martes, 19 de enero de 2016

Encuentros y desencuentros VI.


Entré en la clínica y busqué a la mamá de Paula.

- ¿Cómo está? –Le pregunté preocupado.-
- Bien, es anemia.
- ¿Por eso el atraso?
- Eso creen.

Me senté en una silla y suspiré.

- Capaz no tenga ganas de verme y vos tampoco.
-Se sentó a mi lado.- Mira Pedro, no reaccionaste bien… Pero, yo sé que son muy pendejos todavía, que pueden equivocarse y que incluso están en edad de hacerlo. –Hizo una pausa.- Ustedes se aman y se les nota en la mirada, yo no voy a hacer nada que influya entre ustedes.
-Sonreí.- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer, le haces muy bien a mi hija.
- Y ella me hace muy bien a mí.
- Entonces aflojala.
-Reí.- Eso trato.
- Ya van a volver a estar bien.
- Eso espero.
- ¡Si te tenes esa fe!
-Reí.- Tenes razón.

En ese momento se acercó un médico a darnos el parte. Tenía una anemia bastante avanzada, asique le inyectarían hierro.

- Entra vos Pedro.
- Prefiero que entres vos, no es momento de ponerla nerviosa.
- Le va a hacer bien verte.
- Pero…
- Aprovecha ahora que está pachucha.
-Reí.- ¿Segura?
- Sí Pepe, dale.
-Sonreí.- Gracias.
- No lo tenes que agradecer.

Entré en la habitación en donde estaba Paula, me acerqué a ella y me senté en una silla a su lado. Tomé su mano y le dí un beso.

Comenzó a moverse y acaricié su frente.

- Tranquila que no pasa nada. –Susurré.- No te pongas nerviosa.
- ¿Qué pasa?
- Te desmayaste… Estás en una clínica.

Ella abrió los ojos un poco confundida.

- Estás anémica y te están inyectando hierro. –Dije y apreté su mano.- Tranquila que no pasa nada.
-Suspiró.- ¿Qué haces acá?
- Me llamó tu vieja, si queres que me vaya me voy… No quiero que te pongas nerviosa.
- ¿Me desmayé?
- Sí, en tu casa.
- No me acuerdo.
- Tu mamá llamó a la ambulancia.
- Me siento muy mal.
- ¿Queres que llame a la enfermera?
- No, quiero dormir.
- Dormí entonces, tenes que quedarte acá, asique…

Besé su frente y me paré, quise irme pero ella tomó mi mano.

- No, no te vayas. –Dijo con sus ojos cerrados.- Quedate, por favor.

Sonreí y volví a sentarme.

- Me quedo hermosa.
-Sonrió.- Gracias.
- No me lo tenes que agradecer y lo sabes muy bien.

Y comencé a acariciar su pelo.

- ¿Por la anemia tuve el atraso?
- Sí…
- Esto me pasa por colgada de mierda.
- Ya está, no pasa nada.
- Sí que pasa… Me pegué el susto de mi vida.
- Pero ya pasó, no te maquines.
- Y además, nosotros…
-La interrumpí.- No es momento de hablar, tenes que descansar.
- Pero…
- Dale. –Acaricié su mejilla con mi mano.- Dormí.
- ¿Te quedas?
- Sí, me quedo haciéndote mimitos.

Paula sonrió y yo comencé a mimarla.

- ¿Por qué no podes ser así de tierno siempre?
-Reí.- ¿No es un exceso?
- No, al menos para mí no.
- Perdón… Sé que muchas veces no te trato como te mereces.
-Suspiró.- Somos muy pendejos, pero eso no quita que no te ame con locura Pedro.
- Yo también te amo con locura.
- ¿Entonces por qué siempre peleamos?
- Me lo pregunto todo el tiempo.

Paula me miró y tomó mi mano fuerte.

- Quiero poder sacarme de la cabeza tus gritos.
- Perdón… -Dije con los ojos llenos de lágrimas.-
- No reacciones nunca más así.
- Te lo prometo. –Besé su frente.- Te lo prometo mi amor.
- Te desconocí.
- Yo me desconocí a mí mismo.
- ¿No te gustaría tener hijos?
- Sí, pero no ahora.
- Obvio que yo tampoco quiero hijos ahora, pero… No sé, con lo que me dijiste.
- Yo con vos quiero todo.
- ¿Y por qué reaccionaste así?
- De impulsivo.
- Tus impulsos me lastiman demasiado.
- Lo sé y me odio por eso.
- Yo sé que cambiaste mucho por mí…
- No, no cambié por vos. Cambié gracias a vos.
- Mmm…
- De verdad mi amor, yo estaba entrando en un lugar muy oscuro cuando te conocí.
- No vuelvas a eso… Y no te lo pido por mí, te lo pido por vos.
- Jamás volvería a eso.
- No te hablo de la noche, te hablo de lo que eras.
- Lo sé. –Suspiré.-
- Por favor. –Presionó mi mano.- Tenes que aprender a controlar tus impulsos.
- No sé cómo.
- Yo podría ayudarte.
- ¿No te cansas de hacer cosas por mí?
- No, aunque siga muerta de miedo y de dolor.
- ¿De qué tenes miedo?
- De que vuelvas a reaccionar así, si te alejas de mí me muero Pedro.
- Te prometo que no va a pasar más.

Paula se sentó en la cama y suspiró.

- ¿Me abrazas? –Preguntó con un hilo de voz.-
- Siempre mi amor.

La abracé y ella me abrazó con el brazo que tenía libre.

- Soñé que te ibas lejos y fue horrible. –Dijo en mi oído.-
- Eso no va a pasar, siempre que me dejes voy a estar cerca tuyo.
- Creo que fue cuando me desmayé. –Dijo un poco confundida.-
- No importa cuando fue, si sirvió para que nos estemos abrazando ahora.
-Rio.- Sos un tarado.
-Besé su mejilla.- ¿Me perdonas?
- No sé si puedo perdonarte todavía.

Se separó un poco de mí y se encogió de hombros.

- ¿Y entonces? –Pregunté.-
- No puedo perdonarte ahora, pero sé que en algún momento lo voy a hacer. –Suspiró.- Porque te amo y porque no soporto estar lejos tuyo. –Me besó.- ¡Pero llegas a volver a reaccionar así y te mato!
-Reí.- Ay, te amo tanto. –La besé.- Gracias.
- No me lo agradezcas y madura.
- Por vos haría cualquier cosa.
- Hacelo por vos, no por mí. Vas a ver que te vas a sentir mejor.
- Puede ser.
- No, no puede… ¡Es! –Reímos y nos dimos un beso.-

La abracé y besé su cuello.

- Me parece que vos tenes que descansar.
- ¿Te podes quedar conmigo?
- Siempre mi amor. –Me separé un poco de ella y la besé.-
- De verdad que la próxima te mato eh.
- No va a haber próxima.
-Sonrió.- Eso espero. –Y se acostó.- ¿Hasta cuándo tengo que quedarme acá?
- Mañana.
- Ufff, es mucho.
- Yo puedo quedarme a hacerte compañía si queres.
-Sonrió.- ¡Por favor!
- No me voy a mover de acá. –Besé su mejilla.- Dale, dormí.
- Aunque seas un pendejo, te amo. –Dijo con sus ojos cerrados.-
-Reí.- Te amo loquita hermosa.

Nos dimos un beso y Paula se acomodó, yo la mimé hasta que se quedó dormida.

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