jueves, 17 de septiembre de 2015

Reencontrarse I.


Nerviosa, toqué la puerta de su habitación, esperando del otro lado, con mi mano sobre el picaporte.


- Pasa vieja. –Dijo desanimado y suspiré.-



Ingresé a la habitación y cerré sigilosamente la puerta, caminé algunos pasos hacia él, quien estaba de espaldas mirando por la ventana y con sus brazos apoyados allí.


- No soy tu vieja. ¿Puedo quedarme igual? –Pregunté temerosa.-

Él giró y tan solo me abrazó, yo también lo abracé y lo sentí desarmarse en mis brazos.

- Gracias por estar acá.
-Lo abracé con fuerza.- No me lo tenes que agradecer, sentía que necesitaba estar con vos. –Besé sentidamente su sien y lo abracé más fuerte.-

Lo sentía llorar, porque lo estaba haciendo en mi hombro, pero a su vez lo sentía llorar desde lo más profundo de su ser y me partía al medio. Entendía que lo que estaba pasando era espantoso, pero necesitaba sanarlo, al menos un poco. 

Después de excesivos minutos sin soltarlo, hice que nos sentáramos en su cama. Me senté contra la pared, con mis piernas estiradas y él se acostó, haciéndose un bollito y apoyando su cabeza en uno de mis brazos, el cual yacía sobre mis piernas. Pasé mi mano libre por su pecho y besé su frente.

- Ya sé que es una pregunta muy obvia, pero… ¿Cómo estás? –Acaricié su brazo lentamente.- Te va a hacer bien decirlo, aunque sea más que claro.
-Suspiró.- Te juro que no puedo hablar. –Dijo ahogado en lágrimas y lo abracé con fuerza.-
- Te va a aliviar al menos un poco Pepe.
- Es que… -Hizo una pausa.- Te juro que trato de hacerme el fuerte delante de mi vieja, pero ahora que estás vos siento que me estoy desarmando. No puedo dejar de llorar.
-Suspiré y sequé sus lágrimas.- Llora todo lo que necesites, yo me quedo acá con vos.
- Gracias Pau, de verdad.
- No, no me lo tenes que agradecer. –Volví a secar sus lágrimas.- No importa lo que pasó entre nosotros, vos seguís siendo igual de importante que siempre para mí y poder contenerte en este momento me hace bien. –Acaricié su nariz.- Y sé que te hace bien que esté con vos. 
- Por eso te lo agradezco.
- Sh… Llora que yo estoy acá con vos.

Sus ojos no dejaban de despedir lágrimas y no sabía qué hacer para contenerlo, aunque en realidad, no podía hacer más de lo que ya estaba haciendo. Estar con él y abrazarlo.

Y es eso, abrazarlo otra vez, lo que me estaba por desarmar a mí. Hacía exactamente tres meses que no nos veíamos a raíz de un viaje que tuve que hacer con mi familia y ese viaje fue el que había dado por terminado nuestro noviazgo. Tres meses en los que intenté olvidarlo y no pude. Tres meses en los que intenté sacarlo de mi corazón y fue imposible.

Cuando me enteré de lo que había pasado fue casi un impulso el hecho de volver y venir a su casa, no podía evitarlo… Lo había acompañado tanto durante este “proceso” (si es que así puede llamarse) que no estar ahora no me lo hubiese podido perdonar. 

Le hacía bien a él y me hacía bien a mí.

-

Sinceramente, me tomó por sorpresa el hecho de que estuviera acá, pero lo agradecí infinitamente. Su abrazo era el que más necesitaba, sentirme rodeado por sus brazos y contenido por su cuerpo me calmaba. Sentirla cerca de mí me aliviaba  un poco todo el  dolor que sentía

Mi corazón y mi cuerpo seguían enloquecidos con ella, pero sinceramente no podía detenerme a pensar en eso en un momento como este.

Solo sabía que tenerla conmigo era lo único que necesitaba.

-

Cuando estuvo un poco más calmado, se sentó a mi lado y yo sequé sus lágrimas suavemente con mis dedos.

- ¿Queres tomar un poco de agua? –Le pregunté.-
- Mmm… Sí.
- Te voy a buscar.
- Voy yo si no.
-Me levanté.- Voy yo y vengo así hablamos. ¿Queres?

Él asintió y yo sonreí, besé su frente y fui a la cocina. Ali no estaba allí, asique le serví un vaso de agua a él y otro para mí. Volví al cuarto.

- Toma. –Dije ofreciéndole un vaso y sentándome frente a él.-
- Gracias. –Respondió agarrando el vaso.-
- De nada. –Tomamos un poco y dejamos los vasos sobre el suelo.-

Mis manos tomaron la suya y sentía su mirada perdida.

- Yo sé, te juro que sé que es obvio como te sentís, pero si lo decís te va a hacer bien Pepe.
-Suspiró.- No sé cómo ponerlo en palabras.
- Intentalo…
- Dolor. –Respondió y bajó su mirada.- Dolor, el más inmenso que sentí en mi vida.
- ¿Y qué más?
- Bronca de no haber podido hacer nada, impotencia también. Dolor de saber que nunca más nada… -Suspiró.- Ganas de llorar hasta cuando estoy durmiendo. –Hizo una pausa.- Siento que me estoy desarmando, que nunca voy a poder salir de acá. 
-Solté una de mis manos y acaricié su cara.- Todo pasa.
- No Pau, esto no.
- Decirlo ahora sé que no tiene sentido, pero todo se transforma, incluso el dolor. Yo sé que ahora lo único que queres es llorar y está perfecto que lo hagas, porque es necesario que saques todo esto afuera. –Dije tocando su pecho.- Pero va a llegar un día en el que vas a dejar de llorar y ese dolor va a empezar a transformarse. 
- ¿Cuándo?
-Me encogí de hombros.- Te juro que si lo supiera, te lo diría. 
- Ojala sea así.
- ¿Confías en mí?
- Sí.
- Entonces creeme. –Besé su mano y suspiramos a la par.- Con el tiempo, va a estar todo bien. 

Se hizo un silencio.

- Tengo una idea… -Le dije.-
- ¿Cuál? –Preguntó sin ganas.-

Me senté a los pies de la cama, apoyando mi espalda contra la pared y con las piernas cruzadas.

- Acostate. –Le dije.-

Él me sonrió de costado y se acostó en la cama, con su cabeza en mis piernas y mirando al techo.

Mis manos hicieron que cierre los ojos y luego apagué la luz, estaba atardeciendo asique no entraba demasiada luz natural a la habitación.

Mis manos se ubicaron sobre su pecho.

- Respira hondo, mantenelo y larga todo el aire. Yo lo hago con vos.

Y así lo hicimos varias veces juntos, mis manos salieron de su pecho y él continuó respirando profundo mientras mis dedos masajearon su cara, su cabeza y sus sienes.

- Gracias. –Dijo.-
- Sh… Relajate. –Susurré.-

Y bajé con mis manos sobre su nuca y su cuello. Le hice masajes durante un largo rato y se había quedado dormido. Sonreí.

Cuando me quise levantar, me tomó de la mano.

- No, no te vayas.
-Me arrodillé a su lado.- Voy al baño y vengo.
- Apurate.
- Dale, me apuro.

Besé su frente y fui al baño. Cuando volví, eran casi las nueve de la noche.

- Pepe… -Susurré sentada a su lado.- Es tarde, tengo que irme.
- No, por favor. Quedate.
- Se me va a hacer tarde para volver y no va a haber trenes. –Dije y suspiré.- Yo también quiero quedarme, pero…
-Tomó mi mano.- Quedate a dormir.
- ¿Acá?
- Sí.
- ¿Seguro?
- ¿No queres?
- No, no es eso. Es que…
- Te juro que no tengo segundas intenciones, bah, no es que no las tenga. –Reí.- Pero no tengo fuerzas.
- No es por eso igual.
- ¿Y por qué es?
- ¿En carácter de qué me quedo?
- En carácter de que lo único que puede aliviarme es tu abrazo.
- Yo sé que todo lo que pasó entre nosotros es mi culpa, me siento un poco incómoda.
- ¿Incómoda conmigo?
- Con la situación.
- La situación es que te necesito cerca… -Besó mi mano.- Quedate, por favor. Te lo ruego.
-Sonreí y acaricié su frente.- Me compras eh.
- Por favor. –Repitió.-
- Bueno, está bien. Me quedo.
- Gracias. 
- Nada que agradecer…

Y nos quedamos algunos segundos en silencio.

- ¿Mi vieja?
- No sé, la vi solo cuando llegué. Creo que está en su habitación, no quise molestarla.
- Está peor que yo. –Suspiró.-
- ¿Queres ir con ella?
- No, porque me pongo peor y lo que necesito hoy es dormir en paz, ya sé que suena egoísta pero…
- ¿Hace cuántas noches no dormís?
- Tres. –Dijo.-
- ¿Queres dormir?
- Con vos.
-Sonreí.- Bueno, dale.

Sin decir más, nos sacamos las zapatillas y nos acostamos en su cama. Era verano, asique el aire estaba prendido y no necesitábamos taparnos.

Lo abracé por la espalda, sin que me importe el calor que hacía y besé su nuca.

- Descansa, que yo me quedo con vos.
-Besó mi mano.- No sé cómo agradecerte que estés acá.
- No me lo tenes que agradecer.
- No te vayas sin avisarme.
- Me quedo hasta mañana. ¿No quedamos en eso?
-Sonrió.- Es verdad.






domingo, 6 de septiembre de 2015

Ser uno mismo IX.


Algunas semanas después, yo acababa de llegar a su casa y me senté en el diván, pero mirándolo. Suspiré y escondí mi cara en mis manos. Él se sentó a mi lado y me abrazó por el costado.

- Odio tener miedo cada vez que estamos lejos.

Corrió mis manos de mi cara y las besó.

- Tranquila… -Me besó.- ¿No ves que estamos bien?
-Reí.- Me siento una nena y es horrible. –Hice una pausa.- ¿Me das un abrazo?
- ¿Pero qué pregunta es esa?

Reímos y nos abrazamos.

- No quiero reclamarte nada, no estamos juntos hace mucho tiempo… Pero, tengo miedo.
- Me haces muy bien como para arruinar esto que tenemos.
-Me separé un poco de él.- No, pero no es por vos… Es por mí.
-Acarició mi mejilla.- Lo sé. Pero, vuelvo a decirte lo mismo, tenemos que poder ir en contra de ese miedo.
-Suspiré.- Ya sé.
- Dale che. –Y empezó a hacerme cosquillas.-
- No, no vale. –Dije riendo.-
- Lo que no vale es que siempre terminemos en lo mismo. –Y me besó.-
- ¿Cómo pretendes terminar vos? –Pregunté riendo, pero nerviosa.-
- Ah, no sé… Fijate vos.

Tomó mis manos, entrelazando nuestros dedos y besó mi cuello.

- Sos muy hermosa. ¿Sabías? –Susurró en mi oído.-
-Sonreí.- Vos también sos muy hermoso.

Busqué su boca con la mía y nos besamos.

- Tranquila, que no voy a hacer nada que vos no quieras.
-Reí.- Perdón…
- No pidas perdón tonta.
- Hace mucho no estoy así con alguien.
- ¿Te confieso algo?
- ¿Qué?
- Hace mucho tiempo que no estoy con una mujer.

Reímos y nos quedamos en silencio, mirándonos. Él me abrazó y agradecí que lo haga, sus manos recorrieron mi espalda y cerré mis ojos.

- Pero me encantaría estar con vos, porque siento que nos une algo muy lindo…
- No es que no quiero tonto.
-Me abrazó más fuerte.- Ya sé… -Besó mi cuello.- Solo te dije lo que me pasa.
- Es muy lindo lo que te pasa y que me lo digas me encanta. –Me separé un poco para poder mirarlo.-
- A mí me encantas vos.
-Sonreí y lo besé.- Te quiero…
-Sonrió.- Y yo te quiero a vos Pau. –Nos besamos y nos quedamos mirando otra vez. Sus manos apretaron las mías y reímos.- Pienso que sería lindo que podamos seguir con esto. ¿O no?
- ¿Esto? –Reí.-
- Esto, lo que tenemos… Que podamos seguir enfrentando este miedo que tenemos los dos.
- Me cuesta un poco.
- Lo sé, por eso te lo propongo.

Subí mis piernas al diván, flexionadas y apoyé mi mejilla allí. Mirándolo.

- ¿Por qué sos tan paciente conmigo?
- Te dije que era muy paciente.
- Pero… Debes tener a un montón de minas.
- No te creas eh.
- ¡Dale Pedro!
- Puede que tenga muchas opciones, pero yo te elijo a vos.
-Sonreí.- Me matas…
- No, no te mueras. 
-Reímos y cerré mis ojos.- Quiero poder…
- ¿Poder?
- Dejar el miedo atrás.
- Yo puedo ayudarte en eso…
- ¿Cómo?
- Mmm… Así.

Se sentó detrás de mí y me abrazó, hundiendo su boca en mi cuello. Sonreí y busqué sus manos con las mías.

Sus labios subieron con besos por mi mejilla y yo lo miré, girando mi cabeza.

- Me encantan tus besos. –Susurré.-
- A mí me encanta besarte.

Sonreímos y me arrodillé, delante de él. Lo busqué con mis brazos, ubicándolos alrededor de su cuello y lo besé. Sus brazos rodearon mi cintura y nos sonreímos.

- No tiembles…
-Reí.- Siempre que me pasa algo fuerte, empiezo a temblar.
- Ya me dí cuenta. –Reímos y él acarició mi cara con una de sus manos.- Pero no va a pasar nada malo.
-Sonreí.- Lo sé… -Lo besé.- Pero prefiero que me beses.
-Sonrió y me besó.- Sos tan linda…

Y volvimos a besarnos, él cayó sobre mi cuerpo y reímos. Nuestros labios volvieron a unirse y sus labios recorrieron toda mi cara, también mi cuello.

- Pepe… -Susurré.-
- ¿Qué? –Preguntó y me miró.-
-Sonreí.- Nada, solo quería mirarte a los ojos.
- Ay, me vas a matar de amor. –Y me besó.-
-Reí.- Vos me vas a matar a mí. –Volvimos a besarnos.- Quiero confesarte algo que me da vergüenza.
- ¿Qué cosa?
- Siempre quise que estemos juntos en el diván. –Dije con mis mejillas ardiendo.-
- Ay, qué lindo lo que decís.
- ¿Vos nunca lo imaginaste? –Pregunté extrañada.-
- Demasiadas. –Dijo acariciando mis brazos.- Y me gustaría mucho hacerlo realidad en este momento.
- A mí también. –Dije sonriendo y volvimos a unir nuestros labios.-

Su cuerpo caía con fuerza sobre el mío y no solo que no me molestaba, sino que amaba sentirlo tan cerca.

Sus manos subieron por mis brazos hasta mis hombros y yo posé mis manos en su espalda.

Separamos nuestras bocas, solo un poco y sonreímos.

- Ay, sos muy lindo. –Dije y ahora acaricié sus mejillas.-
- Basta de ser tan tierna. –Reímos y nos besamos.-

Me abrazó por mi espalda e hizo que nos sentáramos, yo sobre sus piernas. Mis brazos pasaron por debajo de los suyos y mi boca recorrió su cuello y detrás de su oreja. Él mantenía sus ojos cerrados y tenía una leve sonrisa en su rostro, la cual borré cuando lo besé. Sus manos presionaron con fuerza mi espalda y me obligó a estar más cerca de él, rodeé su cuerpo con mis piernas y acaricié su nuca con mis manos.

Me sentía algo nerviosa, pero sabía que estar con él iba a ayudar al hecho de quitarme el miedo. Además… Claro que lo deseaba.

Mis manos se deslizaron por debajo de su remera y acaricié su espalda, a medida que se la quitaba. Mis dedos recorrieron su pecho hasta sus brazos y lo llené de besos, no me dejó seguir… Porque ahora fue él quien quitó mi remera. Yo acomodé mi pelo en un rodete y cerré mis ojos, como le había dicho… Amaba sus besos.

Besó desde mi cuello hasta mis hombros y todo mi pecho, acariciando mi piel con su barba. Sus manos se dirigieron a mi espalda y desabrocharon mi corpiño, cerré mis ojos y lo ayudé a quitármelo… Sus besos continuaron por allí y ya sentía la temperatura de mi cuerpo elevarse.

Sus labios volvieron a los míos y nos abrazamos con fuerza.

Terminamos de desnudarnos en medio de infinitos besos y a pesar de que en el ambiente hacia frío, sentía mi piel hervir.

Sus manos buscaron las mías y entrelazamos nuestros dedos, su cuerpo estaba sobre el mío y yo me sentía a punto de explotar.

Después de un rato… Estábamos envueltos en una manta, enfrentados y mirándonos. Su mano acarició mi mejilla y sonreí. Tomé su mano y besé sus dedos.

- Quisiera sentirme así para siempre. –Dije y suspiré.-
- Yo quisiera que no tengamos más miedo.
-Sonreí.- Y yo quisiera que me abraces.

Pedro sonrió y me abrazó contra su pecho, rodeando mi cuerpo con sus brazos. Posé mi mano en su pecho y cerré mis ojos suspirando.

- Me estás enseñando que querer no es tan malo como creía.
-Rio y besó mi frente.- ¿Tan malo?
-Reí.- Bueno… Que es hermoso querer, no querer no… -Apoyé mi mentón en su pecho para poder mirarlo.- Quererte.
-Sonrió y acarició mi mejilla.- Qué hermosa que sos.
-Sonreí.- Me siento muy segura con vos, es como que… Cuando estoy con vos no tengo miedo. Quererte me gusta mucho, también me gusta que me quieras.
- Te juro que es mutuo.

Sonreímos y nos acercamos a darnos un beso.

- Ser yo misma estaba más bueno de lo que creía. –Dije.-
-Me abrazó fuerte por la cintura, yo estaba sobre su cuerpo.- Me gustas mucho más siendo auténtica.
-Sonreí.- Gracias…
- ¿Por qué?
- Por ayudarme, siempre.
- Quiero hacerlo durante mucho tiempo…
-Lo besé.- Yo también quiero ayudarte.
- No te das una idea de cuánto me estás ayudando.
- ¿En qué?
- En aprender que querer a una mujer es hermoso… Quererla sin miedo.
-Sonreí.- Ay, me encanta que nos pase lo mismo.

Y volvimos a acercarnos, para besarnos durante un largo rato.


sábado, 5 de septiembre de 2015

Ser uno mismo VIII.


- Primero… Deja de llorar. –Dijo sentado frente a mí en el sillón.-
- Perdón, pero no puedo.
-Secó mis lágrimas con sus dedos.- ¿No queres ir a lavarte la cara?
- No hagas que me arrepienta de que estés en mi casa.
- Está bien… Quiero contarte algo.
- Te escucho.

Pedro hizo una pausa y tomó aire.

- A mí me pasa algo parecido a lo que te pasa a vos.
- ¿A qué cosa?
- A todo… Te voy a contar mi historia. ¿Tenes ganas de escucharla?

Yo asentí, un poco extrañada.

- Para que veas que vos también me inspiras confianza, lo que voy a contarte solo lo sabe mi terapeuta y mis viejos… Yo, soy adoptado. Me adoptaron mis viejos cuando tenía dos años, antes de eso no sé absolutamente nada. No sé que pasó con mis padres biológicos, no sé si les pasó algo, si me abandonaron… No sé, no sé nada y tampoco creo estar preparado para saberlo. –Hizo una pausa y yo tomé sus manos porque noté que sus ojos se estaban llenando de lágrimas.- A mí también me da miedo mostrarme como soy, porque tengo miedo de que me abandonen otra vez. No puedo dejar de pensar en que me abandonaron porque algo no les gustaba de mí… A mí también me da miedo que me quieran y querer, si te tranquiliza, no sos la única.

Sequé sus lágrimas con mis dedos y volví a tomar sus manos.

- Seguí psicología con el fin de entenderme un poco más a mí y a mis supuestos padres, pero no sé si funciona demasiado… El miedo lo sigo teniendo y llevo mucho más años de terapia que vos.
-Suspiré.- No me esperaba todo esto.
- Perdón, pero necesitaba contártelo.
- No tenes que pedirme perdón. ¿Puedo darte un abrazo?
- Te lo agradecería mucho.

Yo me acerqué a él y lo abracé, él también me abrazó.

- Me cuesta mucho estar con alguien y bien, o sea, no me refiero solo a mujeres… Me refiero a cualquier tipo de vínculo.
- Veo que nos parecemos mucho más de lo que creía.
- Creo que por eso me interesas tanto.
-Me separé un poco de él.- Perdón, pero no sé qué decirte.
- Con que me digas que podemos seguir viéndonos…
-Suspiré.- Me cuesta esto.
- Aunque no parezca, a mí también… Incluso, si no eras vos la que me daba un beso creo que nunca me hubiese animado.
- Quizás ese beso fue un error.
- No, no pienses eso. –Me besó.-
- No sé qué pensar.
- No pienses, solo sentí lo que pasa entre nosotros.
- Eso también me da miedo, sentir tantas cosas.

Él me abrazó y nos quedamos un rato en silencio.

- Capaz estaría bueno que podamos enfrentar ese miedo juntos. ¿No te parece?
-Cerré mis ojos e inhalé, sintiendo su olor.- Tengo miedo de fracasar.
- Siempre está la posibilidad de fracasar Pau.
- Sí, es verdad…

Se separó un poco de mí y me besó.

- Deja que pase, te lo ruego.
- ¿Y qué hacemos con el miedo?
- Le damos batalla.
-Suspiré.- Me convences y no sé si es lo que quiero.
- Yo sé que es lo que queres…

Dijo y me abrazó para poder besar mi cuello suavemente.

- Tener miedo es una mierda. –Dije con bronca.-
- Lo sé Pau, lo sé.
- ¿Y entonces?
- No sé, pero no te alejes de mí.
- Me cuesta no alejarme de la gente.
- Por eso te lo estoy pidiendo.
- No sé Pedro…
- Dale, no te prives de sentir algo que te hace bien.

Me separé un poco de él.

- Me privo de hacerte y hacerme mal.
- ¿Por qué estás tan segura de eso?
- No lo sé.
- Confía un poco en vos.
- Eso es imposible.
- ¿Lo intentaste alguna vez?
- No.
- ¿Entonces cómo sabes que es imposible?
-Reí.- No sé.
- Dale… -Me besó.- Intentemos, no te puedo prometer nada ni tampoco te pido un noviazgo a partir de ahora mismo… -Reí.- Pero intentemos algo, al menos vernos… Nos hacemos bien.
- ¿Sabes lo qué pasa?
- ¿Qué?
- Que ahora te digo que sí y cuando te vayas voy a volver a paralizarme, no dormí en toda la noche del miedo que tengo.
- ¿Y si dormís ahora y te tranquilizas?
- Eso no va a solucionar nada.
- Pero estar más tranquilo siempre ayuda.

Sequé mis lágrimas e hice sonar mis dedos.

- Tengo miedo y no sé cómo hacerle frente. –Le dije.-
- De la mano. –Dijo y tomó mis manos.-
- Sos muy tierno… Pero casi ni nos conocemos.
- Vos crees eso, pero te vas a sorprender cuando te des cuenta que nos conocemos demasiado.
- No sé…
- ¡Deja de decir no sé!
-Reí.- Es que no sé.
- Es que no queres saber.
- Mmm… Puede ser.
- Te lo repito: escucha lo que te dicen ahí adentro. –Dijo acariciando mi sien.-
- Lo que está ahí adentro me odia, me hace la vida imposible.
- Porque dejas ganar a la parte mala.
- No sé cómo despertar a la parte buena.
- Quedándote conmigo, omitiendo el miedo.

Apoyé mi codo el respaldo del sillón y mi cabeza en mi mano.

- Lo decís como si fuese simple.
- Te repito esto también: nada es simple, todos son procesos… Pero, si la primera vez que intentas cambiar algo ya te negas, no vas a poder nunca terminar con dicho proceso.
- ¿Pero vos entendes que no puedo contra mi cabeza?
- Yo entiendo que vos no queres poder contra ella.
- ¿Cómo estás tan seguro?
- Porque me pasó lo mismo.
- ¿Y qué hiciste?
- Voy a terapia.

Reímos.

- Te pregunto en serio…
- Salí un poco a la vida, a conocer gente…
- ¿Y funcionó?
- No, hasta que te conocí. –Sonreí.- Me haces sentir bien de verdad.
- Y vos a mí…
- ¿Y entonces? ¿Por qué vamos a negarnos si nos hacemos bien?

Yo no respondí, tan solo me acerqué a él y lo besé.

- Quiero que nos animemos juntos.
- ¿Y si no funciona?
- Al menos sabemos que lo intentamos… ¿No te parece?
-Sonreí.- Sí.

Y nos besamos.

- No llores más y dormí, dale…
- ¿Y vos?
- No sé. –Rio.- Hoy no puedo safar de mis pacientes, tengo el primero en una hora y media. Pero… Puedo quedarme hasta que te duermas.
- ¿Harías eso por mí?
- Mmm… Sí. ¿Queres?
-Sonreí.- Sí. Vení conmigo…

Fuimos hasta mi cuarto y yo me metí en la cama, aún tenía la ropa del día anterior.

- Perdón el desorden. –Le dije.-
-Rio.- No hay problema… Acostate, dale.
- Es como tener un enfermero a domicilio. –Dije riendo y me metí en la cama.-
- No sé si enfermero, pero quiero que dejes de llorar.
- El miedo me hace llorar.
- Eso lo sé. –Reímos y besó mi frente.-

No dijimos más nada y él comenzó a desenredar mi pelo con sus dedos.

Después de un rato, comencé a hablarle sin abrir los ojos.

- Gracias, me haces sentir en paz. –Susurré.- Te juro que quiero enfrentar el miedo, pero a veces no sé cómo…
- Juntos vamos a encontrarle la vuelta y si no funciona lo que pasa entre nosotros, al menos nos va a servir para saber cómo enfrentarnos al miedo… O como no hacerlo. ¿No te parece?
-Sonreí.- Sí, igual prefiero pensar en que va a funcionar. ¿Vos no?
-Rio.- Me gustas demasiado como para querer que no funcione…
-Sonreí.- ¿Ya tenes que irte?
- No… En un ratito. –Besó mi mano.- Trata de dormir, dale…
- Gracias.
- Nada que agradecer.

Y bajo sus caricias, me quedé dormida.



viernes, 4 de septiembre de 2015

Ser uno mismo VII.


Era algo tarde y yo debía volver a mi casa… El problema era que no podía despegar mis labios de los suyos. Sus dedos estaban entrelazados con los míos y nuestras manos detrás de mi espalda.


- Me tengo que ir. –Dije sin sonar demasiado convincente.-

- No, no te vayas.

- ¿Qué va a pasar con esto?
- Lo que nosotros queramos que pase.
- ¿Y qué queremos?
- Yo quiero que volvamos a vernos.
-Sonreí.- Yo quiero lo mismo.
- Entonces no pensemos en el futuro, solo sepamos que vamos a volver a vernos.
- Mmm… Dale.
-Me besó.- Quedate un rato más.
- Es tarde…
- No importa, dale.
-Reí.- Me da miedo andar muy tarde sola.
- Te puedo acompañar.
- Tengo mi auto acá.
- Vamos en tu auto.
- ¿Y cómo volves?
-Se encogió de hombros.- Después veo…
- Pero…
- Dale, quiero que te quedes.
-Reí.- ¿Sos muy insistente, no?
- Demasiado.
- Entonces te ahorro el hecho de que insistas.
- ¿Te quedas?
- Sí, pero con la condición de que comamos algo un poco más elaborado que las patitas de pollo. –Reímos y nos dimos un beso.-

Finalmente me quedé y cenamos juntos, luego me acompañó a mi casa. Ni bien cerré la puerta, le envié un WhatsApp.

“No recuerdo haber pasado un día tan lindo hace mucho tiempo. Gracias.”

“Sos más linda, yo también la pasé muy bien.”

Me senté en mi cama y suspiré, dejando caer mi torso sobre el colchón… 

Estaba contenta, pero de un segundo al otro, un pánico me invadió. Me estaba dando cuenta que todo lo que había hecho ese día había sido una maldita locura.

¿Qué hacía yo con un pibe? ¡Y encima con mi psicólogo! Como si fuésemos novios de toda la vida… 

Había algo extraño y me sentía asfixiada dentro de mi propia mente, otra vez.

Hacia semanas que esto no me ocurría, pero volvía a sentirlo. Volvía a sentirme encerrada en ese lugar blanco y horrible. Sin poder encontrar una maldita salida.

Sentía muy profundamente que había nacido para estar sola, aislada de todo y de todos. 

Ese día me había mentido, había creído que podía ser yo misma y sonreír… Pero, duró poco.

No era que no quería. ¡Era que no podía! Sentía como si mi mente fuese el enemigo, un enemigo que me castiga y me detesta todos los días de mi vida.

Ya sé que con un día que pasamos juntos ilusionarse es una pelotudes enorme, pero no iba a volver a pasar.

Me metí en la cama y me escondí debajo de la sábana. Ojala pudiera pasar el resto de mi vida así… Esa sensación me habitaba la mente desde que era chiquita, siempre había querido desaparecer, pero nunca había encontrado un por qué… Ahora lo estaba encontrando, tenía miedo a que me quieran. Tenía miedo a querer. Miedo a que me conozcan y dejen de quererme.

El sol salió y yo seguía allí, tratando de silenciar mi cabeza.

“Señorita… Tengo ganas de verla. ¿Se puede? Mi certificado puede extenderse.”

“No.”

“¿Te desperté?”

“No.”

“¿Pasa algo?”

“No.”

“No te olvides que soy psicólogo, no me podes mentir demasiado.”

“No quiero verte.”

Y dejé el celular a un lado, tratando de nos prestarle atención… Pero, cuando me respondió, no pude evitar leerlo.

“¿Por qué?”

“Porque esto es cualquiera.”

“Creí que la habías pasado bien.”

“¿Quién dijo lo contrario?”

“Dale, quiero verte.”

“No Pedro. No nos vamos a volver a ver.”

“¿Por qué?”

“Porque me da miedo que me quieran. ¿No te diste cuenta todavía? Bah, ni siquiera sé si me queres.”

“Obvio que te quiero.”

“Bueno, no me quieras más…”

“No me pidas eso.”

“Solo me diste un par de besos, podes olvidarte de mí.”

“Pero no quiero…”

“Bueno, yo no quiero verte.”

“¿Puedo ir a tu casa?”

“Ni se te ocurra…”

“Tengo algo para contarte.”

“Contaselo a un amigo.”

“No seas así conmigo.”

“Entende que no quiero verte.”

“Entende que yo sí, voy a ir a tu casa… Tengo la dirección en tu ficha.”

“No vengas, te lo ruego.”

Y no me respondió más nada. ¡La puta madre! 

El timbre sonó varias veces y yo seguía debajo de las mantas.

“No pienso irme hasta que me abras.”

“¿Por qué?”

“Porque me importas y tengo algo para decirte.”

“No quiero saberlo, no quiero que pase nada más entre nosotros.”

“Pero yo sí…”

“Yo no.”

“¿Me abrís al menos?”

Suspiré y fui hasta la puerta, abrí las cerraduras…

- Hola. –Dije sin dejarlo pasar.- ¿Qué queres?
- ¿Me dejas pasar?
- No.
- Si la pasamos bien.
- Yo anoche no.
- ¿Por qué?
- No importa.

Él hizo un poco de fuerza con la puerta y quedó frente a mí.

- ¿Por qué lloras así?
- Me muero de miedo. –Dije desarmada.-
- ¿Miedo de qué?
- De que me quieran, de querer… De que quieran, me conozcan y dejen de hacerlo.
- ¿Por qué crees que vales tan poco?
- No sé si creo eso… Es que nunca probé algo con alguien que me conozca de verdad.
- Yo quiero conocerte de verdad.
- ¿Por qué haces esto por mí? No te creo que sea solo porque te gusto… Conociendo a los hombres, cualquiera con el whatsapp de hoy no volvía.
- Eso es lo que quiero contarte. ¿Puedo pasar?
-Me encogí de hombros.- Pasa… Pero, no sé.
- ¿Qué no sabes?
- Nada sé.

Entré y dejé que entrará detrás de mí.



jueves, 3 de septiembre de 2015

Ser uno mismo VI.


Entramos en su casa, más precisamente estábamos en su living. Yo sentía mis manos transpirar y mis piernas inestables. Todavía no me acostumbraba a estar así con él.

- Sacame esa cara de susto que no te voy a secuestrar eh.
-Reí.- Perdón.
- No pasa nada. Sentate, ponete cómoda.
- Permiso.
- Dale Pau.

Yo reí y me senté en el sillón, Pedro se sentó frente a mí.

- Contame algo de vos… Porque vos sabes mucho de mí…
-Rio.- Tenes razón. ¿Qué queres saber?
- No sé, lo que vos tengas ganas de que sepa.
-Volvió a reír.- Me llamo Pedro, soy psicólogo.
-Reí.- Dale nene.
- No sé qué queres que te cuente.
- Tenes que describirte, como yo hice el otro día.
- Bueno, a ver… -Pensó algunos segundos.- Me considero una persona muy paciente y trasparente. Así como ves que soy en las sesiones, soy con el resto del mundo… O sea, mi modo de hablar, pensar y expresarme. ¿Se entiende?
- Sí, se entiende.
- No es que vivo analizando a la gente. –Reímos.- Pero soy siempre igual.
- Tenes pinta de ayudar mucho a la gente.
- Es mi trabajo…
- Pero digo, por fuera de eso.
- Por fuera de eso ahora te tengo a vos y quiero que sepas que sos mi paciente preferida.
-Reí.- ¿Voy a seguir siendo tu paciente? –Pregunté extrañada.-
- Mmm… Podemos ver como lo arreglamos. –Reímos.-
- Contame algo más. ¿Tu familia?
- Mis viejos, soy hijo único también.
- Uy, es todo un mundo eso… Vos lo debes saber mejor que yo.
-Rio.- No sé, puedo saber mucho de Psicología, pero uno no siempre lo puede aplicar a uno mismo.
- ¿Tenes muchos problemitas ahí adentro? –Pregunté acariciando su sien.-
- Ahora tengo un único problema.
- ¿Cuál?
- Que estás muy lejos.

Mordí mi labio sonriendo y se acercó a mí, para darme un beso.

- Te juro que no quiero interrumpir… Pero si no cierro las ventanas, mi casa se va a inundar.
-Reí.- ¿Te ayudo?
- No, no te preocupes.

Pedro cerró las ventanas de su departamento y volvió al sillón. Sin decir nada, hizo que me acueste y que apoye mi cabeza en sus piernas.

- ¿Qué pasa? –Le pregunté.-
- Mmm… Nada.
-Reí.- ¿Y por qué esto?
- ¿Estás incómoda?
- No, para nada. –Sonreí.-
- Entonces… Sh.

Reímos y besó mi frente.

- A veces quisiera meterme en esa cabecita loca. –Dijo acariciando mi pelo.-
- No, por favor no. –Le respondí.-
- ¿Por qué?
- Me da pánico que alguien pueda conocerme más de lo que yo quiero, lo sabes.
-Acarició mi frente con sus dedos.- Tenes que dejar que la gente te conozca.
- No quiero desilusionarlos…
- Ser vos misma es la mejor manera de no desilusionar a nadie… Siendo vos misma, sobre todo, no te desilusionarías a vos.
-Suspiré.- No sé, es algo que todavía no puedo procesar o aceptar.
- Me gustaría poder seguir conociéndote. ¿Me dejarías?
- Te tengo cerca y te dejo hacer cualquier cosa. –Dije con bastante vergüenza.
- Ay, sos muy linda. –Besó mi nariz y reí.-
- Pero igual, me da miedo. ¿A vos no?
- ¿Qué debería darme miedo?
- Estar enganchándote con una mina tan problemática.
-Rio.- Vos no te das una idea de las cosas que yo veo Pau, lo tuyo puede que sea un problema… Pero es algo que con tiempo se soluciona, no es la muerte de nadie che. –Reí.- Y me gustas así, no puedo evitarlo.
- Vos sos muy tierno. –Acaricié su mejilla y me besó.-
- Vos me haces poner tierno.
- ¿No es que sos siempre igual?
-Rio.- Pero creo que uno es varios a la vez.
- ¿Cómo sería eso?
- Yo no soy el mismo cuando estoy con mis viejos, que cuando estoy con mis amigos o ahora… Cada uno tiene un rol dentro de un grupo o al lado de una persona, uno tiene varias versiones y saca la conveniente en el momento indicado… Pero, todas esas versiones son las que nos hacen ser quienes somos.
- Puede ser, nunca lo había pensado así. ¿Eso de qué libro lo sacaste?
-Rio.- Puede que de alguno, pero es algo que pienso yo igualmente.
- Me gusta mucho escucharte hablar.
- ¿Por qué?
- Admiro tu forma de pensar, creo que eso es lo que más me gusta de vos.
- Nunca me habían dicho algo tan lindo.
-Sonreí.- Es lo que me pasa.
-Me besó.- A mí lo que más me gusta de vos es que sonrías.
-Sonreí y lo tomé por la nuca, para que vuelva a besarme.- No das más de tierno, en serio te lo digo.

Me levanté y nos besamos.

- ¿Queres que almorcemos?
- Mmm… Dale.
- ¿Qué te gusta?
- Un poco de todo.
- La verdad es que, como en casa de cualquier hombre soltero, mi heladera está bastante vacía.
-Reí.- ¿Puedo ver?
- Obvio, vení.

Fuimos hasta la cocina y abrimos la heladera.

- ¡Te cagas de hambre!
-Rio.- Tampoco tanto che… Tengo mucho congelado, lo tiras en la sartén y listo.
- Sos tremendo.
- Soy hombre, entende. –Reímos.-
- ¿Tenes patitas de pollo?
- Son mis preferidas.
- Las mías también.
- Entonces no se habla más… -Abrí el freezer y saqué la bolsa.- Salen patitas de pollo. –Reímos.-

Cocinamos varias y las dejamos en un plato, servimos aderezos y dos vasos de jugo. Así volvimos al living y dejamos la comida en la mesa ratona.

Almorzamos juntos y la realidad era que tenía sueño.

- Se te cierran los ojitos.
-Reí.- Dormí horrible anoche.
- ¿Se puede saber por qué?
- No podía dejar de pensar.
- ¿En…?
- Vos. –Sonreí y me besó.-
- ¿No queres dormir un rato?
- ¿Decís?
- Yo también tengo sueño. Digamos que dejar de pensar en vos tampoco fue fácil. –Reímos y nos dimos un beso.- Pero, capaz te incómoda.
- No, no es eso.
- ¿Dónde quedó la vergüenza?
-Reí.- No sé, igual es solo dormir… ¿O no?
- Dormir es dormir. –Reímos.-

No sé muy bien cómo, pero estábamos en su cama. Acostados, enfrentados. Yo tenía mis ojos cerrados y sentí su mano acariciar mi mejilla y mi cuello.

- ¿Seguro estás bien?
- Sí, estoy bien. –Lo miré.- Me haces sentir bien.
- No quiero que estés incómoda.
- No te preocupes, no lo estoy.
-Me sonrió.- Entonces trata de descansar.
- Vos también.

Y cerré mis ojos… No recordaba cuándo había sido la última vez que me había dormido tan en paz.

- Pau… -Susurró en mi oído.- Perdón que te despierte, pero no deja de vibrarte el celular.
-Abrí mis ojos y lo miré súper dormida.- ¿Qué hago acá?
-Rio.- Nos quedamos dormidos… Toma. –Dijo dándome el celular.-
- Es del laburo. –Dije sentándome.-
- Mmm… Depresión.
- ¿Depresión? ¿Tan mal estoy? –Pregunté riendo.-
- Tuviste un ataque de pánico.
-Reí.- Sos tremendo eh.
- Dale, responde che.

Reí y respondí la llamada, les prometí que le llevaba el certificado médico y me perdonaron el faltazo.

- Me llevas por el mal camino. –Dije riendo una vez que había cortado.-
-Rio y me besó.- Cualquier cosa con tal de que te quedes conmigo.
-Sonreí.- Dijimos que pasábamos el día juntos. ¿Qué hora es?
- Cuatro y media.
- Mmm… Dormimos bastante. ¿No?
- Sí. –Reímos.- Ya paró de llover.
- ¿Eso que quiere decir?
- No, no sé. Nada. –Reímos.-
- ¿Y qué vamos a hacer ahora?
- Besarnos me parece la mejor opción. –Dijo acercándose a mi boca.-


miércoles, 2 de septiembre de 2015

Ser uno mismo V.


Sus manos rodearon suavemente mi cintura mientras nuestros labios se saboreaban, sonreía internamente. Me sentía bien. Lo acerqué a mí tomándolo por el cuello y chocamos nuestras frentes, nos miramos y sonreímos.

- Sos muy linda, en serio te lo digo.
-Sonreí aún más.- Vos también sos muy lindo.

Y nuestras bocas volvieron a unirse, también nuestros cuerpos. Terminamos abrazados. Sentí que sus labios besaron mi cuello y cerré mis ojos, volvió a hacerlo y me sentí temblar.

- No tiembles. –Susurró.-
-Reí.- Es muy lindo lo que siento en este momento.
-Volvió a besar mi cuello.- Quedate acá entonces.
- Mmm… No pensaba irme.
- ¿No? –Preguntó y besó hasta mi hombro.-
- No.

Lo tomé por el mentón y lo obligué a volver a mis labios.

- Salvo que vos quieras que me vaya…
-Me abrazó con fuerza.- No, quedate por favor.
- ¿No tenes pacientes?
- Puedo cancelarlos… ¿Vos no trabajas?
- Falté y no avisé. –Me encogí de hombros.-
- Puedo hacerte algún certificado un poco trucho.
-Reí.- ¿Y la ética?
- Puedo romperla por vos.
-Sonreí.- Me parece que compro el plan eh.
- Entonces no se habla más. –Y me besó.- Voy a cancelar los pacientes ahora.
- ¿Seguro?
- Muy seguro.
-Sonreí.- Bueno, está bien.

Él me dio un beso y se dirigió a su escritorio. Yo apoyé mi espalda contra la pared, suspirando y tratando de caer en la realidad. Hice un rodete improvisado con mi pelo y lo miré sonriendo. Me devolvió la sonrisa y mordí mi labio, muerta de amor.

Porque así me tenía… Muerta, capaz que decirle amor es muy apresurado. Pero ante él no tenía reacción.

Cuando terminó, se sentó a mi lado y buscó mi mano.

- ¿Te animas a hablarme sin que seas mi paciente?
- ¿Y cómo tendría que hablarte?
- Como amigos.
- Yo no chapo con mis amigos. –Le dije riendo.-
-Rio.- Yo tampoco chapo con mis amigas. –Reímos y nos besamos.- Pero, podes hablarme como a un… ¿Hombre?
-Me encogí de hombros.- Sabes que me cuesta hablar.
- Me dijiste que yo te inspiro confianza.
- Pero sentado atrás mío.
- Me gusta mirarte a los ojos.
-Sonreí.- ¿De qué queres que te hable?
- De lo que te pasa.
- ¿Con?
- ¿En serio me preguntas eso?
- No, no vale. –Dije haciéndome la enojada.- Vos sos el hombre, tenes que empezar.
- Yo empiezo y vos seguís…
- Sí, dale.

Pedro se acomodó delante de mí y tomó mis manos. Lo miré un poco nerviosa, pero ya estaba allí. No iba a escapar.

- La verdad es que es raro, porque para nosotros es como una ley no involucrarnos sentimentalmente con los pacientes… Pero, te juro que con vos no lo pude evitar. –Sonreí.- Sos tan linda… -Acarició mis manos con sus dedos.- Y no hablo solo de tu físico, hablo de cómo sos. Me das mucha ternura, siento que te conozco más de lo que vos crees y sé que vos te conoces más de lo que crees también. –Hizo una pausa.- Me mata tu manera de ser, me gusta ver como de repente podes dejar de lado toda esa pantalla que te creaste para el afuera y ser vos misma, porque te aseguro que ser vos misma es la mejor versión que podes elegir. –Sonreí.- Me gustas, no puedo evitarlo. Y tampoco
quiero.

Hice una pausa, en la que no sabía muy bien qué decir.

- No sé qué responderte. –Dije riendo.-
- No es necesaria una respuesta, pero tenes que hablar.
-Suspiré.- Me gustas, me gustas mucho. –Dije sin anestesia.- Yo también intenté evitarlo, porque no me siento en condiciones de estar con alguien, no importa en carácter de qué, pero siento que todavía me faltan procesar varias cosas. –Me encogí de hombros.- Aún así, no pude evitarlo. Me inspiras confianza, protección… Me haces sentir bien. Me ayudaste mucho y eso sé que lo sabes. –Asintió.- Y no sé, pero sentirte cerca me hace bien.

Presioné sus manos e inhalé profundo, sin saber como seguir.

- ¿Podemos pasar el día juntos? –Preguntó.-
- Mmm… Si queres.
- ¿Vos no queres?
- Sí. –Sonreí.-
- Entonces… -Se levantó y me dio la mano.- Venga conmigo señorita.

Reí y me levanté, tomando su mano.

- Nos vamos.
- ¿A dónde? –Pregunté.-
- Mmm… A donde pinte.
-Reí.- Bueno, dale.

Buscamos nuestras cosas y salimos del lugar.

- ¿Caminamos o vamos en auto?
- Caminamos. –Respondí.- ¿Te va?
- Dale, me va.

Comenzamos a caminar, uno al lado del otro, sin decir nada y mirándonos cada tanto.

Cuando frenamos en una esquina para poder cruzar, me sorprendió y me tomó por la cintura para darme un beso. Sonreí y lo besé.

Cruzamos y paramos en una panadería, compramos facturas y café en un kiosko, para luego ir a una plaza y sentarnos en un banco. Desayunamos juntos y al sol, tiré todo en un tacho y volví a su lado.

- Me siento rara. –Le dije sentada en el banco, con mis piernas cruzadas y mirándolo.- ¿Está mal?
-Giró y también me miró.- No, no está mal. –Acarició mi mejilla.- Yo también me siento un poco raro, nos conocemos hace mucho y de otra manera.
- Por eso… -Suspiré.-
- Puedo darte muchos besos si eso te hace sentir mejor.
- A ver… Proba si queres.

Sonreímos y nos besamos, tratando de que aquel beso durara todo el tiempo del mundo.

Me separé un poco de él, porque necesitaba respirar y posé mis manos en su pecho.

- ¿Funciona? –Preguntó acariciando mis brazos.-
- Mmm… Sí y muy bien.

Reímos y volvimos a besarnos, había un poco de viento y mi pelo se volaba. Pedro se separó un poco de mí y acomodó mi pelo, yo besé su mano.

- ¿Queres que volvamos? –Me preguntó.-
- No, me quiero quedar acá y con vos. –Y lo abracé, rodeando su cuello con mis brazos. Sentí sus manos recorrer mi espalda hasta llegar a mi cintura, para también abrazarme.- ¿Se puede?
-Lo sentí sonreí.- Obvio que se puede.
- Es raro, pero cuando me abrazas me siento en paz.
- Es muy lindo lo que decís.
- Yo me siento bastante pelotuda. –Dije riendo.-
- No che… Es lindo sentir eso.
-Me separé un poco de él.- A veces ni sé que es lo que siento.
- Tenes que darte tiempo, a todo hay que darle tiempo.
- Eso dicen…
- Eso digo yo, te lo digo siempre. –Reímos.-
- Tenes razón.
- No apures las cosas, deja que pasen.
- Me cuesta, no puedo no pensar en el futuro.
- Pensa solo en el ahora…

Y me besó, presionando mi cuerpo con el suyo.

- ¿No crees que vale la pena?
-Sonreí.- Sí.

Hizo que me siente sobre sus piernas, sin dejar de besarme y terminamos abrazados otra vez.

Cerré mis ojos y me dejé empapar por lo que sentía, dejé que mi cuerpo y mi mente sintieran lo que quisieran. Quería quedarme así, durante un largo rato.

Sé que pasaron varios minutos…

-Besó mi mejilla.- No es que quiera separarme de vos, pero el viento se está poniendo fuerte y creo que se viene una tormenta.
- Mmm… -Lo abracé más fuerte.- Dijiste que íbamos a pasar el día juntos.
- Pensaba irme con vos eh.
-Me separé un poco de él.- Entonces puede ser.
-Sonrió.- Dale, vamos que encima vinimos caminando.
-Reí.- Es verdad.

Le dí un beso y me levanté. Él también lo hizo y volvimos juntos a su departamento, ya que él atendía en donde vivía. El consultorio estaba antes de su departamento.

- ¿Te animas a ir a otro lado que no sea el consultorio?
-Sonreí.- Sí…
- Entonces pasa…



martes, 1 de septiembre de 2015

Ser uno mismo IV.

Quería frenar el tiempo en ese momento, en sus labios, en esa sensación tan linda que me había tomado el cuerpo… Pero, no podía.

Me separé de él, muerta de vergüenza.

- Perdón, hice cualquiera. –Dije nerviosa.-

Me dí vuelta y quise irme, él estaba sin reacción. Cuando tuve la mano sobre el picaporte de la puerta, él puso su mano sobre la mía y me miró.

- No, no te vayas.
-Suspiré y no podía mirarlo.- Quiero irme.
- ¿Por qué?
- Porque acabo de hacer cualquier cosa.
- No te escapes de lo que te pasa.
- ¡Quiero irme!
- Mirame.
- No, no quiero. –Dije con lágrimas en los ojos.-
- No seas así.
- Me quiero ir Pedro.

Él no dijo nada más, pero me abrazó. Cerré mis ojos y dejé que algunas lágrimas cayeran de mis ojos. Sus manos acariciaron mi espalda y yo apoyé mi frente en su hombro.

- Esto es cualquier cosa. –Le dije.-
- No llores.
-Reí.- Perdón.
- No pasa nada.
- Quiero irme.
- No te escapes, no voy a hacerte nada malo. –Reí.- Trata de tranquilizarte.
- No puedo.
- No digas más nada.

Reí y dejé que me abrazara, durante un rato que sé que fue largo.

Me separé de él, ya sin llorar y sequé mis lágrimas.

- Quiero irme, de verdad.
- Bueno, está bien… Anda.
- Perdón, no sé porque lo hice.
- No tenes que pedir perdón.
- Pero…

Rasqué mi sien, confundida.

- Me voy.
- Está bien… -Besó mi mejilla sentidamente y yo cerré mis ojos.-

No pude decirle más nada, tan solo salí corriendo.

No podía creer que lo había hecho, que me había animado. No me reconocía.

Llegué a mi casa y me senté en el sillón, subí mis piernas al sillón y las abracé. Escondí mi cara en mis rodillas y suspiré.

Me daba cuenta que el abrazo de él era el que tanto estaba deseando.

Mi cabeza era un cortocircuito, no entendía nada. Solo sabía que ese beso me había vuelto loca. Ese beso me había hecho sentir algo que no recordaba haber sentido antes.
“Me muero de vergüenza. Perdón.”

Le envié por WhatsApp.

“No tenes que tener vergüenza ni que pedir perdón. Fue solo un beso.”

“¿Fue solo un beso?”

“¿Para vos fue más que eso?”

“No sé, no entiendo nada. Quiero desaparecer.”

“Desaparecer no va a solucionar nada.”

“Este cortocircuito en mi cabeza tampoco. No sé por qué te hablé.”

“Podemos dejar de hablar si es lo que preferís.”

“Ahora sí…”


Y no le dije más nada.

Suspiré y me dejé caer a un costado, quedando acostada y en posición fetal. Volví a abrazar mis piernas y cerré mis ojos, tratando de encontrar un poco de tranquilidad en mi mente. Fue imposible.

Me quedé dormida allí y me desperté cuando el sol del me daba en los ojos. Me senté en el sillón y refregué mis ojos reiteradas veces, se me partía la cabeza.

Me levanté para dirigirme al baño y miré la hora en mi celular, ya no llegaba a ir a trabajar e iba a faltar. Poco me importaba.

Me dí una ducha tibia, para terminar de tranquilizarme y me puse un short de jean y una remera negra bastante suelta. Ojotas con un poco de taco y un collar con un corazón. Me miré al espejo e intenté acomodar mi pelo, también me delineé.

No pensé demasiado en lo que estaba por hacer y salí de mi casa.

Rogaba que no estuviera con algún paciente, porque esperarlo me mataría. Toqué el timbre y lo esperé. Me temblaba el cuerpo, de pies a cabeza.

Abrió la puerta y levanté mi mirada.

- Hola. –Dije tratando de que la voz me salga.-
- Paula, hola. –Sonrió.- No sabía que venías.
- Yo tampoco sabía que venía… ¿Puedo pasar o estás con alguien?
- No, pasa.
- ¿Seguro?
- Sí Paula, dale.

Reí e ingresé al consultorio. Estaba nerviosa, no sabía muy bien qué hacer. Me senté en el diván, pero mirándolo. Él se sentó frente a mí y me sentía encerrada. Por mí y por él. Bajé mi mirada y froté mis manos.

- No sé muy bien por qué vine. –Dije riendo.-
- Mmm… ¿Queres decirme algo?
- Eso creo. –Respondí confundida.-
- Trata de salir del lugar de paciente, hablame como una persona a otra.
-Reí y lo miré.- Es muy raro esto.
- Deja que pase, no tengas miedo.
-Suspiré y mordí mi labio, cada vez más nerviosa.- No sé qué decirte. –Reí.- Cuando me abrazaste, me descolocaste.
- ¿Hice mal?
- No, no es eso. –Hice una pausa.- Me hizo sentir bien ese abrazo.
-Sonrió.- ¿Y entonces?
- Y entonces te besé. –Reí.- Me siento una nena de secundaria.

Hice una pausa bastante larga, tratando de poder formular alguna frase.

- Me das mucha confianza, me haces sentir bien. –Me encogí de hombros.- Te besé porque me atraes. –Dije con mis mejillas coloradas.- Y ya sé que después de esto no nos vamos a ver nunca más, pero no pude ocultarlo más tiempo y creo que poder decirlo es un avance muy grande para mí.
- ¿Por qué crees que no vamos a volver a vernos?
- Porque no podes tener vínculo sentimental con tus pacientes.
- A veces esa regla se rompe.
- ¿Por qué?
- Porque vos también me gustas Paula, creí que era muy obvio. ¿Nunca te diste cuenta?
-Reí.- No…
- Me gustó muchísimo abrazarte y que me beses.
-Sonreí.- A mí también.

Sonreímos, cual boludos y él tomó mi mano.

- Yo no quiero que dejemos de vernos.
- ¿Y en carácter de qué vamos a vernos? –Le pregunté extrañada.-
- En carácter de dos personas que se interesan.
- Hace mucho que no vivo estas situaciones.
- Animate… -Y corrió un mechón de pelo que caía sobre mi cara.- No tengas miedo, nunca te haría mal.
- Me doy miedo yo.
- ¿Por qué?
- Porque lo que sentí con ese beso fue demasiado fuerte.
- ¿Y eso es malo?
-Reí.- No, no sé…
- ¿Y entonces? No pienses en esas cosas.

Y no me dejó decir nada, porque me abrazó y yo sonreí. También lo abracé.

- ¿No te parece que cuando pasa algo así hay que disfrutarlo?
- ¿Y qué sería “algo así”?
- Con el tiempo nos vamos a dar cuenta.
- ¿Y si no dura mucho tiempo?
- Va a durar lo que tenga que durar.
-Suspiré.- Me siento una tarada.
- No, no digas eso. ¡Sos hermosa!
-Sonreí.- Gracias.

Se separó un poco de mí y rozó su nariz con la mía.

- Hermosa… -Susurró y ahora rozó nuestros labios.-

Cerré mis ojos con una sonrisa y dejé que esta vez sea él quien buscara mis labios con los suyos.