sábado, 6 de febrero de 2016

Un poco rotos II.

Pau se despertó y yo no había logrado pegar un ojo en toda la noche.

- Buen día mi amor. –Dije acariciando su espalda.-
- Mmm… Buen día. –Dijo refregando sus ojos.- ¿Qué hora es? Qué raro que no te hayas ido.
- Son las diez de la mañana y te dije que hoy me quedaba con vos.
- ¿Justo hoy?
- ¿Por qué decís eso?
- Sigo con ganas de mandarte a la mierda.
- ¿Por eso dormimos juntos?
-Rio.- No sé por qué dormimos juntos.
- Yo sí lo sé.
- ¿Por qué?
- Porque nos amamos.
- Ponele. –Dijo levantándose.- ¿Queres desayunar?
- Si vos queres.
- Ahora preparo café y traigo unas galletitas.

Paula se levantó y como se fue al baño, yo me encaminé hacia la cocina y comencé a preparar el desayuno.

- No hacia falta. –Dijo acercándose.-

La abracé por la cintura y le dí un beso.

- No me gustó ni un poco lo que me dijiste anoche.
- A mí tampoco, pero es lo que siento.
- Bueno, por eso… -Dije acomodando su pelo.- Quiero poder revertirlo.
- Sabes muy bien que tenes que hacer para revertirlo.
- Y vos sabes muy bien que ella está enferma.
- ¿Yo no?
- No es lo mismo gorda.
- Siempre la pones a ella encima, que lo mío sea psicológico y lo de ella físico no nos hace estar en distintos niveles eh.
- Se está muriendo Paula.
- Y yo también, solo que vos no lo notas.

Se separó bruscamente de mí y se puso a batir café.

- No, para un poco. –Dije parándome detrás de ella y sacándole la taza de su mano.-
- ¿Qué pare que?
- Con esto gorda, para. –Dejé la taza en la mesada e hice que ella se diera vuelta.-
- Vos no lo notas, pero yo todos los días me apago un poco. –Suspiró.- Lo que tengo no es joda y lo sabes muy bien.

Yo suspiré, asintiendo.

- No es un capricho, vivo a base de pastillas que dentro de poco me alivianan un poco todo, pero sabes muy bien lo que me pasa… Sabes muy bien que me enamoré de vos y si no hubiese sido correspondido, está bien, me la bancaba… ¡Pero vos también hiciste que me enamore de vos! Y para colmo, me haces creer que vos estás enamorado de mí cuando no es así.

Y no la dejé seguir hablando, porque la besé.

- Estoy perdidamente enamorado de vos.
- Yo no siento que sea así.
- Me siento entre la espada y la pared, todo el tiempo.
- Perdón, pero no soporto más esto y si no te presiono no se va a terminar nunca.
- ¿Qué queres que haga?
- ¡Que la dejes Pedro!
- No puedo.
- ¿Entonces me haces mierda a mí? ¿Ves lo que te digo? Si estuvieses enamorado de mí, me cuidarías un poco más.

Paula se dio vuelta y comenzó a buscar cosas en su alacena.

- ¿Qué haces?
- Tranquilo que solo estoy buscando mis pastillas, no vas a tener que bancarte ningún ataque si es lo que te preocupa.

Se tomó sus pastillas y se fue a la habitación.

Caminé algunos pasos hacia atrás y dejé que mi cuerpo se apoyara contra la pared cuando comencé a escuchar ruidos en la habitación, suspiré y corrí hacia allá.

Paula estaba desarmando la cama desesperada, acabo por sacar el colchón de la cama y casi rompe una lámpara. Me acerqué a ella con cuidado y la atajé en mis brazos antes de que cayera al suelo.

- Tranquila gorda, tranquila. –Dije abrazándola y acariciando su pelo.-
- ¡Andate Pedro! ¡Andate!
- Sabes muy bien que no te voy a dejar sola estando así. –Besé su frente.-
- Me haces mierda.
- Si cuando te tranquilizas queres que me vaya, me voy… Pero así no te voy a dejar porque te podes lastimar, no seas terca. Dale.

Ella no dijo más nada, yo acomodé el colchón en la cama con una de mis manos e hice que nos acostáramos allí, estando abrazados.

Paula pasó horas (en sentido literal) llorando y temblando.

- Perdón. –Dijo sentándose.-
- No, no tenes que pedir perdón. –Dije sentándome también y sequé sus lágrimas.-
- No sé cómo seguís aguantándome.
- Porque te amo con locura gorda.
-Suspiró.- Voy a lavarme la cara y vengo.
- ¿Vas sola?
- Sí, tranquilo.

Se levantó y se fue, yo acomodé un poco y la esperé allí.

- ¿Queres comer algo? –Le pregunté.-
- Sí, y seguro vos morís de hambre.
- ¿Te quedas acá que preparo algo?
- Si queres te ayudo.
- No, dale… Quedate acá, ya vengo.
- Está bien, gracias.
-Besé su frente.- Nada que agradecer.

Preparé unos sándwiches con unos vasos de gaseosa y fui hasta la habitación, comimos casi en silencio y luego ella se acostó.

- Perdón, no te mereces esto tampoco. –Me dijo.-

Hice que apoyara su cabeza en mis piernas y comencé a jugar con su pelo.

- Yo te prometo que voy a hacer todo lo que sea necesario para que dejes de sentirte así.
- Mientras siga siendo la segunda.
- Voy a hablar con María.
- Me dijiste eso muchas veces…
-Suspiré y acaricié su frente.- Pero, no quiero que sigas sufriendo así.
- ¿No te da miedo?
- ¿Qué?
- Que alguna de las dos termine peor…
- Ella está contenida por su familia.
- Pero, vos sos su novio.
- Un novio que no la ama y está con ella por… Lástima.
-Suspiró.- Es muy horrible esto Pedro.
- ¿Me das un tiempo? Yo te prometo que voy a solucionar todo.
- Repito: escuché esto muchas veces.
- Pero nunca me dijiste todo lo que a vos te pasa.
- Creí que lo habías notado solo.
- Seré muy poco perceptivo, porque de verdad que no.
- No confío mucho en que haber hablado cambie las cosas.
- ¿En mí no confías?
- Eso intento, te juro.
- Intentalo una vez más, esta vez no voy a defraudarte.
- Eso espero.
-Besé su frente.- Te amo gorda, con todo mi alma. –Besé su nariz.- Así, tal cual sos.
- ¿Estás segura de que amas a una enferma como yo?
- A una mujer como vos.
- Soy más nena que mujer.
- No mi amor, no.
- Yo me siento así, no puedo controlar lo que me pasa y eso le pasa a uno cuando es chico.
- Mmm… No me parece que sea así, somos humanos y todos tenemos un momento en donde no podemos controlar nuestras emociones.
- No como yo.
- Vos tenes un problema.
- Una enfermedad.
- Como quieras llamarlo, pero que tarde o temprano vas aprender a controlar.
- Llevo interminables años así.
- ¿Me contestas con sinceridad algo?
- Sí.
- Vos crees que si de verdad yo arreglo las cosas y ponele que vivimos juntos… ¿Mejorarías?
- Mi psicóloga dice que sí… Y en cierto punto yo también lo creo. –Hizo una pausa y suspiro.- Igual, no es novedad que no me hace bien esta situación.
- A mí tampoco me hace bien.
- Aún así. ¿Estás seguro?
- ¿De qué?
- De dejarla a ella y quedarte conmigo.
- Muy seguro.
- Conmigo nunca vas a poder ser papá… -Dijo angustiada.-




-

Aquí el segundo capítulo de este corto, espero que les guste y comenten ☺

Recuerden que si quieren que les pase los cortos por twitter, solo tienen que avisarme!

viernes, 5 de febrero de 2016

Un poco rotos I.


Salí de encima de su cuerpo agitada y me tapé con la sábana, cerré mis ojos y suspiré.

Nos quedamos un rato en silencio hasta que sentí su mano en mi hombro.

- ¿Qué pasa gorda?
- No preguntes cosas que ya sabes.

Se metió por debajo de la sábana y comenzó a besar mi cuerpo.

- No, dale Pedro.
- ¿Qué? –Preguntó apoyando su cabeza en mi brazo.-
- Que basta.
- ¿Por qué?
- Porque sí.

Pedro se acostó a mi lado y quedamos frente a frente.

- No soporto tener que compartirte.
- Yo te amo a vos.
- Pero… Seguís con ella.
- Sí, ya sé.
- Perdón, pero no sé cuánto tiempo más puedo pilotear esto.

Me senté en la cama mientras me ponía mi bata y me crucé de brazos.

- Dale gorda, no te pongas así.
- Pedro, dale.
- ¿Qué?
- No soy un robot, no soy solo una mina que quiere garcharte.
- No digas eso, no sos eso.
- Es lo que me haces sentir, lo único que hacemos cuando nos vemos es garchar. ¿Vos te crees que no te necesito?
- No amor, no. –Dijo queriendo acercarse a mí y yo me corrí.-
- Amor nada. –Le dije enojada.-
- No te enojes.
- Tarde, ya me enojé.
- ¿Por qué?
- ¡Porque no soy tu putita Pedro!

Me levanté al borde del llanto de la cama y corrí hasta el baño, en donde me encerré.

- Amor, abrime.
- ¡Deja de decirme amor!
- Es lo que sos, mi amor.
- No Pedro, no confundas las cosas.
- No confundo nada.

Abrí la puerta llena de bronca y me asomé para poder mirarlo, las lágrimas ya saltaban de mis ojos.

- Sí, confundís. Me haces creer que me amas cuando solo me queres cerca porque conmigo tenes buen sexo.
- ¡No es así Paula!
- Sí, es así. –Suspiré.- Por algo nunca dejas a tu mujer, si no te la jugas por mí es porque no me amas.
- Yo te amo y lo sabes muy bien.
- ¿Entonces por qué lo único que haces es buscar todo el tiempo coger?
- No es así.
- ¡Es así Pedro! ¿Recién cómo trataste de aflojarme?

Él bajó su mirada y suspiró.

- ¿Ves? ¡La única manera de la que sabes tratarme es esa!

Quise cerrar la puerta, pero él me lo impidió.

- Para un poco Pau.
- No, no puedo parar porque me vengo tragando esto hace meses y no lo aguanto más.
- ¿Podemos hablar bien?
- Estamos hablando bien.
- Pau, dale. –Tomó mi mano.- Veni, vamos a hablar al cuarto, tranquilos, como dos personas grandes.
- No sé si quiero.
- Dale gorda, veni.
- Me vas a aflojar y no es lo que quiero.
- ¿Por qué decís eso?
- ¿Para qué vamos al cuarto?
- ¿Queres que vayamos a otro lado?
-Suspiré.- No, está bien.
- Lavate la cara, tranquilizate un poco y veni. –Dijo y acto seguido besó sentidamente mi frente.-
- Ahora voy.
- Te espero, dale.

Pedro se fue y yo cerré la puerta, suspirando. Lo único que tenía en claro era que quería decirle todo lo que sentía, no soportaba más con tanta angustia adentro.

Me lavé la cara varias veces y me hice una colita en el pelo, acomodé mi bata, atándola y salí de la habitación.

Luego, pasé por la cocina a tomar un poco de agua y recién en ese momento, volví al cuarto. Pedro estaba sentado en la cama, con sus piernas cruzadas y con un short. Me senté frente a él, en la misma posición.

- ¿Estás un poco más tranquila?
- Sí, pero eso no quiere decir que terminé.
- Yo te escucho, pero si te tranquilizas… Sabes muy bien que ponerte así no te hace bien.
- Que me tengas de amante tampoco me hace bien Pedro.
- Lo sé.
- ¿Sabes qué siento? –Y tomé aire para poder decirle lo que más me dolía.- Que vos me tenes acá, así, como la minita que te garchas por el problema que tengo… Sabes muy bien que para mí es imposible tener hijos, entonces claro, la pasas bien un rato y no corres ningún riesgo. –Hice una pausa y comencé a temblar.- De verdad que me siento como tu putita y no lo aguanto más.

Pedro tomó mis manos y noté sus ojos llenos de lágrimas.

- No es así.
- Lo siento así.
- ¿Puedo darte un abrazo?
- Me haría muy bien.

Él me abrazó y me quebré allí, en sus brazos.

- ¿Te das cuenta que nunca me abrazas? ¿Qué nunca me das un beso que no esté lleno de ganas de llevarme a la cama? ¿Qué nunca me mimas? ¡Y encima de todo eso ni siquiera soy tu mujer!
- Sh… Sos mucho más que mi mujer.
- No Pedro, no me vas a convencer así.
- ¿Podes tranquilizarte un poco?
- No, no puedo.
- Dale gorda.
- ¿Sabes qué es lo peor de todo? ¡Que me hago mierda yo sola! –Suspiré nerviosa.-
- Dale, tranquilizate.

Me separé de él secando mis lágrimas.

- ¡Te digo que no puedo!
- Te va a hacer mal gorda, dale.
- ¡Vos me haces mal Pedro!
- ¿Queres que me vaya?
- ¿Ves que no entendes nada?
- ¿Qué tengo que entender?
- Que quisiera que me trates como a tu mujer, que me contengas, que estés conmigo, que me cuides… ¡No que solo me uses para tener un orgasmo y ya!

Él suspiró y acarició mi mejilla.

- Veni, acostate.
- ¿Qué queres?
- ¿Te acostas?

Yo suspiré y me acosté dándole la espalda, él se arrodilló en el suelo, frente a mí y corrió el pelo de mi cara.

- Te juro que nunca me dí cuenta que te sentías así.
- O soy muy buena disimulando o vos sos flor de pelotudo.
-Besó mi sien.- Para un poco gorda.
- No puedo, tengo esto acumulado hace meses.
- No quiero que te dé un ataque.
- Yo tampoco, pero vos me pones así.
- Cerra los ojos y trata de tranquilizarte.
- No quiero que esta charla quede acá.
- Podemos seguir hablando después, ahora lo importante es que te tranquilices.

Y aunque me diera bronca, tenía que darle la razón. Siempre que me angustiaba me daban unos ataques bastante horribles en los que no me reconocía ni yo, en medio de esos ataques había roto hasta vidrios de ventana.

Sí, llevo años yendo al psicólogo… Y cuando me detectaron esa maldita enfermedad que me lleva a no poder tener hijos fue la gota que rebalsó el vaso.

Pedro intentaba ser una balsa en medio de ese océano, pero la verdad es que estaba bastante quebrada.

Después de un rato ya estaba más tranquila y sentí sus dedos paseándose por mi cuello.

- Gorda. ¿Me escuchas?
- Sí. –Suspiré.-
- Podes decirme lo que quieras y si te sentís así, sé que es mi culpa… Pero, por favor, no dudes de que te amo con locura.
- A veces lo dudo. –Dije con un hilo de voz.-
-Besó reiteradas veces mi cuello.- Te amo mi vida, te amo.
- Quisiera sentirlo.
- ¿Me dejas acostarme con vos?
- Sí, veni.

Pedro se acostó a mi lado y me abrazó, a pesar de todo, seguía sintiendo que sus brazos eran el único lugar seguro.




-
¡Hola a todos! Nuevo corto, 6 capítulos... Espero que les guste ☺

sábado, 30 de enero de 2016

Duele.


“¿Hacemos algo hoy?”

“Cuando quieras avisame y hacemos algo…”

“¿Estás?”


Solo vistos celestes o peor, una respuesta que sabemos que es mentira.

-

Esos momentos en medio de la madrugada en los que necesitas hacerlo no son posibles de poner en palabras.

No se puede poner en palabras el odio que uno siente hacia si mismo cuando tiene en sus manos aquel objeto cortante que le dará un poco de placer.

Caminas hacia el baño y cerras la puerta, rogando que nadie note que estés allí. Rogando que nadie descubra eso que vos haces. Ese es tu secreto.

Miras con una sonrisa de costado aquel objeto filoso que es tu mejor amigo. (Tu único amigo)

Lo apoyas suavemente en tu piel y en ese momento entendes por qué lo haces. Ese mejor amigo es el único capaz de aliviar al menos por un rato ese dolor que te carcome el alma.

Ese dolor superficial es capaz de ahogar el dolor infinito que tenes dentro… Por eso ese objeto filoso es tu mejor amigo.

Cada gota de sangre desagota un poco de tanto dolor.

Luego de un rato, te levantas y quizás vendas tu herida para no ensuciar nada con tu sangre.

Volves a tu habitación
como si nada hubiese pasado.

“¿Cómo sostienes el alma, cuando está en el piso, recogiendo sus pedazos?
¿Cómo calmas el dolor cuando tienes heridas hasta en las heridas?
¿Cómo haces para simplemente cerrar los ojos mientras la tormenta va destruyendo todo lo que creías eterno?
¿Cómo?”
Esa noche la percibí mucho más eterna que otras, o quizás era porque esa vez sentía la angustia mucho más profunda que los días anteriores.

Intenté tranquilizarme con música pero fue en vano.

Las lágrimas (infinitas) rodaban por mis mejillas. Cada lágrima dolía, pero a la vez me desahogaba un poco.

Aún muy adentro, seguís deseando que aparezca a alguien capaz de darte un abrazo y de secar esas lágrimas.

Pero, lo sabes… Es solo una ilusión nacida para morir.

Decidí escribir en Facebook, quizás descargarme públicamente me aliviaría… Quizás no.


“Duele no importarle a nadie, duele que nadie se preocupe por vos, que nadie te escriba, que nadie te hable,
que nadie te mire.
Duele sentirte menos que un número. Duele saber que sos simplemente una persona pasando por la vida de otros, y duele mucho más incluso saber que estás pasando sin dejar huella. Duele saber que al cabo de unas horas se van a olvidar de vos y van a reemplazarte.

Duele odiarse a uno mismo, duele no poder convivir ni siquiera con nuestra propia conciencia.

Duele sentirse la persona menos importante de todas. Duele ser esa que nunca buscan. Duele darte cuenta de que en realidad no le importas a nadie. Duele nunca ser la primera. Duele no ser la única en nada. Duele no servir para nada.
Duele.

Duele esperar ese mensaje que nunca llega.

Duele acostumbrarse a estar sola, completamente sola.

Duele ser reemplazable.

Duele que nunca haya un abrazo cuando lo necesitas.

Duele sentir que nunca le alcanzas a nadie.

Duele sentir que todos se merecen algo mucho mejor que vos.
Es demasiado triste cuando te das cuenta de que no eras tan importante para alguien como vos creías.
Duele saber que nadie te espera.

Duele saber que ya ni siquiera esperas algo de vos mismo.

Ya no esperas nada.

Ojala existiera alguien que me demuestre el significado de la palabra
siempre, pero se ve que esa persona no existe.

Duele que ningún “Voy a estar siempre” o “Te voy a querer siempre” haya sido real.

Duele que el único significado en mi vida de la palabra siempre sea el de siempre estar sola.
Realmente no entiendo como es que después de tantos años todavía no me acostumbré a esto.

Caí en lo más profundo de la oscuridad y nadie se asomó a ver si seguía con vida.

- ¿Y yo? -Preguntó él.-
- No te preocupes por disimular, sé que en algún momento también vas a irte,
como todos.

viernes, 29 de enero de 2016

No me olvides VI.


Paula estaba a mi lado hecha un bollito, envuelta en una sábana y con sus ojos cerrados. Mis dedos jugaban con su pelo y hacia rato estábamos en silencio.

- ¿Venís más cerquita?

Pau sonrió y se acercó a mí, hice que se recostara sobre mi pecho, acomodé la sábana y la abracé por los hombros.

- ¿Qué hora es? –Preguntó.-
- No pienses en eso.
- No quiero irme.
- Mmm… El viaje de egresados en algún momento se termina.
- No, no es por eso. Es por vos. –Dijo abrazándome por la cintura.-
-Besé su frente.- Nos queda un rato todavía.
- ¿Cuánto?
- Eso no importa.

Ella suspiró y besó mi pecho.

- La pasé muy bien con vos. –Dijo mirándome.-
- Y yo con vos. –Nos besamos y nos sonreímos.- Quedate, no te muevas.

Pau se acomodó nuevamente sobre mí y suspiró.

- Pasa que no quiero dormirme.
- ¿Por qué?
- Porque no quiero perderme un solo segundo de los que nos queden juntos.
- Sos muy linda. –La abracé más fuerte.-
- Vos sos lindo… Ojala nunca me olvide de esta noche, ni de tu olor.

Acaricié su espalda por debajo de la sábana y ella sonrió.

- Hablemos de algo lindo.
- ¿De qué?
- Mmm… -Hice una pausa.- No sé, de lo que quieras.
- Estar con vos quiero.
- Y acá estamos.
- No me sueltes, al menos por esta noche.

La abracé más fuerte y giré para quedar sobre ella y poder besarla.

- Deja de pensar en el después. –Le dije.-
- Me cuesta un poco.
- Disfrutemos de lo que queda de esta noche.
- ¿Con cuántas minitas hiciste esto?
- Te juro que sos la única.
- Mmm…
- En serio.
- Bueno, te creo. –Rio.-
- Así me gusta.

Reímos y nos besamos. Quedamos acostados, frente a frente. Yo corrí el pelo de su cara y ella me sonrió.

Paula buscó su celular y puso la cámara frontal. Nos sacamos varias fotos y luego, dejó el celular a un lado.

- ¿En dónde vivís? –Le pregunté.-
- Capital. ¿Vos?
-Sonreí.- Capital.

Reímos cómplices y volvimos a besarnos.

- Ya vi la hora en el celular, son las 4.
- Nos quedan tres horas.
- Mmm… -Me besó.- ¿Y qué vamos a hacer?
- No sé, lo que quieras.
- ¿Podemos subir a ver el amanecer en la terraza?
- ¿Queres?
- Por favor.
- Vamos entonces.

Nos cambiamos y subimos algunas mantas ya que hacia mucho frío. Nos envolvimos en aquellas y nos sentamos contra una pared, en realidad yo contra la pared y Paula entre mis piernas, con su espalda en mi torso. Mis manos la abrazaron por el abdomen y besé su cuello.

- Ay, siempre quise hacer esto.
- ¿Qué cosa?
- Ver el amanecer con un chico que me guste mucho.
- ¿Y yo te gusto?
- No, me encantas.

Yo sonreí y besé su mejilla. Nos quedamos viendo el amanecer juntos, mimándonos y luego bajé a comprar unos cafés y unas galletitas.

Desayunamos juntos, en la terraza.

- Creo que hace frío. –Dijo tomando el café.-
- ¿Crees? –Reí.-
- Hace, muchísimo.

Reímos.

- Te tomas el café y venís para acá así te doy calor humano.
-Rio.- Bueno, te tomo la palabra eh.

Desayunamos, tiramos las cosas en un tacho y ella se acurrucó en mí.

- ¿Ahora qué hora es?
- Nos queda un ratito para estar juntos, deja de hacerte problema.
-Rio.- Bueno, perdón.
-Besé su frente.- Disfruta mejor.
- ¿Puedo disfrutar chapándote?
- Mmm… Creo que no hay mejor manera.

Pau se sentó derecha y besó dulcemente mis labios.

- Estás helada. –Dije riendo.-
- Tengo frío. –Rio.-
- A ver…

Acomodé su manta sobre sus hombros y la abracé por el cuello para volver a besarla.

- Igual, no conocía la nieve y fue lindo.
- ¿Y conocerme a mí?
- Lo mejor de mi viaje de egresados.

Nos besamos y me tiré sobre ella, haciendo que caiga cuidadosamente en el suelo.

- De verdad que no quiero irme. –Suspiró.-

Me acomodé con mi cabeza en su pecho y la abracé por la cintura. Ella me abrazó por el cuello.

- Es hora de que bajes Pau.
- No, no quiero. –Dijo aferrándose a mí.-
- Dale, no vas a llegar.
- No quiero. –Repitió.-

Yo suspiré, me levanté y le dí las manos para que se levantara. La besé tomándola por sus mejillas.

- No llores, hey. –Dije al ver sus ojos llenos de lágrimas.-
- Es que… -Suspiró.- Ya sé que voy a sonar a chamuyera, pero me siento bien cuando estoy con vos.
-La besé.- Pero, no llores porque me va a costar dejarte.
- Venite conmigo.
-Rio.- Ojala pudiera.
- ¿Cuándo volves a Capital?
- En 20 días.
- Es mucho.
- Dame tu celular. –Dije queriendo sacárselo de la mano.-
- ¿Para qué?
- Vos damelo.

Me dio su celular y agendé mi número.

- Para que me hables cuando quieras.
-Sonrió.- Está bien.

Nos besamos y nos abrazamos.

- Dale, anda Pau.
- Ahora voy.
- Vas a llegar tarde.
- ¡Mejor! Me quedo con vos.
-Reí.- Dale linda.
- No te olvides de mí.

Me separé un poco de ella y la besé.

- Imposible que me olvide de vos.

Nos sonreímos, volvimos a besarnos y nos abrazamos otra vez.

- ¿De verdad nos vamos a volver a ver? –Me preguntó.-
- No soportaría no verte otra vez. –Respondí en su oído.-
- No me olvides.

Se separó un poco de mí, me dio un último beso y se fue.

- Ojala volvamos a vernos linda. –Dije suspirando y viendo como se iba.-

jueves, 28 de enero de 2016

No me olvides V.


Era la última noche de nuestro viaje de egresados y la cena de velas ya había terminado, ahora tocaba la última noche de boliche.

- Te espero en la terraza. –Dijo en mi oído y desapareció.-

¿Terraza Pedro? ¿Con este frío? ¡Uff!

Subí por el ascensor y salí a la terraza.

- ¡Hace frío acá Pedro! –Dije quejándome.-
- No vamos a pasar la noche acá, tranquila. –Me besó.-
- ¿Eso quiere decir que vamos a pasar la noche juntos?
- Salvo que te niegues.
- Mmm… No, ni loca.

Sonreímos y nos besamos. Pedro me abrazó contra su pecho y frotó mi espalda. Besó mi frente y yo cerré mis ojos.

- ¿De verdad me dejas que te regale tu última noche en Bariloche?
- No podría pasarla de mejor manera.
- ¿Se te pasó el enojo?
-Sí. –Rio.-
- Entonces veni.

Me tomó de la mano y salimos juntos rumbo a quien sabe donde, estábamos en el hotel. Bajamos por el ascensor y frenamos en el subsuelo.

- ¿Qué hay acá Pedro?
- ¿Podes tener un poco de paciencia?
-Reí.- Está bien.

Seguí caminando detrás de él, con nuestras manos unidas e ingresamos en una habitación.

- ¿Hay habitaciones acá abajo? –Pregunté riendo.-
- No voy a develarte mis secretos, solo tenes que saber que sos a la primera chica que traigo acá. -Sonreí.- Veni…

Me dirigió hacia la cama y nos arrodillamos frente a frente. Pedro sirvió dos copas de champagne y me ofreció una, luego agarró una caja de chocolates y me dio uno en la boca.

- ¿Brindamos? –Propuso.-
- ¿Por qué queres brindar?
- Porque volvamos a vernos…
- Mmm… Sí, comparto ese brindis.

Chocamos nuestras copas y cada uno tomó un sorbo.

Nos terminamos el champagne y los chocolates, mientras seguíamos allí, arrodillados frente a frente.

El lugar estaba iluminado con unas luces muy tenues y al costado derecho de la cama había una chimenea de leña, realmente era un lugar que parecía de cuentos de hadas.

Pedro me tomó por las mejillas y me besó muy dulcemente.

- Creo que vos y yo nos debemos algo. –Me dijo.-
- Ah… ¿Sí? ¿Qué cosa? –Pregunté haciéndome la tonta.-
- ¿Tengo que refrescarte la memoria?
- Mmm… Me parece que sí.

Bajó con besos por mi cara hasta instalarse en mi cuello y sentí su lengua acariciarme suavemente.

- ¿Estoy reactivando la memoria? –Preguntó y mordió mi oreja.-
- Mmm… Creo que sí.

Él cayó sobre mí y yo acomodé mis piernas para quedar recostada, me besó y yo comencé a desabrochar uno a uno los broches de su camisa, metí mi mano por sus hombros y los acaricié con mis dedos. Sus labios seguían divirtiéndose con los míos y yo me separé un poco de él.

- Me gustas de verdad. –Confesé.-
- Y vos a mí Paula.
- No quiero que sea solo una noche. –Dije mirándolo a los ojos.-
- Ahora disfrutemos de esto, pero te prometo que no va a ser la única noche.

Volvió a besarme y yo quité su camisa, dejándola a un lado. Mis dedos comenzaron a bajar y subir por su columna incansables veces, mientras su boca seguía sobre la mía y su lengua encontrándose en el camino con la mía.

Sentí sus dientes morder con fuerza mi labio inferior y me quejé, clavé mis uñas en su espalda y ahora se quejó él.

-Reí.- Hacete cargo de las consecuencias.
-Rio.- De todo lo que quieras.

Acarició los costados de mi cintura con sus dedos y comenzó a deslizar mi remera, hasta que terminó quitándola. Quise bajar mis brazos, pero no me dejó. Sostuvo mis muñecas arriba y me besó.

- ¿Qué queres? –Pregunté riendo.-
- Que disfrutes, no bajes las manos.
- Mmm…
- Te mereces que te haga sentir bien después de haberte dejado como te dejé.
- Eso ya pasó.
- Igual. ¿Me dejas?

Y era obvio que yo no me negué. Me acomodé en la cama con mis manos hacia arriba y con la punta de su nariz acarició desde mi cuello hasta mi ombligo. Yo cerré mis ojos y solo me dediqué a disfrutarlo. Subió de la misma manera y volvió a hacer el mismo recorrido con besos, luego con su lengua.

Ubicó sus manos por debajo de mi espalda, yo la arqueé un poco hasta que desabrochó mi corpiño y lo dejó junto con las prendas que ya nos habíamos quitado en el suelo. Desabrochó mi short y también me lo quitó, junto con mis sandalias.

Volvió a mi boca y me besó, esta vez más no con tanta ternura. Sus labios bajaron nuevamente por mi cuello, pasearon por mis hombros hasta que llegaron a mis pechos. Pedro los sostuvo entre sus manos y los sopló suavemente, generando que mi espalda se arquee por inercia. Sus besos los recorrieron completos y luego su lengua.

Mis labios no podían evitar sonar con suspiros cada vez más fuertes.

Cuando cambió su lengua por sus dientes sonreí, de verdad que lo hacia demasiado bien. Su mano se deslizó por mi abdomen y sus dedos me acariciaron sobre mi ropa interior.

Bajó con besos hasta allí y continuó el movimiento de sus dedos mientras recorría mis piernas con besos. Terminó de desnudarme y ahora sus besos visitaron mi zona más erógena.

Pedro buscó mis manos y las entrelazamos, las presioné con fuerza haciéndole notar que los movimientos de su boca me hacían sentir increíblemente bien.

Continuó hasta que no pude más y se recostó a mi lado, acariciándome con las puntas de sus dedos.

Giré mi cabeza y lo besé, tratando de que mi respiración se regulara.

- Estás muy linda así, toda transpirada. –Dijo besándome.-
-Reí.- No chamuyes que ya me tenes a tus pies.
- Igual, sos hermosa. –Y volvió a besarme.-
- Ahora quiero que transpires vos. –Le dije desabrochando su pantalón.-
- Mmm… ¿Sí?
- Sí. ¿No queres?
- Va a ser un placer.

Sonreímos cómplices y volvimos a besarnos. Hice que quedara acostado boca arriba y quité su jean para dejarlo en el suelo. Me senté sobre su pelvis y sus manos fueron a mis pechos, sonreí y comencé a menear mi zona íntima con la suya. Lo sentí gemir y le sonreí.

- No seas mala. –Dijo riendo.-
- Sh, se la banca.

Continué un rato más allí mientras besaba su pecho y luego, terminé de desnudarlo. Mis manos comenzaron a acariciarlo y luego, tal como lo había hecho él, cambié mis manos por mi boca para hacerlo transpirar y gemir como yo hacia algunos minutos atrás. Subí mis manos a sus hombros y clavé mis uñas, lo sentí sonreír y supe que le gustaba.

Cuando no pudo más, lo miré y le pregunté:

- ¿Dónde tenes un forro?
- En el bolsillo del pantalón.

Yo lo busqué, lo abrí y se lo puse. Necesitaba sentirlo dentro, ese hombre me volvía loca.

Se tiró sobre mí sin avisarme y me besó.

- No des más vueltas. –Supliqué.-
-Sonrió.- Paciencia señorita.
- ¡Dale nene!

Pedro rio y comenzó a hacerlo, suspiré en sus labios y sus manos buscaron las mías, entrelazamos nuestros dedos y nos apretamos el uno al otro.

Ambos gemíamos en la boca del otro, nuestros cuerpos ardían y se inundaban de placer en cada movimiento.

Sin dudas no me había equivocado en mirarlo. 


miércoles, 27 de enero de 2016

No me olvides IV.

Finalmente, esa noche decidí ir al boliche y hacerme mierda. ¡No iba a arruinar Bariloche por un tipo!

Estaba tomando un trago en la barra cuando siento que alguien me apoya por la cola. Me dí vuelta y allí estaba, lo más tranquilo.

- ¿Qué haces acá?
- Hola Pau.
-Revoleé mis ojos.- ¿Me dejas sola?
- ¿No crees que dejamos algo por la mitad?
- ¡Vos lo dejaste por la mitad!
- Me tenía que ir.
- Lo hubieses pensando antes de calentarme así.
- No te enojes.
- Tarde.
- No seas caprichosa.
- Soy una pendeja caprichosa, vos eras mi capricho y ahora fuiste.
- ¿Solo un capricho?
- ¿Tanto te crees nene?
- No quise dejarte así.
- ¡Pero lo hiciste!
- Podemos seguir ahora.
- No Pedro, no soy un juguete. Yo sé que me pinté como una putita, pero no lo soy… Es un juego que me divierte y que hice solo con vos, porque es Bariloche. –Suspiré.- Te la perdiste, ahora jodete.

Quise irme, pero Pedro me agarró del brazo y me frenó.

- Para un poco Paula.
- ¿Qué queres?
- ¡Vos no sos solo un capricho para mí!
- ¿Me vas a decir que te enamoraste? ¡No me boludees!

Pedro no me respondió, solo me acorraló contra una columna y me besó.

- No, no me enamoré. –Dijo.- Pero por algo no puedo dejar de pensar en vos.
- Calentura se llama eso.
- No, es algo más.
- No me boludees, ya perdiste la oportunidad.

Pero claro, el señorito volvió a besarme.

- Si ahora te tengo que perseguir yo, lo voy a hacer.
- Te vas a cansar.
- No estés tan segura.
- ¿De qué?
- De que podes resistirte a mí.
- No te creas el ombligo del mundo.
- Por algo me miraste.
- ¡Por boluda!
- Vos y yo vamos a terminar juntos. –Volvió a besarme.-
- Me soltas o grito.
- No te la crees ni vos.
- ¿Seguro?
- Seguro.

Y obvio que intenté gritar, pero me calló de un beso.

- Te encanta que te chape.
- No estés tan seguro.
- ¿Tan mal estuve?
- No voy a responder eso.
- Eso es un sí.
- ¡Basta nene!

Quise separarlo de mí, pero me aprisionó aún más.

- No quiero que arruines mi viaje de egresados.
- No te vi pasarla muy mal hoy en la habitación.
- Eso ya pasó.
- Y te encantó.
- Pero, ya pasó.
- No lo negas.
- No creí que tenía que aclararlo.
- ¿Y no te gustaría repetirlo?
- No con cagones como vos.
- ¿Cagón?
- Si bajabas un rato después no pasaba nada.
- Tenía que bajar.
- ¿Ves? ¡Sos un cagón!
- No pensabas lo mismo cuando te estaba llenando de placer.
- Ahora sí lo pienso…
- Que rápido cambias de idea.
- ¿En qué iba a cambiar que te atrases diez minutos? ¡Explicame!

Y lo dejé sin palabras.

- ¡En nada! Bah, sí… En mucho.
- ¿En qué?
- Capaz ahora podríamos ir a garchar otra vez, pero así no. ¡No me van los tipos que usan a las minas!
- Vos no te pintaste como mucho más.
- Ya te dije que es un juego que me calienta, pero no soy una puta.
- ¿Estás segura de eso?
- Sé muy bien lo que soy, no te pases.
- Vos te pasas poniéndote en pendeja caprichosa.
- Eso sí lo soy… ¡Lástima! ¿No? –Hice una pausa.- La próxima, pensalo mejor.

Y salí corriendo del lugar, por suerte allí venía un micro y me subí para que me llevara al hotel.

¡No entendía que carajo me pasaba con él! Pero me gustaba demasiado.

No pude evitar largarme a llorar como una nena y golpeé con bronca el asiento.

- Paula ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué me tuve que enganchar con él Luli?

Mi amiga me abrazó y acarició mi espalda.

- ¿No salíamos a romper la noche?
- Me encaró y me trató de puta. ¡Es un tarado!
- Te vendiste como eso, lo sabes muy bien.
- Fui una pelotuda.
- Bueno, ya pasó gorda.
- Me siento horrible.
- Ahora vamos al hotel y charlamos un ratito.
- No quiero cagarte la noche.
- No me cagas nada amiga, no digas boludeces.
- En serio Lu…
- En serio vos, dale.

-

La semana restante, la busqué todo el tiempo y ella se hacía la dura, la difícil… La histérica.

Me sentía un tarado, porque me gustaba de verdad. Me sentía un tarado por haberla dejado sola en la cama y por haberle dicho que era una puta. ¡La puta que te parió Pedro!

Era el ante-último día, yo ingresé en la habitación de Paula y ella, por primera vez accedió a hablar, les pidió a sus amigas que nos dejaran solos y eso hicieron.

Me senté frente a ella, quien estaba en su cama, con sus piernas cruzadas.

- ¿Qué queres?
- Arreglar esto. –Le respondí.-
- ¿Qué sería esto?
- No lo sé, pero algo es.
-Suspiró.- Me dolió.
- ¿Qué te haya dejado?
- Que me hayas dicho puta. –Y sus ojos se llenaron de lágrimas.- No me voy a hacer la recatada porque no lo soy, he garchado con pibes que conocí la misma noche, pero no soy una puta… Sí, busqué calentarte, no soy boluda eh. –Suspiró.- Pero, no quise parecer eso… Me siento horrible.
-Tomé sus manos y la miré a los ojos.- Yo tampoco pienso eso de vos.
- Dale Pedro.
- En serio… Que alguien disfrute de su sexualidad, no quiere decir eso.
- Es lo que me dijiste.
- Estaba enojado.
- ¿Y ahora?
- Ahora no.
- No sé si te creo.
- ¿Por qué?
- No sé.

Sequé sus lágrimas y le dí un beso.

- Por lo menos, no te vayas enojada conmigo, por favor.
- Ojala pueda…
- No llores.
- Me siento una tarada.
- ¿Te puedo abrazar?
- Mmm…
- Dale che, un abrazo.

Pau rio y la abracé contra mi pecho.

- Sos una mujer muy hermosa. –Dije y besé su frente.-



martes, 26 de enero de 2016

No me olvides III.


La excursión de ese día eran los cuatriciclos y siempre supe que no iría, además me dolía la panza… O eso les hice creer a todos.

Mandé a llamar a un coordinador porque me sentía mal y claro que ya sabía que ese día se quedaría Pedro en el hotel, me lo había dicho aquella madrugada.

- Al fin viniste. –Dije en mi cama.-
- ¿Qué pasa? –Se acercó a mí.-
- Me duele la panza. –Dije quejándome.-
- ¿Tengo que creerte?
- Que feo eso de que no me creas eh.

Pedro se acercó a mí y se sentó en la cama, a un costado y mirándome. Tocó mi frente y me dijo.

- Fiebre no tenes.
- No, la panza te dije que me duele.
- ¿Dónde?
- Acá. –Dije tocando mi zona abdominal baja.-
- Mmm…
- ¿Qué?
- ¿Llamo al médico?
- No, quedate vos.
- Yo no puedo hacer nada.
- ¿Seguro?
- Sí…
- ¿Unos besitos?
- Pau, dale.
- Si la puerta está bien cerrada, no va a pasar nada.
- La trabé.
- ¿Y entonces?

Levanté un poco mi remera y lo miré pícara.

- Unos besitos y se me pasa. –Supliqué.-

Pedro se acercó dulcemente a mi panza y comenzó a dejar besos muy tiernos allí, yo sonreí y cerré mis ojos. Abrí un poco mis piernas y lo miré.

- Podes llegar hasta donde quieras. –Suspiré y volví a cerrar mis ojos.-
- Esto está mal.
- Te prometo que después te toca a vos.
- Mmm…
- Te morís de ganas Pedro, dale.

Sentí sus dedos clavarse en mi pantalón y deslizarlo por mis piernas, sonreí y sus dedos acariciaron suavemente mi zona íntima la cual se estaba humedeciendo.

Besó mi zona abdominal baja e inhaló profundo.

- Mmm… Oles muy bien. –Y mordió suavemente mi piel.-

Sentí su nariz acariciarme por sobre mi tanga y sentí una sensación de electricidad recorriéndome todo el cuerpo. Besó el centro de mi cuerpo y subió mis piernas para poder desnudarme.

Primero sentí sus dedos algo tímidos, pero que con el correr de los minutos tomaron velocidad y no podía evitar gemir ante sus movimientos.

- ¿Te gusta así? –Preguntó y cambió sus dedos por su lengua.-
- Me estás volviendo loca. –Dije tratando de respirar.-
- ¿Sigo?
- ¡Ni se te ocurra frenar!

Sus manos me tomaron por mi cintura, por debajo de mi remera y aumentó la velocidad de su lengua. ¡La puta madre! ¡Lo hacía increíblemente bien!

Cuando supo que no podía más, volvió a hacerlo con sus dedos y caí rendida en la cama.

- Creo que me encantas más que antes. –Dije sintiendo mi piel transpirar.-
-Rio.- ¿Sí? –Preguntó acariciando en aquella zona que ahora estaba tan sensible, muy suavemente.-
- Sí. –Lo besé.-
- Respira che.
-Rio.- No seas boludo. –Dije tocándolo yo a él ahora.-
- ¿Es mi turno?
- Si queres…
- Con todo gusto.

Yo me arrodillé a los pies de la cama y Pedro se acomodó allí. Quité sus pantalones y me tiré sobre él, besándolo y ejerciendo presión de mi zona íntima desnuda con la suya aún cubierta por el boxer. Bajé con mis dedos hasta allí y quité su bóxer.

- Apa, venimos bien. –Dije mirándolo.-
- Eso dicen. –Rio triunfador.-
- ¿Ah sí? ¿Quiénes? –Pregunté comenzando a tocarlo.-
- Todas las que tienen el placer de pasar por este cuerpo.
- ¡Cuánto ego che! –Dije acelerando mis movimientos.-

Y no respondió más, solo lo sentí gemir y sonreí, era señal de que lo que estaba haciendo, estaba bien.

Continué por algunos minutos más, hasta que cambié mis manos por mi boca.

Su cuerpo temblaba y me acosté a su lado, sin dejar de acariciarlo.

- Tranquilo hermoso. –Besé su sien.-
- ¿Cómo podes ser tan pendeja y hacerlo tan bien?
- ¿Qué es ese prejuicio? –Reí.-
- Me volaste la cabeza.
- Era la idea.

Pedro quitó mi remera y sonrió al ver mis pechos sin ningún tipo de corpiño. Las sostuvo entre sus manos y yo sonreí.

- Pareces un nene con juguete nuevo. –Le dije riendo.-
- Sh… -Me besó.- ¿Me dejas?
- Podes hacer lo que quieras.

Volvió a besarme y bajó con besos por mi cuello y mis clavículas, hasta llegar a mis pechos. Comenzó llenándolos de besos muy húmedos y suaves, luego continuó recorriéndolos con su lengua y para terminar se concentró en el lugar predilecto: mis pezones. Los humedeció con su lengua, los mordisqueó y tiró suavemente de ellos.

Cuando frenó, suspiré y lo miré.

- En mi mesita de luz hay forros. –Le dije.-
- No puedo.
- ¿Qué no podes?
- En cinco minutos tengo que estar en el comedor.
- ¿Me estás jodiendo?
- Ojala, pero no… -Dijo vistiéndose.-
- ¿Me vas a dejar así?
- No sabes cuánto me gustaría seguir, pero no puedo Pau.
- Está bien, andate.

Agarré mi ropa y fui corriendo al baño. ¿De verdad me iba a dejar así? ¡Forro!

- Perdón Pau. –Dijo del otro lado de la puerta.-
- ¡Dejame sola!
- Te juro que quiero tanto como vos.
- ¿Para qué me calentas así tarado?
- Yo estoy igual que vos. –Suspiró.-
- ¡Andate!

Pateé la puerta y comencé a vestirme.

La primera en llegar fue Luli y se sentó en mi cama, frente a mí.

- ¿Y? –Preguntó.-
- ¡Un idiota!
- ¿Por qué?
- Vino para acá, le dije que me dolía la panza y me levanté de la remera para que me dé besitos… Lo hizo, y siguió más abajo. –Suspiré.- Me volvió loca, después yo hice lo mismo con él… Y cuando quise garchar en serio, me dijo que se tenía que ir.
- ¿Me estás jodiendo?
- ¡No boluda! –Dije con bronca.-
- ¿Por qué se fue?
- Me dijo que tenía que estar en el comedor.
- Por ahí era cierto gorda.
- No sé, pero me dejó con las ganas.
- ¿La previa fue con todo incluido?
- Todo es todo. –Remarqué.-
- No seas caprichosa.
- Me dejó con las ganas, es un tarado.
- No seas caprichosa. –Repitió.- Ya lo tenes comiendo de la palma de la mano.
- Me gusta en serio y me preocupa.
- ¿Me jodes?
- No… -Suspiré.- Sí, me calienta mal… Pero también me gusta cómo es, no sé. –Me encogí de hombros.-
- Lo conoces hace unos días nada más.
- ¿Y?
- No sé gorda.
- Mejor dejame sola.
- ¿Segura?
- Sí.
- ¿No venís al boliche?
- Después veo.

- ¡Después veo las pelotas! ¡Hoy venís!

Yo reí y Luli se fue.