Salí de aquel lugar que siempre había renegado. Sí, hacia 3 años que
iba a terapia, tres veces por semana.
Fue la mejor opción que encontré para tratar de alivianar la culpa, claro que junto con el amor de mi mujer, porque sí, nos habíamos casado el año anterior.
Llegué a mi casa y la encontré durmiendo en la habitación, era raro que estuviese durmiendo pero aún así la dejé. Me acerqué a ella y la tapé ya que hacía frío.
Aproveché que debía ir a la farmacia para comprar las pastillas que tomábamos, porque sí ahora yo también tomaba… Al fin y al cabo, era cierto eso de que ambos estábamos rotos.
- Amor… -Dijo cuando yo estaba guardando mi campera en el placard.-
- Perdón gorda, no te quise despertar.
- No pasa nada. –Me respondió acurrucándose.-
- ¿Te sentís bien?
- Mmm… Más o menos.
- Tenes una carita. –Dije sentándome frente a ella.-
- Se me parte la cabeza, volví así del laburo. ¿A vos cómo te fue?
- Mmm… ¿Bien?
-Rio.- ¿Cuándo vas a dejar de renegar?
-Reí.- No sé.
- ¿Qué te parece si traes algo para comer y te metes en la cama conmigo?
- Me gustó ese plan.
- Y si puede ser...
- ¿Café?
-Rio.- Me lees la mente.
- O te conozco mucho. –Reímos y nos dimos un beso.-
Me fui a preparar una merienda mientras ella fue al baño y se acercó a la cocina.
- ¿No queres volver a la cama gorda?
- No, no pasa nada.
- De verdad que tu carita me preocupa.
- Me duele la cabeza, nada más.
- Si queres merendamos y te hago unos masajitos.
- Mmm… Sí, por favor.
Merendamos juntos y luego ella se sentó en el suelo, delante de mí que estaba en el living. Hizo un rodete con su pelo y yo comencé a hacerle masajes.
Después de un rato…
- ¿Me vas a contar qué pasa gorda?
- Uf, basta con eso.
- Dale amor… -Dije masajeando su cuello.-
- No importa.
- Mmm… A mí sí, de hecho sos lo que más me importa en el mundo.
-Suspiró.- No importa.
- Pau, dale.
Ella suspiró y se puso de pie, quiso irse a la habitación pero se lo impedí, tomándola de la mano.
- No te pongas en situación de nena caprichosa.
- No tengo ganas de hablar. ¿Lo podes entender?
- Lo entiendo. –Dije acomodando su pelo.- Pero… Vos también tenes que entender que no te hace bien guardarte lo que te pasa.
- Decime algo que no sepa.
- ¿Por qué sos tan terca?
Paula se encogió de hombros y suspiró. Yo la abracé y besé su cuello.
- Dale amor… -Dije acariciando su espalda.-
- Ahora prefiero que me abraces.
- Siempre te voy a abrazar.
Pasaron algunos minutos hasta que ella se separó de mí y rascó su sien.
- ¿Venís conmigo? Quiero acostarme.
- ¿Queres que te prepare un té?
- No, pero igual… -Suspiró.- Deja yo voy a buscarme.
Se fue a la cocina y yo la seguí.
- ¿Qué necesitas gorda?
- Un ansiolítico. –Dijo buscándolo.-
- No tomes por tomar.
- No me siento bien.
- Ya sé, pero podes hablar conmigo antes de tomar eso.
- Voy a hablar, pero dejame tomarlo.
-Suspiré.- Está bien, pero uno solo.
- Sí, uno.
Agarró la pastilla y se la tomó, dejó el vaso en la pileta de la cocina y yo la abracé por la espalda.
- Te amo. ¿Sabes? –Dije y besé su mejilla.-
- Lo sé, yo también te amo. –Dijo posando sus manos sobre las mías y cerró sus ojos.-
- ¿Vamos al cuarto?
- Sí.
Fuimos juntos a la habitación y ella se acostó en la cama, yo me senté a su lado y tomé su mano.
- ¿Me contas qué pasa?
Paula tomó aire y me miró muy seria.
- Hoy estuve mil horas investigando en Internet sobre la adopción y quedé así, listo, es eso.
- ¿Por qué lo haces sola?
- No lo sé. –Suspiró.- Y tampoco sé por qué lo hago, si así como estamos nunca jamás nos darían la posibilidad de adoptar.
- Es algo que vamos a transitar juntos.
- ¿De verdad crees que podemos transitarlo?
- ¿Por qué no?
- Lo que te digo, estamos muy rotos y muy mal de la cabeza para que nos permitan adoptar.
- ¿Y no crees que esa situación pueda mejorar?
- No lo sé, te juro que no lo sé.
Se dio vuelta para quedar boca abajo, abrazó la almohada y apoyó su mejilla allí, mirándome.
- No te maquines de más gorda.
- Hago lo que puedo amor.
- Ya sé. –Dije corriendo el pelo de su cuello.-
- Por lo menos solo me dio dolor de cabeza… -Suspiró.- Igual, no sé.
- ¿Qué no sabes?
- Si algún día de verdad voy a poder superar esos ataques de mierda.
- Vas a poder.
- No amor, ya no. –Cerró sus ojos.- Y mejor no hablemos más.
- ¿Y qué queres hacer?
Fue la mejor opción que encontré para tratar de alivianar la culpa, claro que junto con el amor de mi mujer, porque sí, nos habíamos casado el año anterior.
Llegué a mi casa y la encontré durmiendo en la habitación, era raro que estuviese durmiendo pero aún así la dejé. Me acerqué a ella y la tapé ya que hacía frío.
Aproveché que debía ir a la farmacia para comprar las pastillas que tomábamos, porque sí ahora yo también tomaba… Al fin y al cabo, era cierto eso de que ambos estábamos rotos.
- Amor… -Dijo cuando yo estaba guardando mi campera en el placard.-
- Perdón gorda, no te quise despertar.
- No pasa nada. –Me respondió acurrucándose.-
- ¿Te sentís bien?
- Mmm… Más o menos.
- Tenes una carita. –Dije sentándome frente a ella.-
- Se me parte la cabeza, volví así del laburo. ¿A vos cómo te fue?
- Mmm… ¿Bien?
-Rio.- ¿Cuándo vas a dejar de renegar?
-Reí.- No sé.
- ¿Qué te parece si traes algo para comer y te metes en la cama conmigo?
- Me gustó ese plan.
- Y si puede ser...
- ¿Café?
-Rio.- Me lees la mente.
- O te conozco mucho. –Reímos y nos dimos un beso.-
Me fui a preparar una merienda mientras ella fue al baño y se acercó a la cocina.
- ¿No queres volver a la cama gorda?
- No, no pasa nada.
- De verdad que tu carita me preocupa.
- Me duele la cabeza, nada más.
- Si queres merendamos y te hago unos masajitos.
- Mmm… Sí, por favor.
Merendamos juntos y luego ella se sentó en el suelo, delante de mí que estaba en el living. Hizo un rodete con su pelo y yo comencé a hacerle masajes.
Después de un rato…
- ¿Me vas a contar qué pasa gorda?
- Uf, basta con eso.
- Dale amor… -Dije masajeando su cuello.-
- No importa.
- Mmm… A mí sí, de hecho sos lo que más me importa en el mundo.
-Suspiró.- No importa.
- Pau, dale.
Ella suspiró y se puso de pie, quiso irse a la habitación pero se lo impedí, tomándola de la mano.
- No te pongas en situación de nena caprichosa.
- No tengo ganas de hablar. ¿Lo podes entender?
- Lo entiendo. –Dije acomodando su pelo.- Pero… Vos también tenes que entender que no te hace bien guardarte lo que te pasa.
- Decime algo que no sepa.
- ¿Por qué sos tan terca?
Paula se encogió de hombros y suspiró. Yo la abracé y besé su cuello.
- Dale amor… -Dije acariciando su espalda.-
- Ahora prefiero que me abraces.
- Siempre te voy a abrazar.
Pasaron algunos minutos hasta que ella se separó de mí y rascó su sien.
- ¿Venís conmigo? Quiero acostarme.
- ¿Queres que te prepare un té?
- No, pero igual… -Suspiró.- Deja yo voy a buscarme.
Se fue a la cocina y yo la seguí.
- ¿Qué necesitas gorda?
- Un ansiolítico. –Dijo buscándolo.-
- No tomes por tomar.
- No me siento bien.
- Ya sé, pero podes hablar conmigo antes de tomar eso.
- Voy a hablar, pero dejame tomarlo.
-Suspiré.- Está bien, pero uno solo.
- Sí, uno.
Agarró la pastilla y se la tomó, dejó el vaso en la pileta de la cocina y yo la abracé por la espalda.
- Te amo. ¿Sabes? –Dije y besé su mejilla.-
- Lo sé, yo también te amo. –Dijo posando sus manos sobre las mías y cerró sus ojos.-
- ¿Vamos al cuarto?
- Sí.
Fuimos juntos a la habitación y ella se acostó en la cama, yo me senté a su lado y tomé su mano.
- ¿Me contas qué pasa?
Paula tomó aire y me miró muy seria.
- Hoy estuve mil horas investigando en Internet sobre la adopción y quedé así, listo, es eso.
- ¿Por qué lo haces sola?
- No lo sé. –Suspiró.- Y tampoco sé por qué lo hago, si así como estamos nunca jamás nos darían la posibilidad de adoptar.
- Es algo que vamos a transitar juntos.
- ¿De verdad crees que podemos transitarlo?
- ¿Por qué no?
- Lo que te digo, estamos muy rotos y muy mal de la cabeza para que nos permitan adoptar.
- ¿Y no crees que esa situación pueda mejorar?
- No lo sé, te juro que no lo sé.
Se dio vuelta para quedar boca abajo, abrazó la almohada y apoyó su mejilla allí, mirándome.
- No te maquines de más gorda.
- Hago lo que puedo amor.
- Ya sé. –Dije corriendo el pelo de su cuello.-
- Por lo menos solo me dio dolor de cabeza… -Suspiró.- Igual, no sé.
- ¿Qué no sabes?
- Si algún día de verdad voy a poder superar esos ataques de mierda.
- Vas a poder.
- No amor, ya no. –Cerró sus ojos.- Y mejor no hablemos más.
- ¿Y qué queres hacer?
- Nada.
- Nada implica que te cabeza no frene.
- Nunca frena.
Me acosté frente a ella y tomé su mano.
- Hoy estaba pensando en algo…
- ¿En qué?
- En realidad, lo hablé en terapia. ¿Qué te parece si nos vamos de viaje
juntos?
- ¿Viaje?
- Sí, nunca salimos de vacaciones y capaz alejarnos un poco de todo nos haga
bien.
- Mmm… Sí, no sé. Puede ser.
- Si le pones esa onda.
-Rio.- Perdón, me siento mal.
- Ya sé, te jodo nada más.
-Suspiró.- Creo que lo mejor es seguir durmiendo.
- Te va a hacer peor al dolor de cabeza.
- Ojala solo fuese dolor de cabeza.
- Mmm…. ¿Y no queres que salgamos a caminar un poco?
- ¿La verdad? No.
- Está bien. –Besé su cabeza.- Nos quedamos acá.
- Gracias. –Cerró sus ojos.-
- Pero…
- No dale, no jodas.
- ¡Hey! ¿Qué es esa manera de hablarme?
-Rio.- Perdón, pero de verdad no tengo ganas de nada.
Yo no le dije nada, solo me abalancé sobre ella y la besé.
- Dale amor.
- ¿Qué?
- No rompas.
- Solo te quiero dar un beso. ¿No puedo?
- Te conozco, son muchos años ya.
- Que feo que pienses así de mí.
- Hazte fama… -Reímos.-
- Bueno che, bueno. –Volvimos a reír y nos besamos.- Solo quiero que estés un
poco mejor.
- Dormir me va a hacer bien.
- Dormir no soluciona nada.
- Pero, te permite no pensar y eso es casi lo mismo.
- Ya sé que insistirte no te va a hacer cambiar de parecer.
- Veo que ya me conoces. –Reímos y volví a besarla.- Si queres, podes quedarte.
- Obvio que quiero.
Ella sonrió y nos acomodamos, frente a frente. Acaricié su mejilla y ella
suspiró.
-
Mañana termina...
Ojala los dos se puedan recuperar de todo!❤
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