lunes, 4 de abril de 2016

Vuelvo a vos II.

Al día siguiente, yo ya estaba en mi oficina, había sucedido un accidente muy grave aquella mañana a primera hora y estábamos tapados de laburo.

- Buen día Pepe, buscate unos cafés y veni que tenemos un día heavy. –Le dije sin mirarlo.-

Pero, él no me respondió. Se sentó frente a mí como desganado y nunca levantó su mirada. Lo miré y me extrañé.

- ¿Pasa algo?
- ¿Hay alguna lista de heridos o fallecidos?
- Todavía no. ¿Por qué?

Y cuando me miró noté sus ojos desbordados de lágrimas.

- Mi hermana estaba en ese tren. –Dijo temblando.-

Yo tomé su mano sobre la mesa y la presioné.

- Tranquilo, todavía no hay nada.
- No me responde las llamadas, nada… No sé qué hacer.
- Venir es lo mejor que pudieras haber hecho, acá vas a saber qué pasó.
- Pero siento que necesito estar allá.
- Estar allá no sirve de nada. ¿Queres un poco de agua?
- Por favor.

Yo me puse de pie, le serví un vaso de agua del dispenser y se lo dí. Me senté en el escritorio, frente a él.

- Tranquilo Pepe, confía en que está bien.
- Tengo una sensación horrible. –Dijo y tomó un poco de agua.-
- Tenes que ser positivo. –Acaricié su pelo.-
- No sé si puedo.
- Hagamos algo.
- ¿Qué?
- Yo subo y pregunto si hay alguna lista, porque la verdad es que yo estaba tratando de reconstruir y no me fije en eso.
- Por favor.
- Ahora vengo, tranquilo. ¿Sí?
- Eso intento.

Salí de mi oficina y fui hasta la oficina de mi jefe.

- Rubén, perdoname que te moleste, pero… ¿Hay alguna lista de heridos o fallecidos?
- ¿Para qué la necesitas?
- ¿Viste Pedro? ¿El chico que arrancó a trabajar ayer?
- Sí.
- Bueno, su hermana estaba en el tren y no saben nada.
- Es una lista no oficial.
- No te preocupes, no la voy a usar para el diario.
- Confío en vos Paulita. –Dijo dándome los papeles.-
- Gracias.

Agarré la lista y no me animé a mirarla sin Pedro, volví a mi oficina y él estaba en un sillón de dos cuerpos que había a un costado. Allí solía hacer entrevistas. Me senté frente a él y tomé su mano.

- Acá la tengo.
- ¿Y?
- No me animé a leerla Pepe.
- Hacelo, por favor.

Yo comencé a leer, rogando no encontrar su nombre, pero cuando la leí entre los fallecidos sentí un nudo en la garganta y mis ojos se llenaron de lágrimas.

- ¿Está ahí Paula? –Me preguntó temblando.-

Yo asentí mirándolo, dejé los papeles a un lado y sin decirle más, lo abracé contra mi pecho. Lo sentí largarse a llorar, con una angustia que nunca había sentido en una persona.

- No puede ser Paula, no puede ser.
- Lo siento mucho, de verdad.

Pedro se aferró aún más a mí, rodeando mi cintura con sus brazos y yo lo abracé más fuerte.

- Trata de respirar Pepe, por favor. –Le dije después de un rato.-
- Te juro que no puedo.

Hice que se separara un poco de mí, tomándolo por sus mejillas. Sequé sus lágrimas e hice que cerrara sus ojos, pasando mi mano sobre ellos. Llevé mi mano a su corazón y tomé su mano con mi otra mano libre.

- Respira, seguime a mí. –Dije y respiré profundo.-

Pedro lo hizo un par de veces conmigo y luego abrió sus ojos.

- Gracias. –Dijo.-
- Hey, nada que agradecer.
- ¿Podes avisar que me voy? Si me quieren echar, no sé, que lo hagan.
- ¿Cómo te van a echar?
- Es mi segundo día.
- No te preocupes, yo aviso que te fuiste y hago el laburo de los dos.
- ¿Segura?
- Sí, no pienses en eso ahora. ¿Tenes el mismo número de siempre?
- Sí.
- ¿Te molesta si a la noche te llamo?
- Todo lo contrario.

Le sonreí de costado y lo abracé por el cuello.

- Yo sé que ahora no podes hacer más que llorar, pero tranquilo, confía en que el tiempo a veces cura…
- Gracias, de verdad.
- Sh… -Besé su mejilla.- Anda, dale.

Nos separamos un poco y quedamos muy cerca.

- Ahora estoy convencido de que apareciste en el momento indicado. –Dijo temblando.-
-Acaricié su mejilla.- Tranquilo, porque así no te dejo ir manejando a ningún lado.
- No sé cómo tranquilizarme.
- ¿Queres que te acompañe?
- ¿Podes?
- No, pero no importa.
- No pongas en riesgo tu laburo.
- No importa eso ahora Pedro.
- Pero…

Me puse de pie y agarré mi cartera.

- Dale, así no podes ir solo a ningún lado.

Él asintió, se puso de pie y lo abracé de costado, por los hombros. Salimos del lugar y caminamos hasta su auto.

- ¿Queres que maneje yo?
- ¿Lo harías?
- Obvio, dame las llaves.

Nos subimos a su auto, él en el asiento del acompañante y yo en el del conductor. Manejé hasta el hospital en donde llevaban a las víctimas y cuando estacioné, casi por impulso lo tomé por la nuca y le dí un suave beso en sus labios.

- Ay, perdón. –Dije separándome de él, con vergüenza.-

Él no dijo nada, solo me tomó por las mejillas y volvió a besarme.

- Gracias Pauchi. –Acarició mi nariz con la suya y mi estómago estaba enloquecido.-
- Soy una desubicada.
- Todo lo contrario. –Volvió a besarme.-
- Anda mejor, y cualquier cosa llamame. Ahora te mando un Wap para que me agendes.
- Yo tampoco te borré de mis contactos eh.

Yo reí tímidamente y le dí otro beso.

- Dale, anda Pepe.

Él asintió, bajó del auto y yo también lo hice. Le dí las llaves y nos dimos un último beso.

- Tranquilo. ¿Sí?
- Intento.
- ¿Queres que entre con vos?
- No, anda que te matan.
- ¿Seguro?
- Sí, ya hiciste mucho.
- Puedo hacer más.
- Anda, de verdad.
- Te voy a llamar.
- Está bien.

Besé sentidamente su mejilla y me fui. Volví a la redacción antes de que me mataran y trabajé todo el día, pero en el fondo nunca pude dejar de pensar en él.

Salí de allí cerca de las 8 de la noche.

“Pepe, por fin pude salir de la redacción. ¿Dónde estás? ¿Cómo estás?”

“En mi casa.”

“¿Estás solo?”

“Sí.”

“¿Queres que vaya?”

“Me haría muy bien.”

“¿Me pasas la dirección?”

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