miércoles, 6 de abril de 2016

Vuelvo a vos IV.

Hacia una semana que estaba trabajando muy tranquilamente y de repente se apareció. Así, sin previo aviso ni anestesia. Nos habíamos visto la noche posterior al velorio de su hermana y luego yo tenía una semana de vacaciones que me había pedido con anticipación, simplemente porque tenía días acumulados y nos los quería perder.

Hablamos varias veces por WhatsApp, pero no volvimos a vernos. Ninguno lo proponía y a decir verdad, yo me sentía demasiado confundida.

Sonó mi celular y era él. Hacia más de dos días que no hablábamos y eso era mucho para la frecuencia que habíamos adquirido.

“Hola Pauchi.”

“Hola Pepe. ¿Cómo estás?”

“Mejorando por la tarde. ¿Vos?”

“Mmm… Igual.”

“¿Por qué?”

“Me estalla la cabeza.”

“¿Hay algún motivo?”

“Vos.”


Y sí, se lo dije así, sin rodeos. Necesitaba aclarar las cosas.

“¿Podemos vernos?”

“Nos vemos mañana en el laburo Pedro.”

“¿Antes?”

“No sé.”

“Por favor.”

“Mañana podemos desayunar o almorzar juntos. ¿No te parece? Ya es tarde.”

“Está bien, como prefieras.”

“No te preocupes que no me voy a escapar de la charla que tenemos que tener.”

“¿Vos tenes algo claro?”

“Sinceramente no lo sé. ¿Vos?”

“Tampoco.”


Y dejamos de hablar. Okei, no entiendo nada Pedro.

Me comí por obligación una ensalada y me fui a dormir, milagrosamente conseguí dormirme bastante rápido.

Sí, me dormí rápido, pero… A las cuatro de la mañana me desperté demasiado desvelada. Me fui a bañar porque ya sabía que dormir iba a ser imposible, luego desayuné un yogurt con cereales y me fui a al balcón a hacer un rato de yoga. Lo necesitaba porque la realidad era que me sentía a mil revoluciones por segundo.

“Buen día. ¿Ya estás despierta?”


Reí ante su mensaje. ¿Tan stalker? Siempre supe que tenía que borrar la última conexión de WhatsApp.

“Alguien me desveló.”

“Creo que estamos en la misma.”

“¿Sí?”

“Sí. Entramos a trabajar en dos horas. ¿No podemos desayunar juntos? No sé cuánto tiempo más aguanto sin verte.”

“¿En dónde?”

“Donde quieras.”

“¿Queres venir a mi casa?”

“Sí, dale. Pasame la dirección.”


Le pasé la dirección y suspiré. Me hacía la confundida, pero la realidad era que estaba hasta las manos con él. (E incluso un poco más)

Preparé café, hice tostadas, abrí unos grisines, queso untable, mermelada y unas galletitas. Acomodé todo en la mesa y allí estaba, esperándolo.

Tocó timbre y me paralicé. Me sentía la misma idiota de cuando teníamos 16 años.

Le abrí la puerta temblando y lo miré.

- Hola. –Le dije.-
- Hola Pauchi. –Me sonrió y le devolví la sonrisa. Besó sentidamente mi mejilla.- ¿Puedo pasar?
- Sí, pasa. Dale.

Entramos en mi casa y lo dirigí a la cocina.

- Caliento el café y desayunamos. –Le dije.-

Calenté el café, lo serví en las tazas y le ofrecí una. Me senté frente a él y esperé a que él arrancara, sinceramente no podía arrancar yo la conversación.

- Te extrañé mucho estos días. –Me dijo.-
- Yo también. –Le respondí mirándolo.-
- ¿Venís? –Me preguntó.-
- ¿A dónde?
- Más cerquita, por favor.

Yo reí y caminé hacia él, me tomó por la cintura e hizo que me sentara en sus piernas.

- Pauchi… -Corrió el pelo de mi cara y acarició mi nariz.-
- ¿Qué?
- Pasó mucha agua debajo del puente, lo sabemos. Pero, por alguna razón nunca te saliste, ni de mi cabeza, ni de mi corazón… Y esa razón es que nunca pude amar a una mujer como te amé a vos. –Hizo una pausa.- No, como te amé no, como te amo a vos. –Dijo acariciando mi espalda y yo le sonreí.- Si nos reencontramos, es por algo.
-Choqué mi frente a la suya y lo miré a los ojos.- Estoy hasta las manos con vos, así de simple es. Yo también te amo, como nunca lo voy a hacer con ningún otro hombre. Pero, me da un poco de miedo.
- ¿Qué te da miedo?
- Que pase otra vez lo mismo.
- Lo que pasó, pasó porque éramos dos pendejos que no supimos cuidarnos.
- ¿Y ahora?
- Pasaron casi ocho años.
- Ya sé.

Suspiré y quise hablar, pero Pedro me interrumpió con un beso.

- No pienses, dejate llevar. –Dijo acariciando mis brazos.-
- Dudo que pueda resistirme a vos. –Sonreímos y volvimos a besarnos.- ¿Vos? ¿Cómo estás?
- Como se puede.
- Hubo muchas veces que tuve ganas de ir a darte un abrazo, pero no quería invadirte.
- Sos una tonta, me hubiese hecho muy bien si ibas.
- Perdón. –Me encogí de hombros.-
- Si ahora te quedas conmigo, te perdono.
- Me quedo.

Sonreímos y nos besamos. Pedro agarró un grisin y le untó queso en la punta, luego me lo dio en la boca. Yo reí y lo comí.

- Tenes que comer, estás muy flaca.
- Como un montón Pedro.
- ¿Segura?
- Sí, segura. –Reí.-
- Me impresionó mucho cuando te vi.
- Es que no como grasas, pero estoy bien.
- Más te vale que no me mientas.
-Reí.- No te miento boludo. –Lo besé.-
- Está bien, te creo. –Reímos y volvimos a besarnos.-

Desayunamos juntos y luego, yo seguía allí, sobre sus piernas, con mi cabeza en su hombro y con mis labios llenando de besos su cuello.

- Si no salimos, no vamos a llegar. –Besó mi frente.-
- ¿Me prometes algo?
- Lo que quieras.

Me acomodé, mirándolo.

- Es una boludes en realidad, pero igual.
- ¿Qué cosa?
- ¿Podemos dormir juntos hoy? Necesito sentirme segura con vos.
-Sonrió.- Va a ser un placer. –Me besó.-
- Gracias. –Lo besé.- ¿Vamos?
- Dale, vamos.




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Ojala les esté gustando ☺♥

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