domingo, 30 de agosto de 2015

Ser uno mismo II.



Me subí al auto y dejé la cartera a un lado, suspiré y dejé caer mi cabeza hacia atrás, hasta que chocó contra la cabecera del asiento. Cerré mis ojos y me largué a llorar.

No quería darme cuenta, no quería notarlo. Quería seguir mintiéndome.

Después de un rato, no sé cuánto, sentí que golpearon mi ventanilla. Era Pedro, presioné el botoncito y la bajé.

- ¿Estás bien Paula?
-Reí.- Como puedo.
- Estás llorando…
- Ya sé. –Sequé mis lágrimas.- ¿No me dijiste que llore? –Dije riendo.-
-También rio.- Sí… Pero saliste hace casi una hora del consultorio.
- ¿Tanto tiempo estuve acá?
- Así parece. ¿Queres que hablemos un rato más?
- No, prefiero irme a mi casa.
- ¿Segura?
- Sí.
- Cualquier cosa podes llamarme.
-Sonreí.- Bueno, dale.
- Que no te dé vergüenza eh.
-Reí, me conocía.- Gracias…
- Nada que agradecer.

Pedro se alejó un poco de mi auto y yo arranqué. Me saludó con la mano y reí, le devolví el saludo y volví a mi casa.

Cuando llegué, no me importaba nada más que no sea tirarme en la cama hasta que la alarma me despertara para irme a trabajar. No había cenado y era temprano, eso tampoco me importaba.

Enchufé el celular y lo dejé en la mesita de luz, me quité la ropa porque estaba incómoda y me metí en la cama con un camisón.

Cerré mis ojos e intenté aflojar mi cuerpo, pero claro que no podía. Vivía tensionada.

Busqué concentrarme en lo que había hablado ese día con Pedro y no pude evitar llorar. Me dolía no poder mostrarme tal cual soy, pero lo que más me dolía era que no entendía por qué no podía hacerlo.

¿Por qué con él sí y con el resto no?

Ni mis viejos me conocían de verdad, y no es que no confíe en ellos, pero no puedo. No me sale. Evito el hecho de que me conozcan.

Giré, quedando de costado y acomodé las mantas. Cerré mis ojos otra vez e intenté relajarme.

Imaginaba que algún hombre se acostaba detrás de mí y me abrazaba fuerte, pero siendo tierno a la vez. Imaginaba que existía algún hombre capaz de amarme y protegerme… Pero claro que solo lo imaginaba.

Me quedé dormida.

El celular sonó seis y media de la mañana y lo apagué rápidamente, me costó levantarme, pero no me quedó otra que hacerlo.

Me bañé y me puse mi traje de secretaria ejecutiva… ¡El cual detestaba! Nada tenía que ver conmigo, pero era mi trabajo.

Me esperaba un día de locos.

Cuando salía de la empresa me había dado cuenta de algo: trabajar me aislaba por completo de todo, me impedía pensar. Y yo me pasaba la vida trabajando.

Volví a mi casa lo más rápido que pude y frente al espejo me quité ese maldito traje, me quité la pollera, la camisa, el rodete y el maquillaje. Me puse un pantalón de jean y una remera holgada, con mi pelo suelto y desprolijo. Me vestí cómoda, tratando de reconocerme en el espejo… Pero eso me costaba.

Comí algo, solo por obligación y la cama volvió a ser mi lugar aquella tarde.

Sin poder evitarlo (y sin quererlo tampoco), estaba llorando tratando de que en cada una de esas lágrimas escapara de mi cuerpo toda la angustia que sentía.

Miré el reloj y había pasado más de una hora. ¿Yo? Seguía llorando.

Busqué mi celular sin pensarlo demasiado y busqué el número de Pedro.

- Hola Paula.
- Hola. –Dije tratando de que se entendiera algo de lo que estaba diciendo.-
- ¿Qué pasa? ¿Estás llorando?
- Sí.
- ¿Pasó algo?
- No sé, no entiendo nada.
- Trata de tranquilizarte porque así no te entiendo nada.
- Yo tampoco me entiendo.
- ¿Queres que nos veamos?
- Si no es molestia.
- Sino, no te lo estaría ofreciendo.
- ¿Seguro?
- Seguro. ¿Queres venir?
- En cuanto pueda subirme al auto, voy.
- ¿Por qué no venís en bondi o remisse?
- ¿Por?
- Estás llorando demasiado, no es bueno que manejes así.
-Suspiré.- Puede ser.
- Dale, te espero.
- Gracias.

Finalmente, intenté ir en remisse pero había demora, asique opté por esperar el bondi que por suerte vino bastante rápido. Mis lentes oscuros escondían mis ojos hinchados de tanto llorar.

Me acosté en el diván y no sabía por dónde empezar.

- Te dejo que hables… -Me dijo Pedro.-
- Pero no sé qué decir.
- Sí que sabes… Solo tenes que poder ponerlo en palabras.
- Eso es lo que me cuesta.
- Lo sé, por eso tenes que intentarlo.

Suspiré y uní mis manos sobre mi panza.

- Hace horas que no puedo dejar de llorar.
- ¿Por qué?
- Llegué de trabajar, me miré al espejo y no me reconocí. Vi algo horrible.
- ¿Pero qué viste?
- Algo que no soy… Eso que le muestro a los demás. Me saqué esa ropa, ese peinado y ese maquillaje con bronca. –Hice una pausa.- Y me vestí así, como estoy ahora.
- ¿Y eso te hizo sentir mejor?
- No lo sé.
- ¿Y por qué lo hiciste?
- Para ver si podía reconocerme.
- ¿Y pudiste?
- Eso creo… Yo considero conocerme un poco, un poco bastante. Lo que me cuesta es que los otros me conozcan, entonces empiezo a esconderme y a veces me confundo.
- ¿Qué confundís?
- Lo que soy con lo que no soy.

Pedro no dijo más nada y me ofreció un vaso de agua.

- Está bien llorar, pero tampoco tanto. –Me dijo riendo y me contagió la risa.-
- Gracias. –Agarré el vaso y tomé un poco.- Hacia años que no lloraba así.
- ¿Te acordas cuándo fue la última vez que lloraste así?
 - Cuando falleció mi abuela… No sé si alguna vez te hablé de ella.
- Mmm… Creo que no. ¿Queres contarme? –Dijo volviendo a su silla.-
- Bueno…
-Tomé otro poco de agua y dejé el vaso a un lado.

- Mi abuela, Carmen… Falleció cuando yo tenía 18, unos días después de que terminé el secundario.

Hice una pausa, hablar de ella aún me dolía.

- Mi abuela fue quien me crió, obvio que junto a mis viejos, pero como ellos trabajan todo el día, era mi abuela quien me cuidaba todas las tardes de mi infancia y hasta que tuve 15, después de eso comencé a estar un poco más sola.
- ¿Qué fue para vos tu abuela?
- Todo. –Suspiré.- Era quien más me aconsejaba, me cuidaba… Considero que ella si me conocía de verdad.
- ¿Y no crees que capaz empezaste a esconderte después de que falleció?
- No, es desde antes.
- ¿Y no podes encontrarle un por qué?
- Hoy me acordé de algo.
- ¿Puedo saber de qué?
- Mmm…

Volví a tomar agua e inhalé profundo.

- Una vez, tuve una charla con una profesora de la escuela, porque me costaba integrarme, no era que me llevaba mal o me trataran mal, pero me costaba relacionarme con los demás… Quizás estaba, pero callada. Sin decir nada, estando pero sin estar.
- ¿Y qué te dijo esa profesora?
- Que capaz tenía que cambiar para caerles bien…
- ¿Eso te dijo?
- Sí, yo tenía 12 años y le creí. Creí que esa era la solución.
- ¿Y a partir de eso empezaste a esconderte?
- Eso creo… Primero era un mecanismo de defensa ante el mundo que sentía complicado, pero con el tiempo se hizo una costumbre.

Y yo ya estaba estallada en lágrimas.



10 comentarios:

  1. Me encanto. Quiero abrazar fuerte a Paula y matar a esa maestra pelotuda -.-
    Pepe un genio como psicologo, donde se compra?

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. jajajajaja, te juro que amo como comentas como si no hubieses leído. You are all.

      Eliminar
    2. Me encanta.. Me imagino la escena y no se me agarra un no de que.. (? Jajja espero el proximo

      Eliminar
  2. jajajajaja vuelvo a repetir quiero No NECESITO una seccion con ese psicologo jaaaaa Muy bueno

    ResponderEliminar
  3. Muy bueno el comienzo de este corto!! Me encanta el poder de escribir que tenes, últimamente escribis historias muy distintas entre si, eso esta genial (te diste cuenta de eso?)
    Cuanto tiene que resolver Paula! Pedro como psicologo es lo mas! ;)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. No te das una idea de lo que me costó salir de eso que había escrito tantas veces, jajaj! creo que por eso volví a engancharme como antes con la escritura. Gracias! De verdad☺

      Eliminar
  4. Muy buen capitulo!!! creo haberte dicho ya que me encanta como escribis...

    ResponderEliminar