viernes, 4 de septiembre de 2015

Ser uno mismo VII.


Era algo tarde y yo debía volver a mi casa… El problema era que no podía despegar mis labios de los suyos. Sus dedos estaban entrelazados con los míos y nuestras manos detrás de mi espalda.


- Me tengo que ir. –Dije sin sonar demasiado convincente.-

- No, no te vayas.

- ¿Qué va a pasar con esto?
- Lo que nosotros queramos que pase.
- ¿Y qué queremos?
- Yo quiero que volvamos a vernos.
-Sonreí.- Yo quiero lo mismo.
- Entonces no pensemos en el futuro, solo sepamos que vamos a volver a vernos.
- Mmm… Dale.
-Me besó.- Quedate un rato más.
- Es tarde…
- No importa, dale.
-Reí.- Me da miedo andar muy tarde sola.
- Te puedo acompañar.
- Tengo mi auto acá.
- Vamos en tu auto.
- ¿Y cómo volves?
-Se encogió de hombros.- Después veo…
- Pero…
- Dale, quiero que te quedes.
-Reí.- ¿Sos muy insistente, no?
- Demasiado.
- Entonces te ahorro el hecho de que insistas.
- ¿Te quedas?
- Sí, pero con la condición de que comamos algo un poco más elaborado que las patitas de pollo. –Reímos y nos dimos un beso.-

Finalmente me quedé y cenamos juntos, luego me acompañó a mi casa. Ni bien cerré la puerta, le envié un WhatsApp.

“No recuerdo haber pasado un día tan lindo hace mucho tiempo. Gracias.”

“Sos más linda, yo también la pasé muy bien.”

Me senté en mi cama y suspiré, dejando caer mi torso sobre el colchón… 

Estaba contenta, pero de un segundo al otro, un pánico me invadió. Me estaba dando cuenta que todo lo que había hecho ese día había sido una maldita locura.

¿Qué hacía yo con un pibe? ¡Y encima con mi psicólogo! Como si fuésemos novios de toda la vida… 

Había algo extraño y me sentía asfixiada dentro de mi propia mente, otra vez.

Hacia semanas que esto no me ocurría, pero volvía a sentirlo. Volvía a sentirme encerrada en ese lugar blanco y horrible. Sin poder encontrar una maldita salida.

Sentía muy profundamente que había nacido para estar sola, aislada de todo y de todos. 

Ese día me había mentido, había creído que podía ser yo misma y sonreír… Pero, duró poco.

No era que no quería. ¡Era que no podía! Sentía como si mi mente fuese el enemigo, un enemigo que me castiga y me detesta todos los días de mi vida.

Ya sé que con un día que pasamos juntos ilusionarse es una pelotudes enorme, pero no iba a volver a pasar.

Me metí en la cama y me escondí debajo de la sábana. Ojala pudiera pasar el resto de mi vida así… Esa sensación me habitaba la mente desde que era chiquita, siempre había querido desaparecer, pero nunca había encontrado un por qué… Ahora lo estaba encontrando, tenía miedo a que me quieran. Tenía miedo a querer. Miedo a que me conozcan y dejen de quererme.

El sol salió y yo seguía allí, tratando de silenciar mi cabeza.

“Señorita… Tengo ganas de verla. ¿Se puede? Mi certificado puede extenderse.”

“No.”

“¿Te desperté?”

“No.”

“¿Pasa algo?”

“No.”

“No te olvides que soy psicólogo, no me podes mentir demasiado.”

“No quiero verte.”

Y dejé el celular a un lado, tratando de nos prestarle atención… Pero, cuando me respondió, no pude evitar leerlo.

“¿Por qué?”

“Porque esto es cualquiera.”

“Creí que la habías pasado bien.”

“¿Quién dijo lo contrario?”

“Dale, quiero verte.”

“No Pedro. No nos vamos a volver a ver.”

“¿Por qué?”

“Porque me da miedo que me quieran. ¿No te diste cuenta todavía? Bah, ni siquiera sé si me queres.”

“Obvio que te quiero.”

“Bueno, no me quieras más…”

“No me pidas eso.”

“Solo me diste un par de besos, podes olvidarte de mí.”

“Pero no quiero…”

“Bueno, yo no quiero verte.”

“¿Puedo ir a tu casa?”

“Ni se te ocurra…”

“Tengo algo para contarte.”

“Contaselo a un amigo.”

“No seas así conmigo.”

“Entende que no quiero verte.”

“Entende que yo sí, voy a ir a tu casa… Tengo la dirección en tu ficha.”

“No vengas, te lo ruego.”

Y no me respondió más nada. ¡La puta madre! 

El timbre sonó varias veces y yo seguía debajo de las mantas.

“No pienso irme hasta que me abras.”

“¿Por qué?”

“Porque me importas y tengo algo para decirte.”

“No quiero saberlo, no quiero que pase nada más entre nosotros.”

“Pero yo sí…”

“Yo no.”

“¿Me abrís al menos?”

Suspiré y fui hasta la puerta, abrí las cerraduras…

- Hola. –Dije sin dejarlo pasar.- ¿Qué queres?
- ¿Me dejas pasar?
- No.
- Si la pasamos bien.
- Yo anoche no.
- ¿Por qué?
- No importa.

Él hizo un poco de fuerza con la puerta y quedó frente a mí.

- ¿Por qué lloras así?
- Me muero de miedo. –Dije desarmada.-
- ¿Miedo de qué?
- De que me quieran, de querer… De que quieran, me conozcan y dejen de hacerlo.
- ¿Por qué crees que vales tan poco?
- No sé si creo eso… Es que nunca probé algo con alguien que me conozca de verdad.
- Yo quiero conocerte de verdad.
- ¿Por qué haces esto por mí? No te creo que sea solo porque te gusto… Conociendo a los hombres, cualquiera con el whatsapp de hoy no volvía.
- Eso es lo que quiero contarte. ¿Puedo pasar?
-Me encogí de hombros.- Pasa… Pero, no sé.
- ¿Qué no sabes?
- Nada sé.

Entré y dejé que entrará detrás de mí.



4 comentarios:

  1. Sos la maldad personificada! No podes cortar ahi el capitulo!!!!
    Pdt: Ya se que estas leyendo y estas cagandote de risa pensando que soy una cara rota porque ya lo lei pero no importa. No nos podes dejar asi jaja -.-

    ResponderEliminar
  2. Ya tenía que aflorar tu maldad!! No eras vos, si no nos hacias sufrir!
    Subi otrooooo... (porque en el fondo sos buenita no? jaja)

    Pd: Decile a Johi que disimule un poco jaja, me dan mas ansiedad sus comentarios ;)

    ResponderEliminar
  3. noooo porque es tan asi?? espero q el psicólogo Pepe la pueda ayudar

    ResponderEliminar