quieras.

Me acomodé, mirándolo.

- Es una boludes en realidad, pero igual.
- ¿Qué cosa?
- ¿Podemos dormir juntos hoy? Necesito sentirme segura con vos.
-Sonrió.- Va a ser un placer. –Me besó.-
- Gracias. –Lo besé.- ¿Vamos?
- Dale, vamos.




-


Ojala les esté gustando ☺♥

martes, 5 de abril de 2016

Vuelvo a vos III.

Abrí la puerta y ni bien la vi, la abracé lo más fuerte que pude.

- Gracias por venir.
- No iba a dejarte solo. –Dijo abrazándome con fuerza.-

Nos quedamos allí durante varios minutos y luego ingresamos en mi casa.

- ¿Qué pasó al final?
- Hasta mañana no entregan los cuerpos. Ya le avisé a todos y hablé con una funeraria. –Dije con un hilo de voz.-
- ¿Y tus viejos?
- Están volviendo.
- ¿Siguen viviendo en Brasil?
- Sí. –Suspiré.-
- ¿Puedo quedarme esta noche con vos? No quiero que estés solo.
- Me haría muy bien.
- ¿No comiste nada, no?
- No.
- ¿Qué te parece si te das una ducha y mientras yo preparo algo?
- No tengo hambre.
- Te va a hacer mal Pepe.
- De verdad, no quiero.
- ¿Ni aunque haga la salsa que tanto te gustaba?
- ¿Seguís haciéndola?
- Obvio, y no podes negarte. ¿Tenes fideos?
- Sí.
- ¿Y espárragos?
- También.
- Entonces te vas a bañar y yo cocino. No acepto un no de respuesta.

No pude evitar que se me escapara una risita y me fui a bañar.

Cenamos juntos y más tarde, yo estaba en mi cama, sin poder dejar de llorar. Paula se acercó a mí, se arrodilló en el suelo y acarició mi pelo.

-

- Me mata que llores así. ¿No puedo hacer nada por vos?
- Estás haciendo demasiado.
- Yo no lo siento así.
- Pero es así.
- ¿Te incomoda que me acueste con vos?
- Nunca me incomodaría eso.

Yo me quité mis zapatillas, me acosté frente a él y acaricié su cara con mis dedos.

- Gracias por estar, me gustaría hablar de muchas cosas con vos, pero sinceramente en este momento no puedo.
- A veces las palabras sobran Pepe.

Me acerqué aún más a él y llené de besos su cara, empezando por su frente, siguiendo por sus mejillas, su nariz y su mentón. Luego, besé detrás de sus orejas y terminé en su cuello. Apoyé mi cabeza en su pecho y cerré mis ojos. Sentir el latido de su corazón otra vez era lo que necesitaba. Todo seguía como siempre.

- Dormí que no das más. –Dijo acariciando mi pelo.-
- ¿Y vos?
- Dudo que pueda dormir.

Subí mi mano desde mi hombro hasta su sien.

- Dale, trata de dormir, al menos un rato. –Besé su pecho y lo miré.- Veni…

Me acomodé e hice que apoyara su cabeza en mi pecho.

- Trata de descansar, dale.

-

Sentí sus manos comenzando a masajear mi cabeza y en ese momento sentía que el tiempo no había pasado.

- Ojala no te vayas nunca más. –Dije acurrucándome en ella.-
- Ojala vos no me sueltes nunca más.

Nos abrazamos y supongo que al rato nos quedamos dormidos.

Me desperté en medio de la madrugada y me fui a la cocina para no molestarla, tomé un poco de agua y volví al cuarto. Me senté frente a ella y acaricié su pelo.

Claramente había aparecido en el momento que más la necesitaba. Me dolía el cuerpo, el corazón y el alma. Era un dolor físico y psíquico realmente insoportable, pero tenerla a mi lado me tranquilizaba.

- Pepe… -Dijo entre dormida.-
- Seguí durmiendo Pauchi.
- ¿Qué hora es?
- Cinco y media.
- Mmm… ¿No queres que desayunemos?
- Dormí un rato más, dale.

Se sentó frente a mí y refregó sus ojos.

- Mejor comemos algo y me voy al laburo.
- ¿Segura?
- Sí, dale.

Desayunamos juntos y cuando estábamos en la puerta. No pude evitar besarla y arrinconarla contra la pared.

- ¿Qué haces? –Rio.-
- Lo que siento. ¿Está mal?
- Mmm…

Me abrazó por el cuello y escondió su cara en el hueco de mi hombro.

- Me encanta. –Dijo a mi oído.-

Me separé de ella y volví a besarla.

- Te extrañé demasiado… Nunca creí que iba a volver a verte. –Dijo.-
- Me pasa lo mismo. –Sonreímos y nos besamos.- No te dejaría ir otra vez.
- Tengo miedo de que estemos siendo muy impulsivos.
- ¿Y cuándo no lo fuimos?
- Por eso nos separamos Pedro.
- Estamos más grandes, distintos.
- Puede ser.
- Si no nos olvidamos en todo este tiempo, dudo que haya algo que pueda romper nuestro amor. ¿No crees?
- Tenes razón.

Volvimos a besarnos y sentirla otra vez no podía ser tan hermoso.

- Anda que no quiero que llegues tarde. –Le dije.-
- Si lo necesitas. ¿Me prometes que me llamas?
- Te lo prometo.
-Sonrió.- Acordate eh.
- Me acuerdo.

Nos dimos un último beso y abrazados caminamos hasta la puerta. Nos besamos otra vez y ella se fue.

-

Luego de trabajar toda la mañana, le escribí a Pedro.

“No quiero molestar, pero… ¿Cómo estás Pepe?”

“No molestas nunca Pauchi. ¿La verdad? Hecho mierda.”

“Llora si lo necesitas.”

“No puedo dejar de hacerlo.”

“¿Con quién estás?”

“Con mis viejos.”

“Entonces anda con ellos.”

“Estamos por ir al velorio, no sé cómo sostenerlos ni como sostenerme.”

“Hay veces que no se puede, simplemente hay que atravesar el dolor.”

“Tenes razón.”

“Aunque duela, es la verdad.”

“¿Esta noche podemos vernos?”

“Si queres.”

“Por favor.”

“Puedo ir a tu casa si queres.”

“Te voy a estar esperando.”

“Ahí voy a estar.”

“Gracias, en serio.”

“Un beso enorme y fuerzas.”

lunes, 4 de abril de 2016

Vuelvo a vos II.

Al día siguiente, yo ya estaba en mi oficina, había sucedido un accidente muy grave aquella mañana a primera hora y estábamos tapados de laburo.

- Buen día Pepe, buscate unos cafés y veni que tenemos un día heavy. –Le dije sin mirarlo.-

Pero, él no me respondió. Se sentó frente a mí como desganado y nunca levantó su mirada. Lo miré y me extrañé.

- ¿Pasa algo?
- ¿Hay alguna lista de heridos o fallecidos?
- Todavía no. ¿Por qué?

Y cuando me miró noté sus ojos desbordados de lágrimas.

- Mi hermana estaba en ese tren. –Dijo temblando.-

Yo tomé su mano sobre la mesa y la presioné.

- Tranquilo, todavía no hay nada.
- No me responde las llamadas, nada… No sé qué hacer.
- Venir es lo mejor que pudieras haber hecho, acá vas a saber qué pasó.
- Pero siento que necesito estar allá.
- Estar allá no sirve de nada. ¿Queres un poco de agua?
- Por favor.

Yo me puse de pie, le serví un vaso de agua del dispenser y se lo dí. Me senté en el escritorio, frente a él.

- Tranquilo Pepe, confía en que está bien.
- Tengo una sensación horrible. –Dijo y tomó un poco de agua.-
- Tenes que ser positivo. –Acaricié su pelo.-
- No sé si puedo.
- Hagamos algo.
- ¿Qué?
- Yo subo y pregunto si hay alguna lista, porque la verdad es que yo estaba tratando de reconstruir y no me fije en eso.
- Por favor.
- Ahora vengo, tranquilo. ¿Sí?
- Eso intento.

Salí de mi oficina y fui hasta la oficina de mi jefe.

- Rubén, perdoname que te moleste, pero… ¿Hay alguna lista de heridos o fallecidos?
- ¿Para qué la necesitas?
- ¿Viste Pedro? ¿El chico que arrancó a trabajar ayer?
- Sí.
- Bueno, su hermana estaba en el tren y no saben nada.
- Es una lista no oficial.
- No te preocupes, no la voy a usar para el diario.
- Confío en vos Paulita. –Dijo dándome los papeles.-
- Gracias.

Agarré la lista y no me animé a mirarla sin Pedro, volví a mi oficina y él estaba en un sillón de dos cuerpos que había a un costado. Allí solía hacer entrevistas. Me senté frente a él y tomé su mano.

- Acá la tengo.
- ¿Y?
- No me animé a leerla Pepe.
- Hacelo, por favor.

Yo comencé a leer, rogando no encontrar su nombre, pero cuando la leí entre los fallecidos sentí un nudo en la garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas.

- ¿Está ahí Paula? –Me preguntó temblando.-

Yo asentí mirándolo, dejé los papeles a un lado y sin decirle más, lo abracé contra mi pecho. Lo sentí largarse a llorar, con una angustia que nunca había sentido en una persona.

- No puede ser Paula, no puede ser.
- Lo siento mucho, de verdad.

Pedro se aferró aún más a mí, rodeando mi cintura con sus brazos y yo lo abracé más fuerte.

- Trata de respirar Pepe, por favor. –Le dije después de un rato.-
- Te juro que no puedo.

Hice que se separara un poco de mí, tomándolo por sus mejillas. Sequé sus lágrimas e hice que cerrara sus ojos, pasando mi mano sobre ellos. Llevé mi mano a su corazón y tomé su mano con mi otra mano libre.

- Respira, seguime a mí. –Dije y respiré profundo.-

Pedro lo hizo un par de veces conmigo y luego abrió sus ojos.

- Gracias. –Dijo.-
- Hey, nada que agradecer.
- ¿Podes avisar que me voy? Si me quieren echar, no sé, que lo hagan.
- ¿Cómo te van a echar?
- Es mi segundo día.
- No te preocupes, yo aviso que te fuiste y hago el laburo de los dos.
- ¿Segura?
- Sí, no pienses en eso ahora. ¿Tenes el mismo número de siempre?
- Sí.
- ¿Te molesta si a la noche te llamo?
- Todo lo contrario.

Le sonreí de costado y lo abracé por el cuello.

- Yo sé que ahora no podes hacer más que llorar, pero tranquilo, confía en que el tiempo a veces cura…
- Gracias, de verdad.
- Sh… -Besé su mejilla.- Anda, dale.

Nos separamos un poco y quedamos muy cerca.

- Ahora estoy convencido de que apareciste en el momento indicado. –Dijo temblando.-
-Acaricié su mejilla.- Tranquilo, porque así no te dejo ir manejando a ningún lado.
- No sé cómo tranquilizarme.
- ¿Queres que te acompañe?
- ¿Podes?
- No, pero no importa.
- No pongas en riesgo tu laburo.
- No importa eso ahora Pedro.
- Pero…

Me puse de pie y agarré mi cartera.

- Dale, así no podes ir solo a ningún lado.

Él asintió, se puso de pie y lo abracé de costado, por los hombros. Salimos del lugar y caminamos hasta su auto.

- ¿Queres que maneje yo?
- ¿Lo harías?
- Obvio, dame las llaves.

Nos subimos a su auto, él en el asiento del acompañante y yo en el del conductor. Manejé hasta el hospital en donde llevaban a las víctimas y cuando estacioné, casi por impulso lo tomé por la nuca y le dí un suave beso en sus labios.

- Ay, perdón. –Dije separándome de él, con vergüenza.-

Él no dijo nada, solo me tomó por las mejillas y volvió a besarme.

- Gracias Pauchi. –Acarició mi nariz con la suya y mi estómago estaba enloquecido.-
- Soy una desubicada.
- Todo lo contrario. –Volvió a besarme.-
- Anda mejor, y cualquier cosa llamame. Ahora te mando un Wap para que me agendes.
- Yo tampoco te borré de mis contactos eh.

Yo reí tímidamente y le dí otro beso.

- Dale, anda Pepe.

Él asintió, bajó del auto y yo también lo hice. Le dí las llaves y nos dimos un último beso.

- Tranquilo. ¿Sí?
- Intento.
- ¿Queres que entre con vos?
- No, anda que te matan.
- ¿Seguro?
- Sí, ya hiciste mucho.
- Puedo hacer más.
- Anda, de verdad.
- Te voy a llamar.
- Está bien.

Besé sentidamente su mejilla y me fui. Volví a la redacción antes de que me mataran y trabajé todo el día, pero en el fondo nunca pude dejar de pensar en él.

Salí de allí cerca de las 8 de la noche.

“Pepe, por fin pude salir de la redacción. ¿Dónde estás? ¿Cómo estás?”

“En mi casa.”

“¿Estás solo?”

“Sí.”

“¿Queres que vaya?”

“Me haría muy bien.”

“¿Me pasas la dirección?”

domingo, 3 de abril de 2016

Vuelvo a vos I.

- Buen día. -Dije entrando a mi nueva oficina de trabajo.-
- Buen día. -Respondió y levantó su mirada.- ¿Pedro Alfonso? -Preguntó sorprendida.-
- ¿Paula Chaves? -Pregunté de la misma manera y reímos.- ¡Wow!
- ¿Vos sos mi nuevo compañero de trabajo?
- Efectivamente.
- ¡Bien ahí! Veni, sentate.

Yo la saludé con un beso en su mejilla y me senté frente a ella.

- ¿Cómo estás tanto tiempo Pepe? ¿Te siguen diciendo así? -Reí.
- Sí. ¿A vos Pauchi?
- Ajam. -Sonreímos.- No me respondiste como estás.
- Como se puede. ¿Vos?
- Igual...
- ¿Qué te parece si ahora trabajamos y después almorzamos juntos?
- Dale, acepto.
- ¿Me contas un poco qué onda acá?

Paula comenzó a comentarme sobre el trabajo en aquella redacción y sinceramente no podía despegar mis ojos de ella, particularmente de sus ojos y de sus labios. Era muy raro estar nuevamente frente a ella, pero sin dudas era hermoso. Un mimo entre tantas negativas.

Redactamos un par de crónicas de la sección policial del diario. (Ambos éramos especialistas en la materia)

Luego, un rato después del mediodía, nos dirigimos a un bar cercano para cumplir con nuestro almuerzo pactado.

- ¿No abandonaste la vida vegetariana? -Rio.-
- No. ¿Vos seguís siendo fan de los asados?
- Exacto.
-Reímos.- Me imagino que seguís escuchando tu música zen y seguís con tus clases de yoga.
- Y seguro vos seguís con tus bandas metaleras.
-Reímos y nos quedamos mirando.- Bueno, por algo nos separamos Pepe. Chocábamos demasiado y no por esas boludeces.
- Es cierto.

Nos quedamos en silencio y comenzamos a comer.

- ¿Queres contarme por qué estás como podes?
- Mmm… Problemas amorosos. ¿Vos?
- Uf, lo mismo. ¿Quién empieza?
- Primero las damas.
-Rio.- Nada, básicamente creo que no paso por la puerta de los cuernos que tengo.
- ¿Tanto?
- Sí, y no me da orgullo decirlo.
- No tiene que ver con vos eso.
- Sí, no le fui suficiente.
- Dudo que así sea.
- ¿Por qué lo decís?
- Porque sos mucho más de lo que un hombre busca.
- ¿Y no crees que en este tiempo puedo haber cambiado?
- La esencia de uno nunca cambia.
- ¿De verdad crees eso?
- Sí. ¿Vos no?
- No sé, en este momento no sé nada. Ese tipo me dejó muy confundida.
- No te merecía.
- ¿Alguien me merece?
- Yo creo que sí.
- No sé. –Se encogió de hombros.- Ahora te toca a vos.
- ¿Qué cosa?
- Contarme…
- Ah, cierto. –Reímos.- En realidad, no hay mucho que contar.
- No, ahora me contas.
- Es que se fue, desapareció… De un día para el otro.
- ¿Sin decirte nada?
- Nada. Dos años de relación.
- Capaz es como habíamos dicho aquella vez.
- ¿Qué dijimos?
- Que no estábamos hechos para el amor.
- Éramos dos pendejos Pauchi.
- Lo sé, pero esa frase sigue retumbando en mi cabeza.
- ¿Por qué?
- No importa.
- Mmm… Sí, importa.
- No, no quiero que lo sepas.
- ¿Por qué?
- No me indagues Pedro.
- Está bien, perdón.
- Mejor pido la cuenta.

Paula pidió la cuenta y aunque no quiso, invité yo. Volvimos a la oficina en silencio y ella se sentó frente a la computadora.

- No quise incomodarte. ¿Me perdonas?
- No pasa nada.
- ¿Segura?
- Sí.

Pero nunca me miró.

- ¿Me miras?

Ella suspiró y giró su cabeza.

- ¿Qué pasa? –Preguntó.-
- ¿Es raro volver a vernos, no?
- Muy, no sé si estaba preparada.
- Creo que yo tampoco.
- Igual, no es que no me guste… Bah, no sé.

Bajó su mirada.

- No voy a hacerte nada malo.
- Lo sé Pedro, no es eso.
- ¿Y qué es?
- No quiero que lo sepas.
- ¿Por qué?
- ¡Basta!

Volvió su mirada a la computadora y suspiró. Noté sus miradas llenas de lágrimas, yo cerré la puerta de la oficina y caminé hasta estar detrás de ella. Posé mis manos en sus hombros y ella suspiró profundamente.

- Yo tampoco te olvidé Pauchi.
- ¿Tanto hablan mis ojos?
-Reí.- Sé leerlos todavía.

Paula posó sus codos en el escritorio y escondió su cara en mis manos.

- Estoy muy rota en este momento como para que te aparezcas de repente.
-Reí.- Capaz, esto tenga un por qué.
- ¿Cuál es la razón de tus manos en mis hombros?
- ¿Te molesta?
- No sé…
- ¿Qué no sabes?
- Nada en este momento.

Besé su mejilla, estando detrás de ella y sus ojos se cerraron.

- Pepe…
- ¿Qué Pauchi? –Pregunté en su oído y se le escapó una sonrisa.-
- No hagas esto.

Hice que girara, ya que estaba en una silla de computadora y quedamos frente a frente. Apoyé mis manos en los posa-brazos de la silla y ella me miró inclinando su cabeza hacia arriba.

- No te pases. –Me dijo.-
- Si no fuese mi primer día de trabajo…
- Pero, lo es.

Me acerqué a ella y besé sentidamente tu frente.

- Mejor volve a tu lugar Pepe.
- Está bien, tenes razón.

Volví a mi silla e intenté leer lo que habíamos escrito, pero no podía. Tomé su mano sobre la mesa y la acaricié.

- Capaz de verdad nos cruzamos por algo.
- No es momento de hablar. –Me respondió.-
- Es verdad.
- Mejor trabajemos, dale.
- Es que tenes los ojos llorosos.
- Perdón.
- No pidas perdón tonta.
- Mejor me voy.
- ¿A dónde te vas a ir?
- Tengo que llevarle esto al jefe de la redacción.
- No te escapes.
- Trabajamos en la misma oficina, creo que va a estar complicado.

-

Agarré los papeles y me levanté. Sí, mi jefe aún tenía la manía de leer todo en papel. Odiaba lo digital.

Subí por las escaleras, solo para tratar de poner mi mente en blanco… Pero sí que era una tarea complicada. Le dejé los papeles y salí de la oficina. Me apoyé contra la pared y suspiré profundo. Me sentía mareada y confundida.

No entendía nada.

¿Qué hacía acá y ahora?




-

Nuevo corto, 6 capítulos. Espero que les guste y comenten ☺