miércoles, 9 de diciembre de 2015

Mangas largas VII.


No podía creerlo… Estaba saliendo de rendir el octavo final y aprobado. ¡Había aprobado todo!


Salí de la universidad con una sonrisa y él estaba en la esquina, apoyando contra la pared y revisando su celular.



Me acerqué a él bastante acelerada, me vio y guardó su celular. Corrí hacia él y lo abracé muy fuerte por el cuello.

- ¡Aprobé! –Dije feliz.-

Me abrazó por la cintura y comenzó a girar, levantándome un poco del suelo mientras reíamos.

- Te felicito mi amor. –Dijo frenando.- Yo te dije que ibas a poder…
-Sonreí y lo besé.- Vos tuviste mucho que ver eh.
- Pero vos preparaste los exámenes y sola.
- Te juro que no lo puedo creer.
- Créelo. –Me besó.- 
- Gracias… -Lo abracé fuerte y escondí mi cara en su hombro. Me abrazó fuerte y besó mi cuello.-
- Te amo. ¿Sabes?
- Yo también te amo mi amor. –Nos separamos un poco y nos besamos.-

Caminamos de la mano hasta la parada de colectivos y fuimos hasta mi casa. Pedro ya tenía su bolso allí, pero yo no había podido preparar el mío debido a los finales.

- Me muero de sueño. –Dije sentándome en mi cama.-
- No señorita, no. ¡Tenes que armar el bolso!
-Reí.- Te juro que no doy más.
- Dormís todo el viaje si queres…
- Mmm…
- ¡Dale che!

Me tomó de las manos y me tironeó hasta que me levanté.

- ¿Queres que te ayude? –Me preguntó.-
- ¿Preparas algo para comer?
- Dale. –Me dio un beso y se fue.-

Comencé a preparar mi bolso y esa tarde ya teníamos todo listo.

Pedro llevaba los dos bolsos y yo una mochila en mi espalda… Porque claro que yo llevaba más cosas que él.

Fuimos en taxi hasta la terminal y allí estábamos esperando el micro, sentados en el suelo. Apoyé mi cabeza en su hombro y suspiré.

- No das más… -Dijo acariciando mi mejilla.-
- Te juro que no, hace una semana que como mucho duermo dos horas…
-Besó mi frente.- Ahora dormís en el micro…
- No quiero dejarte solo.
-Sonrió.- Dormimos los dos si queres.
- Mmm… Compro. –Reímos y nos dimos un beso.-

Subimos al micro y nos acomodamos en nuestro asiento.

- Se te cierran los ojos amor.
-Reí.- Te juro que no lo puedo evitar… -Abracé mis piernas.-
- Tenes frío. ¿No?
- ¿Cómo te das cuenta? –Pregunté riendo.-
- Porque te conozco, tenes la piel de gallina además…
-Sonreí.- Me conoces mucho.
- ¿Queres mi buzo?
- ¿Por qué sos tan tierno?

Pedro rio y se sacó su buzo, ofreciéndomelo.

- ¿Vos no tenes frío? ¿Seguro?
- No mi amor…

Sonreí y me puse su buzo, incluida su capucha.

-Me besó.- Descansa, dale…

Me acomodé en el asiento, que era bastante incómodo, pero el sueño podía más. Cerré mis ojos y Pepe acarició mi mejilla.

- Yo te cuido… -Me dijo y sonreí.-
- ¿No era que ibas a dormir conmigo? –Lo miré.-
- Después de que arranque.
- ¿Seguro? No quiero que te aburras.
- Nunca me aburriría si te tengo cerca.
- Pero voy a estar durmiendo. –Reí.-
- Pero puedo mirarte.
-Mordí mi labio muerta de amor y tomé su mano.- No te das una idea de lo que te amo. –Besé su mano.-
- Yo también te amo. –Besó mi frente y sonreí.- Dale che, dormí que no das más.
-Reí.- Bueno… -Volví a cerrar mis ojos.- 

Sentí la mano de Pepe desenredar mi pelo…

- Me encanta como te quedó el pelo.
-Sonreí, pero con mis ojos cerrados.- ¿Seguro? Yo me sigo viendo rara.
- Muy seguro… Estás hermosa, igual lo que mejor te queda no es el pelo.
- ¿Y qué es? –Pregunté mirándolo.-
- Esa sonrisa.

Sonreí, muerta de amor y me levanté para besarlo sin que me importe demasiado que hubiera mucha gente alrededor.

- Vos me haces sonreír.
- Me encanta que sonrías.

Sonreí ampliamente y él me devolvió la sonrisa.

- Nunca creí que iba a poder sentirme así… -Suspiré y volví a acomodarme.-
- ¿Con tanto sueño o tan feliz?
-Reí.- Las dos.
- Sos tan linda. –Llenó de besos mi cara.- Dale, yo te cuido.
- ¡Basta de ser tan tierno porque me vas a matar! –Reímos.-
- Bueno, bueno… Dejo de hablar.

Y en ese momento, arrancó el micro.

Yo me quedé dormida al rato y me desperté cuando ya era de madrugada, habíamos parado en una estación de servicio.

- Hace mucho frío. –Dije bajando del micro.-
-Me abrazó por el costado.- Vamos al baño y después compramos café con algo rico. ¿Queres?
-Sonreí.- Sí, dale.

Fuimos al baño y luego al bar de la estación de servicio, volvimos al micro y nos sentamos en nuestros lugares con dos vasos de café y dos alfajores.

Revisé mi celular… 5 grados y estábamos en el medio de la nada. Ok.

- Todavía falta la mitad. –Me dijo Pepe y tomó un poco de su café.-
- Si queres ahora te hago compañía. –Bostecé.- 
- Estás muerta de sueño todavía.
-Reí.- Pero estoy mejor. –Tomé un poco de mi café.-
- Mmm…
-Volví a reír.- En serio tonto. –Lo besé.- ¿Dormiste algo?
- Bastante.
-Abrí mi alfajor.- ¿Y cuándo lleguemos allá que vamos a hacer?
- No sé amor, lo que pinte.
- ¿Lo que pinte?
- Solo tengo planes para año nuevo.
- ¿Planes?
- Sí… Y antes de que preguntes. ¡Son sorpresa!
-Reí.- Okei, okei. 

Terminamos los café y los alfajores, Pedro bajó del micro que aún estaba frenado para tirar las cosas y volvió a mi lado.

Me abrazó con fuerza contra su pecho y frotó mi espalda con sus manos.

- Estás congelada.
- Vos también. ¿Queres tu buzo?
- No amor, quedatelo.
- ¿Seguro?
- Sí Pau.
- Bueno, gracias. –Besé su cuello.-

El micro volvió a arrancar y él seguía abrazándome. Besó mi frente y yo sonreí.

- Amor… -Me separé un poco de él.-
- ¿Qué mi amor?
- A esa gente acaban de darle una manta. –Dije.- ¿Pedís una? Por favor.
-Rio.- Dale.

Pedro pidió una manta y nos tapamos los dos.

Quedaban cuatro horas de viaje, como mínimo.

Pedro buscó su celular y nos pusimos cada uno un auricular, así pasamos un largo rato… Casi toda la gente a nuestro alrededor dormía.

Después de varias canciones, yo no le dije nada y lo besé. Él sonrió.

- Guarda el celular que te vas a quedar sin batería le dije.
- Tenes razón. –Rio.-

Pedro guardó su celular y nos acurrucamos debajo de la manta y en el otro.

- ¿Dormimos un rato más? –Me preguntó.-
- Sí, dale. –Nos dimos un beso y nos acomodamos para dormir otra vez.-


martes, 8 de diciembre de 2015

Mangas largas VI.


El tiempo pasó, desde ese día que me había animado a hablar…

Cuatro meses exactos.

- Mi amor… -Dije acercándome a él que estaba en mi living.-
- ¿Qué Pau?
- ¿Me acompañas a hacer algo?
- ¿Qué?
- ¿Me acompañas? –Le pregunté otra vez, dándole mi mano.-
- Sí, obvio.

Se levantó y lo hice caminar detrás de mí, fuimos hasta la cocina de donde saqué una bolsa y luego nos dirigimos al baño.

- No te entiendo Pau.
- Vos solo quedate conmigo.
- ¿Qué pasa?
- Que sola no puedo. –Suspiré.-

Abrí el cajón donde tenía todos esos elementos cortantes y los saqué, uno por uno.

- Con esto lo hacía, o lo hago, o ya no sé. –Dije mirándolo.- No quiero tenerlo más acá.
-Sonrió y me besó.- Está perfecto eso.
-Suspiré y abrí la bolsa, tirando uno por uno allí. Cerré la bolsa y me aflojé.- Listo.
- No, todavía no. –Me dijo.-
- ¿Por qué?
- Ahora veni vos conmigo.

Me llevó de la mano hasta donde tirábamos la basura cada uno de los de mi piso del edificio.

- Dame la mano. –Me dijo.-

Con nuestras manos unidas, dejamos la bolsa allí y cerramos con fuerza el agüero. Él no me dijo más nada y me abrazó.

- Gracias. –Le dije.-
- Nada que agradecer, estoy muy orgulloso de vos. –Dijo haciéndome caminar hacia atrás.-
- Vos me ayudaste muchísimo. –Y entramos a mi departamento.-
- Pero vos lo hiciste.
- Sola no hubiese podido.
- ¿Hace cuánto no te lastimas?
-Suspiré.- Hoy hace un mes.
-Sonrió y me besó.- Me hace muy bien saberlo.
-Sonreí.- A mí me haces bien vos. –Lo besé y nos abrazamos.- Gracias, de verdad.
- Te amo tanto. –Besó mi cuello y sonreí.-
- Te amo mi amor.

Nos separamos un poco y nos besamos.

Ir a las sesiones me destruía, remover todo eso otra vez me hacía mierda… Pero me di cuenta que sacándolo todo afuera, que exteriorizando lo que me pasaba, podía comenzar a sanar.

Claro que fue y es un proceso demasiado complicado, pero hoy hace un mes que no me hago daño.

Pedro prácticamente vivía en mi casa y estábamos por quedarnos dormidos.

- Pau. ¿Te puedo hacer una pregunta?
- Sí.
- A pesar de haber dejado de lastimarte... ¿Te seguís odiando como antes?
-Suspiré.- Es una pregunta difícil de responder.
- ¿Por qué?
- Porque no sé, aunque creo que no.
- ¿Te estás dando cuenta, por fin, que sos hermosa?
-Sonreí.- No sé si tanto.
- Sí, tanto. –Me besó.-
- Para, de verdad… Me estoy dando cuenta que no soy tan mierda como pensaba.

-Acarició mi mejilla.- Te cambió la mirada.

- ¿De verdad?

- Sí, esos ojitos tristes ya no están.

-Sonreí.- Me salvaste. –Lo besé.-
- No, no fui yo.
- Sí, fuiste vos.
- No, para mí no. Sola no hubiese podido y lo sé muy bien.
- Yo solo te di la mano.
-Lo llené de besos.- Hoy hice algo raro.
- ¿Qué cosa?
- Me compré una remera de color. –Reí.-
- Ah, bueno… ¡Me muero por verte con eso!
-Volví a reír.- Y me parece que voy a hacer otra cosa.
- ¿Qué?
- Me compré una crema para las cicatrices, eso es una boludes en realidad, porque las marcas las voy a tener siempre…
- ¿Pero qué vas a hacer?
- Teñirme, aclararme el pelo. ¿Me quedará bien?
- Hermoso te va a quedar.
-Sonreí.- ¿De verdad?
- Sí… -Acarició mi pelo.- Pero te lo tenes que soltar un poco.
- Lo sé, es una excusa para sacarme el rodete. –Reí.-
- Me encanta, me encanta.
- Quiero verme mejor también, no solo estarlo.
- Está perfecto, yo te apoyo en todo… Hasta que te quieras hacer un arcoiris en la cabeza.
-Largué una carcajada.- Sos un tarado.
- Respeto che.
- Bueno, bueno. –Lo besé.- Vos mañana tenes que trabajar.
- Y vos que ir a la universidad.
- Es la última semana. –Suspiré.-
- ¿La semana que viene rendís?
- Sí, nunca rendí tantos finales.
- ¿Pero viste qué ibas a poder?
-Sonreí.- Regularicé todas las materias, es una locura.
- Solo tenías que confiar en vos.
-Lo besé.- Vos confías en mí y eso me hace confiar en mí misma.
-Sonrió y me besó.- Tengo un plan.
- ¿Cuál?
- Después de que termines de rendir… Puedo pedirme unos días en el laburo y nos vamos a algún lado, bien lejos, a pasar año nuevo juntos. ¿Queres?
-Sonreí.- Me encantaría. Hace años que no festejo.
- Creo que esta vez tenes motivos para festejar. ¿No?
- Muchísimos. –Nos besamos.- Pero dale, dormí nene.
- No me dejas.
- ¿Yo no te dejo?
- Me estás besando y no puedo negarme.
-Reí y le di un beso.- Listo, ahora dormí.
- Mmm…
- ¡Dale!
-Rio.- Bueno che, no me retes. –Reímos y nos dimos otro beso.-

Yo apagué la luz y nos acomodamos para dormir.

- Que descanses Pepe.
- Vos también Pau.

Cada noche que me dormía sin llorar sentía que era un logro. La noche era mi momento preferido para hacerme daño y siempre que pasaba un día limpia de heridas, me dormía con una sonrisa… Y más, si él estaba a mi lado.

Mi alarma sonó y Pedro ni se enteró. Reí y me acosté sobre su cuerpo.

- Buen día señorito. –Dije llenándolo de besos.-
- Mmm…
- Dale que vamos a llegar tarde.
- Si llegar tarde es consecuencia de que mi mujer me llene de besos, poco importa.

Sonreí muerta de amor y llené de besos su cara y su cuello. Me abrazó y reí.

- Pepe, en serio. ¡Despertate!
-Rio.- ¿Desayunamos juntos?
- Obvio, dale.
- Ya voy.
-Reí.- Voy al baño, cuando vuelvo tenes que estar levantado.
- Okei, okei.

Le di un último beso y me levanté para buscar mi ropa y fui al baño. Me cambié, con mi remera nueva, y me acomodé un poco. 

Cuando salí del baño, era obvio, Pedro seguía acostado.

- ¡Pedro! –Dije agarrando una almohada.-
- ¡Paula! –Dijo haciéndome burla.-

Sin decir nada, comencé a golpearlo con la almohada.

- Abrí los ojos por lo menos.

Pedro me miró y sonreí.

- Pero qué linda estás.
-Sonreí.- Te espero en la cocina. Cinco minutos te doy.
- Bueno.

Reí y me fui a preparar el desayuno, él me sorprendió abrazándome por la espalda y besando mis hombros.

- Buen día. –Dijo.-
- Buen día remolón. –Respondí riendo.-
- Estás muy linda.
-Sonreí.- Gracias mi amor.

Desayunamos juntos y luego fuimos hacia la parada, ya que él trabajaba cerca de mi universidad y viajábamos juntos.

- Qué tengas un buen día. –Me dijo en la puerta de la universidad.-
- Gracias, vos también. –Sonreímos y nos dimos un beso.-

Y nos separamos, para cada uno seguir su día.





lunes, 7 de diciembre de 2015

Mangas largas V.


Me desperté, después de muchísimas horas y sonreí al ver que seguía en sus brazos. Él no dijo nada y besó mi cuello.


- Seguís acá. –Sonreí.-

- Te dije que no iba a irme. –Besó mi frente.-

- ¿No te asusta?
- Sí, pero confío en vos.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- Sé que vas a poder, porque ya no estás sola.
-Sonreí y lo besé.- Te amo. ¿Sabes?
- Yo también te amo. –Nos dimos otro beso y nos abrazamos.-
- ¿Sabes cuál es el problema?
- ¿Cuál?
- Que no sé por dónde empezar. –Suspiré y cerré mis ojos.-
- Necesitas ayuda profesional.
- Lo sé. 
- Pero eso no quiere decir que no puedas contar conmigo. –Me abrazó más fuerte.-
- Me da miedo.
- Lo sé, pero tenes que empezar por algo.
-Me separé un poco de él, para poder mirarlo.- Poder hablar ya fue demasiado.
-Corrió el pelo de mi cara, ya que mi rodete estaba hecho un desastre de dormir.- Está bien, empezaste por algo.
- ¿Y cómo sigo?
- ¿Vos de verdad queres cambiar?
- Sí, no soporto más esto. 
- Entonces está bien, empezaste un buen camino.

Yo no dije más nada y volví a abrazarlo.

- Necesito que me abraces.
- Yo te abrazo hasta la eternidad hermosa.
- Gracias. –Besé su cuello.-
- Sh…

Acarició mi espalda y me quedé un largo rato en sus brazos.

- ¿Queres comer algo? –Preguntó separándose de mí.-
- No tengo mucha hambre.
- Dale, así salimos a algún lado.
- Así como estoy no puedo ni asomar la nariz por la ventana.
-Rio.- Dale che.
- No tengo ganas de verdad. –Suspiré.- Mañana tengo que volver a cursar a parte, no quiero moverme de la cama.
- ¿Puedo quedarme con vos?
- Si queres…
- Obvio que quiero tonta. 
-Sonreí.- Voy al baño y vengo.
- ¿Queres que te acompañe?
- Solo tengo ganas de ir al baño.
- Está bien.
- Gracias igual.

Le sonreí y me fui, pero esa sonrisa se desarmó en el camino. Eso era lo que no quería, que tuviese que estar pendiente de mí.

En el baño lavé mi cara y mis dientes, luego acomodé mi rodete y me aseguré de que el cajón estuviera bien cerrado. 

Volví al cuarto y me senté a su lado. Él me abrazó por el costado y yo sonreí.

- Ese rodete loco.
-Reí.- ¿Tenes hambre?
- Mmm… Sí. –Rio.-
- ¿Queres que pidamos algo?
- Bueno, dale. ¿Qué queres?
- No sé, me da igual.
- Decime, dale.
-Reí.- Acá a la vuelta hay una rotisería que hace unas pastas buenísimas.
- ¿Pastas entonces?
- Sí, dale.
- ¿Vamos a comprar?
- Mmm…
- Dale che, es una manzana.
-Reí.- No tengo ganas.
- ¿Me vas a dejar solo?
- Sos muy manipulador cuando queres.
-Rio.- Quiero pasar todo, todo el día con vos.
-Sonreí.- Dejame que me pongo un jean.
- Dale.

Me cambié y salimos del edificio caminando, tomados de la mano y así caminamos hasta la rotisería. Hicimos el encargue y esperamos afuera, había un solcito que calentaba el frío invierno.

Pedro me abrazó por la cintura, acercándome a él y sonreí. Lo abracé por el cuello y apoyé mi mejilla en su pecho. 

Así, sin decir nada, esperamos el pedido… Siempre había sabido que en sus brazos me sentía en paz, pero ahora lo sentía distinto. Ahora él sabía lo que me pasaba y sentía que sabía como protegerme. Estar cerca suyo, sintiendo su cuerpo rozando el mío me llenaba de paz, de ganas de sanar. 

Cuando tuvimos la comida, volvimos rápido a mi casa para que no se enfriaran y almorzamos.

Estábamos sentados en el sillón, mis piernas sobre las suyas.

- Hoy no nos vamos a pasar el día durmiendo. –Dijo Pedro.-
-Reí.- Okei, okei. ¿Qué queres hacer?
- Por lo menos una película.
- ¿Esos son todos tus planes?
- A ver señorita planes magníficos. ¿Qué propone?
-Pensé unos segundos.- Nada, solo estar cerquita, juntos.
-Rio y me dio un beso.- Sos muy tierna. –Dijo tomándome de las piernas, hasta que quedé sentada sobre él.- 
- Es que me hace muy bien tenerte cerca. –Suspiré y lo besé.- De verdad.
- Entonces podes estar todo el día encima mío.
-Sonreí y lo besé.- Igual me estoy dando cuenta de algo.
- ¿De qué?
- Mañana vuelvo a cursar y no tengo ni una hoja de cuaderno. –Reí.-
- ¿Me estás invitando a comprar cuadernos?
-Reí.- ¿Me queres acompañar?
- Obvio.
- Entonces sí. –Suspiré.- Espero que este cuatrimestre me vaya mejor.
- Vas a ver que sí.
- Yo ya no sé.
- Vas a ser la mejor Licenciada en Turismo de todas.
- Me tenes demasiada fe.
- O vos te tenes muy poca.
- Puede ser. –Me encogí de hombros.-
- Dale… ¿Vamos ahora?
- Sí, después me va a dar más fiaca.
-Me besó.- Vamos entonces.

Más tarde, habíamos preparado café y estábamos en mi cama. Hacía demasiado frío.

- Estás congelada Pau.
-Reí.- Ya lo sé.

Pedro trajo la manta que estaba a los pies sobre nosotros y se acostó.

- Veni.
- ¿No era que no querías dormir?
- No quiero dormir, pero veni que hace frío.

Me acomodé y quedamos frente a frente. Él acarició mi mejilla.

- Mientras dormías estuve leyendo en Internet.
- ¿Sobre?
- Lo que te pasa. 
-Suspiré.- ¿Y?
- ¿No queres empezar alguna terapia o algo así?
- Ahora no.
- ¿Y más adelante?
- Puede ser, no sé.
- ¿Por qué?
- Porque es horrible, difícil y cuesta muchísimo.
- Un profesional va a poder ayudarte mucho más que yo.
- No estoy tan segura de eso.
- ¿Por qué?
- Porque no me van a amar como vos.
-Sonrió y besó mi mano.- Pero saben mucho más.
- Puede ser. –Cerré mis ojos.- Tampoco quiero que todos mis problemas solo recaigan en vos.
- No te hagas problema por eso.
- Sos muy tierno, pero no quiero que nuestra relación cambie por esto. –Lo miré.-
- Quiero ayudarte.
- Lo sé, lo siento, lo valoro… Eso me enamora más de vos. –Él sonrió.- Pero no quiero que dejes de ser mi novio para ser mi psicólogo.
- Para eso vas a tener que empezar a ir a uno de verdad.
- Dame un poco de tiempo, por favor.
- Está bien… 
- Gracias. –Lo besé.- Pero no quiero hablar de eso ahora.
-Asintió y acarició mi mejilla.- Te entiendo.
- No quiero que nuestra relación se vuelva monotemática, no quiero perderte.
- Ya te dije que no…
-Lo interrumpí.- Lo sé, lo sé. Pero no quiero que perdamos lo que teníamos.
-Me besó.- Sos muy linda. ¿Sabes?
-Sonreí.- Vos sos lindo. –Nos dimos otro beso y quedamos mucho más cerca.-
- Me gustaría mucho poder demostrarte cuando te amo.
- A mí también. –Suspiré.- Pero mi cuerpo…
- Sh… -Dijo interrumpiéndome y luego me besó.- Vos sos hermosa. 
- Pepe…
- ¿Me amas?
- Muchísimo.
- ¿Queres hacerlo?
- Sí.
- Entonces no digas nada.

Y volvió a besarme, su cuerpo quedó sobre el mío y me miró fijo a los ojos.

- Sos la mujer más hermosa de todas.

Sonreí y lo besé, dejando que suceda.



domingo, 6 de diciembre de 2015

Mangas largas IV.


Lo sentí abrir la puerta y yo estaba hecha un bollito, en el suelo.


- Es eso Pedro, nada más ni nada menos. –Dije dándole la espalda.- Si queres irte a la mierda, te juro que te voy a entender. Hace 7 años que lo hago, hace 7 años que me detesto y es algo que ya no puedo revertir.


Él no dijo nada y me extendió su mano.

- Veni… -Me susurró.-
- ¿A dónde?
- Te quiero dar un abrazo. ¿Me dejas?

Sonreí a medias y tomé su mano, me levanté y lo abracé escondiendo mi cara en su hombro y rodeando su cintura casi sin fuerza, llorando como pocas veces en mi vida. Sus brazos me rodearon protectores y tiernos a la vez, por mi espalda.

Yo me sentía caminando en medio del abismo, inestable y al desnudo. 

- Perdón. –Le dije.-
- No, shh… -Acarició mi espalda y besó reiteradas veces mi cuello.- Primero trata de tranquilizarte. ¿Sí? –Rozó mi cuello con su nariz.- Porque así, no podemos hablar de nada.
-Suspiré.- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por no dejarme sola.
- Nunca te voy a dejar sola.

Sonreí y me abrazó aún más fuerte. Cerré mis ojos con fuerza e intenté inhalar profundo. 

Al contrario de lo que creía que iba a suceder, me sentía liberada.

No sé cuánto tiempo pasó y tampoco me importaba. Me llevó abrazada a la cama y prendió el velador, ya que estábamos a oscuras. 

Nos sentamos en la cama y sin decirle nada, me quité mi buzo, quedándome solo con mi musculosa negra y bajé la mirada.

- Esta es la realidad. –Dije y la realidad era que no podía mirarlo a los ojos.-

Pedro tomó mis manos y llenó de besos mis brazos, luego llegó a mi cuello y luego a mi boca.

- ¿Por qué lo haces? –Preguntó acariciando mi mejilla.-

Yo no respondí, solo volví a ponerme el buzo.

- No sé.
- ¿No sabes?
-Suspiré.- Porque me odio.
- ¿Por qué tanto odio? 
- Porque soy una mierda.
- Para mí sos hermosa.
- Solo para vos.
- ¿Solo para mí?
- Sí. –Suspiré y me acosté en la cama, mirando al techo. Él se sentó a mi lado, con su espalda contra la pared. Yo estaba a lo largo de la cama.- Perdón, pero si queres la verdad, no soporto mirarte. Me muero de vergüenza.
- No me pidas perdón. –Tomó una de mis manos y la posó sobre mi panza, entrelazando nuestros dedos.- Yo te escucho.
- Todo empezó en el secundario, vos sabes que me trataban horrible.

Llegar a la escuela otra vez y tener que enfrentarme con ese grupo tan asqueroso. Entrar al aula oscura y sentarme en el primer banco contra la ventana, ese era mi banco y claro que no lo compartía con nadie. Dejar de la mochila en la silla de al lado y esperar a que venga el profesor con mi cabeza escondida entre mis brazos, que estaba sobre la mesa.

- ¡Parece que se quedó toda la noche deseando tener una vida de verdad! –Dijo Jerónimo.-
- Para mí, que se quedó toda la noche hablando con su novio imaginario. –Agregó Joaquín.-
- ¡Tengo una mejor! –Dijo Agustina.- Para mí, que no durmió porque la mamita la bañó.

Y todos se morían de risa.

- ¿No te aburrís de esa cara de orto Paulita? –Dijo Dominique.-
- ¡Qué vida de mierda tenes morsa! –Gritó Lucía.- ¿Por qué no tratas de bajar de peso mamut? ¿Tu mamita no te enseña a comer bien? ¡Ah, no! Cierto que es igual de gorda que vos.
- ¡Y encima de gorda, una nerda y chupa culo de los profesores! –Gritó Micaela.- ¿De verdad no te aburrís ballenato?

Escuchar, escuchar todas esas palabras que entraban a mi cuerpo como si fuesen balas.

- El primer día lo hice para desquitarme, empezó como algo momentáneo… Pero con el tiempo descubrí que eso me hacía sentir bien.
- ¿Te hace bien? –Preguntó sorprendido.-
- En el momento sí, porque me olvido del dolor interno y de todo el odio, solo me concentro en el dolor y en el placer que me genera esa idea. –Hice una pausa.- No pretendo que me entiendas, sé que es raro. 
- Seguí… -Dijo apretando mi mano.-
- Mi vieja era superprotectora al mango y nunca entendí por qué, solo lo hacía para el afuera, porque en mi casa no me hablaba ni siquiera. Aunque no suene lindo, mis viejos no me quieren, les caí de casualidad y me tuvieron solo porque tienen un poco de buenas personas… 
- ¿Cómo podes estar tan segura?
- Me lo dijeron Pedro. –Suspiré.- Y no tengo más familia.
- Pau… -Acarició mi mejilla.-
- Dejame seguir.
- Está bien.
- Nadie me quería, nadie me daba la mano, nadie me enseñó a quererme… Todos me incitaban a odiarme y de hecho, lo lograron. Te juro que me miro al espejo y me doy asco, me detesto. Me miro al espejo y me odio, no me gusta lo que veo. –Hice una pausa porque el llanto no me dejaba seguir.- Lograron que me desprecie, lograron que todos los días tenga que convivir con el ser que más odio en este mundo, que soy yo.
- ¿Y la comida? ¿No te hiciste daño de esa manera?
- No, eso no. Soy así de desordenada y como sano, pero no, nunca hice nada. De verdad. –Sequé mis lágrimas con mi mano libre.- Pero me odio y no puedo evitarlo, así como tampoco puedo evitar lo que hago. Estoy enferma, te juro que lo sé, pero no sé cómo revertirlo. Sola no puedo.
- Yo voy a ayudarte.
- Te vas a cansar.
-Me obligó a que lo mire.- Te amo Paula. Te amo. –Susurró y me besó.- Y si nunca nadie te extendió la mano, yo voy a ser el primero.
- Te amo mucho. ¿Sabes? –Lo besé.- Pero perdón si desconfío, es que mi ex cuando se la vio venir fea, desapareció.
- ¿Se lo contaste?
- No, siempre me escondí los brazos.
- ¿Pero estuviste con él?
- Sí, nunca dejé que me sacara la remera. ¿Ves que estoy enferma?
- Ay, mi chiquitita. Veni…

Hizo que me sentara a su lado y me acostó sobre su cuerpo, haciendo que mi cabeza quede sobre su pecho y que su mano libre llené de pequeñas caricias mi cuello y mi nuca.

- No estás más sola, te lo prometo.
-Besé su brazo.- Gracias, de verdad.
- Sh… Intenta relajarte, te va a hacer bien dormir.
- Mmm… Creo que me va a costar.
- Yo me quedo con vos.
- ¿Estás cómodo así?
- Sí. ¿Vos?
- También.

Besó mi frente y sonreí.

- Vale mucho para mí que no te hayas ido a la mierda, de verdad mi amor.
-Me abrazó fuerte.- Nunca te voy a dejar sola, te lo prometo.
- Es que no sé cómo frenar.
- Ya vas a poder.
- Mi cuerpo está lleno de marcas.
- Ya te dije que te amo por lo que sos, no por tu cuerpo.
- ¿Ves que tenía razón?
- ¿Con qué?
- Con que no soy linda.
-Rio y me besó.- Sos la mujer más linda de todas… -Volvió a besarme.- Pero me refiero a que si tenes los brazos llenos de marcas o si el día de mañana tu piel se arruga. –Reí.- Yo te voy a amar igual y siempre vas a ser hermosa para mí.
- Sos muy tierno, muy increíble y muy irreal. –Dije riendo.-
- No, soy de verdad eh. 
- Gracias.
- Shh… -Llenó de besos mi cuello.-
- Te juro que no sé cómo hacer para dejar de odiarme.
- Yo te voy a enseñar.
- ¿Vos?
- Sí, así como aprendí a amarte yo a vos… -Me besó.- Vos podes amarte a vos misma.
- Lo veo complicado.
- ¿Alguna vez intentaste mirarte al espejo sin escuchar lo que otros dicen? ¿Alguna vez intentaste conocerte a vos misma silenciando todo y escuchándote solo a vos?
- Mmm… No.
- Ya vas a poder hacerlo.
- Te juro que creí que cuando terminara el secundario todo iba a pasar, pero no… No solo que no pasó, sino que empeoró. Lo mal que me va en la universidad me frustra y me hace odiarme aún más.
- Date tiempo.
- ¿Cuánto?
- Todo el que necesites.
- Creo que va a ser demasiado.
- Poco o mucho, mi mano siempre va a estar acá. –Dijo uniendo su mano a la mía.-
- Ay, te amo. –Lo besé.- No te das una idea de cuánto.
-Sonrió y me besó.- Te amo bonita. –Volvió a besarme.- No te olvides de que podes contar conmigo. –Negué con mi cabeza y me abrazó.-



Mangas largas III.

- ¿Cocinamos algo? –Me preguntó.-
- Mmm… ¿Qué?
- No sé. ¿Qué tenes?
-Reí.- Sabes que en mi casa no hay mucho.

- ¿Puedo abrir la heladera?

- Obvio tonto.


Pedro abrió la heladera mientras yo lo miraba y acomodaba mis puños.

- ¿Vivís del aire?
-Reí.- Como muy mal.
- No pensé que tanto.
-Volví a reír.- Como mucha fruta, hoy me comí lo último que quedaba.
- ¿Y qué comemos entonces?
- Mmm… Hay milanesas en el freezer.
- Ah, por lo menos algo tenes.
-Reí otra vez.- ¡No seas malo!
-Me besó.- ¿Queres milanesas?
- Sí, dale.

Pusimos las milanesas al horno y cuando quise ir al living, me abrazó por la espalda. Besó mi nuca.

- ¿Qué pasa?
- Tenía ganas de abrazar a mi novia. –Sonreí y posé mis manos sobre las suyas.- Hoy no te escapas.
- ¿De qué? –Pregunté asustada.-
- No te hagas la tonta.
- ¿De qué? –Reiteré.-
- De que hablemos.
-Suspiré y me solté de él.- Me puedo escapar si quiero.
- Mmm…
- ¿Mmm qué?
- No seas así.
- No quiero enojarme.
-Suspiró.- ¿Ponemos la mesa mejor?
- Sí.

Sin decir más nada, puse la mesa mientras él daba vuelta las milanesas.

Estaba preocupada. Muy preocupada, no quería hablar. No quería mostrarme vulnerable frente a alguien, no quería que supiera cuánto me odiaba ni cuánto daño me hacía.

Comí, sin ganas y con un nudo en el pecho que no me dejaba respirar.

Él lavó los platos mientras yo estaba acomodando la cocina.

- Tengo sueño. –Dije.-
- Dormimos toda la tarde.
-Me encogí de hombros.- ¿Y?
- Te conozco… Te estás escapando.
- No voy a hablar. –Sentencié.-
- ¿Por qué sos así?
- No voy a hablar. –Repetí.-
- No puedo estar con vos si no sé lo que te pasa… Veo tus ojitos tristes y no me gusta, quiero ayudarte. –Acarició mi mejilla.-
-Mis ojos se llenaron de lágrimas y me crucé de brazos.- Es que nadie puede ayudarme.
- ¿Por qué estás tan segura?
- Porque lo sé. –Bajé mi mirada.-
- ¿No confías en que yo puedo hacerte bien?
- Vos me haces bien… Creo que solo estoy bien cuando estás cerca de mí.
- ¿Y entonces? –Preguntó tomándome por el mentón, para que lo mire.-
- Entonces quedate conmigo, sin hacer preguntas.
- Llevamos meses juntos.
- Lo sé.
- Siento que el hecho de que no quieras estar conmigo es por eso que te pasa.
-Suspiré.- Soy una mina complicada… Ya te lo dije, si no queres estar conmigo prefiero que te vayas. –Hice una pausa.- Vos me importas de verdad y si sufrís al lado mío, prefiero que nos separemos, vas a sufrir un tiempo y después vas a olvidarte.
- Separarme de vos no es una opción. 
- Hablar para mí tampoco lo es.
- ¿Por qué?
- ¡Porque no!
- No seas chiquilina.
- Vos no te metas en lo que no te importa.
- Vos sí me importas.
- Pero es algo mío.
- Justamente por eso.
- Me siento como el orto en esta situación. –Dije ya llorando, muerta de miedo.-
- ¿Por qué mierda no confías en mí?
- No es que no confíe en vos.
- ¿Entonces qué es?
- Que no confío en mí.
- ¿Podes decirme que te pasa?
- No.
- Dale mi amor, te lo suplico.
- No. –Repetí.-
- ¡Paula!
- ¿Qué?
- Te pones en actitud de pendeja.
- Quizás lo sea.

Corrí a mi habitación y allí me encerré. Trabé la puerta y me dejé caer al suelo, ahogada en llanto. Temblando.

- Siempre haces lo mismo. –Dijo del otro lado de la puerta.- Cuando no queres hablar, te encerras. –Suspiró.- Pero esta vez va a ser distinto, porque no pienso moverme de acá.
- En algún momento te vas a cansar de hacerlo.
- Puede que me canse de esperar.
- ¿Ves?
- Pero no me voy a cansar de amarte, y si me quedo acá es justamente porque te amo.
- No podes amar esta mierda que soy.
- ¿Por qué sos así con vos?
- Porque es la verdad. –Sequé mis lágrimas.-
- Te amo como nunca lo hice con nadie.
- No seas novelero.
- Te juro que es así.
- Perdón, pero no puedo entender como alguien puede amarme tanto cuando yo me odio tanto.
- Mi amor… ¿Me abrís? Por favor.
- ¡No!
- Quiero abrazarte.
- Me vas a llenar de preguntas que no quiero responder.
- ¿Por qué?
- Porque me da vergüenza.
- ¿Y así?
- ¿Así cómo?
- Sin mirarnos… Capaz te sea más fácil.
- No, no quiero que lo sepa nadie.
- Tarde o temprano, por más que no lo cuentes, lo voy a descubrir.
- ¿Por qué decís eso?
- Porque cada día te conozco más.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- ¿Me contas?
- Basta Pedro.
- No me voy a mover de acá.

Escuché que se sentó en el suelo y golpeé con fuerza el piso, lo cual hizo que me ardiera demasiado la nueva herida, aquella que me había generado esa tarde.

Las lágrimas salían sin piedad de mis ojos y eso reflejaba mi estado interior. Me estaba terminando de destruir, sentía que si alguien más lo sabía iba a ser eso: terminar de destruirme.

Prefería esconderme detrás de mi coraza y de mis mangas largas.

- Mi amor… -Dijo.-
- Basta Pedro.
- ¿Me abrís al menos?
- Te dije que no.
- Quiero darte un abrazo.
- Ya me dijiste eso.
-Suspiró.- Estás llorando demasiado.
- Ya lo sé.
- Por eso quiero abrazarte. Me parte el alma que llores así.
- ¿Ves? Si hablo voy a hacerte mal y no quiero.
- La incertidumbre me hace peor.
- Andate a tu casa, te juro que es lo mejor.
- Te dije que no voy a moverme de acá. En algún momento vas a tener que salir.
- No me expongas así.
- Lo único que quiero es ayudarte, estar con vos. ¡Lo único que quiero es que confíes en mí!
-Suspiré y sequé mis lágrimas.- Me hace mierda esto.
- ¡Por eso Paula!
- No voy a hablar, no me vas a convencer.
- ¿Es tan grave lo que pasa?
- Sí, es horrible.
- ¿Involucra a alguien más?
- No, solo a mí.
- ¿Entonces por qué no podes contarme?
- Porque no quiero cagarte la vida y no quiero que lo sepas. Fin.
- Nunca me cagarías la vida.
- No te lo voy a contar. No sé en qué idioma queres que te lo diga.
- ¿Lo vas a esconder toda la vida?

Me quedé en silencio.

- Yo quiero estar con vos para siempre.
- No podes decir eso, me conoces hace apenas unos meses y ni siquiera intimaste conmigo.
- No me importa eso, porque no amo tu cuerpo… Amo lo que sos, tu alma.
-Suspiré, muerta de amor.- Sos muy tierno.
- Dale. ¿Me contas?
- ¡Basta Pedro!
- Eso me lo dijiste muchas veces.
-Reí, pero a los segundos me llené de furia… Sí, así de ambivalente era. Revoleé un almohadón a la ventana y me puse de pie, destrabé la puerta, pero sin dejarlo pasar.- ¿Queres saber qué me pasa? –Grité temblando.-
- Por favor mi amor.
- Me corto Pedro. ¡Me hago mierda! –Dije y me dejé caer al suelo, sin que me importara más nada.-

sábado, 5 de diciembre de 2015

Mangas largas II.


Me desperté y suspiré. No quería acarrearlo a mi angustia, estábamos juntos hacia 4 meses y sinceramente había aprendido a amarlo y era por eso que me dolía no poder tener una relación “normal” con él, lo que me preocupaba era que no sabía cuánto tiempo más iba a poder evitar el encuentro íntimo y eso me dejaría al desnudo. Metafóricamente y literalmente.


Me levanté y caminé hasta la cocina, preparé mate y me acerqué al cuarto. Lo dejé en el escritorio y suspiré profundamente, acaricié el pelo de mi novio y besé su frente.



- Amor, despertate.
- Mmm… ¿Qué pasa?
-Reí.- Traje mate. ¿No queres?
- ¿Qué hora es?
- Las cinco.
- Mmm… Bueno, dale.
-Reí.- Sentate.
- Dame un beso.
-Sonreí y lo besé.- Dale.

Pepe se sentó y yo me acomodé a su lado, con la bandeja sobre mis piernas.

- ¿Estás mejor? –Me preguntó.-
- Sí, bastante. –Suspiré y acomodé mi rodete.- Me hace bien dormir con vos.
-Sonrió y me besó.- Bueno, mejor. Pero no podes seguir escapándote.
- No, no empieces. Quiero pasar un lindo rato con vos.
- ¿Puedo quedarme con vos hasta mañana?
- ¿Por qué salís con eso ahora?
- Quiero que hablemos.
- Yo no.

Cebé un mate, molesta y me lo tomé.

- No te entiendo Pau.
- Por favor, no me jodas.

Pedro sacó la bandeja de mis piernas y me abrazó por el costado.

- No podemos seguir así.
- Ya te dije que si no queres seguir así…
- No, no quiero dejarte. –Me abrazó más fuerte.- Te amo.
-Suspiré.- Yo también te amo. –Cerré mis ojos.- Pero te juro que no puedo.
- Tenes que confiar en mí.

Escondí mi cara en su hombro y dejé que me abrazara.

- Perdón.
- ¿Por qué?
- Por engancharte conmigo.
-Rio.- Me encanta estar enamorado de vos.
- ¿De verdad estás enamorado de mí? –Le pregunté mirándolo.-
- ¿Qué pregunta es esa? Obvio que sí, me volves loco. –Me besó y yo sonreí.- 
- Es que no entiendo como alguien puede quererme.
- ¿Por qué?
- No, por nada. Deja.
- Pau…
-Suspiré.- ¿Podemos pasar una linda tarde?
- ¿Pero me puedo quedar hasta mañana?
- Sí mi amor. –Lo besé.- 
-Acarició mi mejilla.- ¿Tomamos el mate?
- Sí. 

Busqué la bandeja y continué con el mate.

- Pau…
- ¿Qué? –Le pregunté mirándolo, luego de dejar la bandeja a un lado porque no había más agua.-
-Corrió el pelo de mi cara, ya que un mechón caía allí.- ¿Por qué nunca te sacas ese rodete?
-Reí.- No sé, me queda cómodo.
- ¿Puedo? –Preguntó comenzando a desarmarlo.-
-Reí.- Sí.

Pedro quitó mi rodete y acomodó mi pelo.

- Sos muy linda.
-Sonreí.- Me cuesta creerte.
- ¿Por qué?
- Porque no me veo linda.
- Mmm… -Dijo y besó mi cuello.- Sos hermosa.
- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer, es la verdad.

Lo abracé por el cuello, ya que él seguía besándome y cerré mis ojos.

- No te creo que estás bien.
-Reí.- Seguí besándome que eso me hace bien.

Continuó con sus besos y acarició mi cintura. Me acosté y él quedó sobre mí, apoyó su cabeza en mi pecho y desacomodé su pelo.

Al rato, se quedó dormido y me levanté con cuidado. Volví a hacer mi rodete y llevé las cosas a la cocina, en donde me quedé pensando, en nada puntual y en todo a la vez.

Sin darme cuenta, terminé en el baño y mirándome al espejo. Dándome cuenta de por qué me odiaba tanto.

Me odiaba por no poder lograr que mis viejos me quieran. Me odiaba por no poder lograr aprobar todas las materias que debía en la universidad. Me odiaba por vivir mantenida por mis viejos, que lo hacían como una simple obligación. Me odiaba por ser tan vulnerable y asquerosamente débil. Odiaba mi cuerpo y mi manera de ser. Odiaba cada cosa de mí.

¿Cómo comenzó? Por la escuela, la maldita escuela. ¡Por todos esos asquerosos seres que se encargaron de hacerme mierda! 

Ir a la escuela fue el calvario más enorme de mi miserable vida. Sus gritos, sus bardeadas, sus falsedades, sus jodas. ¡Todo! Absolutamente todo había hecho que yo terminara así.

La primera vez que lo hice fue solo para desquitarme, pero con el tiempo se convirtió en una costumbre, incluso en un modo de vida. Un modo de vida que me ayudó a odiarme más, pero a la vez, a desquitar aquel odio contra mí.

Quité mi buzo y lo dejé a un lado.

Abrí el cajón del lavatorio y allí estaba, mi mejor amiga. La tomé entre mis dedos y suspiré con un dejo de placer. Me dejé caer al suelo y cerré mis ojos suspirando. Lo iba a hacer otra vez, otra vez me estaba por enfrentar nuevamente a esa sensación ambivalente de placer y odio a la vez.

Posé aquel elemento cortante suavemente sobre mi piel y tan solo la acaricié, una lágrima cayó y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

Abrí mis ojos y volví a hacerlo, esta vez con un poco más de fuerza y observando como mi piel se ponía roja. Sequé mis lágrimas con mi muñeca lastimada y volví a hacerlo, esta vez generando un corte más profundo… Una, dos, tres y cuatro veces hasta que por fin sangraba como lo necesitaba.

Era como si esa sangre me desagotara, al menos un poco, de ese odio infinito que sentía hacia mí.

Me quedé un rato allí, no sabía cuánto, nunca lo sabía… Hasta que ya no soportaba el ardor ni las lágrimas. Tomé una venda y me rodeé la herida, especialmente porque estaba con Pedro.

Me puse nuevamente el buzo y reacomodé mi rodete otra vez, lavé mi cara y salí del baño como si nada hubiera pasado.

Pedro seguía durmiendo y lo único que quería era estar cerca de él, asique me acosté detrás de su cuerpo y lo abracé por la panza.

- Pau…
- Shh… -Besé su nuca.- Seguí durmiendo.
- ¿De dónde venís?
- Fui al baño.
- ¿Queres dormir?
- Sí…

Y sí, siempre dormía. Era la única manera de evadir todos esos pensamientos repugnantes hacia mí.

Cerré mis ojos y respiré profundo, sintiendo su olor, el único que me gustaba en este mundo.

Sentí que se dio vuelta y abrí mis ojos.

- ¿Qué pasa Pepe?
- Estás muy inquieta.
- Perdón, no quería molestarte.
- No es porque me molestes…
- ¿Y por qué es?
- Me parece que no tenes sueño.
- No, sueño no tengo… Pero tengo ganas de dormir.
- ¿Por qué?
- Ya te dije, para no pensar.
-Suspiró y besó mi frente.- Yo tengo otros planes.
- ¿Por ejemplo?
- Mmm…

Pedro besó mi cara por completo y terminó en mi boca.

- Tus besos son lo más lindo de este mundo. –Susurré.-
- Vos sos lo más lindo de este mundo.

Volvió a besarme y sonreí.

- Quedate.
- Ya te dije que me quedo.
-Sonreí.- Gracias. –Lo besé.-


viernes, 4 de diciembre de 2015

Mangas largas I.


Soy y estoy. Permanezco y sobrevivo en este mundo que me hace daño. Respiro en un mundo que me incita a hacerme daño a mí misma.

Me odio. Me detesto. Me doy asco.

Me miro al espejo y veo lo mismo de siempre: una cara pálida, con ojeras enormes y un rodete desacomodado reuniendo mi pelo castaño claro con la ayuda de una colita. Mis ojos denotan tristeza y cualquiera puede notarlo.

Dejo caer una lágrima y la seco con la manga de mi remera negra, claro que manga larga. Siempre manga larga. Siempre negra. No, no tengo ropa de colores. Yo soy en negro.

Me alejo del espejo para dejar de ser el centro de atención y hago un paneo de mi pequeño departamento: estoy sola y no es metafórico ni temporal. Estoy sola. Nací para estar sola.

Las persianas están bajas y las luces apagadas, mi cama desarmada y la heladera con lo justo para sobrevivir. Lo único que me importaba era que en el baño estaba lo fundamental.

23 años de vida y odio.

7 odiándome de verdad.

Sonó mi celular y ahí apareció esa ilusión de que no estoy tan sola, o de que comenzaba a no estarlo, o de no sé qué.
“Hermosa. ¿Hacemos algo hoy?” 


Suspiré. Nunca entendí por qué dejé que ese pibe se enganchara conmigo, lo que menos quería era arruinarle la vida a alguien más. Bastante odio propio me tenía como para seguir sumando razones a esa lista inmensa de motivos por los cuales siento tanto deprecio hacia mí misma.
“Perdón, pero no me siento muy bien.”

Nunca me sentía muy bien.
“¿Pasa algo? ¿Queres que vaya a tu casa?”

¡Encima de lindo, insistente!
“No, no te preocupes.”

“Al menos nos hacemos compañía.”

“Sos muy tierno, pero hoy prefiero estar sola.”

“¿Qué pasa?”

“Nada, solo quiero dormir.”

“¿Puedo saber por qué?”

“No dormí mucho anoche…”

“¿Y no podemos dormir juntos?”

“¿Nunca te vas a cansar de ser tan insistente?”

“Mmm… No. Quiero ver a mi novia. ¿Está mal?”


Sonreí ante su ternura.
“Sos muy tierno. ¿Sabías?”

“¿Eso quiere decir que nos vemos?”

“Si no te jode venir a mi casa.”

“¿Cómo me va a joder?”

“Entonces te espero.”


Suspiré y miré mi esmalte negro todo saltado, el cual me quité. Luego me puse una musculosa negra de Morley y sobre ella un buzo, solo porque con el buzo me sentía más segura que con la remera.

Comí una manzana y una naranja que había en el fondo del cajón de la heladera y luego me colgué mirando la tele, pero rápidamente me aburrió. Todo me aburría rápido, nada lograba distraerme… Era imposible evadir lo que me pasaba.

Tomé los puños de mi buzo y suspiré, abrazando mis rodillas mientras subía mis piernas al sillón. Odiaba ser tan vulnerable y odiaba mostrarme vulnerable. Por eso nadie sabía lo que me pasaba. Nadie.

Sonó el timbre y eso me descolocó, estaba muy concentrada en mi interior. Sequé mis lágrimas y caminé hasta la puerta, abrí.

- Hola. –Dije.- Perdón la facha.
-Rio y me dio un beso.- Hola hermosa.
- ¿Hermosa?
- Sí, hermosa. –Me dio otro beso y le sonreí.-
- Pasa.

Pedro entró y yo lo hice detrás de él, luego de cerrar la puerta.

- ¿Queres tomar algo?
- ¿Vos estuviste llorando?
- No. ¿Por qué?
- Tenes los ojitos llorosos.
- No dormí nada anoche, te dije.
- Mmm… -Acarició mi mejilla.-
- ¿Qué?
- No te creo mucho.
- No seas malo.
- No soy malo, solo percibo que estás triste.
-Suspiré y me senté en el sillón.- Estoy con vos y quiero pasarla bien.
- ¿Y qué queres hacer? –Se sentó a mi lado.-
- Dormir.
- ¿Eso es pasarla bien para vos?
- Es la única manera de no pensar y además, dormirme en tus brazos me tranquiliza banda.
- ¿De verdad?
-Sonreí.- Sí. –Me paré.- ¿Vamos a mi cuarto?
- Bueno, dale.

Caminamos hasta mi cuarto y cuando entramos, él me besó tomándome por la cintura.

- ¿Seguro estás bien?
- Sí Pepe.
- ¿Segura? ¿Segura?
- Cuando me despierte me voy a sentir mejor.
- Eso quiere decir que algo te pasa.
- No quiero hablar.
- Nunca queres hablar.
-Suspiré.- Por eso no quería que nos veamos hoy.
- ¿Por qué?
- Porque me ibas a preguntar cosas que no quiero responder.
-Suspiró.- ¿Queres dormir?
- Sí.
- ¿Conmigo?
- Si puede ser…

Él no dijo más nada y se sacó sus zapatillas, luego se sentó en mi cama. Sonreí y me descalcé también, me acosté a su lado y él se acostó frente a mí.

- Gracias por respetarme. –Le dije.-
- Yo te respeto… Lo sabes. –Tomó mi mano.- Y te amo también. –Sonreí.- Pero no podes seguir así.
- ¿Así cómo?
- ¿Te pensas que no me doy cuenta?
- ¿De qué?
- No te hagas la boluda amor.
-Suspiré.- No quiero hablar.
- Así estamos hace meses.
- Si no te gusta, sabes donde queda la puerta.

Me di vuelta molesta, con los ojos llenos de lágrimas y odiándome por no poder hablar.

- Hey, hey. –Me abrazó por la espalda.- No seas así.
- Soy como puedo.
- ¿Qué es lo que pasa?

- No quiero contarte.
- ¿Es algo grave, no?
- Sí, eso creo.
- ¿No confías en mí?
- Sí, no es eso.
- ¿Y qué es?
- Es algo que me pasa a mí, hace mucho tiempo, que es muy mío.
- ¿Y no puede ser de los dos?
- No. –Cerré mis ojos.- Si queres dormir, quedate… -Hice una pausa.- Sino, dejame sola.

Lo escuché suspirar y me abrazó con fuerza, besó mi nuca.

- No te entiendo a veces.
- Yo tampoco. –Le dije.-

Nunca me entendía en realidad.