viernes, 4 de diciembre de 2015

Mangas largas I.


Soy y estoy. Permanezco y sobrevivo en este mundo que me hace daño. Respiro en un mundo que me incita a hacerme daño a mí misma.

Me odio. Me detesto. Me doy asco.

Me miro al espejo y veo lo mismo de siempre: una cara pálida, con ojeras enormes y un rodete desacomodado reuniendo mi pelo castaño claro con la ayuda de una colita. Mis ojos denotan tristeza y cualquiera puede notarlo.

Dejo caer una lágrima y la seco con la manga de mi remera negra, claro que manga larga. Siempre manga larga. Siempre negra. No, no tengo ropa de colores. Yo soy en negro.

Me alejo del espejo para dejar de ser el centro de atención y hago un paneo de mi pequeño departamento: estoy sola y no es metafórico ni temporal. Estoy sola. Nací para estar sola.

Las persianas están bajas y las luces apagadas, mi cama desarmada y la heladera con lo justo para sobrevivir. Lo único que me importaba era que en el baño estaba lo fundamental.

23 años de vida y odio.

7 odiándome de verdad.

Sonó mi celular y ahí apareció esa ilusión de que no estoy tan sola, o de que comenzaba a no estarlo, o de no sé qué.
“Hermosa. ¿Hacemos algo hoy?” 


Suspiré. Nunca entendí por qué dejé que ese pibe se enganchara conmigo, lo que menos quería era arruinarle la vida a alguien más. Bastante odio propio me tenía como para seguir sumando razones a esa lista inmensa de motivos por los cuales siento tanto deprecio hacia mí misma.
“Perdón, pero no me siento muy bien.”

Nunca me sentía muy bien.
“¿Pasa algo? ¿Queres que vaya a tu casa?”

¡Encima de lindo, insistente!
“No, no te preocupes.”

“Al menos nos hacemos compañía.”

“Sos muy tierno, pero hoy prefiero estar sola.”

“¿Qué pasa?”

“Nada, solo quiero dormir.”

“¿Puedo saber por qué?”

“No dormí mucho anoche…”

“¿Y no podemos dormir juntos?”

“¿Nunca te vas a cansar de ser tan insistente?”

“Mmm… No. Quiero ver a mi novia. ¿Está mal?”


Sonreí ante su ternura.
“Sos muy tierno. ¿Sabías?”

“¿Eso quiere decir que nos vemos?”

“Si no te jode venir a mi casa.”

“¿Cómo me va a joder?”

“Entonces te espero.”


Suspiré y miré mi esmalte negro todo saltado, el cual me quité. Luego me puse una musculosa negra de Morley y sobre ella un buzo, solo porque con el buzo me sentía más segura que con la remera.

Comí una manzana y una naranja que había en el fondo del cajón de la heladera y luego me colgué mirando la tele, pero rápidamente me aburrió. Todo me aburría rápido, nada lograba distraerme… Era imposible evadir lo que me pasaba.

Tomé los puños de mi buzo y suspiré, abrazando mis rodillas mientras subía mis piernas al sillón. Odiaba ser tan vulnerable y odiaba mostrarme vulnerable. Por eso nadie sabía lo que me pasaba. Nadie.

Sonó el timbre y eso me descolocó, estaba muy concentrada en mi interior. Sequé mis lágrimas y caminé hasta la puerta, abrí.

- Hola. –Dije.- Perdón la facha.
-Rio y me dio un beso.- Hola hermosa.
- ¿Hermosa?
- Sí, hermosa. –Me dio otro beso y le sonreí.-
- Pasa.

Pedro entró y yo lo hice detrás de él, luego de cerrar la puerta.

- ¿Queres tomar algo?
- ¿Vos estuviste llorando?
- No. ¿Por qué?
- Tenes los ojitos llorosos.
- No dormí nada anoche, te dije.
- Mmm… -Acarició mi mejilla.-
- ¿Qué?
- No te creo mucho.
- No seas malo.
- No soy malo, solo percibo que estás triste.
-Suspiré y me senté en el sillón.- Estoy con vos y quiero pasarla bien.
- ¿Y qué queres hacer? –Se sentó a mi lado.-
- Dormir.
- ¿Eso es pasarla bien para vos?
- Es la única manera de no pensar y además, dormirme en tus brazos me tranquiliza banda.
- ¿De verdad?
-Sonreí.- Sí. –Me paré.- ¿Vamos a mi cuarto?
- Bueno, dale.

Caminamos hasta mi cuarto y cuando entramos, él me besó tomándome por la cintura.

- ¿Seguro estás bien?
- Sí Pepe.
- ¿Segura? ¿Segura?
- Cuando me despierte me voy a sentir mejor.
- Eso quiere decir que algo te pasa.
- No quiero hablar.
- Nunca queres hablar.
-Suspiré.- Por eso no quería que nos veamos hoy.
- ¿Por qué?
- Porque me ibas a preguntar cosas que no quiero responder.
-Suspiró.- ¿Queres dormir?
- Sí.
- ¿Conmigo?
- Si puede ser…

Él no dijo más nada y se sacó sus zapatillas, luego se sentó en mi cama. Sonreí y me descalcé también, me acosté a su lado y él se acostó frente a mí.

- Gracias por respetarme. –Le dije.-
- Yo te respeto… Lo sabes. –Tomó mi mano.- Y te amo también. –Sonreí.- Pero no podes seguir así.
- ¿Así cómo?
- ¿Te pensas que no me doy cuenta?
- ¿De qué?
- No te hagas la boluda amor.
-Suspiré.- No quiero hablar.
- Así estamos hace meses.
- Si no te gusta, sabes donde queda la puerta.

Me di vuelta molesta, con los ojos llenos de lágrimas y odiándome por no poder hablar.

- Hey, hey. –Me abrazó por la espalda.- No seas así.
- Soy como puedo.
- ¿Qué es lo que pasa?

- No quiero contarte.
- ¿Es algo grave, no?
- Sí, eso creo.
- ¿No confías en mí?
- Sí, no es eso.
- ¿Y qué es?
- Es algo que me pasa a mí, hace mucho tiempo, que es muy mío.
- ¿Y no puede ser de los dos?
- No. –Cerré mis ojos.- Si queres dormir, quedate… -Hice una pausa.- Sino, dejame sola.

Lo escuché suspirar y me abrazó con fuerza, besó mi nuca.

- No te entiendo a veces.
- Yo tampoco. –Le dije.-

Nunca me entendía en realidad.





11 comentarios: