domingo, 6 de diciembre de 2015

Mangas largas IV.


Lo sentí abrir la puerta y yo estaba hecha un bollito, en el suelo.


- Es eso Pedro, nada más ni nada menos. –Dije dándole la espalda.- Si queres irte a la mierda, te juro que te voy a entender. Hace 7 años que lo hago, hace 7 años que me detesto y es algo que ya no puedo revertir.


Él no dijo nada y me extendió su mano.

- Veni… -Me susurró.-
- ¿A dónde?
- Te quiero dar un abrazo. ¿Me dejas?

Sonreí a medias y tomé su mano, me levanté y lo abracé escondiendo mi cara en su hombro y rodeando su cintura casi sin fuerza, llorando como pocas veces en mi vida. Sus brazos me rodearon protectores y tiernos a la vez, por mi espalda.

Yo me sentía caminando en medio del abismo, inestable y al desnudo. 

- Perdón. –Le dije.-
- No, shh… -Acarició mi espalda y besó reiteradas veces mi cuello.- Primero trata de tranquilizarte. ¿Sí? –Rozó mi cuello con su nariz.- Porque así, no podemos hablar de nada.
-Suspiré.- Gracias.
- ¿Por qué?
- Por no dejarme sola.
- Nunca te voy a dejar sola.

Sonreí y me abrazó aún más fuerte. Cerré mis ojos con fuerza e intenté inhalar profundo. 

Al contrario de lo que creía que iba a suceder, me sentía liberada.

No sé cuánto tiempo pasó y tampoco me importaba. Me llevó abrazada a la cama y prendió el velador, ya que estábamos a oscuras. 

Nos sentamos en la cama y sin decirle nada, me quité mi buzo, quedándome solo con mi musculosa negra y bajé la mirada.

- Esta es la realidad. –Dije y la realidad era que no podía mirarlo a los ojos.-

Pedro tomó mis manos y llenó de besos mis brazos, luego llegó a mi cuello y luego a mi boca.

- ¿Por qué lo haces? –Preguntó acariciando mi mejilla.-

Yo no respondí, solo volví a ponerme el buzo.

- No sé.
- ¿No sabes?
-Suspiré.- Porque me odio.
- ¿Por qué tanto odio? 
- Porque soy una mierda.
- Para mí sos hermosa.
- Solo para vos.
- ¿Solo para mí?
- Sí. –Suspiré y me acosté en la cama, mirando al techo. Él se sentó a mi lado, con su espalda contra la pared. Yo estaba a lo largo de la cama.- Perdón, pero si queres la verdad, no soporto mirarte. Me muero de vergüenza.
- No me pidas perdón. –Tomó una de mis manos y la posó sobre mi panza, entrelazando nuestros dedos.- Yo te escucho.
- Todo empezó en el secundario, vos sabes que me trataban horrible.

Llegar a la escuela otra vez y tener que enfrentarme con ese grupo tan asqueroso. Entrar al aula oscura y sentarme en el primer banco contra la ventana, ese era mi banco y claro que no lo compartía con nadie. Dejar de la mochila en la silla de al lado y esperar a que venga el profesor con mi cabeza escondida entre mis brazos, que estaba sobre la mesa.

- ¡Parece que se quedó toda la noche deseando tener una vida de verdad! –Dijo Jerónimo.-
- Para mí, que se quedó toda la noche hablando con su novio imaginario. –Agregó Joaquín.-
- ¡Tengo una mejor! –Dijo Agustina.- Para mí, que no durmió porque la mamita la bañó.

Y todos se morían de risa.

- ¿No te aburrís de esa cara de orto Paulita? –Dijo Dominique.-
- ¡Qué vida de mierda tenes morsa! –Gritó Lucía.- ¿Por qué no tratas de bajar de peso mamut? ¿Tu mamita no te enseña a comer bien? ¡Ah, no! Cierto que es igual de gorda que vos.
- ¡Y encima de gorda, una nerda y chupa culo de los profesores! –Gritó Micaela.- ¿De verdad no te aburrís ballenato?

Escuchar, escuchar todas esas palabras que entraban a mi cuerpo como si fuesen balas.

- El primer día lo hice para desquitarme, empezó como algo momentáneo… Pero con el tiempo descubrí que eso me hacía sentir bien.
- ¿Te hace bien? –Preguntó sorprendido.-
- En el momento sí, porque me olvido del dolor interno y de todo el odio, solo me concentro en el dolor y en el placer que me genera esa idea. –Hice una pausa.- No pretendo que me entiendas, sé que es raro. 
- Seguí… -Dijo apretando mi mano.-
- Mi vieja era superprotectora al mango y nunca entendí por qué, solo lo hacía para el afuera, porque en mi casa no me hablaba ni siquiera. Aunque no suene lindo, mis viejos no me quieren, les caí de casualidad y me tuvieron solo porque tienen un poco de buenas personas… 
- ¿Cómo podes estar tan segura?
- Me lo dijeron Pedro. –Suspiré.- Y no tengo más familia.
- Pau… -Acarició mi mejilla.-
- Dejame seguir.
- Está bien.
- Nadie me quería, nadie me daba la mano, nadie me enseñó a quererme… Todos me incitaban a odiarme y de hecho, lo lograron. Te juro que me miro al espejo y me doy asco, me detesto. Me miro al espejo y me odio, no me gusta lo que veo. –Hice una pausa porque el llanto no me dejaba seguir.- Lograron que me desprecie, lograron que todos los días tenga que convivir con el ser que más odio en este mundo, que soy yo.
- ¿Y la comida? ¿No te hiciste daño de esa manera?
- No, eso no. Soy así de desordenada y como sano, pero no, nunca hice nada. De verdad. –Sequé mis lágrimas con mi mano libre.- Pero me odio y no puedo evitarlo, así como tampoco puedo evitar lo que hago. Estoy enferma, te juro que lo sé, pero no sé cómo revertirlo. Sola no puedo.
- Yo voy a ayudarte.
- Te vas a cansar.
-Me obligó a que lo mire.- Te amo Paula. Te amo. –Susurró y me besó.- Y si nunca nadie te extendió la mano, yo voy a ser el primero.
- Te amo mucho. ¿Sabes? –Lo besé.- Pero perdón si desconfío, es que mi ex cuando se la vio venir fea, desapareció.
- ¿Se lo contaste?
- No, siempre me escondí los brazos.
- ¿Pero estuviste con él?
- Sí, nunca dejé que me sacara la remera. ¿Ves que estoy enferma?
- Ay, mi chiquitita. Veni…

Hizo que me sentara a su lado y me acostó sobre su cuerpo, haciendo que mi cabeza quede sobre su pecho y que su mano libre llené de pequeñas caricias mi cuello y mi nuca.

- No estás más sola, te lo prometo.
-Besé su brazo.- Gracias, de verdad.
- Sh… Intenta relajarte, te va a hacer bien dormir.
- Mmm… Creo que me va a costar.
- Yo me quedo con vos.
- ¿Estás cómodo así?
- Sí. ¿Vos?
- También.

Besó mi frente y sonreí.

- Vale mucho para mí que no te hayas ido a la mierda, de verdad mi amor.
-Me abrazó fuerte.- Nunca te voy a dejar sola, te lo prometo.
- Es que no sé cómo frenar.
- Ya vas a poder.
- Mi cuerpo está lleno de marcas.
- Ya te dije que te amo por lo que sos, no por tu cuerpo.
- ¿Ves que tenía razón?
- ¿Con qué?
- Con que no soy linda.
-Rio y me besó.- Sos la mujer más linda de todas… -Volvió a besarme.- Pero me refiero a que si tenes los brazos llenos de marcas o si el día de mañana tu piel se arruga. –Reí.- Yo te voy a amar igual y siempre vas a ser hermosa para mí.
- Sos muy tierno, muy increíble y muy irreal. –Dije riendo.-
- No, soy de verdad eh. 
- Gracias.
- Shh… -Llenó de besos mi cuello.-
- Te juro que no sé cómo hacer para dejar de odiarme.
- Yo te voy a enseñar.
- ¿Vos?
- Sí, así como aprendí a amarte yo a vos… -Me besó.- Vos podes amarte a vos misma.
- Lo veo complicado.
- ¿Alguna vez intentaste mirarte al espejo sin escuchar lo que otros dicen? ¿Alguna vez intentaste conocerte a vos misma silenciando todo y escuchándote solo a vos?
- Mmm… No.
- Ya vas a poder hacerlo.
- Te juro que creí que cuando terminara el secundario todo iba a pasar, pero no… No solo que no pasó, sino que empeoró. Lo mal que me va en la universidad me frustra y me hace odiarme aún más.
- Date tiempo.
- ¿Cuánto?
- Todo el que necesites.
- Creo que va a ser demasiado.
- Poco o mucho, mi mano siempre va a estar acá. –Dijo uniendo su mano a la mía.-
- Ay, te amo. –Lo besé.- No te das una idea de cuánto.
-Sonrió y me besó.- Te amo bonita. –Volvió a besarme.- No te olvides de que podes contar conmigo. –Negué con mi cabeza y me abrazó.-



Mangas largas III.

- ¿Cocinamos algo? –Me preguntó.-
- Mmm… ¿Qué?
- No sé. ¿Qué tenes?
-Reí.- Sabes que en mi casa no hay mucho.

- ¿Puedo abrir la heladera?

- Obvio tonto.


Pedro abrió la heladera mientras yo lo miraba y acomodaba mis puños.

- ¿Vivís del aire?
-Reí.- Como muy mal.
- No pensé que tanto.
-Volví a reír.- Como mucha fruta, hoy me comí lo último que quedaba.
- ¿Y qué comemos entonces?
- Mmm… Hay milanesas en el freezer.
- Ah, por lo menos algo tenes.
-Reí otra vez.- ¡No seas malo!
-Me besó.- ¿Queres milanesas?
- Sí, dale.

Pusimos las milanesas al horno y cuando quise ir al living, me abrazó por la espalda. Besó mi nuca.

- ¿Qué pasa?
- Tenía ganas de abrazar a mi novia. –Sonreí y posé mis manos sobre las suyas.- Hoy no te escapas.
- ¿De qué? –Pregunté asustada.-
- No te hagas la tonta.
- ¿De qué? –Reiteré.-
- De que hablemos.
-Suspiré y me solté de él.- Me puedo escapar si quiero.
- Mmm…
- ¿Mmm qué?
- No seas así.
- No quiero enojarme.
-Suspiró.- ¿Ponemos la mesa mejor?
- Sí.

Sin decir más nada, puse la mesa mientras él daba vuelta las milanesas.

Estaba preocupada. Muy preocupada, no quería hablar. No quería mostrarme vulnerable frente a alguien, no quería que supiera cuánto me odiaba ni cuánto daño me hacía.

Comí, sin ganas y con un nudo en el pecho que no me dejaba respirar.

Él lavó los platos mientras yo estaba acomodando la cocina.

- Tengo sueño. –Dije.-
- Dormimos toda la tarde.
-Me encogí de hombros.- ¿Y?
- Te conozco… Te estás escapando.
- No voy a hablar. –Sentencié.-
- ¿Por qué sos así?
- No voy a hablar. –Repetí.-
- No puedo estar con vos si no sé lo que te pasa… Veo tus ojitos tristes y no me gusta, quiero ayudarte. –Acarició mi mejilla.-
-Mis ojos se llenaron de lágrimas y me crucé de brazos.- Es que nadie puede ayudarme.
- ¿Por qué estás tan segura?
- Porque lo sé. –Bajé mi mirada.-
- ¿No confías en que yo puedo hacerte bien?
- Vos me haces bien… Creo que solo estoy bien cuando estás cerca de mí.
- ¿Y entonces? –Preguntó tomándome por el mentón, para que lo mire.-
- Entonces quedate conmigo, sin hacer preguntas.
- Llevamos meses juntos.
- Lo sé.
- Siento que el hecho de que no quieras estar conmigo es por eso que te pasa.
-Suspiré.- Soy una mina complicada… Ya te lo dije, si no queres estar conmigo prefiero que te vayas. –Hice una pausa.- Vos me importas de verdad y si sufrís al lado mío, prefiero que nos separemos, vas a sufrir un tiempo y después vas a olvidarte.
- Separarme de vos no es una opción. 
- Hablar para mí tampoco lo es.
- ¿Por qué?
- ¡Porque no!
- No seas chiquilina.
- Vos no te metas en lo que no te importa.
- Vos sí me importas.
- Pero es algo mío.
- Justamente por eso.
- Me siento como el orto en esta situación. –Dije ya llorando, muerta de miedo.-
- ¿Por qué mierda no confías en mí?
- No es que no confíe en vos.
- ¿Entonces qué es?
- Que no confío en mí.
- ¿Podes decirme que te pasa?
- No.
- Dale mi amor, te lo suplico.
- No. –Repetí.-
- ¡Paula!
- ¿Qué?
- Te pones en actitud de pendeja.
- Quizás lo sea.

Corrí a mi habitación y allí me encerré. Trabé la puerta y me dejé caer al suelo, ahogada en llanto. Temblando.

- Siempre haces lo mismo. –Dijo del otro lado de la puerta.- Cuando no queres hablar, te encerras. –Suspiró.- Pero esta vez va a ser distinto, porque no pienso moverme de acá.
- En algún momento te vas a cansar de hacerlo.
- Puede que me canse de esperar.
- ¿Ves?
- Pero no me voy a cansar de amarte, y si me quedo acá es justamente porque te amo.
- No podes amar esta mierda que soy.
- ¿Por qué sos así con vos?
- Porque es la verdad. –Sequé mis lágrimas.-
- Te amo como nunca lo hice con nadie.
- No seas novelero.
- Te juro que es así.
- Perdón, pero no puedo entender como alguien puede amarme tanto cuando yo me odio tanto.
- Mi amor… ¿Me abrís? Por favor.
- ¡No!
- Quiero abrazarte.
- Me vas a llenar de preguntas que no quiero responder.
- ¿Por qué?
- Porque me da vergüenza.
- ¿Y así?
- ¿Así cómo?
- Sin mirarnos… Capaz te sea más fácil.
- No, no quiero que lo sepa nadie.
- Tarde o temprano, por más que no lo cuentes, lo voy a descubrir.
- ¿Por qué decís eso?
- Porque cada día te conozco más.
- ¿Y eso que tiene que ver?
- ¿Me contas?
- Basta Pedro.
- No me voy a mover de acá.

Escuché que se sentó en el suelo y golpeé con fuerza el piso, lo cual hizo que me ardiera demasiado la nueva herida, aquella que me había generado esa tarde.

Las lágrimas salían sin piedad de mis ojos y eso reflejaba mi estado interior. Me estaba terminando de destruir, sentía que si alguien más lo sabía iba a ser eso: terminar de destruirme.

Prefería esconderme detrás de mi coraza y de mis mangas largas.

- Mi amor… -Dijo.-
- Basta Pedro.
- ¿Me abrís al menos?
- Te dije que no.
- Quiero darte un abrazo.
- Ya me dijiste eso.
-Suspiró.- Estás llorando demasiado.
- Ya lo sé.
- Por eso quiero abrazarte. Me parte el alma que llores así.
- ¿Ves? Si hablo voy a hacerte mal y no quiero.
- La incertidumbre me hace peor.
- Andate a tu casa, te juro que es lo mejor.
- Te dije que no voy a moverme de acá. En algún momento vas a tener que salir.
- No me expongas así.
- Lo único que quiero es ayudarte, estar con vos. ¡Lo único que quiero es que confíes en mí!
-Suspiré y sequé mis lágrimas.- Me hace mierda esto.
- ¡Por eso Paula!
- No voy a hablar, no me vas a convencer.
- ¿Es tan grave lo que pasa?
- Sí, es horrible.
- ¿Involucra a alguien más?
- No, solo a mí.
- ¿Entonces por qué no podes contarme?
- Porque no quiero cagarte la vida y no quiero que lo sepas. Fin.
- Nunca me cagarías la vida.
- No te lo voy a contar. No sé en qué idioma queres que te lo diga.
- ¿Lo vas a esconder toda la vida?

Me quedé en silencio.

- Yo quiero estar con vos para siempre.
- No podes decir eso, me conoces hace apenas unos meses y ni siquiera intimaste conmigo.
- No me importa eso, porque no amo tu cuerpo… Amo lo que sos, tu alma.
-Suspiré, muerta de amor.- Sos muy tierno.
- Dale. ¿Me contas?
- ¡Basta Pedro!
- Eso me lo dijiste muchas veces.
-Reí, pero a los segundos me llené de furia… Sí, así de ambivalente era. Revoleé un almohadón a la ventana y me puse de pie, destrabé la puerta, pero sin dejarlo pasar.- ¿Queres saber qué me pasa? –Grité temblando.-
- Por favor mi amor.
- Me corto Pedro. ¡Me hago mierda! –Dije y me dejé caer al suelo, sin que me importara más nada.-

sábado, 5 de diciembre de 2015

Mangas largas II.


Me desperté y suspiré. No quería acarrearlo a mi angustia, estábamos juntos hacia 4 meses y sinceramente había aprendido a amarlo y era por eso que me dolía no poder tener una relación “normal” con él, lo que me preocupaba era que no sabía cuánto tiempo más iba a poder evitar el encuentro íntimo y eso me dejaría al desnudo. Metafóricamente y literalmente.


Me levanté y caminé hasta la cocina, preparé mate y me acerqué al cuarto. Lo dejé en el escritorio y suspiré profundamente, acaricié el pelo de mi novio y besé su frente.



- Amor, despertate.
- Mmm… ¿Qué pasa?
-Reí.- Traje mate. ¿No queres?
- ¿Qué hora es?
- Las cinco.
- Mmm… Bueno, dale.
-Reí.- Sentate.
- Dame un beso.
-Sonreí y lo besé.- Dale.

Pepe se sentó y yo me acomodé a su lado, con la bandeja sobre mis piernas.

- ¿Estás mejor? –Me preguntó.-
- Sí, bastante. –Suspiré y acomodé mi rodete.- Me hace bien dormir con vos.
-Sonrió y me besó.- Bueno, mejor. Pero no podes seguir escapándote.
- No, no empieces. Quiero pasar un lindo rato con vos.
- ¿Puedo quedarme con vos hasta mañana?
- ¿Por qué salís con eso ahora?
- Quiero que hablemos.
- Yo no.

Cebé un mate, molesta y me lo tomé.

- No te entiendo Pau.
- Por favor, no me jodas.

Pedro sacó la bandeja de mis piernas y me abrazó por el costado.

- No podemos seguir así.
- Ya te dije que si no queres seguir así…
- No, no quiero dejarte. –Me abrazó más fuerte.- Te amo.
-Suspiré.- Yo también te amo. –Cerré mis ojos.- Pero te juro que no puedo.
- Tenes que confiar en mí.

Escondí mi cara en su hombro y dejé que me abrazara.

- Perdón.
- ¿Por qué?
- Por engancharte conmigo.
-Rio.- Me encanta estar enamorado de vos.
- ¿De verdad estás enamorado de mí? –Le pregunté mirándolo.-
- ¿Qué pregunta es esa? Obvio que sí, me volves loco. –Me besó y yo sonreí.- 
- Es que no entiendo como alguien puede quererme.
- ¿Por qué?
- No, por nada. Deja.
- Pau…
-Suspiré.- ¿Podemos pasar una linda tarde?
- ¿Pero me puedo quedar hasta mañana?
- Sí mi amor. –Lo besé.- 
-Acarició mi mejilla.- ¿Tomamos el mate?
- Sí. 

Busqué la bandeja y continué con el mate.

- Pau…
- ¿Qué? –Le pregunté mirándolo, luego de dejar la bandeja a un lado porque no había más agua.-
-Corrió el pelo de mi cara, ya que un mechón caía allí.- ¿Por qué nunca te sacas ese rodete?
-Reí.- No sé, me queda cómodo.
- ¿Puedo? –Preguntó comenzando a desarmarlo.-
-Reí.- Sí.

Pedro quitó mi rodete y acomodó mi pelo.

- Sos muy linda.
-Sonreí.- Me cuesta creerte.
- ¿Por qué?
- Porque no me veo linda.
- Mmm… -Dijo y besó mi cuello.- Sos hermosa.
- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer, es la verdad.

Lo abracé por el cuello, ya que él seguía besándome y cerré mis ojos.

- No te creo que estás bien.
-Reí.- Seguí besándome que eso me hace bien.

Continuó con sus besos y acarició mi cintura. Me acosté y él quedó sobre mí, apoyó su cabeza en mi pecho y desacomodé su pelo.

Al rato, se quedó dormido y me levanté con cuidado. Volví a hacer mi rodete y llevé las cosas a la cocina, en donde me quedé pensando, en nada puntual y en todo a la vez.

Sin darme cuenta, terminé en el baño y mirándome al espejo. Dándome cuenta de por qué me odiaba tanto.

Me odiaba por no poder lograr que mis viejos me quieran. Me odiaba por no poder lograr aprobar todas las materias que debía en la universidad. Me odiaba por vivir mantenida por mis viejos, que lo hacían como una simple obligación. Me odiaba por ser tan vulnerable y asquerosamente débil. Odiaba mi cuerpo y mi manera de ser. Odiaba cada cosa de mí.

¿Cómo comenzó? Por la escuela, la maldita escuela. ¡Por todos esos asquerosos seres que se encargaron de hacerme mierda! 

Ir a la escuela fue el calvario más enorme de mi miserable vida. Sus gritos, sus bardeadas, sus falsedades, sus jodas. ¡Todo! Absolutamente todo había hecho que yo terminara así.

La primera vez que lo hice fue solo para desquitarme, pero con el tiempo se convirtió en una costumbre, incluso en un modo de vida. Un modo de vida que me ayudó a odiarme más, pero a la vez, a desquitar aquel odio contra mí.

Quité mi buzo y lo dejé a un lado.

Abrí el cajón del lavatorio y allí estaba, mi mejor amiga. La tomé entre mis dedos y suspiré con un dejo de placer. Me dejé caer al suelo y cerré mis ojos suspirando. Lo iba a hacer otra vez, otra vez me estaba por enfrentar nuevamente a esa sensación ambivalente de placer y odio a la vez.

Posé aquel elemento cortante suavemente sobre mi piel y tan solo la acaricié, una lágrima cayó y una sonrisa se dibujó en mi rostro.

Abrí mis ojos y volví a hacerlo, esta vez con un poco más de fuerza y observando como mi piel se ponía roja. Sequé mis lágrimas con mi muñeca lastimada y volví a hacerlo, esta vez generando un corte más profundo… Una, dos, tres y cuatro veces hasta que por fin sangraba como lo necesitaba.

Era como si esa sangre me desagotara, al menos un poco, de ese odio infinito que sentía hacia mí.

Me quedé un rato allí, no sabía cuánto, nunca lo sabía… Hasta que ya no soportaba el ardor ni las lágrimas. Tomé una venda y me rodeé la herida, especialmente porque estaba con Pedro.

Me puse nuevamente el buzo y reacomodé mi rodete otra vez, lavé mi cara y salí del baño como si nada hubiera pasado.

Pedro seguía durmiendo y lo único que quería era estar cerca de él, asique me acosté detrás de su cuerpo y lo abracé por la panza.

- Pau…
- Shh… -Besé su nuca.- Seguí durmiendo.
- ¿De dónde venís?
- Fui al baño.
- ¿Queres dormir?
- Sí…

Y sí, siempre dormía. Era la única manera de evadir todos esos pensamientos repugnantes hacia mí.

Cerré mis ojos y respiré profundo, sintiendo su olor, el único que me gustaba en este mundo.

Sentí que se dio vuelta y abrí mis ojos.

- ¿Qué pasa Pepe?
- Estás muy inquieta.
- Perdón, no quería molestarte.
- No es porque me molestes…
- ¿Y por qué es?
- Me parece que no tenes sueño.
- No, sueño no tengo… Pero tengo ganas de dormir.
- ¿Por qué?
- Ya te dije, para no pensar.
-Suspiró y besó mi frente.- Yo tengo otros planes.
- ¿Por ejemplo?
- Mmm…

Pedro besó mi cara por completo y terminó en mi boca.

- Tus besos son lo más lindo de este mundo. –Susurré.-
- Vos sos lo más lindo de este mundo.

Volvió a besarme y sonreí.

- Quedate.
- Ya te dije que me quedo.
-Sonreí.- Gracias. –Lo besé.-


viernes, 4 de diciembre de 2015

Mangas largas I.


Soy y estoy. Permanezco y sobrevivo en este mundo que me hace daño. Respiro en un mundo que me incita a hacerme daño a mí misma.

Me odio. Me detesto. Me doy asco.

Me miro al espejo y veo lo mismo de siempre: una cara pálida, con ojeras enormes y un rodete desacomodado reuniendo mi pelo castaño claro con la ayuda de una colita. Mis ojos denotan tristeza y cualquiera puede notarlo.

Dejo caer una lágrima y la seco con la manga de mi remera negra, claro que manga larga. Siempre manga larga. Siempre negra. No, no tengo ropa de colores. Yo soy en negro.

Me alejo del espejo para dejar de ser el centro de atención y hago un paneo de mi pequeño departamento: estoy sola y no es metafórico ni temporal. Estoy sola. Nací para estar sola.

Las persianas están bajas y las luces apagadas, mi cama desarmada y la heladera con lo justo para sobrevivir. Lo único que me importaba era que en el baño estaba lo fundamental.

23 años de vida y odio.

7 odiándome de verdad.

Sonó mi celular y ahí apareció esa ilusión de que no estoy tan sola, o de que comenzaba a no estarlo, o de no sé qué.
“Hermosa. ¿Hacemos algo hoy?” 


Suspiré. Nunca entendí por qué dejé que ese pibe se enganchara conmigo, lo que menos quería era arruinarle la vida a alguien más. Bastante odio propio me tenía como para seguir sumando razones a esa lista inmensa de motivos por los cuales siento tanto deprecio hacia mí misma.
“Perdón, pero no me siento muy bien.”

Nunca me sentía muy bien.
“¿Pasa algo? ¿Queres que vaya a tu casa?”

¡Encima de lindo, insistente!
“No, no te preocupes.”

“Al menos nos hacemos compañía.”

“Sos muy tierno, pero hoy prefiero estar sola.”

“¿Qué pasa?”

“Nada, solo quiero dormir.”

“¿Puedo saber por qué?”

“No dormí mucho anoche…”

“¿Y no podemos dormir juntos?”

“¿Nunca te vas a cansar de ser tan insistente?”

“Mmm… No. Quiero ver a mi novia. ¿Está mal?”


Sonreí ante su ternura.
“Sos muy tierno. ¿Sabías?”

“¿Eso quiere decir que nos vemos?”

“Si no te jode venir a mi casa.”

“¿Cómo me va a joder?”

“Entonces te espero.”


Suspiré y miré mi esmalte negro todo saltado, el cual me quité. Luego me puse una musculosa negra de Morley y sobre ella un buzo, solo porque con el buzo me sentía más segura que con la remera.

Comí una manzana y una naranja que había en el fondo del cajón de la heladera y luego me colgué mirando la tele, pero rápidamente me aburrió. Todo me aburría rápido, nada lograba distraerme… Era imposible evadir lo que me pasaba.

Tomé los puños de mi buzo y suspiré, abrazando mis rodillas mientras subía mis piernas al sillón. Odiaba ser tan vulnerable y odiaba mostrarme vulnerable. Por eso nadie sabía lo que me pasaba. Nadie.

Sonó el timbre y eso me descolocó, estaba muy concentrada en mi interior. Sequé mis lágrimas y caminé hasta la puerta, abrí.

- Hola. –Dije.- Perdón la facha.
-Rio y me dio un beso.- Hola hermosa.
- ¿Hermosa?
- Sí, hermosa. –Me dio otro beso y le sonreí.-
- Pasa.

Pedro entró y yo lo hice detrás de él, luego de cerrar la puerta.

- ¿Queres tomar algo?
- ¿Vos estuviste llorando?
- No. ¿Por qué?
- Tenes los ojitos llorosos.
- No dormí nada anoche, te dije.
- Mmm… -Acarició mi mejilla.-
- ¿Qué?
- No te creo mucho.
- No seas malo.
- No soy malo, solo percibo que estás triste.
-Suspiré y me senté en el sillón.- Estoy con vos y quiero pasarla bien.
- ¿Y qué queres hacer? –Se sentó a mi lado.-
- Dormir.
- ¿Eso es pasarla bien para vos?
- Es la única manera de no pensar y además, dormirme en tus brazos me tranquiliza banda.
- ¿De verdad?
-Sonreí.- Sí. –Me paré.- ¿Vamos a mi cuarto?
- Bueno, dale.

Caminamos hasta mi cuarto y cuando entramos, él me besó tomándome por la cintura.

- ¿Seguro estás bien?
- Sí Pepe.
- ¿Segura? ¿Segura?
- Cuando me despierte me voy a sentir mejor.
- Eso quiere decir que algo te pasa.
- No quiero hablar.
- Nunca queres hablar.
-Suspiré.- Por eso no quería que nos veamos hoy.
- ¿Por qué?
- Porque me ibas a preguntar cosas que no quiero responder.
-Suspiró.- ¿Queres dormir?
- Sí.
- ¿Conmigo?
- Si puede ser…

Él no dijo más nada y se sacó sus zapatillas, luego se sentó en mi cama. Sonreí y me descalcé también, me acosté a su lado y él se acostó frente a mí.

- Gracias por respetarme. –Le dije.-
- Yo te respeto… Lo sabes. –Tomó mi mano.- Y te amo también. –Sonreí.- Pero no podes seguir así.
- ¿Así cómo?
- ¿Te pensas que no me doy cuenta?
- ¿De qué?
- No te hagas la boluda amor.
-Suspiré.- No quiero hablar.
- Así estamos hace meses.
- Si no te gusta, sabes donde queda la puerta.

Me di vuelta molesta, con los ojos llenos de lágrimas y odiándome por no poder hablar.

- Hey, hey. –Me abrazó por la espalda.- No seas así.
- Soy como puedo.
- ¿Qué es lo que pasa?

- No quiero contarte.
- ¿Es algo grave, no?
- Sí, eso creo.
- ¿No confías en mí?
- Sí, no es eso.
- ¿Y qué es?
- Es algo que me pasa a mí, hace mucho tiempo, que es muy mío.
- ¿Y no puede ser de los dos?
- No. –Cerré mis ojos.- Si queres dormir, quedate… -Hice una pausa.- Sino, dejame sola.

Lo escuché suspirar y me abrazó con fuerza, besó mi nuca.

- No te entiendo a veces.
- Yo tampoco. –Le dije.-

Nunca me entendía en realidad.





viernes, 13 de noviembre de 2015

Sonreírnos VII.


“¿Está mal si quiero verte?”


Le mandé sin pensar, sentada en el sillón de mi casa.

“No, no está mal. ¿Queres que cenemos?”

“Me encantaría, te extraño.”

“Sos muy linda, yo también te extraño.”

“¿Dónde nos vemos?”

“Podes venir a mi casa si queres… O, en donde quieras.”

“Prefiero que vengas vos. ¿Puede ser?”

“Sí, obvio que puede ser.”


Sonreí y le pasé la dirección.

De vernos todos los días y todo el tiempo a no vernos por más de 15 días, la realidad era que necesitaba sentirlo cerca de mí.

Sentí que tocó el timbre y sonreí, me miré al espejo antes de dirigirme a la puerta y le abrí.

- Hola. –Dije con una sonrisa.-
- Hola Pau. –Me tomó por las mejillas y me besó.- ¿Cómo estás?
-Acaricié su nariz con la mía.- Bien, quería verte. Pasa. –Dije corriéndome para dejarlo entrar.-
- Permiso eh.
-Reí.- Pasa tranquilo.

Entré detrás de él y cerré la puerta.

- ¿Comiste? –Le pregunté.-
- Sí. ¿Vos?
-Reí.- También, dudé mucho si hablarte o no.
- Hey. ¿Por qué?
- No sé. –Reímos.-

Me senté en el sillón y tomé su mano.

- Veni conmigo.

Pedro se sentó a mi lado y yo, sin soltar su mano, apoyé mi cabeza en su hombro.

- ¿Estás bien Pau?


- Sí. ¿Por qué?
-Besó mi frente.- No sé, pregunto.

Me abrazó por el costado y yo sonreí.

- Necesitaba que me abraces.
- ¿Segura estás bien?
-Reí.- Sí, pero necesitaba estar con alguien… Más precisamente, con vos.

Pedro me besó y corrió el pelo de mi cara.

- ¿Qué te parece si pedimos helado y hacemos algo?
- ¿Algo como qué? –Reí.-
- No sé, lo que quieras.

Yo me senté en sus piernas y lo abracé por el cuello.

- A vos te quiero. –Lo besé.-

Él me abrazó por la cintura y chocamos nuestras frentes.

- Ay, qué linda que sos. –Me besó.-
- Vos sos lindo. –Lo besé y lo abracé, escondiendo mi cara en su hombro.-
-Me abrazó fuerte y besó mi cuello.- Vos queres decirme algo. ¿No?
- ¿Tan obvia soy?
-Rio.- Me parece que sí. –Dijo acariciando mi espalda.-
- Bueno, pero no me sueltes.
- No lo tenía en mis planes. –Dijo abrazándome con fuerza y ternura a la vez.-
-Sonreí.- Es que… -Suspiré.- Me dí cuenta que me gustas de verdad. –Confesé.- Me haces sentir demasiado bien cuando estamos así. –Besé su cuello.- Y me gustaría que esto, si se puede, crezca. –Me aferré a su cuello.- No sé. ¿Está mal?
-Sonrió.- No, está perfecto… Sobre todo porque me pasa lo mismo.
- Cuando estábamos allá, como estábamos todo el día juntos, capaz era una excusa… Pero, ahora que no nos vimos me estoy dando cuenta de que te extrañé.
- Sos tan, tan linda.
- Es que… -Me separé un poco de él para poder mirarlo.- Cuando nos conocimos yo estaba mal, y si bien no siento que ahora esté del todo bien, estoy mejor y… Te quiero.
-Me besó.- Yo también te quiero Pau.

Sonreímos y nos besamos, volvimos a abrazarnos y reímos.

- ¿Te quedas esta noche conmigo?
- Mmm… Me gustó mucha esa propuesta.
- ¿Sí? –Pregunté separándome un poco de él.-
- Sí. –Sonreímos y nos dimos un beso.-
- ¿Queres café? ¿Algo?
- Dale. ¿Te ayudo?
- No es difícil hacer café eh.
-Rio.- Bueno, pero así te sigo teniendo cerquita.
-Sonreí y lo besé.- Sos un tierno.

Preparamos el café y después de un rato, estábamos en mi habitación.

No quería solo dormir con él y no encontraba la manera de decírselo. Sí, me sentía una estúpida.

Interrumpí la charla que estábamos teniendo y lo tomé por la nuca, para besarlo.

- Apa. ¿Qué fue eso? –Rio.-
- ¿No puedo besarte?
- Sí, obvio que podes. –Dijo tomándome por la cintura.-

Volvimos a unirnos en un beso y yo jugaba con su pelo.

- ¿Solo besarte? –Pregunté con un poco de vergüenza.-
-Me dio un beso y acarició mi espalda.- ¿Qué otra cosa queres hacer?
- Mmm… -Mordí mi labio y metí mi mano por el cuello de su remera.-
- ¿Mmm qué?
-Reí y me acerqué a su oído.- Se me ocurren muchas cosas para hacer.
- ¿Por ejemplo?
- Desnudarte. –Susurré.-
- ¿Y yo puedo hacer lo mismo con vos? –Preguntó en mi oído.-
- ¿Te gustaría?
- Me encantaría. –Dijo y besó mi cuello.-

Nos separamos un poco y nos sonreímos. Nuestros labios volvieron a unirse y él hizo que yo caiga suavemente sobre la cama y él sobre mí.

- No quiero parecer una histérica. –Le dije.-
- ¿Por qué crees que pareces histérica?
- No sé, capaz doy muchas vueltas.
- Recién no diste ninguna vuelta.
-Reí.- Bueno, pero en serio… Si soy muy insoportable, decime.
- No sos insoportable. –Me besó.- Sos hermosa.
- Mmm…
- En serio che. –Me besó.- Creo que estábamos en otra cosa.
-Reí.- ¿En qué cosa?
- ¿Tengo que recordártelo?
- Si puede ser…

Pedro se sumergió en mi cuello y me llenó de besos. Mis manos estaban en su espalda.

Sentí sus manos subir por debajo de mi remera y sonreí.

No sabía qué tenía, pero me encantaba y cuando estaba con él me olvidaba del mundo. Y todo eso, estando juntos en la cama, se había intensificado algún más.

Yo estaba completamente enroscada en las mantas porque tenía frío, acostada de costado y mirándolo. Pedro estaba semi-acostado a mi lado y hacia rato que no decíamos nada.

Busqué su mano y le dí un beso allí.

- ¿Qué pasa? –Preguntó y besó mi mano.-

Yo sonreí y me acerqué a él. Apoyé mi cabeza en su brazo.

- ¿Estás bien? –Me preguntó.-
- ¿Por qué tantas preguntas?
-Rio.- Respondeme.
- Sí, estoy bien. ¿Vos?
- También.

Sonreímos y él besó mi cabeza.

- Solo tengo un poco de frío. –Reí.-
- Veni.

Hizo que las mantas nos cubrieran por completo y reímos.

- No te vayas. –Tomé su mano.-
- No pienso irme che.
- Perdón.
- ¿Por qué?
- Capaz soy un poco molesta.
- No, no sos molesta. –Me besó.- Todo lo contrario.
- Es que… Me haces bien y no quiero perderte.
-Besó mis manos.- No vas a perderme. –Yo sonreí.- En serio… -Me besó.-
- No sé por qué, pero te creo. –Reí.-
- Entonces… Creeme. –Reímos y nos dimos un beso.-
- Te creo. –Sonreímos y nos dimos otro beso.- Te quiero Pedro –Susurré.-
-Me besó.- Te quiero hermosa.





 


jueves, 12 de noviembre de 2015

Sonreírnos VI.


Los días pasaban y sin ser nada, se estaba portando demasiado bien conmigo. La realidad era que aún no había podido recomponerme por lo del pelotudo de mi ex y si bien, Pedro me encantaba, no éramos más que dos personas que habían chapado un rato.

En fin, acabábamos de terminar el rodaje y cenamos todos juntos a modo de festejo.

Era la última noche allí y la realidad era que no quería volver.

Pedro y yo estábamos en el cuarto en donde estaba yo, sentados frente a frente en la cama.

- No quiero volver. –Suspiré.-
- ¿Por qué?
- Porque volver significa justamente eso, volver a los problemas.
- ¿Eso quiere decir que la pasaste bien acá?
- Sí, muy bien y gracias a vos.
- ¿Y vos pensas dejar de verme cuando volvamos?
- No, pero vivimos lejos.
- No es tan lejos che.
-Reí.- Igual, acá te tenía al lado.

Acarició mi mejilla y yo sonreí.

- No te hagas tanto problema, si queremos vernos… Vamos a poder.
- Eso espero. –Suspiré.-
- Sí le pones esa onda.
-Reí.- Bueno, perdón.

Él hizo cosquillas a los costados de mi cuerpo y me obligó a seguir riendo.

- ¡Positividad! –Dijo y me besó.-
-Reí.- Sos un tarado.
- Apa, cuánta ternura.
- Bueno, vos estás agrediendo.
- ¿Agrediendo? –Preguntó volviendo a las cosquillas.-
- ¡Sí! ¡Agrediendo! –Dije riendo y comencé a hacerle cosquillas a él.-

Terminamos como dos nenes, tirados en la cama y llorando de risa.

Estábamos uno al lado del otro, mirando al techo y en silencio. Pedro buscó mi mano y entrelazamos nuestros dedos.

- No quiero que esto se termine. –Besó mi mano.-
-Sonreí.- Yo tampoco, sigo sin saber qué es, pero me hace bien.

Giré para quedar mirándolo y posé mi mentón en su hombro.

- Me gustaría dormir con vos esta noche. –Dije y cerré mis ojos.-

Sentí que besó mi nariz y sonreí.

- Es muy linda esa invitación.
-Lo miré.- ¿Sí?
- Sí. –Me besó.-
- Entonces, quedate. –Y posé mi mano en su pecho.-

Él me abrazó por la cintura y suspiramos a la par.

- Creo que ya te lo dije, pero cuando te siento cerca me siento en calma.
- ¿Sigue doliéndote lo que pasó con tu ex, no?
- Sí, pero no por él… Es por mí.
- ¿Por vos?
- Sí, no siento que sea culpa de los tipos… Capaz sea yo que no puedo mostrarme como soy.
- ¿Conmigo tampoco?
- Creo que vos me conoces más que mi ex.
- ¿Y eso es bueno o malo?
- Me da miedo que capaz estemos yendo un poco rápido.
- ¿Quién dijo que ir lento es mejor?
-Reí.- Nadie.
- ¿Entonces?
- Tenes razón. –Le dí un beso en el cuello.-
- A mí me parece que esa cabecita piensa demasiado.
- Puede ser. –Reímos y me separé un poco de él, para poder besarlo.-

Mi cuerpo quedó sobre el suyo y nuestros labios no se separaban.

- ¿Por qué no vas a buscarte algo para dormir? –Le pregunté.-
- Porque estás encima mío.
-Reí y lo besé.- Es verdad.
- ¿Y te vas a quedar ahí?
- ¿Te molesto?
- Mmm… No, todo lo contrario.

Reímos y nos besamos.

Un rato más tarde, estábamos los metidos en la cama y tapados por las mantas. Hacía frío.

Estábamos acostados, frente a frente.

- ¿De verdad nos vamos a seguir viendo? –Pregunté.-
- A mí me encantaría. –Sonreímos.- ¿A vos?
- También.
- Entonces, podemos seguir viéndonos.
- Por favor.

Pedro me besó y yo sonreí.

- ¿Qué te parece si dormimos? –Susurró.-
- No.
- ¿Por qué?
- No quiero que se termine esto.
- ¡No se va a terminar!
-Reí.- Pero, esto de estar acá, así… Por primera vez, no va a pasas otra vez.
- Capaz, pueden pasar cosas más lindas. –Besó mi hombro.-
- ¿Vos siempre sos así?
- ¿Así cómo? –Rio.-
- Así de lindo.
- ¿Yo soy lindo?
-Reí.- Muy. –Lo besé.- Sos muy lindo conmigo.
- Vos me inspiras a ser así.
-Largué una carcajada.- No es necesario que me endulces los oídos tampoco.
- ¿No fue lindo lo que dije?
-Reí.- Un poco exagerado.
- Bueno, perdón. –Me dio un beso en el brazo.- Perdón. –Besó mi hombro.- Perdón. –Besó mi mejilla.- Perdón. –Besó mi mejilla.- Perdón. –Y besó mis labios.-
- ¿Ves que sos lindo? –Lo besé.-
- Vos también sos linda. –Nos besamos y sonreímos.-
- Pero, si no dormimos… Mañana no nos vamos a levantar más.
- En eso tenes razón.
-Sonreí y lo besé.- Descansa.
- Vos también.

Nos dimos un último beso y nos acomodamos para dormir.

Sentir su respiración tranquilizarse a la par y sentirlo a mi lado, definitivamente me hacía demasiado bien.

A la mañana siguiente, sentí besos suyos en mi cuello y me desperté.

- Buen día señorita.
- Mmm… -Dije tratando de abrir mis ojos.- Hola. –Y me acurruqué en las mantas.-
- No, no. ¡Es tarde!
- Tengo frío.
- Puedo abrazarte todo el viaje si queres.
-Sonreí.- ¿De verdad ya hay que levantarse?
- Sí. ¿Traigo café para los dos?
- Mmm… Estaría buenísimo.
- Voy a buscar, cambiate mientras.
- ¡Eso implica salir de la cama!

Pedro rio y me alcanzó la ropa que me había dejado preparada sobre el bolso ya cerrado.

- Dale, cambiate.
-Sonreí.- Gracias.
- No es nada, voy a buscar café.
- ¿Y algo para comer?
-Rio.- Dale.

Pedro besó mi frente y se fue. Yo me cambié y luego desayunamos juntos.

Abandonamos la habitación y nos dirigimos al micro. Era muy temprano y hacía mucho frío, me puse mi campera y subí mis piernas al asiento.

- ¿Dormimos? –Pregunté.-
- Tenes una carita.
-Reí.- No doy más.
- Dormí…
- ¿Y vos?
- No sé.
- No quiero dejarte solo.
-Rio.- Te tengo al lado mío.
-Sonreí.- Despertame cuando frenemos.
- Dale.

Me acomodé como pude para dormir y me acurruqué. Pedro acomodó su campera sobre mi espalda y yo sonreí.

- ¿No la queres?
- No Pau.
- ¿Seguro?
-Rio.- No.
- Bueno, gracias.
- De nada. –Me besó y acarició mi nariz con su dedo.-

Se hizo un silencio entre nosotros, yo cerré mis ojos y suspiré profundo.

- Esto no se termina acá. –Dijo y besó mi cabeza.-
-Sonreí.- Lo sé.
-Besó mis labios.- Dale, dormí que yo me quedo con vos.
-Sonreí.- Me haces sonreír mucho vos.
- Es un placer.



miércoles, 11 de noviembre de 2015

Sonreírnos V.


Me encerré en mi cuarto y me dejé caer en la cama. ¡Estaba harta de que me buscaran solo por estar buena!

Juro que prefería ser fea. Nadie se preocupa por conocerme de verdad y es horrible.

- ¿Me abrís Pau? –Lo escuché del otro lado de la puerta.-

Suspiré y me levanté de la cama, para acercarme a la puerta.

- No, dejame sola Pedro.
- Por favor.
- Por favor vos.
- No te enojes.
- Ya estoy enojada.
- Solo quiero decirte algo.
- Yo no quiero escucharlo.
- Te lo digo y me voy.

Revoleé mis ojos y le abrí.

- ¿Qué queres? –Le pregunté enojada.-
- ¿Puedo entrar así no hablamos en el pasillo?

Yo entré a la habitación sin responderle y él entró detrás de mí. Cerró la puerta y quedamos frente a frente.

- Decime qué queres. –Le dije.-
- ¿Podes aflojar un poco con el enojo?

Me senté en la cama, nerviosa y tratando de evadir las lágrimas.

- Te juro que no sé cómo manejarlo. ¡Estoy hasta de que los tipos se me acerquen por estar buena!
- Yo no me acerqué a eso por vos.
- ¡Pedro, dale!
- ¿Qué? –Me preguntó acercándose a mí.-
- Me re miraste.

Pedro se arrodilló delante de mí, tomó mi mano e hizo que lo mire, tomándome por el mentón con su otra mano.

- Porque sos muy linda.
- ¿Eso es lo único que puedo dar?
- Mira Pau, yo no te conozco demasiado… -Corrió el pelo de mi cara.- Pero, por lo que te estoy conociendo me doy cuenta de que no. Me hace bien estar cerca tuyo y eso no tiene que ver con que tengas un lindo cuerpo.
- Es horrible que solo me quieran por eso. –Dije ya sin poder evitar la bronca que no era contra él, era contra mí, por no poder mostrarme de otra manera.-
- No llores. –Dijo acariciando mi mejilla.-
- Es que… -Suspiré.- Nada, deja.
- No, ahora decime.
- Recién nos conocemos, no tenes por qué bancarte todo esto. Prefiero que me dejes sola.
- Pero yo no quiero irme.
- No seas así.
- ¿Así cómo?
- No quiero cargarte con cosas que nada que ver.
- Quiero que me cuentes.
- ¿Estás seguro?
- Sí.

Pedro se sentó al lado mío y besó tiernamente mi mejilla.

- No sé si es la gran cosa igual.
- Pero contame, dale.
- Es eso… -Me encogí de hombros.- Que es una mierda que los tipos se me acerquen solo porque les parezco linda y nadie se preocupe por conocerme. –Hice una pausa.- Todos creen que la onda de que los tipos se te queden mirando como pelotudos está bueno y no, es una mierda. –Suspiré.- Puede que me sirva un poco para poder laburar de lo que hago, pero para mi vida personal es una mierda.

Y no podía evitar las lágrimas. Odiaba esa situación.

- Pero, de verdad que prefiero que me dejes sola… -Suspiré.- Es cualquiera esto.
- ¿Qué es cualquiera?
- Esto, no da.

Él no dijo más nada, tan solo se tiró sobre mí besándome.

- ¿Qué haces? –Le pregunté riendo.-
- No voy a dejar que me alejes.
- ¡No somos nada Pedro!
-Me besó.- ¿No te pasa nada cuando nos besamos?
- ¿Eso qué tiene que ver?
- Respondeme. ¿Te pasa o no?
-Sonreí.- Sí.
- ¿Entonces? –Volvió a besarme.- Dejemos que pase.
- Pero…
- Pero, ahora quiero quedarme acá con vos. ¿Está mal?
- No, no está mal.
- ¿Y puedo quedarme?
- Mmm…
- ¿Mmm qué?
- Quedate. –Y tapé mi cara con mis manos.-
- No te tapes.
-Reí.- No entiendo demasiado esta situación.
- Yo tampoco. –Reímos y nos besamos.- Pero, nosotros tenemos una cena pendiente.
- Creo que comer si quiero.
- ¿Qué te bese no queres?
-Sonreí.- Sí, también.

Volvimos a besarnos y nos abrazamos.

- Perdón, no quería hacerte sentir mal. –Dijo y me dio un beso en el cuello.-
- Perdón te tengo que pedir yo, soy cualquiera. No quiero enroscarte con mis problemas.
- No me enroscas. –Se separó un poco de mí.- ¿Qué te parece si pedimos comida?
- Dale.

Pedro se levantó y me dio la mano para ayudarme.

Cenamos juntos con una charla que nos hizo reír demasiado.

Yo volví del baño y él estaba sentado en la cama. Yo me quedé apoyada contra una columna, mirándolo.

- ¿Qué pasa? ¿Tengo que irme?
-Reí.- No, no quiero que te vayas.
- Entonces vení, no voy a hacerte nada che.
-Volví a reír.- Lo sé.
- ¿Entonces venís?

Yo asentí y me acerqué a él, me senté frente a él y estiré mi espalda.

- Es raro esto igual. –Dije suspirando.-
- ¿Qué es normal en la vida?
-Reí.- Es verdad, nada. –Hice una pausa.- Igual no sé si raro es lo opuesto de normal.
-Me besó.- Yo tampoco sé, pero la paso bien cuando estoy con vos.
-Sonreí.- ¿Pedimos café?
- Dale.
- Tengo frío.
- Puedo darte un abrazo, en vez de café.
-Reí.- Pueden ser las dos cosas.
- Es verdad, pero primero el café.
- Bueno, dale.

Nos dimos un beso y Pedro bajó a comprar el café, volvió y lo tomamos con algunos bombones que había traído.

Yo me cambié para dormir y me metí en la cama. Él estaba arrodillado en el suelo, a mi lado.

- ¿Te vas a quedar? –Le pregunté con una sonrisa.-
- ¿Puedo?
- Mmm… Sí.
- Entonces sí, me quedo.
-Sonreí.- Sos un amor.
-Besó mi frente.- Trata de dormir que mañana no vamos a coordinar.
-Reí.- ¿Y vos?
- Me voy a dormir cuando te quedes dormida.
-Mordí mi labio, muerta de amor.- Gracias.
- ¿Por qué?

Cerré mis ojos y suspiré.

- Por hacerme sentir bien.
- Es un placer.

Yo sonreí. Él acomodó las mantas sobre mí y pasó varios minutos jugando con mi pelo.

- Es horrible que me pase lo que me pasa, te juro que si dieran a elegir, elegiría no tener este físico. –Suspiré.- Pero, sé que lo tengo y no puedo hacer nada contra eso. Por eso, me gustaría que alguna vez algún hombre se anime a conocerme de verdad… Con esto no quiero decir que vos tengas que serlo, porque quizás no tengas ganas y está todo bien. –Hice una pausa.- Pero es eso lo que me pasa, como un fantasma de que nadie puede quererme por como soy.
- A mí me encantaría seguir conociéndote. –Dijo jugando con sus dedos en mi cuello.-
- Capaz te aburra.
- No creo, esta semana la pasé muy bien con vos.
- Fue una semana Pedro.
- Dejemos que pase che… No te preocupes por el futuro.
- En eso tenes razón.
- Disfruta de mis mimos ahora. ¿O no te gustan?
-Sonreí.- Me encantan.
- Entonces… -Besó mi mejilla.- No pienses más y trata de dormir, dale.