domingo, 7 de febrero de 2016

Un poco rotos III.


- ¿Crees que es un tema para hablar ahora gorda?
- No sé, pero es una realidad.
- Yo te amo a vos y esa es la realidad.
-Suspiré.- En este momento la verdad es que no entiendo nada.
- Mmm… Tengo una idea.
- ¿Cuál?
- Nos ponemos la malla y nos metemos en la bañera un ratito.
- Pedro, dale.
- ¿Qué?
- Ya sé lo que queres y la verdad es que no me siento bien.
- Lo único que quiero es que te sientas mejor.
- Mmm…
- Sino, te hago cosquillas.
- ¡No, no! ¡Eso no!
-Rio.- Dale. ¿Vamos?
- Está bien.

Me besó y nos levantamos, nos pusimos nuestras mallas y llenamos la bañera de mi casa (que era bastante grande) con agua tibia.

Me hice un rodete en el pelo para no mojármelo y nos sentamos cada uno en una punta, cerré mis ojos y dejé caer mi cabeza hacia atrás.

- ¿Sabes qué imagino todas las noches cuando cierro los ojos?
- ¿Qué?
- Que estás conmigo. –Suspiré.- No sabes lo que me cambiaría la vida dormir con vos todas las noches.
- Cuando te quieras dar cuenta, nos vamos a dormir todas las noches juntos.
-Suspiré.- Ojala…
- Te lo prometo mi amor.
-Lo miré  me quedé algunos segundos en silencio.- Me muero de miedo.
- ¿De qué?
- De todo.
- Mientras esté cerca tuyo, no tenes que tener miedo de nada.
- ¿Sabes cuál es el problema?
- ¿Cuál?
- Te siento más lejos que nunca.

Pedro suspiró y tomó mi mano, entrelazando nuestros dedos.

- Quiero estar cerca tuyo toda al vida.
- Yo también, pero no así. –Hice una pausa.- Y hablemos de otra cosa porque me pongo monotemática.
- ¿Te sentís un poco mejor?
- Sí, un poco.
- ¿Solo un poco?
- Sigo sintiéndome agitada.
- Veni.
- ¿A dónde?
- Acá amor.

Yo reí me senté en sus piernas, frente a él y con mis piernas a los costados de su cuerpo. Pedro me abrazó por la cintura y yo lo abracé por el cuello.

- ¿Me escuchas una cosa? –Me besó.-
- ¿Qué? –Pregunté chocando mi frente con la suya.-
- Lo único que quiero en el mundo es que estés bien. –Dijo acariciando mi espalda.-
- Yo también quisiera estar bien.
- ¿De verdad sos capaz de perdonarme todo lo que te hice?
- Si de verdad la dejas a María, sí… -Suspiré.- Sos mi sostén, te juro que por vos sigo acá. –Lo besé.- No soportaría perderte por no poder perdonarte.
- Siempre en que pienso todo lo mal que te hago siento que no te merezco.
-Me encogí de hombros.- No lo sé, al fin y al cabo los dos estamos un poco rotos.
- ¿Un poco?
- Bueno, capaz bastante… -Hice una pausa.- Pero, todos estamos un poco rotos.
- Eso es cierto.
- Lo único que sé es que vos sos el único que calma un poco el dolor de mis heridas. –Hice una pausa.- Ya sé que suena contradictorio, pero es así.
- Quiero curarte las heridas toda la vida.
- Ojala sea así.
-Me besó.- Te amo, nunca lo dudes.
- Intento no dudarlo, yo también te amo.

Sentí sus manos subir lentamente desde mi cintura hasta mi nuca y suspiré en sus labios.

- No juegues con fuego Pedro.
-Rio.- Veni más cerquita.

Nos abrazamos con fuerza y acomodé mi cabeza en su hombro.

- Te juro que a pesar de todo, tus brazos siguen siendo el único lugar donde me siento segura.
- Siempre voy a estar para abrazarte mi amor.
- Quisiera que lo hagas más seguido.
-Suspiró y besó mi hombro.- Te amo mi vida.
- Yo también te amo mi amor.
- Te prometo que voy a tener muy presente lo que me dijiste porque me partió al medio que te sientas así.
- Mmm… Gracias, supongo.
- Y voy a hablar con María.
- No hablemos de ella ahora.
- Perdón.
- Prefiero concentrarme en sentirte, en recordar porque me enamoré de vos.
- Sos muy hermosa.
- Vos sos hermoso, a tu manera pero lo sos.

Los dos reímos y nos abrazamos más fuerte.

- Quedate un rato acá conmigo, por favor. –Supliqué en su oído.-
- Acá estoy mi amor, pero me parece que tenes un poco de frío.
-Reí.- Un poco.

Pedro abrió el agua y agarró el duchador, reguló la temperatura del agua para que esté tibia y comenzó a mojar mi espalda.

-Sonreí.- A veces sos tan tierno que me desarmas.
-Rio y besó mi cuello.- Relajate, dale.
- Gracias.
- Sh…

Después de un largo rato, yo levanté mi cabeza y le quité el duchador de las manos, cerré el agua y lo besé.

- ¿Me acompañas a un lugar?
- ¿A dónde gorda?
- ¿Me acompañas?
- Sí, pero decime a donde.
- Solo necesito que me acompañes.
- Está bien.

Después de un rato, estábamos los dos listos para salir en la puerta de mi casa.

- ¿Me decís a dónde vamos gorda?
- A lo de mi psicóloga.
- ¿Para?
- Hace meses quiere hablar con vos…
- Mmm…
-Reí.- No tengas miedo, es un amor.
- Sé que con vos me mandé las mil y una.
- ¿Te la bancas por mí? Por favor.
- Sí, obvio que sí.
- Tampoco lo hagas obligado.
- No amor, dale.
- Tenes una carita de pánico.
- Me va a acribillar.
-Reí.- Un poco te lo mereces igual. –Reímos y nos besamos.-

-

Y esa fue la realidad, su psicóloga me acribilló. Me puso literalmente entre la espada y la pared.

Pero, la charla que tuve con ella me sirvió mucho para darme cuenta de que lo que le estaba haciendo a Paula realmente la destruía y me sentía el peor del mundo.

Tenía que arreglar las cosas, urgente.

Habíamos ido nuevamente a su casa y ella se acercó a mí.

- Estás muy callado amor.
- Me dejó pensando mucho.
-Rio.- Siempre me deja así.

Se sentó a mi lado y posó sus manos sobre las mías.

- ¿Te mató mucho?
- Me hizo dar cuenta del mucho mal que te hago.
-Suspiró.- Si lo solucionas…
- Me está matando la culpa, me siento un pelotudo.
-Me besó.- ¿Me escuchas una cosa?
- ¿Qué?
- Lo que pasó… Ya pasó, está en el pasado y aunque siga doliendo, no lo podemos cambiar.
- ¿Y entonces?
- Si vos hablas con María y haces lo que tenes que hacer… -Suspiró.- Te juro que hago borrón y cuenta nueva.
- ¿Y todo el mal que te hice?
- Me la tengo que bancar, yo también tengo un poco de culpa en haberme enamorado de un tipo comprometido.
- Hice todo como el orto.
- Pero, te amo igual. –Me besó.-




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